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Esta tierra es mía

Drama Albert Lory (Charles Laughton) es un profesor de escuela en una ciudad de un país indeterminado ocupado por el ejército Nazi durante la II Guerra Mundial. Enamorado de su compañera de trabajo y vecina, la también profesora Louise Martin (Maureen O’Hara), Albert se siente frustrado al ser incapaz de declararse por su carácter acobardado. Esta cobardía es también motivo de burla de sus propios alumnos. Para colmo, Louise mantiene una ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2009
82 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Película propagandística tipo "Nosotros somos los buenos y ellos los malos"? Es posible. Tan posible como que desde el otro bando se impartiesen consignas similares. Bien, pues en ese género de cine propagandístico, la película obtiene mención de honor, diploma cum laude y todo lo que ustedes quieran, y no solo por la interpretación de ese ACTOR que se hizo hombre para poder interpretar (Charles Laughton) sino por la propia película, aunque le pese a quienes la tildan de panfleto oportunista.

No he vivido la guerra. Ninguna guerra. Mis conocimientos de la II Guerra Mundial se limitan, por tanto, a lo leído en publicaciones históricas y a lo visto en documentales de canales temáticos. Y lo que se muestra en Esta tierra es mía, es plenamente coincidente con todo ello. Todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones pero las verdades del barquero están ahí, inmortalizadas en celuloide para recuerdo de los olvidadizos y para que no seamos tan torpes como para cometer los mismos errores.

Dicho esto, anticipo que voy a valorar esta película con un 10. De ese 10, Laughton se lleva la parte del león. Las posibilidades interpretativas de este hombre superaban con creces todo lo imaginable. Lo recuerdo en Testigo de Cargo, en La Posada de Jamaica, en Esmeralda la Zíngara, en El sospechoso o en Rembrandt y me descubro. Pero aquí ya no quedan sombreros por alzar. Entre la escena del refugio junto a Una O´Connor con sus miedos patéticos y la "panfletaria" pero imprescindible escena final, Laughton nos ofrece una variedad de registros, todos y cada uno con ese magisterio solo al alcance de los más grandes. Enorme, Laughton.

Bastantes puntos para Maureen O´Hara, bella y, sobre todo, profesional, en un papel complicado al que da vida y personalidad propia. Maravillosa, en su estilo, Una O´Connor. En su línea "odiosa" George Sanders. Sobresaliente para los demás. Pero buena parte de la nota se la otorgo a Renoir con mención especial para el guión de Dudley Nichols. Y es que Renoir no está filmando una simple historia. Renoir traduce a imágenes un libro de ruta imprescindible para la humanidad. Y lo hace desde la cobardía. Pero también desde la dignidad y la madurez y desde la valentía de la verdad.

Gracias a esos valores recogidos en el Manifiesto de los derechos humanos, la sociedad ha ido evolucionando en positivo. Y una de las consecuencias de esa evolución amparada por un sistema de libertades, es que, al día de hoy, existan generaciones que encuentren trasnochada esta película. Ojalá, la sigan encontrando trasnochada por mucho tiempo.
FATHER CAPRIO
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6 de mayo de 2010
56 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas de las críticas de esta película la califican como “panfleto”. El Diccionario define “panfleto” como: 1. Libelo difamatorio, 2. Opúsculo de carácter agresivo.

¿Es “Esta tierra es mía” un panfleto? No lo creo.

Panfleto es “Raza” de Jaime de Andrade (o sea del “Generalísimo”) o la filmación de la concentración del Partido Nazi en Nuremberg en 1933 de la Riefenstahl. Un panfleto defiende ideas deleznables y además de forma grosera o burda. “Esta tierra es mía” defiende con convicción, pero serenamente, los nobles valores de democracia, libertad, igualdad e independencia de las naciones en el contexto del año 1943.

El film se sitúa en “en algún lugar de Europa” (ubicación esta un tanto ingenua de Renoir, pues las coordenadas geográficas donde transcurre la película son claras). Quizá buscaba Renoir dar a su tesis validez universal. Lo que nos viene a decir Renoir es que la maldad existe no solo por la perversidad de algunos hombres e ideas, sino también por la inacción y pasividad de los hombres buenos cuando les es exigible moralmente actuar, y eso es aplicable en todo tiempo y lugar.

El -al principio- pusilánime y apocado profesor que interpreta un enorme Laughton evoluciona hasta convertirse en un héroe creíble, de carne y hueso en su digna reacción frente a la injusticia y la tiranía. Laughton está soberbio como siempre, si bien su interpretación va cobrando grandeza en paralelo a la evolución de su toma de conciencia, estando mucho peor en la primera mitad del film que en la segunda (en donde realiza una interpretación heroica especialmente en el soberbio discurso final). En la primera parte está un tanto exagerado en algunas escenas (los gestos de miedo en el refugio) y especialmente en las histriónicas toses que expele al fumarse un cigarrillo en la “cena-coartada” con O´Hara y su hermano

El largo discurso final de Laughton en el juicio (para mi más poderoso y de mayor calidad literaria que el de Chaplin en el Gran Dictador) y el subsiguiente recitado de la Declaración de los Derechos del Hombre ante unos admirados niños revelan una vez mas el actor portentoso que era.

