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La muñeca

Comedia El Barón de Chanterelle obliga a su sobrino a casarse de inmediato para así continuar la línea familiar, pero la timidez del muchacho lo lleva a huir de todas las jóvenes del pueblo y hasta a refugiarse en un monasterio de monjes glotones. Ellos, interesados por el dinero, le recomendarán casarse, pero no con una mujer, sino con una muñeca robot. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
12 de julio de 2014
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El barón de Chanterelle, siente que está a punto de trastearse a la dimensión desconocida… y queriendo dejar las cosas en orden, reclama de su nieto Lancelot que contraiga nupcias, para que así él y su esposa, se conviertan en herederos de su gran fortuna. Pero el muchacho no tiene interés alguno en atarse a nadie, y cuando su abuelo pone un anuncio convocando a las doncellas que quieran casarse con él a cambio de una buena dote, el aterrado heredero emprenderá las de Villadiego, siendo perseguido por varias decenas de mujeres ávidas de tenerlo como su marido. He aquí la probable inspiración de “Las siete ocasiones” (1925), el filme que, con tanto éxito, realizara y protagonizara luego Buster Keaton.

En su huida, Lancelot llega hasta un monasterio – en esta historia, como en la de Los Caballeros de la Mesa Redonda, los monjes tendrán mucho que ver con sus marrullas- y allí decide pedir refugio, comprometido a quedarse si es salvado de las “lobas” que le persiguen. Y allí, en aquel claustro, el rebelde heredero se encontrará con una docena de monjes glotones y decididamente avaros, pero al menos hospitalarios, más cuando se enteran de quién es el visitante y de que le espera una buena suma de dinero si aparece casado con cualquier muchacha, ante su rico abuelo.

“LA MUÑECA”, comenzó tiempo después de que, Ernest Lubitsch y Hanns Kräly, actuaran juntos en la película “Die Firma heiratet“. Iniciada una gran amistad entre ellos, enseguida Kräly colaboraría en el guión para el filme de Lubitsch “Aufs Eis geführt", y proseguiría desde entonces una estrecha y valiosísima sinergia, que trascendería en muchas otras obras de su período alemán (“Los ojos de la momia”, “Carmen”, “Madame Dubarry”…) y llegaría incluso hasta su despegue en los EEUU de Norteamérica, en varias de sus películas mudas, siendo su penúltima colaboración en “El patriota” (1928), la que le merecería por fin el premio Oscar.

Ligeramente basada en “Wilner“, una obra de títeres que escribieran Lubitsch y Kräly, "LA MUÑECA” es una refrescante y onírica aventura con una ambientación que, aún hoy, luce bastante agradable, no obstante su simpleza que nos recuerda los cuentos de hadas sostenidos a base de viñetas y sobreimpresiones.

Es un hecho que por aquí empezó la idea de las muñecas inflables que, para darles nivel, han sido llamadas “dame de voyage” -luego conocidas como “sex doll” o “love doll”- que Alemania, Japón, Francia y otros países, convertirían luego en una verdadera industria con toda suerte de novedades.

La gran recursividad de Lubitsch, brilla muy gratamente en esta película, donde se valdrá de simulaciones, efectos de ángulo contrastado, dibujos a mano, dobles presencias y muchas de las posibilidades que ofrecían las sobreimpresiones de entonces, para ofrecernos un entretenimiento seguro, bordado de infantil encanto.

