Blaze

Ethan Hawke estrena su cuarta película como director, todas relacionadas con el mundo de la música. Blaze se basa en las memorias de Sybil Rosen, exmujer de Michael David Fuller (1949-1989), cuyo nombre artístico era Blaze Foley, un cantautor de country.

El director tiene un papel, pero no vemos su rostro en toda la cinta, solo oímos su voz: representa a un conductor de un programa musical radiofónico a partir del cual se desarrolla la historia. Hawke acierta en este doble rol de cineasta y entrevistador, ambos con la misma función: bucear en la vida de un músico olvidado con una existencia igual de genuina que la de los grandes cantautores norteamericanos, como Woody Guthrie, Hank Williams o Bob Dylan.

El largometraje se estructura en flashbacks que, a su vez, vuelven a retroceder en el tiempo a partir de las canciones que canta Blaze, para así explicarnos el origen de cada una, siempre basadas en un hecho autobiográfico. Organizarla así le supone al ritmo de la película reiniciarse después de cada canción, porque implican una pausa. A la vez, el acierto es mayúsculo, pues de este modo conocemos la biografía de Foley a la vez que su mundo poético.

Hawke firma un título muy bien escrito, con hondos diálogos que denotan su respeto por el universo musical americana y por sus protagonistas, cuyos problemas, procesos creativos y modo de vida son filmados por alguien que ha concebido cada escena con un realismo sobrecogedor.

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Esta es una de esas películas, siempre enorme en el aspecto fílmico, que consigue recordarme porque he terminado por amar tanto el cine. Un triunfo del actor Ethan Hawke (en esta película ejerce de director de cine) que ha filmado una obra asombrosa sobre un cantante y compositor que durante su vida no fue una estrella sobre los escenarios, pero que si, a su muerte, se convirtió en toda una leyenda gracias a su música, que termino por ser testamentaria y tratada como un legado. Un artista completamente desconocido fuera del circuito del country, sobre todo durante su existencia. Capaz de editar todos sus discos cuando su cuerpo, ya inmóvil y sin posibilidad de emitir un solo acorde, yacía en silencio "frío" en una tumba cubierta de tierra "fría" (en honor a su cancion "Mundo frío y frío"). Contar la historia de un tipo al que en su día allá por los 80 nadie conocía y que hoy en día es venerado por sus letras compuestas, hasta los extremos de que solo a las celebridades se les termina por retratar en una película, para contar las vicisitudes de su vida, es lo que hace triunfar a esta enorme obra cinematográfica. Eso y la manera y forma de filmarla por Hawke, que hace una aproximación formidable a su figura, siendo capaz de componer los aspectos más vitales e intensos que reflejaron su vida, exponiéndolos tan solo con tres trazos centrales, en un libre ejercicio del espacio tiempo, que detalla con exactitud en el largometraje. Este es uno de esos pocos biopic hechos a un músico que plasma de manera deslúmbrate el espíritu interior que refleja magníficamente un artista como Blaze. Un biopic decisivo en el aspecto humano y veraz en el aspecto emocional que se hace del compositor, desechando el contexto musical en el que vivió para dedicar el mayor tiempo posible a enseñarnos esa cualidad sincera y casi poética, que lo hacía destacar, a la hora de interpretar sus canciones.

Una de sus letras decía así: "Y me encuentro pensando que estaría mejor muerto"

La película cuenta su trayectoria como músico, detallando tres momentos esenciales de su vida. Cuando viviendo, con la persona que más amo, Sybil Rosen, en una casa de árbol, escribió gran parte de las letras de sus canciones con las que aspiraba a hacerse un hueco en el mundo de la música country. El largo recorrido por clubs para darse a conocer, que lo llevo a entablar una íntima amistad con el alcohol y con sus amigos, y que hizo que su carrera no se asentase, al vagar de aquí para allá sin rumbo fijo, causa efecto que le impidió poder saborear el éxito de sus canciones. Y por último el aspecto más oscuro de su personalidad, su autodestructivo comportamiento, sinónimo de no encontrar a ese público que supiese valorar sus temas, que contrarrestaba con su forma de caminar por el pavé, y que lo llevo a defender una causa noble y digna, justa y poética, igual que el significado de sus canciones, y que debido al infortunio del momento, hizo que su cuerpo recibiese un mortifero balazo que acabo finalmente con su vida.

Desde el aspecto técnico esta obra inconmensurable en su brillo es una recreación filmada de forma excepcional tanto por el manejo libre de su composición temporal como por la redacción visual de los acontecimientos que dejan patente una asombrosa visión biográfica detallada a través de sus imágenes.

—Un cine alejado de la industria que solo unos poco serán capaces de apreciar—.

Ethan Hawke ha sido capaz de construir con notable acierto un film a imagen y semejanza de las baladas melancólicas, tristes, emotivas y preñadas de amor de este perdedor compulsivo de la historia del country-western. Sobre todo en función de la relación con su pareja y musa Sibyl Rosen a la que da vida literalmente una estupenda Alia Shawkat. Es precisamente el punto de vista de Sibyl que hace un cameo en la película y co-guioniza junto a Hawke el que predomina en base a su libro "Living en the Woods in a Tree: Remembering  Blaze Foley".

Dentro de la moda o tendencia actual al  biopic de grandes estrellas del rock como Mercury o Elton John, Hawke ha querido conscientemente nadar a contracorriente dando una oportunidad a aquellos que nunca alcanzaron la fama, aunque Michael David Fuller (1949-1989) "sólo" aspiraba a ser leyenda, cosa que a la postre consiguió. Sus traumas familiares, su adicción al alcohol y su carácter bipolar conformaban un cóctel explosivo que en algún momento de su vida de trovador errante del Country tenía que acabar en tragedia.

