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Esta tierra es mía

Drama Albert Lory (Charles Laughton) es un profesor de escuela en una ciudad de un país indeterminado ocupado por el ejército Nazi durante la II Guerra Mundial. Enamorado de su compañera de trabajo y vecina, la también profesora Louise Martin (Maureen O’Hara), Albert se siente frustrado al ser incapaz de declararse por su carácter acobardado. Esta cobardía es también motivo de burla de sus propios alumnos. Para colmo, Louise mantiene una ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
1 de noviembre de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
171/06(10/10/15) Infravalorado film de Jean Renoir, guión Magno de Dudley Nichols, Obra Maestra que hay gente denigra por considerarla panfletaria, la cinta toma esto como referencia para hacer un relato Universal y Atemporal, manteniéndose fresca y ganando con el tiempo, construidas sobre sólidos argumentos, se deja a todas las partes (buenos y malos) manifestarse, no cayendo, a pesar de estar realizada en pleno apogeo de la WWII, en el maniqueísmo, ni en la fácil caricatura del enemigo, al que se da personalidad y alma, narración pétrea que arremete contra las tiranías, contra la intolerancia, contra los prejuicios sociales, contra los que apoyan con su silencio las injusticias, contra quienes se aprovechan en su beneficio de estas, una oda a la fuerza del ser humano, a la Libertad, a su fuerza individual y colectiva de rebelarse contra los que te avasallan, contra los que quieren adoctrinarte, canto Humanista a como la persona más cobarde puede encontrar fuerzas en su corazón para defender lo justo. Película parte del aparato de propaganda americano en contra de los nazis, causa justa, en este sentido destacó también la estupenda “Los verdugos también mueren” (1943) de Fritz Lang, tratan el tema de territorios invadidos y ocupados por los alemanes, de cómo la resistencia y sabotaje es el camino para vencer al enemigo. Jean Renoir en su segundo film en USA, dijo hizo este film para resaltar la dignidad humana de sus compatriotas franceses, harto de bravuconadas de sus paisanos exiliados en Hollywood <Es muy fácil ser patriota a 10.000 km. del enemigo>. Esta arrolladora obra hace gala de su carácter Universal en recursos como que al principio vemos sobreimpreso sobre una estatua dedicada a los caídos en la Gran Guerra “Somewhere in Europe” (En algún lugar de Europa), aunque por la estatua y nombres de personajes se sabe es Francia, otro dato curioso es que no se dice la palabra nazi en todo el metraje, como queriendo hacer de este invasor el mal en sí, el de las épocas pasadas y presentes.

Entre Renoir y Nichols (“La diligencia”) entraman relaciones maravillosamente trenzadas a partir de una delineación de personajes fascinante, con diálogos absorbentes, actores formidables, edificación de situaciones cargadas de intensidad, y un protagonista Charles Laughton Apoteósico. El inteligente guión da vida a cada uno de los personajes de modo absorbente, con desarrollo en increscendo dramático brillante, con Colosal clímax final teja abrumado por la fuerza vibrante de la palabra. Alaba con ingenio la rebelión ante la opresión, y ataca con mordacidad a los colaboracionistas que sacan provecho de la desgracia de su pueblo. Habla también de la redención, del amor puro, del sacrificio, de la integridad, de la cobardía, del miedo, de la valentía, de los sentimientos de culpa, del amor de madre, del valor de la cultura, del librepensamiento, del silencio ante la maldad, de los Derechos Humanos.

Todo esto es contado con nervio y pulso narrativo fluido, no cae en lo rancio de hacer de los nazis unos malos sin alma, los invasores en boca de su gerifalte von Keller exponen con argumentos sólidos sus convicciones, Renoir tiene la valentía de hacernos ver que los (franceses) invadidos no eran todos buenos buenísimos, en el amplio crisol de la naturaleza humana no existe el blanco o negro, existen los grises, nos dice de cómo el mirar para otro lado, el silencio, la aceptación sin más de las normas impuestas es una derrota más, hace que en el juicio al que asistimos no es al acusado al que se juzga, si no a los colaboracionista por acción u omisión. Trata de cómo la villanía trata de imponer su retorcido mundo desde la base atacando la educación básica, intentando adoctrinar a los niños desde la escuela, de cómo la cultura es la salvaguarda ante la sinrazón de la ignorancia, de los prejuicios, de las injusticias, el pensar libremente es la verdadera libertad.