Tendrían que pasar tan solo tres años más, para que todo este talento fuese captado por la industria hollywoodense… y rápidamente se interesara por tenerlos a ambos, Lubitsch y Kräly, entre sus filas. El resto ya es historia.
Luis Guillermo Cardona
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21 de junio de 2009
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida comedia fantástica inspirada en los relatos de autómatas de Hoffmann. La pícara Ossi Oswalda vuelve a protagonizar un filme de Lubitsch, atención a su entrada en el monasterio, pues da lugar a uno de los momentos más cómicos de la película; eso sí, la imagen de los religiosos de clausura no queda muy buen lugar, y diría que es algo intencionado por parte del director.
Fusco
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17 de diciembre de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
230/14(15/12/19) El 5 de diciembre de 1919 se estrenó en Berlín este ingenioso e imaginativo film dirigido por el maestro Ernst Lubitsch que cumple un Siglo y mantiene frescos sus recursos. Se basa libremente en el cuento (historia macabra de autómatas E.T.A. Hoffmann) que inspiró el ballet Coppélia y la opereta La poupée de Edmond Audran, el proyecto comenzó tiempo después de que Lubitsch y Hanns Kräly, actuaran juntos en la película “Die Firma heiratet“, iniciando una gran amistad entre ellos, enseguida Kräly colaboraría en el guión para el filme de Lubitsch “Aufs Eis geführt", y proseguiría desde entonces una estrecha y valiosísima sinergia, que trascendería en muchas otras obras de su período alemán (“Los ojos de la momia”, “Carmen”, “Madame Dubarry”…) y llegaría incluso hasta su llegada a los EEUU, en varias de sus películas mudas, siendo su penúltima colaboración en “El patriota” (1928), la que le merecería por fin el premio Oscar al guión. La versión de Hanns Kräly y Lubitsch difiere del cuento de Hoffmann en tanto lo subvierte, trastoca el sentido que Hoffmann le da al autómata y al protagonista y a la relación entre ellos, también transforma resultado y conclusión del relato. Lo siniestro en el cuento de Hoffmann era la humanidad del autómata y consecuencias de no poder distinguirlos. Aquí lo siniestro se convierte en necesidad de cumplir con expectativas que los demás le imponen al protagonista y la imposibilidad de escapar de lo grotesco que lo rodea. Lubitsch es un innovador al relatar una fábula fantástica con tintes de ciencia-ficción (quizás influenciado por el pionero del cine George Melies), un cuento de hadas que se vanagloria de ello desde su original arranque, haciendo esfuerzos intencionales para ello, ayudado por la extraordinaria dirección artística y el diseño de vestuario (muy singular las vestimentas) de Kurt Richter (“El Golem”), donde el propio realizador (en especie de guiño autorreferencial a su labor en tener que como director manejarlo todo) despliega un decorado sobre una mesa cual casa de muñecas, la cámara se acerca y del emergen los personajes de carne y hueso de entre estos sets entusiastamente de cartón, también este sentido de cuento infantil que toma vida en sus pinturas sencillas, brilla por recursos visuales, como dibujos a mano, recortes de gatos y gallos a modo de sombras chinescas, o esas nubes falsas de cartón de entre las que sale el sol (también de cartón) de modo arbitrario, esos caballos que en realidad son personas disfrazadas notoriamente, incluso en un momento dado se le cae la cola postiza e uno de los equinos, y más elementos que se siente en un tono onírico (como ese hombre que vuela con globos de niño, o la ensoñación del protagonista,…). La atrevida historia toca temas como la misoginia, la homosexualidad, la crítica clerical, la codicia, el sentido del deber familiar, el matrimonio por conveniencia, y todo en un tono de comedia agradable, jugando incluso con los dobles sentidos (ejemplo cuando Hilarius tras vender el robot fémino a Lancelot le recomienda echar dos veces por semana lubricante a la muñeca) con momentos en que te sacan la sonrisa con talento, y eso es siempre loable.

El barón de Chanterelle, siente que está a punto de trastearse a la dimensión desconocida… y queriendo dejar las cosas en orden, reclama de su nieto Lancelot que contraiga nupcias, para que así él y su esposa, se conviertan en herederos de su gran fortuna. Pero el muchacho no tiene interés alguno en atarse a nadie, y cuando su abuelo pone un anuncio convocando a las doncellas que quieran casarse con él a cambio de una buena dote, el aterrado heredero emprenderá las de Villadiego, siendo perseguido por varias decenas de mujeres ávidas de tenerlo como su marido.

