Frantz

Gran película de François Ozon, llena de sentimiento, de misterio, de reflexión.

La trama, original e interesante hasta el final, destaca por su misterio, ya que realmente no hay nada que el espectador pueda predecir. Durante toda la estancia de Adrien en Alemania nos preguntamos cuál era exactamente su relación con Frantz, cuál es el motivo de su visita a Alemania, y esta incertidumbre se ve alimentada por el lento transcurso de los acontecimientos (¡hay que tener paciencia y aguantarse la curiosidad!). La gran interpretación de los actores (destaco: Paula Beer y Pierre Niney, los protagonistas) y el lento desarrollo de los actos nos hacen conocer mejor a los personajes y sentir una gran simpatía por ellos, especialmente por Anna. Puede ser difícil reflejar cómo debe sentirse Adrien en la situación en la que se encuentra, pero desde luego en la película se transmiten muy bien sus sentimientos e ideas. En general se consigue en el film un nivel alto de complicidad con los personajes.

El film además hace reflexionar sobre algunas ideas como por ejemplo el perdón, la guerra, sus consecuencias para los soldados, sus familias, su sociedad... la relevancia de el hecho de ser un bando u de otro... qué se celebra en realidad si se gana una guerra? Quién es realmente responsable de la muerte de los soldados? También sobre la idea de anclarse en el pasado o sobre seguir viviendo y pasar página, tanto en lo referente a la vida privada (¿Cuánto tiempo puede uno llorar la pérdida un ser querido?) como a la guerra (¿sigue siendo justificado el recelo entre las diferentes nacionalidades aún si la guerra ya ha terminado?).

Además estéticamente la película está muy bien estructurada; la banda sonora bellísima y llena de sentimiento, la imagen en blanco y negro con los cambios a color en escenas puntuales dan el toque. Muchas personas están descontentas con el final dado que es algo abierto y deja lugar a la imaginación, pero yo creo que es el mejor final que puede haber tenido (¡no siempre tenemos el final que esperamos!).

Definitivamente recomendable a las personas que disfruten con películas humanas, de guerra, de amor, de sentimientos, de la familia, de las amistades.

Que gustazo acertar con una película como hoy he acertado. Franz ha sido una vuelta a esos cines antiguos donde te ponían reestrenos también antiguos, pero en la comodidad de tu salón que tuve el acierto de dejar a oscuras al saber que era una película en blanco y negro.
Pero no solo es una película más en blanco y negro es todo un ejercicio de buen cine, con una fotografía acertada y preciosista con sus luces y sombras a la antigua, con sonidos antiguos de pasos y trenes que también te hacen retroceder en el tiempo y olvidar por un rato los de los móviles y las músicas estridentes que nos persiguen.
Con una historia sencilla y unos personajes de verdad, donde los sentimientos de las buenas personas se vuelven los protagonistas indiscutibles de la cinta, gracias a unas interpretaciones acertadisimas sobre todo la bien galardonada Paula Beer que con pocos gestos y mucho corazón nos emociona cuando lo tiene que hacer.
Ahora más o menos hace un siglo de los hechos en los que transcurre la historia y la ambientación, los vestidos, los lugares y siempre el blanco y negro te sumergen perfectamente en la época añadiendo ese detalle de apagar la luz.
Es una pena que la gran industria se gaste cientos de millones en reeditar, con más o menos éxito los taquillazos antiguos y no se gaste aunque fuera solo un poquito en hacer lo mismo con estas grandes historias, donde los unicos efectos especiales se dirigen directamente a los sentimientos de las personas, como ha hecho en este caso Francoise Ozon con el clásico antibelicista de maestro Ernst Lubitsch.
Todo un placer, como beberse un buen vino reserva hecho de manera tradicional.
A ver si toman nota las productoras y los directores noveles.

La vida de Anna (Paula Beer) se define por una rutina: cada día, acude al cementerio para visitar a su difunto prometido, fallecido en la Gran Guerra (1914-1918). El gesto, íntimo y privado, actúa como nexo de unión entre dos desconocidos: la tumba de Frantz no solo recibe a Anna, también es visitada por un joven francés llamado Adrien (Pierre Niney).

La presencia del extranjero resulta inquietante, pero, rápidamente, la curiosidad se convierte en aliciente para la joven Anna, que, tras la muerte de Frantz, ha presenciado cómo su propia vida ha quedado reducida a visitar la tumba del hombre del que estaba enamorada y regresar a la casa de este para compartir el resto del día con sus suegros. Afligida por la pérdida, a Anna no le interesa cambiar su vida, a pesar de que todos creen saber qué necesita. Todo cambia cuando conoce a Adrien, quien brinda esperanza a una familia rota por la guerra.

En este sentido, es muy interesante y enriquecedor para el relato el empleo del color en la imagen, cuya inerte escala de grises cambia con suavidad hacia la viveza de los colores. El deseo de recuperar a un ser querido y los recuerdos compartidos son elementos esenciales en la utilización de paletas tan diferentes y con tanto significado.

Con la llegada de Adrien, el pasado regresa lleno de vida. Sin embargo, la bienvenida por parte del pueblo no es amistosa. A consecuencia de la derrota de Alemania, los vecinos no aprueban la presencia francesa. Esta hostilidad saca a relucir el horror del conflicto bélico, aún presente en ambos bandos.

No obstante, la amistad que surge entre Anna y Adrien demuestra que las diferencias son insignificantes en comparación con aquello que les une. El dolor que ambos sienten por la muerte de Frantz es un lazo capaz de superar las fronteras marcadas por la guerra. La enemistad se torna fraternidad gracias a Frantz, herida que los protagonistas luchan por sanar.

François Ozon construye una historia en la Historia, donde el pasado forma parte de los cimientos de la nueva vida que los personajes aspiran a construir. El mundo sigue girando a pesar de las pérdidas y la vida continúa por muy dolorosas que estas sean. 'Frantz' es un relato que apuesta por el amor entre iguales en una sociedad incapaz de perdonarse a sí misma y olvidar el conflicto que la ha dividido.

La Vida en Fotogramas - https://lavidaenfotogramas.wordpress.com

Preciosista fotografía en blanco y negro que envuelve a los diferentes protagonsitas de una misma tragedia, con el trasfondo de los nacionalismos exacerbados del final de la 1a.guerra.europea.Lo narrado a través de las cartas de la protagonista, sucumbe ante la cruel realidad, cuando descubre lo erróneo de sus planteamientos y la fragilidad de los sentimientos amorosos.Muy recomendable

La impetuosa fuerza del arrepentimiento y la ominosa carga de la culpa permiten a F. Ozon rastrear en la historia del cine y encontrarse con aquel E. Lubitsch que en 1932 estrenó “The man I killed”.
El cineasta francés recupera la historia, la reinventa, ensaya una visión personal y la hace propia, aunque sólo en parte, manteniendo muchos de los valores asociados al dramatismo, al la expresividad y a la contundencia que existían en la película del maestro alemán.

Las variaciones sobre sobre un mismo tema -incluso sobre el remordimiento- poseen valor de obra original cuando se procede con talento.