Lo cuenta Hawke en un puzzle de retazos amorosa y primorosamente hilvanados a los que Steve Covens enmarca en una fotografía cargada de intención dramática. Ben Dickey hace suyo al cantautor bien secundado por el resto del elenco. Probablemente el día a día de Blaze debió de ser mucho más caótico y con más aristas que las que nos muestra esta mirada cariñosa a modo de homenaje a un hombre que sentía el mundo que le rodeaba muy frío ("Cold, cold world") y que hubiera deseado quedarse en su casa del árbol del bosque con Sybil ("Should have been home with you"). Hay que escucharlo.

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Ethan Hawke con más de 80 películas como actor, también ha dirigido dos films independientes y un documental a lo largo de su vida. En esta tercera ocasión nos cuenta la historia de Blaze Foley un hombre que muchos han llamado el mejor cantante y compositor de música country, pero del que nadie ha oído hablar nunca. 

Interiormente sensible, pero corpulento y amenazador como un gran oso, barba hasta la cintura y borracho a todas las horas del día. Hoy es venerado por la gente de la industria por unos pocos discos, ya que todo el material grabado en cintas se perdió.  Hawke intenta resucitar al fantasma de Blaze y darnos un retrato de una leyenda que nunca fue.

Alia Shawkat interpreta a Sybil, su mujer y gran amor de su vida, quien escribió el libro autobiográfico en que se basa el guión. Ben Dickey es el autodestructivo cantante, que da conciertos en bares de mala muerte sin que apenas nadie le muestre atención. Tenemos en papeles pequeños a Sam Rockwell, Steve Zahn o Kris Kristofferson.

Las dos horas de película transcurren con numerosas canciones country tristes de las que no soy muy fan. Tampoco la estructura narrativa ayuda, tantos flashbacks terminan aburriendo. Resulta también muy difícil empatizar con el protagonista ya que se pasa todo el film prácticamente borracho, no apreciándose en ningún momento la genialidad de sus composiciones o el interés por su vida, por lo que creo que no es suficiente hacer de esta persona una leyenda o que sea digno de una película biográfica por lo menos aqui en España.
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Los tiempos de Blaze

Una película que se convierte en golpe sobre la mesa desde su primera escena, donde se presenta al personaje principal en toda su hilarante complejidad, desde la ebriedad hasta su discurso político.

Como siempre en el cine, es interesante ver como el director hace que su película y sus personajes habiten en el tiempo, en el caso de Ethan Hawke, establece varias líneas para ir formando su protagonista a medida que avanza el metraje. Realmente conmueve como la narrativa explora imágenes y momentos del pasado de Blaze, mientras que toca para un público desatento una canción que inmortaliza todo este mundo de su ayer.

Blaze, sutilmente explora la espontaneidad que involucra para el ser humano existir, casi que la envuelve junto con la idea de lo efímero. Este tratamiento no es mundano, ni se presenta sólo en el guión, sino que se complementa con las decisiones temporales en la cinta. En un momento existe, en el otro ya no.

Compositor ¿Maldecido o Creador?

“Creo que no puedo ganar” dice una de las canciones que Blaze toca en su concierto, canción precedida por un largo monólogo sobre la existencia de las obras. Así que aquí otra cuestión que Hawke aborda: Las canciones (o cualquier obra si generalizamos) como espacio de inspiración y creación, pero también como condena.

A medida que avanza la cinta y el repertorio de canciones de Blaze, vemos como cada canción puede optar por fortalecer una u otra de las facetas de este compositor, siempre apoyadas en el estímulo visual de otra línea de tiempo donde esas canciones aún no existían, pero sí tienen lugar los eventos que inspirarían su composición.

La imperfección y complejidad del hombre

Blaze es un hito contemporáneo, en realidad sabe construir y edificar un personaje detrás de la persona y la máscara de artista; La película plantea en el espectador los constantes conflictos que vive su protagonista, desde el ámbito de la fe hasta su percepción de la economía.

Además, y esto es de lo más interesante, Blaze plantea una ambigüedad sobre la persona detrás del compositor (tal y como lo hace con esta última figura), pero complementa este planteamiento a través de posiciones encontradas de dos personas que tocaron junto a él. Ambos hablan del mismo cantante y amigo, pero sus percepciones son tan distintas que a veces es difícil distinguir cuántos Blaze’s te presenta la película.

Una de las facetas mejor representadas es aquella donde el alcohol y lo salvaje se apoderan del protagonista llevándolo a un ciclo bastante dañino, pero no sólo para él. Blaze definitivamente es una gran construcción de un personaje, con todo y sus demonios. Construcción complementada por una interpretación muy fuerte de Ben Dickey como Blaze Foley.

Y Sin Embargo…

Hay una falla que empaña la obra maestra que pudo ser Blaze, se trata de su ritmo. Una vez conocemos al protagonista y hemos empatizado con él, ya hemos visto bastantes situaciones de su vida personal: alcohol, desamor, fracaso, etc… Pero parece que la cinta intentará seguir recordándote todo eso, esto a través de otros capítulos de su vida que se sienten como relleno, porque no aportan nada nuevo al protagonista.

Ahora, no quiere decir que sean momentos mal hechos o relleno puro y duro, no, al contrario; son escena que están muy bien filmadas y crean emoción visual, sin embargo, el problema radica en que llegan sin un peso narrativo para con el personaje principal.

Conclusión

Blaze es una película que construye muy bien a su protagonista, lo dota de muchísimas facetas que parecerían ser contadas a través de sus canciones y apoyadas por imágenes. Hawke sabe engrandecer la figura del artista, pero también hace crecer la sombra tras él, un relato muy interesante sobre una figura poco explorada en lo audiovisual.

Escrito por Andrés Tejada