Charles Laughton es un Titán, impresionante arco de evolución, del cobarde que se abraza miedoso a su madre en el refugio, al vigoroso clímax en el tribunal, Descomunal como se mimetiza con su rol, como lo baña de humanidad, de defectos, de patetismo, y al final de coraje de oponerse a las tropelías e intentos de comprar su silencio, encuentra valor en el reflejo de la muerte, toma explosiva conciencia en como los “héroes” (profesor Sorel) toman con flema su muerte, en esta escena (cuando ve fusilar al profesor) el actor agarra los barrotes, con tal veracidad que los arrancó de cuajo (eran de atrezo), se fue del plató protestando por haberse quedado "cortado" en su interpretación, con un lenguaje gestual memorable, ese modo de mover las manos, su mirada, sus andares, no se puede ser más expresivo, el modo tan natural con que coge el gato, el modo tembloroso con que mira a su amada platónica, la impactante forma en que le declara su amor en el tribunal, Antológico ese último plano suyo de espaldas cuando los soldados se lo llevan de la escuela para fusilarlo, no deja lo agarren de los brazos y vemos como se mete las manos en los bolsillos del pantalón, símbolo de su valentía y despreocupación ante su futuro, él ya ha hecho lo que debía, está a gusto con su conciencia.

Walter Slezak crea un villano sublime, cumple la “Ley” del cine, <cuanto mejor descrito el villano, mejor resulta el héroe>, el actor austriaco deslumbra con su sofisticado militar, de buenos modales, mordaz, culto (recita a Tácito en latín, y es amante de Shakespeare), astuto, de sonrisa cínica, lengua viperina, lejos del guiñol plano sanguinario de gritos que se nos vende en otras producciones, con ententes memorables con el alcalde, con Lambert y con Albert, una víbora danzando alrededor de su presa, Colosal, muy sutil el recurso de que sea manco, para entendamos porque no está en el frente de guerra. Mauren O’Harra es una presencia llena de vitalidad, de ternura, encantadora, cualquiera se enamoraría de ella, demuestra una amplia gama de emociones. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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1 de diciembre de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene fallos, es propagandística, moralista, anticuada, ingenua… y qué. Esta película sigue teniendo una fuerza descomunal 67 años después de ser filmada y si ahora es así, no me quiero imaginar lo que debió de ser verla en esos convulsos años. En plena II Guerra Mundial, Jean Renoir rueda una película en defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos con el objetivo de que EEUU se implique en un conflicto, al que solo se incorporaron cuando sus bases de Pearl Harbor se vieron arrasadas por los kamikazes nipones.

Aunque es obvio que se trata de una película que nos intenta vender algo, yo la veo como una obra más pedagógica que propagandística, aunque seguramente tenga tanto de lo uno como de lo otro. Y es que al fin y al cabo lo que nos intenta inculcar son una serie de ideales ante los que poca gente puede estar en desacuerdo e insisto en echar un ojo al año de su realización (1943), para comprender su valor y su importancia. Es imposible no emocionarse con el discurso final y la lectura ante los niños.

