El sol en el espejo

Pertenece a la primera época del prolífico dramaturgo y en ella late una cierta preocupación social. Merece la pena un visionado. Los actores son soberbios y la estructura recuerda al "Mesas Separadas" de Mann. Sin duda aquellos fueron los mejores años del cine español.

Esta película supuso la entrada de Luis Dávila en el cine español que era un actor argentino que por lo menos destacaba por su elegancia. Yvonne Bastien intervino en varios films más de Román como por ejemplo en "Pacto de silencio" en su segunda versión y que también es una película especial. "El sol en el espejo" narra una historia de amor sencilla con un regusto clásico en el marco de una pensión donde se hallan personajes de variada condición y la película puede gustar más o menos dependiendo del gusto del espectador pero si se trata de un espectador con cierta sensibilidad notara que desde el punto de vista formal es impecable y si su ambientación es interesante dentro de la pensión en las escenas que transcurren en la calle resulta incluso fascinante. El buen gusto y el sentido de la contención se imponen en todo el metraje y el film tiene ese encanto tan particular que no podremos encontrar nunca en el cine español de hoy pues las virtudes de este film son inseparables de una época muy concreta del cine nacional y en este caso la película se hizo en coproducción con Argentina lo cual supone otro aliciente. Hay que destacar también al nunca olvidado José Isbert en una de sus interpretaciones menos conocidas y a Porfíria Sanchiz que está magnífica en el papel de la dueña de la modesta pensión al igual que también lo estuvo otras veces. Bella película que conserva un encanto muy particular.

A, Román propone una Inesperada filmación cuyas hechuras cinematográficas huyen de lo convencional y crean una atmósfera de complicidad entrañable muy favorecida por la convincente interpretación de los protagonistas.
Un sospecha se desliza resbalando sobre el celuloide, un lance romántico con un misterio encriptado la matiza y los vaivenes del azar conducen la peripecia por derroteros insospechados.
La narración posee fluidez, empatiza fácilmente con el espectador y la banda sonora se ciñe a sus exigencias con esa pulcritud y discreción que la elegancia demanda.
El texto de A. Paso no es baladí y su enjundia está fuera de toda duda pero la labor de los guionistas consigue que el argumento brille en forma de película y sea capaz de sentir orgullo al mostrarse en pantalla.

Para empezar, hay trama.De esas películas que cuentan a la vez cuatro o cinco historias, aquí unidas verosímilmente al ser todos y todas huéspedes de una pensión.
Sobre esa trama el guión es bueno, aunque algunas de las historias son más flojas que otras, por ejemplo la de Pepe Isbert, que aquí tiene un papel con menos gracia.
Las dos historias principales, la de la madre con el hijo enfermo y que necesita una operación urgente y la más sentimental, con un final nada convencional, están bien traídas y desarrolladas.
Al lado de la mayoría de las películas que se hacían en España en estos años esta es distinta, original.
Antonio Román, que empezó con películas de interés y que ante la floja acogida se decantó luego por lo más fácil y emotivo (Los últimos de Filipinas9 aquí retoma algo del cine que le gustaba hacer.

Me llamó la atención esta película que cuenta la historia de diversos personajes que viven en una misérrima pensión en Madrid. Es una película que merece la pena ser visionada al menos una vez. Tiene unos actores soberbios y además una estupenda estructura dramática junto a una dinámica narrativa y buenos diálogos.

Antonio Román, padre de la criatura, pertenece al grupo de directores renovadores del cine español de posguerra, junto con José Luís Sáez de Heredia y Rafael Gil. Gran guión de José Luis Colina, el propio Román y Antonio Vich, basado en la comedia “Los Pobrecitos” de Alfonso Paso, lo cual es siempre una garantía.

Esta cinta tiene una buena música de Manuel Parada y excelente fotografía en blanco y negro de Manuel Berenguer y Alberto Etchebehere. Gran puesta en escena.

En el reparto hay grandes actores, con una forma de actuación cuasi teatral, lo que hoy ya no es común, pero que no deja de ser meritorio porque hay arte y oficio en esta forma de trabajar. Esta película supuso la entrada de Luis Dávila en el cine español, un actor argentino que destaca por su elegancia ante la cámara. Además, actores y actrices de enorme solvencia y probada fama como Gracita Morales, Ismael Merlo, María Asquerino, José Isbert (en una de sus interpretaciones menos conocidas) o Porfiria Sanchiz (magnífica en el papel de la dueña de la modesta pensión) hacen trabajos muy meritorios y conjuntados, a los que acompaña la actriz y cantante argentina Yvonne de Lys (pseudónimo de Yvonne Bastien) que está muy bien, junto a Venancio Huro y José María Taso.

Es una obra donde los personajes están bien definidos y que tiene un poco de tinte surrealista, toque en tono buñueliano que resulta gracioso, esto es, que los moradores protagonistas no quieran irse de la pensión, donde parecen haber encontrado un entorno familiar con individuos de variada condición, e incluso un contexto de seguridad, amistad y camaradería, a pesar de la desagradable dueña, que es como una parte más de sus vidas.

Buen gusto, contención, y un singular encanto que posteriormente ya no se dio en nuestro cine. Este es cine tradicional en coproducción con Argentina, lo cual supone otro aliciente, dada la tradicional calidad del cine austral.