La contadora de películas

El estreno europeo de "La Contadora de Películas" inaugura la 68ª edición de la SEMINCI de Valladolid. La directora danesa Lone Scherfig nos presenta una adaptación de la novela homónima del escritor chileno Hernán Rivera Letelier, enmarcada por un reparto de intérpretes consagrados que incluye a Antonio de la Torre, Bérénice Bejo y Daniel Brühl así como una jovencísima Sara Becker que brilla con luz propia en su debut en pantalla grande.

La historia se desarrolla en la década de los 60, en un remoto pueblo del desierto de Atacama (Chile), donde el paisaje se reduce a minas de sal, obreros y amas de casa. La familia protagonista se ve inmersa en esta monotonía, solo interrumpida los domingos con la llegada del cine, permitiendo a los vecinos soñar bajo la gran pantalla. Sin embargo, el precio del cine comienza a ser un obstáculo insalvable para muchos, quienes tendrán que conformarse con imaginar a través de las palabras de “la contadora de películas”. Una obra familiar e íntima que mezcla la evolución del cine con la del mundo rural en un trasfondo histórico y político inestable, donde cada personaje busca su asiento en el tren del progreso.

La interpretación de los protagonistas es notable, con una excelente caracterización pese a no ser de origen chileno. La trama, inicialmente jovial y sencilla, comienza a desentrañar tristes y profundas subtramas que ahondan en la dicotomía de los personajes, centrándose principalmente en la relación madre-hija y la emancipación femenina. La recreación del pueblo resulta acertada, combinando el monótono marrón del desierto con con la vivacidad cromática, propia de la arquitectura colonial. Sin embargo, no termina de entenderse la evolución de alguno de los personajes ni el desenlace de algunas historias.

Nos transporta a los años 60, en el desértico escenario de Atacama, Chile, donde María Magnolia, una mujer que vive bajo condiciones difíciles, comparte con su hija María Margarita su pasión por el arte y el cine. La historia gira en torno a María Margarita, quien se convierte en la contadora de historias de su pueblo, llenando la brecha para aquellos que no pueden permitirse una entrada al cine.

La dirección de Scherfig es sólida, aunque no innovadora. Es una elección segura para la narración de esta historia, pero no se aventura en territorios desconocidos.

Sin embargo, donde la película realmente brilla es en el elenco. Las actuaciones son de calidad, pero destacan especialmente Bérénice Bejo y Antonio de la Torre, quienes entregan interpretaciones memorables. Bejo personifica a María Magnolia, infundiendo su personaje con calidez y determinación. De la Torre, como un miembro clave de la comunidad, agrega profundidad a la trama.

El guion es el corazón de la película y su aspecto más destacado. Es una carta de amor al poder de la narración y al cine como unión de las personas. La trama se basa en esta premisa y se mantiene gracias a la fuerza del guion.

En términos técnicos, la cinematografía destaca por su belleza. Captura la aspereza del desierto de Atacama y la calidez de la comunidad de manera impresionante

La película tiene un tono ligero y entrañable, lo que la convierte en una experiencia amigable para el público. Sin embargo, uno podría argumentar que deja ciertos puntos sin explorar en profundidad y que se mantiene en la superficie cuando podría haber profundizado en algunos aspectos de la trama.

"La Contadora de Películas" es un recordatorio del poder del cine para unir a las personas y brindar alegría, incluso en medio de circunstancias difíciles. Aunque no es una película que revolucione el género, destaca por su sólido guion, excelentes actuaciones y hermosa cinematografía. Es una historia que te hará sonreír y recordar la importancia de la narración en nuestras vidas.

Un canto de amor al cine, esa pasión por las películas queda reflejada en una pequeña comunidad minera Chilena cuya única vía de escape es soñar los domingos con una maravillosa historia que te aleje de tu miserable vida en la oscuridad de un pequeño cine.

Basada en el libro de Hernán Rivera Letelier, se ambienta la historia en un pobre pueblo chileno en el desierto de Atacama en la década de los 60, allí todos sus habitantes trabajan en las minas de sal y las viviendas son propiedad de la empresa minera, el trabajo diario es durísimo y el único entretenimiento que había era acudir los domingos a la única sala de cine del pueblo donde los sueños e ilusiones de muchos daban rienda suelta a su imaginación. Particularmente los de una familia con cuatro hijos. Pero un trágico accidente tras una explosión deja impedido al marido, ya no pueden costearse las entradas de los seis, por lo que deciden que la hija María Margarita sea la única que acuda al cine a ver la película y luego se la cuente a los demás. El salero de esta joven hará que en el pueblo soliciten que sus servicios para "contar películas".