No me gusta la exageración en la relación materno filial entre Laughton y O'Connor, la dependencia entre uno y otro llega a rozar lo esperpéntico, lo que la hace poco creíble. Esto provoca que la interpretación de Laughton me parezca forzada, aunque lo arregla todo con esos últimos veinte minutos en los que su personaje toma conciencia y cambia completamente de registro. Durante el discurso es imposible alejar la atención de Laughton y su parlamento. Aún así el héroe de esta película no es Albert Lory (Laughton) sino el Profesor Sorel (Merivale). Su muerte y su lucha silenciosa son las que despiertan a Lory de su letargo y le llevan a reaccionar frente a la tiranía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
yesterday
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14 de abril de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los títulos más aclamados de su director. Si bien es cierto que se rodó con fines propagandísticos lo cierto es que suma una serie de ideales más o menos aceptados por la cultura occidental que es lo que permite ensalzar la obra hasta cotas superiores. Técnicamente impecable, destaca por su sobriedad en la puesta en escena y su dominio de los recursos narrativos formales. La ambientación supone un punto de maestría y sin nada que envidiar a los mostrados en la también maravillosa y utópica "La gran ilusión". Mención aparte merecen las interpretaciones, Laughton alcanza en esta obra un nivel Laughton, es decir, resplandece con luz propia, sorprende la facilidad que tiene este hombre de meterse en papeles tan variopintos entre sí, por lo que resulta difícil saber como era en el día a día este hombre. Le secundan una estupenda y eficaz O'Hara y un soberbio Sanders quien le hace la competencia al propio Charles.
Si bien es cierto que se trata de una obra sesgada posee la suficiente sutileza y respeto al bando contrario como para pasar el corte de la manipulación visual, quedando un producto agradable de ver e inspirador en sus fines más aceptables (respeto al prójimo y sus derechos fundamentales). Una obra maestra.
Nota:
9
Max Power
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5 de agosto de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada durante los años más crudos de la 2ª Guerra Mundial y al mismo tiempo que otra película de asunto similar, “Los verdugos también mueren” de Fritz Lang, ambas abordan la resistencia y el sabotaje como medio de lucha contra el invasor en un país derrotado. Según contó más tarde el cineasta, hizo esta película sobre la importancia de la dignidad humana de sus compatriotas franceses, harto de las bravuconadas de sus paisanos exiliados en Hollywood: “Es muy fácil ser patriota a 10.000 km. del enemigo”. Renoir otorga la palabra a todos los personajes durante el film, incluso a los ocupantes y colaboracionistas, precisamente, para evitar el maniqueísmo entre buenos y malos.

Aunque su título sobreimpreso al comenzar el relato indica “Somewhere in Europe”, está meridianamente claro que el escenario es un pueblo francés. Donde se nos cuenta una emotiva historia de denuncia ante el colaboracionismo, de resistencia ante la opresión, de lucha contra el invasor nazi y de redención personal y moral ante la ignominia. Con un magistral guión de Dudley Nichols y el propio Renoir, profundamente humano, con un claro mensaje propagandístico por un mundo libre de tiranos, y la total libertad de la RKO para su realización. El cineasta recrea un episodio de los muchos que pudieron darse durante aquellos oscuros y terribles años de espantosa locura. “This land is mine” se articula con un espléndido sentido cinematográfico, la característica más personal del cine de Renoir.

Hay en el film dos representaciones dramáticas de la guerra: una es la que provoca el miedo o el silencio, los sonidos de las sirenas, las octavillas invitando a la resistencia y al sabotaje; la otra es la que exige el valor y la decisión: los alemanes son enemigos físicamente tangibles, presentes en la vida cotidiana, vigilando las calles, registrando las casas y centros de trabajo, deteniendo ciudadanos sospechosos, ejerciendo su censura sobre los libros escolares y consiguiendo que los afectados, igual que con las octavillas, oculten ahora las páginas censuradas, arrancadas de los libros. Albert Lory (Charles Laughton) es un tímido, y acomplejado maestro, de físico poco agraciado, al que no respetan ni sus alumnos, acobardado ante los acontecimientos y protegido por su anciana y autoritaria madre. El colegio lo dirige el profesor Sorel, hombre de ideas nobles y altruistas que influirá decisivamente en la toma de conciencia del medroso Albert, que a su vez está enamorado secretamente de la profesora Louise (Maureen O´Hara), prometida del colaboracionista George Lambert (George Sanders), un tipo mezquino y despreciable que pretende sacar provecho de la situación.

