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Sinónimos

Drama. Comedia En París, las cosas no comienzan bien para Yoav. Un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
4 de junio de 2019
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renegar. Rechazar. Abjurar. Apostatar. Huir.


La cámara sigue a Yoav recorriendo París con su mochila al hombro. Es un joven atlético de gesto rabioso, inmerso en chanchullos que dan mala espina y que nunca conoceremos al detalle. En un enorme piso vacío, se ducha mientras alguien le roba sus cosas. Desnudo, con frío, pide ayuda y no es hasta el día siguiente que una joven pareja de burgueses parisinos lo encuentran inconsciente. Lo acogen, lo visten, lo aman. Yoav aprende a hablar francés gracias a su diccionario de sinónimos. Tras un pasado traumático en el ejército de Israel, Yoav reniega de su país, de su lengua, de sus orígenes. Reniega incluso de hablar hebreo con sus paisanos israelíes, tal desprecio siente por su país. Francia es el paraíso para Yoav, centro mundial de la cultura, del espíritu, de la libertad. Él quiere ser parte de esas mentes iluminadas, de los ilustrados, de los revolucionarios, de los románticos, Yoav quiere que lo entierren en Père-Lachaise.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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31 de diciembre de 2019
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de rodar la interesante película "La profesora de parvulario" el director israelí Nadal Lapid, rueda en Francia (basándose en sus propias experiencias) esta historia rara y desorientadora que consiguió alzarse con el León de Oro en el pasado Festival de Berlín. 

Toda la historia ocurre metafóricamente lo que resulta una narrativa totalmente loca (recuerda un poco a Madre de Aronofsky) por lo que tendrás que "adivinar" lo que el director te pretende decir con situaciones completamente absurdas.

Un hombre llamado Yoav (Tom Mercier) llega a París desde Israel, no tiene nada encima salvo una llave de un apartamento grande vacío. Cuando está duchándose le roban la ropa, entonces misteriosamente aparece una joven pareja, Emile (Quentin Dolmaire) y Caroline (Louise Chevillotte) lo visten con un abrigo amarillo y le dan dinero.Yoav deambula por París sin saber francés, pero tampoco quiere hablar en hebreo, reniega de su pasado completamente y quiere ser ciudadano francés de pleno derecho...

Todo son simbologías por lo que la película es muy densa y difícil de comprender. He leído que se le asemeja al cine de Goddard o Bertolucci, yo particularmente no conseguí meterme en la película del todo, causándome sensaciones encontradas, por un lado un aburrimiento absoluto y por otro lado un poco de curiosidad en lo que pretendían contarme.
Vista en el Festival de cine de Sevilla donde se alzó con el premio al mejor director.
Destino Arrakis.com
videorecord
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18 de octubre de 2019
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el cine actual está perdiendo fuelle y se autocita en exceso ya no es un secreto. Este producto francoisraelí tiene pinceladas de brillantez, pero su ejecución resulta bastante decepcionante. Si bien la primera media hora del film resulta magnética, el espectador se irá desapegando de una narración que deviene excesivamente filosófica y turbia. Lo mejor de "Synonyms" es Tom Mercier, actor que ejecuta un impecable papel de hombre apesadumbrado y primitivo, sobre el que recae el peso de la película. La angustia vital de un hombre que huye de un Estado Israelí que rechaza y ansía con integrarse en Francia es una idea excesivamente redundante en el film. Personalmente, creo que la película se pierde en el debate de la integración a costa de profundizar en el triángulo afectivo de Yoav, Emile y Caroline. En definitiva, no resulta lo suficientemente íntima para inspirar emoción ni lo bastante solvente para remover conciencias. El film hubiera ganado muchos enteros si hubiera sabido desprenderse del enorme peso intelectual que arrastra. Estamos hablando de la ganadora del Oso de Oro en Berlín. No hay que olvidarlo. (6/10)
Fernando Garín
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12 de febrero de 2020
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Sinónimos de una relación tóxica

Sinónimos comienza con la llegada a París de un joven mochilero que accede a una vivienda desamueblada. Tras tomar una ducha, descubre que sus pertenencias han desaparecido. Así que acude en busca de auxilio de los vecinos. Pero ninguna puerta abre a un desconocido en pelotas. A la mañana siguiente una pareja de vecinos jóvenes y curiosos entran al ver la puerta de un piso abierto. Estos buenos samaritanos, al ver al joven en la bañera inconsciente, deciden acogerlo en su hogar. Enseguida se dan cuenta de que es judío, la circuncisión no engaña. Pronto el joven despierta recibiendo comida, techo y ropa. Su nombre es Yoav y viene de Israel. Y reniega del hebreo y todo su pasado.