Tiene un desarrollo fluido, donde el aburrimiento no existe, derrochando imaginación estética a borbotones, dejando muestras ya en sus inicios con esa caricaturesca escena en que Lancelot (soltero de oro) es perseguido por decenas de mujeres queriendo ser su novia, ello en una carrera con reminiscencias a looney tunes. Secuencia esta con claro olor a la posterior cinta de Buster Keaton “Las siete ocasiones” (1925), donde hay un tramo similar, seguro que ‘Carapalo’ vio este film antes de hacer el suyo.

Lubitsch pone el ventilador en marcha y arremete con mordacidad contra estamentos consolidados de nuestra sociedad, como la aristocracia a la que pinta como caprichosa, avariciosa (esos parientes repartiéndose el mobiliario con el cuerpo de barón agonizante), contra el matrimonio (el protagonista no ve motivo para casarse), contra el clericalismo ( hace de los monjes de clausura unos bufones con gula y codiciosos), contra el machismo (cuando la Muñeca, alegoría clara de una mujer, no obedece, se le achaca a que debe tener un tornillo suelto, pues el estado natural de la mujer es ser dócil [ataque de cinismo]), o contra las nuevas tecnologías (contra los robots).

Lubitsch también sabe manejar de modo integrado los efectos visuales, como ese vuelo con globos, la ensoñación con sobreimpresión de toallitas, o para los dos tramos en que a Hilarius le cambia la forma y el color del cabello. Hay otros recursos que dotan de chispa el desarrollo como el personaje del aprendiz de Hilarius encarnado por Gerhard Ritterband, que rompe la cuarta pared para lamentarse de su mala vida, o el modo de manejar el humor negro con este mismo rol, intentando suicidarse bebiendo una olla de pintura, a lo que Hilarius le ordena no hacerlo, no por humanidad, si no porque la pintura es cara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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15 de febrero de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente es divertida. Meter a un robot ya es algo muy puntero en su época, y también la imagen muy de Tim Burton que mezclan realidad con fantasía, donde se ve muy claramente que quiere meter mucha fantasía con decorados que se nota un montón que son falsos (nada más empezar, se ve como monta el jardín y una casa en plan casa de muñecas y de ahí salen los protagonistas, ya quiere decirte que va a ser una fantasía muy total, como la salida del sol, etc...). Y eso me ha gustado mucho, como también combinar la ciencia ficción de una muñeca a tamaño real.

La crítica que hace a la iglesia es brutal, algo le pasaría al director para hacer una crítica tan directa y tan brutalmente clara. Me ha parecido fantástico.

Muy recomendable.
edugrn
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23 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A modo de prefacio, es el propio Lubitsch quien monta un simplísimo decorado para un espectáculo de marionetas. De repente, como por arte de magia, el chiringuito pasa a ser un escenario cinematográfico, y las marionetas se convierten en los personajes de la película. Con ese sencillo gesto el prolífico autor nos mete de lleno en su historia.
Durante algo más de una hora seremos testigos de como él juega, como hacen mis hijos con los Playmóbil. Asistiremos a un espectáculo dónde el maestro alemán se convertirá en una especie de demiurgo, que manda en el destino de los personajes y en las fuerzas de la naturaleza. Puede hacer que, atendiendo a los ruegos del protagonista, aparezca el sol y que su efecto sea el que él desee, aunque contravenga las leyes de la física. Puede revitalizar a un anciano moribundo para que participe en una absurda carrera sólo con que tome unas cucharadas de un nauseabundo jarabe. Puede convertir un puñado de globos en un ingenio volador y puede convertir a una mujer en muñeca, y a una muñeca en mujer.
Esta película, que nos recuerda en mucho a las obras de Mellies, tiene mucho de ópera bufa, de payasada, de divertimento. Se puede considerar el germen de los futuros dibujos animados. Pero como ocurre siempre con Ludbitsch, aunque pueda parecer lo contrario nunca es superficial. Profundiza aquí en el tema que le obsesionó, las relaciones de pareja. Y lo afronta recurriendo a su picardía, elegancia, inteligencia y sutileza. Recurriendo a su toque.
Cuando un genio juega, sale una genialidad.
AdolfoOrtega
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