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Dos seductores

Comedia Fred y Lawrence son dos simpáticos truhanes que se dedican a conquistar a las mujeres por pura diversión. Son amigos y comparten confidencias, pero llega un momento en que Lawrence empieza a sentirse celoso de los éxitos de Fred. Instalado en la Costa Azul, Fred se hace pasar por miembro de la realeza, pero su amigo está decidido a boicotear sus planes. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
18 de febrero de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera y única película para la gran pantalla del director Ralph Levy que siempre se manejó en trabajos televisivos y decimosexto film del colosal Brando, que en esta ocasión decidió coproducirlo junto a la Universal.

Los críticos nunca se pusieron de acuerdo en el estreno de esta comedia, que no fue un éxito en taquilla como de ella se esperaba en su día.
Contó con el excelente escritor Stanley Shapiro, de coguionista junto con Paul Henning.
Shapiro escritor de buenas obras y guiones como Operación Pacífico, Cuando llegue septiembre, Pijama para dos, o Confidencias de medianoche de Michael Gordon, comedia sentimental que le valió el Oscar al mejor guión original en 1959.

Marlon y David hacen de unos sinvergüenzas y pícaros Casanovas, que a base de falsas artimañas y mentiras, entablan un duelo en pos de la conquista de una atractiva Shirley Jones.
Sin ser sus mejores interpretaciones, ambos estan correctos, destacable decir que Brandon se comportó bien durante el rodaje, detalle a tener en cuenta debido a su fuerte carácter, solo dijo sufrir amnesia en algunas escenas.

Simpática comedia que como dije anteriormente no tuvo muy buena aceptación en su día, y aun hoy no está muy valorada. Yo la vi hace bastantes años y la recuerdo con gran simpatía, sobre todo en unas cuantas escenas en que verlos a los dos haciendo de granujas compitiendo por los encantos de la Shirley, me hicieron bastante gracia.
Y la verdad, es que para no ser la comedia mi género favorito, tal vez porque no tengo una risa lo bastante fácil, ésta en especial la recomiendo, sin llegar a ser ni mucho menos notable pasaras un buen rato.

Agradable y simpática, 7'4.
Ficus Pandorama
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20 de septiembre de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginen. Una película muy divertida, con guión de Shapiro y con Brando y Niven en su salsa, especialmente el último. Además, en la cumbre temporal de la comedia blanca de los últimos cincuenta y primeros sesenta.
Y ahora imaginen. Un remake de esa película, a finales de los ochenta, con un Michael Caine entonces en cierto declive y un Steve Martin que, bueno, no es Marlon Brando.
Seguro que si fuese imaginación, uno diría sin pensarlo que la primera fue un gran éxito y se hizo con un hueco en el corazón cinéfilo, mientras que la segunda fue denostada rápidamente.

Pues no. La diferencia entre "Dos seductores" y "Un par de seductores" (además del final, que no contaré) la marca el director. Ralph Levy, en su medianía y mediocridad es incapaz de sacarle jugo al oro puro que es el guión, y que 25 años después Frank Oz prácticamente no toca en diálogos y situaciones (salvo por la mejora -a mi gusto- del final, reitero), mientras que el propio Oz consigue sacar todo el jugo posible al mismo, gracias a una dirección más frenética, más acertada y sobre todo más cómica.

Aun así, sería injusto tildar "Dos seductores" como mala película. No lo es en absoluto. Si no se conoce su remake, sin duda se calificaría de film elegantemente fallido, como pudo serlo "Página en Blanco", por mencionar un film similarmente coetáneo.
Y si algo hay que reprocharle realmente a "Dos seductores", además de su mediocre dirección, es la esforzada pero inútil interpretación de Brando. El amigo Marlon, habitualmente perfecto, nunca brilló en la comedia. Ni con Chaplin ni con Levy. Y con Levy se deja llevar por una sobreactuación que un cuarto de siglo después copiaría Steve Martin con resultados muy superiores, puesto que aprovechó su ventaja de cómico conocido.