Emile y Caroline, por su parte, son dos amigos acomodados e intelectuales que comparten piso. Ella, músico profesional de orquesta; él, escritor frustrado. Ambos ven en Yoav una oportunidad de redimir sus vidas grises y aburridas. Así, Yoav parece sentirse en deuda con ellos siempre. Y ofrece a cada uno lo que desea, siendo sinónimos de una relación tóxica. Pero Sinónimos es algo más que un triángulo vicioso. Es la búsqueda de Yoav por encontrar un futuro de paz interior. Como soñaba desde que huyese de su país y del ejército al que perteneció. Sin embargo, desaprovecha las oportunidades que recibe o no elige bien su camino. Lo cual le provoca unas inseguridades y frustraciones que le harán enloquecer hasta límites insospechados.

*La Nouvelle vague es una clara referencia

Yoav es un personaje que recuerda al joven e ingenuo Joe Buck de Cowboy de Medianoche (John Schlesinger, 1969). Pero las facciones y los gestos de Tom Mercier se acercan más al coetáneo y salvaje Tom Hardy. El contrapunto lo ofrecen Quentin Dolmaire y Louise Chevillotte, algo más comedidos en lo que se refiere a su actuación. Un acierto por parte del casting de la película.

La Nouvelle vague es una clara referencia cinematográfica para Sinónimos. Aunque solo comparta el tema de la amistad, recuerda algo a Jules y Jim (François Truffaut, 1961). Y, visualmente, es innegable la influencia del atrevido Jean-Luc Godard. Esto es un hecho que el propio director reconoce en entrevistas. Para conseguir ese realismo, Shai Goldman le da el nervio y la calma que necesita la cámara en cada momento preciso. Recurre al esteticismo como recurso que combina los diferentes enfoques de cámaras (de cine y móvil) sin tener mayor explicación.

Siguiendo con la historia, la salvación de Yoav en París acaba mostrando su lado más oscuro. Primero, la renuncia al hebreo como protesta contra lo establecido (su padre, el ejército). Después, el deseo irrefrenable de triunfar (conseguir la nacionalidad francesa, sobrevivir escribiendo sus propios relatos) aprendiendo francés con un diccionario. Al final acaba usándolo para encontrar los sinónimos con los que define a su (abominable) país de origen. Lo que se traduce en sinónimo de fracaso social.

*Sinónimos un ejercicio de auténtica libertad

Aunque Sinónimos beba de la biografía del propio director, se trata de una trama muchas veces vista en cine. La historia del ex militar tronado que llega a la ciudad y cree tener autoridad para alzar la voz. Si bien el libreto de Navad Lapid es inteligente y equidistante. Aquí abre debate sobre temas de estado tan candentes como la religión o el terrorismo. Las referencias a los atentados contra la comunidad judía en el país de las crepes son continuas. De los diálogos subyacen opiniones contrapuestas. Y con ninguna se casa: ambas razones, la francesa y la israelí, son imperfectas. Lo que más sorprende es que no caiga en la autocensura. Ya que el film fue financiado con fondos públicos de Francia e Israel.

Ese atrevimiento por no dejarse llevar hace de Sinónimos un ejercicio de auténtica libertad. La experiencia personal de Lapid resuena en cada secuencia del film, y eso es pura frescura. Este viaje lo hizo, sin una explicación aparente, hace veinte años impulsado por sus ídolos Napoleón, Godard y Zidane. Tres grandes genios en los que fijarse en lo bueno y en lo malo. Lapid quería retratar la doble miseria de vivir en la inmundicia y la insatisfacción personal. El resplandor de Víctor Hugo también está presente en la obra.