Películas de John Wayne, Espartaco, Los paraguas de Cherburgo, De aquí a la eternidad, Senderos de Gloria, El apartamento o Desayuno con diamantes desfilarán en el repertorio de esta muchacha para amenizar las veladas de otros, pero más tarde dará un vuelco la vida de esta familia al huir la madre y dejarlos a todos...

La directora danesa Lone Scherfig ( An education ) se hizo cargo del film después de que el director y escritor brasileño Walter Salles ( Estación central de Brasil, Diarios de motocicleta ) pasara años desarrollando su guion, que ha terminado con la ayuda de Rafa Russo e Isabell Coixet. El reparto también es de lo más variopinto, tenemos, por un lado, a Berenicce Bejo, el alemán Daniel Brühl y Antonio de la Torre. Pero los verdaderos protagonistas son los niños, sobre todo la adorable Maria Margarita, interpretada por dos actrices como son Alondra Valenzuela y Sara Becker. 

Un film sentimental que deja buen recuerdo en la memoria.

Inauguro la Semana internación de cine de Valladolid y ahora está en cines.
Destino Arrakis.com

Presentada como la película inaugural de la 68ª edición de la Semana Internacional de cine de Valladolid, ‘La contadora de películas’ nos traslada al árido desierto de Atacama, en Chile, en los años 60. Allí, una familia intenta sobrevivir con el trabajo del padre mientras los domingos disfrutan del estreno en el cine local. Pronto, una desgracia, se cierne sobre la familia y será la hija la que tenga que sacar, con mucho ingenio, adelante la familia.

“Alguien dijo que estamos hechos del mismo material que los sueños. Yo creo que estamos hechos del mismo material que las películas“.

Lone Scherfig elabora un retrato dramático familiar eficaz, que funciona y muy bien durante más de una hora de película. La eficacia de sus dos actores más conocidos y que entienden muy bien el rol que aquí se les asigna de secundarios, Bejo y de la Torre, funciona con el buen hacer de los hijos en sus distintas edades. Cabe destacar también también una maravillosa secuencia para pasar de la niñez a la adolescencia mediante una comida familiar y un despliegue de medios con algún que otro plano arriesgado mediante efectos digitales.

Ojo, pero nada me saca de la película, hasta sus veinte minutos finales, donde, más o menos, la película debe decantar la balanza y definir qué tipo de film es. Aquí, es donde Scherfig pierde el rumbo. Obviamente, Pinochet iba a hacer acto de aparición, lógicamente solo por historia, pero hay una serie de subtramas que se van cerrando de forma un tanto abrupta sin dar mucho sentido a algunas fases del film. Por ejemplo: todo lo que involucra a Brühl pues no termina de convencerme.

En resumidas cuentas, ‘La contadora de películas’ es un entretenido film que funciona como ejercicio de supervivencia mediante el amor al cine, con un halo nostálgico y un tanto triste. Es una lástima que su final no esté a la altura de lo que habíamos visto hasta el momento.

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'La contadora de películas' empieza pareciendo una propuesta familiar y una oda al séptimo arte. Sin embargo, el film ambiciona mucho más: presenta un contexto sociopolítico complejo, situaciones personales dramáticas y una reflexión sobre la ilusión ilimitada como vía de escape de la realidad.

Quizá todas esas pretensiones provocan que, en su segunda mitad, la cinta presente demasiados sucesos extremos que rompen la verosimilitud de la trama e interrumpen ese universo creado en torno a la familia protagonista sin aportar realmente mucho. Aunque no llegan a empañar las solventes actuaciones y la sugerente fotografía beige y polvorienta que casi permite sentir la sed del del desierto.

Por lo tanto, esta entrañable e inicialmente tierna carta de amor al cine deviene pronto un drama para adultos que invita a cavilar sobre diversas materias. A pesar de su dureza en algunos momentos, remarca el poder de los largometrajes para cerrar heridas.

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