Veanla. Y haganlo en programa doble con el estupendo remake de Oz.
Fendetestas
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17 de diciembre de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El resultado final de estos dos seductores ahí queda para la posteridad y debo decir que es jugoso como un melocotón. Y es que nadie mejor que David Niven, cómo no, para un papel de príncipe de incógnito en una salón de juegos, irónico embaucador a la caza de señoronas millonarias en lugares de ensueño como no podía ser más que la Riviera francesa. Ideal. Y, por parte americana, el clásico sinvergüenza, cómo no de militar, en la figura de Marlon Brando, soldado con abuelita e historia digna de lástima. Ambos mendas con los colmillos de chacales a punto. Dice el americano que las mujeres esperan a que el hombre esté maduro para exprimirle como un melocotón y que él sólo quiere invertir la situación.

Este es el cine de la elegancia, de la sofisticación, del divertimiento, no hay lugar para nada más, huyamos de la crítica que diga que la película no da la talla, hay que valorar esta obra como lo que es, una comedia con dos pedazos de actores entregados a sus argucias. David Niven lleva su sello de la elegancia, desenvolviéndose inigualable entre los hoteles de lujo y los casinos de la costa. Y es un lujo también comprobar a un actor consagrado en sus papeles dramáticos como es Marlon Brando, el excelente trabajo que realiza en esta comedia. Una obra para encantar, especial, eso sí, tal vez para un público entregado a este tipo de comedias sin igual, un público maduro, irónico y de buen humor que sepa reírse de sí mismo, en concreto, para hombres que sean ya como un melocotón exprimido sin remedio.
floïd blue
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9 de agosto de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una comedia ligera bastante simpática y entretenida en la que Marlon Brando y David Niven interpretan a dos pícaros seductores que utilizan sus encantos para engatusar mujeres y sacar provecho.

La interpretación de Marlon Brando es algo exagerada en pro de la comedia, su papel es el de encantador, tosco y muy caradura, mientras que David Niven interpreta al clásico gentleman inglés, más sofisticado y elegante, que finge ser un príncipe desterrado en Beaulier-Sur-Mer (la riviera francesa).

En un inicio son rivales gastándose jugarretas y luchando por su "territorio", aunque pronto comparten tácticas y llegan a un acuerdo beneficioso para ambos. El conflicto viene cuando ambos fijan su mirada en Shirley Jones.

Lo más destacado de la película es el guión de Stanley Shapiro y ver a los dos actores disputando el uno contra el otro. El film cuenta con una dirección adecuada de Ralph Levy, pero pasó bastante desapercibido en la taquilla y ha sido algo infravalorado en general. En 1988, Frank Oz hizo un remake con Michael Caine y Steve Martin. En definitiva, una comedia agradable con la que pasar un buen rato.
mi_mo_ca
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25 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
34/12(23/02/16) Despreocupada comedia ligera de Ralph Levy, con la que debuta en un largometraje, un relato con mimbres para haber dado más de sí, pero que se queda en algunas situaciones graciosas, destacando sobremanera su binomio de protagonistas, Marlon Brando (también productor) y David Niven, en un tour de forcé estupendo donde se confrontan dos modos de entender la actuación, el del Actor’s Studio, muy introspectivo y rozando siempre el histrionismo (en este caso lo rebasa), frente al temple y la mesura del método británico de Niven, y entre los dos surgen los mejores momentos de humor. El guión es de Stanley Shapiro (“Operación Pacífico”), también productor, y Paul Henning (“Pijama para dos”), compone un marco de desarrollo en el que sobresale la caricatura y la sal gorda, sobre todo en el modo de reflejar a la mujer, las que aparecen, y son muchas, parecen tener entre todas medio cerebro, en esto, para poder verla hay que darle esta licencia misógina. El director era un profesional de la televisión que realizó espectáculos cómicos de afamados comediantes como George Burns o Jack Benny, así como dirigió algunos episodios de series, como “Los nuevos ricos” o “Hawai 5-0”, y que solo haría un largo más, “Por favor no molesten” (1965), quizás por no estar dotado para el tempo mayores fundamentos que requiere la pantalla grande. El film fue rehecho en 1988, Un par de seductores” de Frank Oz, con Michael Caine y Steve Martin, en los roles de Niven y Brando.