Albert Lory, el maestro “cobarde y tontorrón”, según el oficial nazi, el mayor Von Keller (Walter Slezak), cree que puede manejarlo como una marioneta al servicio del poder…, pero ignora que Lory ha heredado el legado de su amigo Sorel (Philip Merivale) es la encarnación del profesor que tiene una responsabilidad que tomar ante sus alumnos y con la sociedad, porque la vida es lucha y tiene que liberarse del miedo para honrar a los que mueren por la causa. También debe ganarse el amor y el respeto de Louise, su amor platónico. La película está repleta de detalles humanos: el dolor de una madre ante la soledad, la pérdida de compañeros y seres queridos, el sacrificio por los demás y la lectura para la memoria de la declaración de los derechos humanos. Acta que se redactó como instrumento ante el relativismo legal y el desprecio por la dignidad humana. Un homenaje explícito al poder de la palabra, un film que aunque puede parecer coyuntural y fruto de una época, se mantiene fresco porque habla de compromiso, de solidaridad, de justicia social, de responsabilidad y de dignidad moral, un arma que nadie te puede arrebatar.
Antonio Morales
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19 de septiembre de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un monumento a los caídos en combate durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) da cuenta “en una ciudad cualquiera de Europa” (¡París!) de que con la llegada, ahora, del ejército alemán, se repite aquella historia de violencia, atropellos, privaciones, injusticias, detenciones, desapariciones, torturas… y muerte. La libertad es otra vez pisoteada, la cultura arrasada, las instituciones mancilladas y la vida humana convertida en pieza de uso o de desuso.

Durante aquella invasión a París en la Segunda Guerra Mundial, conoceremos a Albert Lory, un temeroso profesor –todavía él mismo no sabe quien es realmente- a quien sus alumnos respetan muy poco y los bombardeos que amenazan su vida (o la de su dominante y temperamental madre) lo llenan de impotencia y de angustia. Lory, está “secretamente” enamorado de una adorable maestra llamada Louise Martin, cuyo hermano, Paul, aparenta amistad con los fascistas, pero luego sabremos que sus ideales son claros.

Este valiente, elocuente y esmerado filme, segundo de Jean Renoir en Hollywood, realizado en pleno conflicto bélico (1943), resultaba un oportuno alegato contra la guerra y las invasiones, una positiva invitación al compromiso ciudadano, y una acérrima defensa de los derechos humanos… pero, curiosamente, no se estrenó en Francia hasta el 10 de julio de 1946, cuando ya la guerra había terminado. En cambio, en EEUU, se estrenó de inmediato, el 7 de mayo de 1943. ¿Razones? Quizás con un poco de malicia indígena usted pueda atinarlas.

Resulta muy encomiable y aleccionadora, la manera como Renoir (basado en un guión del prolífico e irregular Dudley Nichols), va avanzando en el proceso de autoencuentro que vive el profesor Lory (magníficamente representado por Charles Laughton), hasta convertirse en un ser que da, al Valor, su verdadero y profundo significado. Y la secuencia del juicio se convertirá, sin duda, en un segmento cinematográfico perfecto.

Maureen O’Hara vuelve a reencontrarse con Laughton tras “Esmeralda, la zíngara", siendo esta vez, un tanto más generosa con el gordito que en aquella ocasión. De nuevo su rostro hace que resplandezca la pantalla y su rol, aunque inferior al de Laughton, da ejemplo de la solidaridad femenina y de la dignidad que debe imperar en los peores momentos.

Pese a sus pequeñas fallas (alemanes mostrados con demasiada tolerancia, algún anacronismo y dos o tres efectos de sonido muy imprecisos: Durante el desmantelamiento de la imprenta, el fusilamiento…), “ESTA TIERRA ES MÍA” perdurará como una aleccionadora historia de resistencia contra la tiranía y como reafirmación de que, cuando los pueblos se unen y cuando lo que se defiende es la justicia y la dignidad, no hay enemigo que pueda contra esa magna fuerza.
Luis Guillermo Cardona
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