No tengo espacio para referirme con justicia a la esplendida Maureen O´Hara, para mi no solo una de las actrices mas bellas de la época (con un “corte de cara” de una perfecta armonía) sino una interprete excelente. Renoir nos brinda unos primeros planos que son un deleite para la vista (¡que maravillosos primeros planos en el juicio!).

Como punto negativo citaría, el juicio con una escenografía convencional americana, incrustada de forma un poco abrupta y poco convincente en la narración.

En la versión doblada al español hay otro “pero”: A Sanders le dobla un Constantino Romero que estaría en sus comienzos. Se hace extraño reconocer en el doblaje la voz de Eastwood, actor con el cual se identifica demasiado dicha voz.

En resumen, notable película que a pesar del tiempo transcurrido conserva un fuerza y capacidad de emoción muy destacables.
Alvaro3
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22 de diciembre de 2011
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un trastorno maniático conocido como cacofobia que se define como el anormal e injustificado miedo a las personas feas, desagradables. Algo de eso hay con respecto al personaje –por supuesto no al actor-, de Laughton en esta obra maestra de Renoir.

El pusilánime maestro de escuela interpretado por el inglés es un niño mimado que no sale de debajo de las faldas de su madre; que se asusta y llora como un chiquillo durante los bombardeos mientras sus alumnos se ríen de él; que no es capaz de declararle amor a Maureen o de plantar cara a la ocupación; que entra en estado de pánico cada vez que una octavilla de la resistencia incitando al sabotaje frente al nazismo se cuela por la puerta de casa. Alguien que provoca absoluta aversión en definitiva, el objeto de esa extraña fobia que rechaza la fealdad.

Laughton es la fealdad personificada hasta que recuerda a aquellos, _al toparse de frente con el general nazi interpretado por Walter Slezak_, que hicieron un desierto y le llamaron paz.

No deja de ser maestro. Y un maestro vocacional. Su primer deber es salvaguardar la verdad, lo que Platón, Tácito o Voltaire escribieran. Y trasmitir esas verdades a sus alumnos llegando a convertirse en el ciudadano de ese pueblo ocupado más perjudicial no para la sociedad, sino para la tiranía.

Probablemente esta obra, segunda incursión de Renoir en el cine americano, contenga los diálogos más elaborados y estudiados sobre las razones de unos y otros para defender o denostar el colaboracionismo, la ocupación, con razonamientos que por ambos lados son tan aplastantemente lógicos que es difícil contradecir tanto a los guardianes de la resistencia como a los portavoces de la gloria del Reich.

Es asombroso cómo Renoir ha conseguido que posturas divergentes, puedan entrar en comunión. Y más asombroso aún es el alegato de Laughton hacia el final de la película. Una denuncia tan brillante, esperanzadora e incontestable como al gran Charles correspondía hacer.

Jamás un ser tan “feo” había hecho antes un alegato tan hermoso en defensa de una causa noble. El sabotaje es lo único que le queda a un país derrotado, trae consigo riesgos y sufrimiento; es una dura decisión, pero “cuando mayor sea el dolor –de esos soldados sin gloria-, más se acortará nuestra esclavitud”.

Cualquier pequeño pueblo ocupado puede ser un frente de batalla mientras señores como Charles Laugton canten verdades como puños.

Estupenda.
Valkiria
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21 de noviembre de 2007
34 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que mis almas gemelas le otorgan mayor nota en general, debo decir que en mi caso alcanza el siete por la perorata final en el juicio al profesor cobarde. Porque era un 6 claro.
El contexto de la II G.M. hace que el maestro Renoir en su segunda aventura americana haga lo que se debía en ese momento: un panfleto pro-democrático frente al peligro nacional socialista hitleriano. Con sapiencia y grandes actores: O'Hara, Sanders, el impagable alemán interpretado por Slezak (que lo tenía fácil puesto que era austriaco de nacimiento), mama O'Connor y el tremendo Laughton, sino el mejor actor de su época y top 20 de todos los tiempos, cerca andará.
Hay escenas destacables, casi siempre con Slezak y Laughton como protagonistas.
Se hizo con cuatro duros y muchas ganas de declarar las ventajas de la democracia sobre la tiranía, venga de donde venga.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feldon
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2 de enero de 2011
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo en el que los chavales tienen bastante más claro lo que es el IBEX 35 que esa cosa llamada «principios», no viene nada mal verse un clásico reivindicativo como este. Y si encima sirve para empezar el año (como ha sido mi caso), mucho mejor.
Cuántos héroes como los que salen en el filme habrá habido en los diferentes conflictos que han azotado a la Humanidad. Desconocidos, vilipendiados, humillados e ignorados. Espero que las películas que tratan este tema (la resistencia y el honor en tiempos de guerra) sirvan al menos para recordarnos que siempre han existido y existirán héroes de este tipo, aunque jamás reciban la categoría que se merecen.
Esta humilde crítica tiene como fin homenajear a esos... «resistentes» desconocidos.

Si eres de los que no te gustan los discursos, esta no es tu peli. Si por el contrario te encantó el final de "El gran dictador", no lo dudes.
Russell Nash
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