*Conclusión

Que Nadav Lapid sea reconocido ahora es cuestión de trabajo duro y mucho sacrificio. Ahora muestra lo que sintió en sus orígenes en Europa en Sinónimos, último Oso de Oro y premio de crítica. El realismo de la Nouvelle vague se instala en este film turbio y mordaz. Que no deja en tan buen lugar a nadie, como se presuponía. Aunque sea un relato de ficción, los personajes de Emile y Caroline, por ejemplo, existen realmente. Y Yoav, pese a ser fruto de una voz interior, tiene reminiscencias de verdad.

Está bien que los Estados sean atizados de vez en cuando por sus propios beneficiarios. Se trata de vivir en comunidad, y la realidad política abruma actualmente. Cada organización protege a los que se posicionan en su extremo, no así las personas que piensan a su manera. Y son precisamente estas quienes más apoyo necesitan. Las cosas funcionarían mejor. Y el mensaje de Nadav Lapid es contundente. Cuidado con el odio.

Escrito por Carlos Vera Tordera
Cinemagavia
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14 de febrero de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué define nuestra identidad? Lo que somos, lo que creemos ser, ¿es algo dado? ¿es algo por crear y definir? ¿O, por el contrario, somos rehenes de raíces profundamente enterradas en un suelo que reparte aleatoriedad a cada nuevo usuario que aparece en este planeta?

Los seres humanos tenemos la capacidad de comunicarnos. Para eso existe el lenguaje. El lenguaje define lo que nos decimos ante los demás y lo que nos dicen ellos. Todo se puede expresar, hasta el sinsentido. Hasta el arte más abstracto tiene como base el lenguaje. Por mucho que se observe un cuadro destinado a no ser entendido, por muy intensa que sea la sensación particular que nos invada al hacerlo, automáticamente se traduce en palabras. Se puede definir con una mera combinación de sonidos y silencios enlazados de forma que logramos transmitir un concepto ya instalado en nuestra psique colectiva.

¿Hablar un idioma nos hace más ciudadanos de un país aunque no hayamos nacido en él? ¿Saber su historia, incluso, datos insignificantes? ¿Que me sepa la letra del himno nacional de Colombia me posiciona en ventaja para ser más colombiano?

Me hacía estas preguntas mientras visionaba Sinónimos. La ganadora del Festival de Berlín en 2019. En dicho festival siempre premian a películas singulares. Imperfectas. Touch me not (2018) es una experiencia sensorial, tras verla sabes que puede ser mejor, pero algo por dentro se ha movido. Ya no tienes todos los muebles en su sitio tras verla. Valió la pena.

Sinónimos, siguiendo la estela de impureza, va renqueando desde el minuto uno, cámara en mano. Escenas que no aportan nada. La historia en origen es interesante, pero en destino acaba desaprovechada. Y no se sabe para qué. A veces se prioriza más un aspecto en detrimento de otra. En Sinónimos no logro ver por qué se decantaron. El guión es bastante simple, no logra golpear al espectador. No logra plasmar las tremendas contradicciones que se preveían. Un israelí judio, valga la redundancia, huye de Israel a Francia. El país de la libertad. Empieza por aprender el lenguaje. Obsesionado por las palabras, creyendo que eso le dará puntos para su ciudadanía. Aunque se niega a volver a usar el hebrero lo irónico es que se llama Yoav. Y decir tu nombre es el inicio de cualquier presentación. Conoce a una pareja de jóvenes burgueses y usando su francés traslada parte de su pasado, a cuenta gotas, por mucho que asegure de tener mil historias. Como vemos, el lenguaje también ayuda a formar un pasado. Este sí se puede recrear. Quien reniega de una parte de su ser está condenado a no encontrar cobijo en ningún lugar del cielo. Una vez que se huye, se puede repetir cien veces más. A la mínima que no se sientes cómodo en un lugar, pues puedes probar en otro creyendo haber encontrado un nuevo magnífico lugar. Un lugar donde, ahora sí, te mereces estar.

En bastantes sitios está catalogada como comedia. Por mucho lenguaje que usen, nadie, ni nunca, me va a hacer entender eso. La comedia en sí es que nos la vendan como una comedia.

https://serycine.wordpress.com/
JGC
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