Freddy Benson (Marlon Brando) y Lawrence Jameson (David Niven), son dos estafadores que se aprovechan de su encanto para seducir a ricas mujeres y sacarles todo el dinero posible. Ambos van a coincidir en Beaulieu-sur-Mer (la Riviera francesa), estableciéndose así una dura pugna por ver quién es el auténtico dueño de ese “territorio”. Lawrence es el cásico gentleman inglés, se hace pasar por un príncipe desterrado par a provocar lástima en sus conquistas, Freddy representa la picardía americana, utiliza a su supuesta vuela alemana como reclamo a las féminas. Los dos se enfrentaran por “engañar” a una heredera estadounidense, Janet Walker (Shirley Jones), también importante es una de las conquistas de Lawrence, Fanny Eubank (Dody Goodman).

Un relato que se ve con la misma facilidad que se olvida. Al igual que los métodos actorales, el dueto que lidera la cinta confronta dos modos de pícaros timadores, Lawrence la finura, sofisticación, elegancia, la caballerosidad, los buenos modales, por estas características se hace pasar primero por príncipe y luego por psiquiatra afamado, y al otro lado del ring Freddy, el prototipo de estadounidense, encantador, truhán, simpático, ladino, tosco, artero, una especie de lobo disfrazado de desvalido, primero como buscador de la casita de su abuelita, y luego como minusválido, el lobo contra el príncipe, este nos es presentado como un altruista guardián de las buenas costumbres y del arte de la Rivera francesa, el otro un carroñero desalmado que invade el territorio del “gentleman”, que siente profanado su “paraíso” y se produce un juego de suplantaciones, engaños, duelo de inteligencia donde intenta uno ganar al otro a base de ingenio marrullero. Y en medio de esto la visión retrógrada del género femenino, vistas con un cerebro plano, se tragan cualquier mentira, son dulces, dóciles, enamoradizas y muy sugestionables, no hay punto intermedio, todas rozan la estupidez, estereotipos de mujeres cortadas por el mismo rancio patrón.

El humor de hecho se basa fundamentalmente en como las mujeres se creen cualquier historia idiota que se les cuente o bien para terminar acostándose con ellas o para sacarles su dinero, el truco de la casita de la abuelita alemana, el del príncipe desterrado, el del inválido mental, o el del psiquiatra suizo, es en el choque entre los timadores por la Reina del Jabón americano, donde brotan las más divertidos momentos, no en como mienten a la chica, que es de modo burdo y chusco, si no en como Lawrence y Freddy se pisan uno al otro con su supina inteligencia, como responde uno al otro ante un pérfido obstáculo. Pero es un tipo de humor donde la sutilidad es nula, todo discurre por senderos previsibles, tanto que una espera un giro final que te descoloque algo, pero esto es en balde, quedando en un producto entretenido por momentos, pero vacío de contenido, tocando muy livianamente aquello de que las apariencias engañan, y no te fíes de alguien que acabas de conocer, resultando una liviana propuesta con caducidad temprana, una farsa de brocha gorda con el atractivo de sus protagonistas.

La puesta en escena resulta correcta, con una buena dirección artística de Alexander Golitzen (“Sed de mal”) y Robert Clatworthy (“Psicosis”), rodada mucho en evidentes platós, en los Estudios Universal en California, y un poco en exteriores de la bucólica Cannes (Costa Azul de Francia), escenarios de bosques germanos, casitas alpinas, casinos en la Costa Azul, jardines solariegos, fotografiados con gran cromatismo y luminosidad por Clifford Stine (“Spartacus” o “Patton”), ello también con diáfanos fondos falsos en varias escenas, y adornado por la inane música de Hans J. Salter Hans J. Shelter (“Agárrame esos fantasmas”).

Marlon Brando está muy divertido en su papel, su tercero de comedia tras “Ellos y ellas” (1955) “La casa de té de la luna de agosto” (1956), aunque parece no estar dirigido pues en muchos momentos se pasa de vueltas y cae en la bufonada guiñolesca, aún así deja destellos de haber tenido una gran vis de payaso. David Niven dota de impronta elegante a su rol, una clásico caballero ingles, bien vestido y de ademanes de noble, con Brando mantiene una apreciable química, derrocha flema y contención. Aram Stephan como el socio de Lawrence hace un buen complemento. Shirley Jones encarna con bastante sentido insípido a la presa que ansían los dos truhanes.

(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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