Un grupo de delincuentes lleva a cabo el secuestro perfecto de una niña de doce años. Solo tienen que esperar 24 horas para recibir el dinero, devolverla y asunto zanjado. Pero ‘Abigail’ es una interesante vuelta de tuerca que, de haber explorado un poquito más a sus protagonistas, habríamos hablado de una excelente película de terror.

Matt Bettinelli-Olpin es capaz de combinar muy bien los géneros, el de la intriga y el terror, llevando al espectador a su terreno. La película arranca de forma calmada, con los protagonistas metidos en harina llevando a cabo su cometido. Hubiera estado bien verles planear el secuestro para esconder, si cabe, un poquito más la sorpresa que, lamentablemente, ya se dejaba ver en el tráiler.

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A partir de ahí, llega la parte en la que su director está más cómodo y dónde la película da exactamente lo que el espectador esperaba. Una fiesta en la que no falta la caza, la violencia y la sangre gratuita en la que Melissa Barrera se confirma como una de nuestras scream queens favoritas y nos descubre a Alisha Weir.

Es más, cuando por fin se desvela la verdadera naturaleza del filme, parece reírse de los clásicos del subgénero, pero es capaz de crear desconcierto en el espectador… ¿Funcionará si…? ¿O no?

‘Abigail’ es divertida y entretenida. Tiene lo suficiente como para dejar encantado a su público objetivo.

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No es, ni mucho menos, la mejor película del gran Jackie Chan, pero claro, le ves a él en pantalla dándolo absolutamente todo y no puedes más que quedarte embobado. Es un crack y siempre me lo ha parecido.

‘El esmoquin’ es una tontería de película, así es. Una vez que te pones ese lujoso traje eres capaz de hacer un montón de cosas imposibles, cosas que solo están al alcance del gran Jackie. Es un argumento que, tomado un poquito más en serio y con otra trama argumental, podría haber funcionado mucho mejor, pero Donovan está más interesado en explotar la vis cómica de sus protagonistas que en hacer funcionar la historia.

Así, ‘El esmoquin’ siempre va a ser recordado como la película de Jackie Chan en la que está más divertido: baila, canta, golpea, suda, pone caras, hace chistes graciosos y, sobre todo, parece divertirse como un niño pequeño con un juguete nuevo. Por eso, ‘El esmoquin’ funciona, porque está él y lo da absolutamente todo. Sino, otro gallo hubiera cantado.

No me olvido de su compañera de reparto, a la que hemos perdido el rastro últimamente. Hewitt es un buen complemento, más serio, pero lo suficientemente payasa en los momentos en los que tiene que serlo. Hace buen equipo con el protagonista, no hace falta más.

Una de esas películas de tarde que sientan bien y te dejan con una sonrisa en la boca. No busquéis más.

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A pesar de que había leído buenos comentarios sobre ella, me costaba creer que una nueva entrega de la saga fuese a interesarme y, mira tú por dónde, he encontrado en ‘La primera profecía’ una de las mejores películas de terror de los últimos años y una precuela digna de la original.

Tampoco es que yo sea muy fan de la saga, más allá de la de Richard Donner de 1976, lo cierto es que no es una serie de películas de las que me considere un incondicional. Arkasha Stevenson ha creado un fantástico y terrorífico relato que respeta y completa perfectamente el material original dando lugar a una serie de posibilidades nunca vistas. Y cuando digo nunca vistas, es gracias a un final que abre la puerta a secuelas diferentes de las vistas en pantalla grande.

Pero vamos a lo que vamos, a una película intrigante que maneja muy bien los tiempos y en la que vuelve a brillar su protagonista, Nell Tiger Free, que, para los que la conocemos de ‘Servant’, no nos pilla de sorpresa. Va camino de ser una de las reinas del terror si sigue así.

Encima, Stevenson se guarda en la manga la que es, probablemente, una de las mejores secuencias de terror de los últimos tiempos. Creo que, cada vez que la recuerdo, me recorre un escalofrío por la espalda.

‘La primera profecía’ cumple, perfectamente, a todos los niveles. Quizás tiene altibajos, más cuando su gran escena está a mitad del metraje, pero son pocos reproches para ponerle a una película que hará las delicias de los fans de la saga y del terror en general.

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Aunque le tengo respeto y bastante cariño por darme algunas películas de lo más divertidas y entretenidas (me viene ahora a la cabeza ‘La Jungla 2’ o ‘Deep Blue Sea’), Renny Harlin es una lotería. Uno de esos directores que te batallan muy bien con poco o con gran presupuesto, pero que pueden darte una película entretenida o un truño de los gordos. ‘Agente X: última misión’ no es ni una cosa ni la otra, pero está, lamentablemente, más cerca de lo segundo.

Poco o nada me importa la historia que me están contando con un Aaron Eckhart que ha pasado de interpretar a Dos Caras a meterse en papeles como este. Creo que eso lo dice todo. Es un agente en una complicada misión a la que le falta espectacularidad. Sus contadas escenas de acción se ven, sin más, en una época en la que siempre se busca el más difícil todavía, Harlin las rueda con oficio, consciente de que precisamente el dinero, en esta producción, no le sobra.

Así, el director confía en el carisma perdido de su actor principal y en que la trama sea lo suficientemente llamativa como para que el espectador salga satisfecho. Me gustan las películas de espías, pero en esta ocasión todo lo he visto muy soso, poco sorprendente o demasiadas veces visto.

‘Agente X: última misión’ está más cerca de ser un filme de sobremesa que de una película de espías de las buenas. Sosita y fría, mala combinación.

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Probablemente es la cantante que más tirón tiene en la actualidad, sobre todo entre las adolescentes y preadolescentes, lo digo por mi sobrina, que la oye hasta en la sopa. A Aitana le ha picado el gusanillo de la actuación y ha decidido dar el salto al cine con una pequeña producción de Netflix que, a su vez, es un remake de la comedia romántica francesa ‘Tras la pared’.

Como no es oro todo lo que reluce, Aitana se la ha pegado bien. Debería haber esperado un poco o haber elegido mejor el proyecto en el que meterse porque, la verdad, esta producción de Netflix es de lo peorcito que he visto últimamente. Ojo, el problema no es la cantante, es el material que hay.

Desconozco por completo la original, pero si era así que Dios nos pille confesados. Patricia Font parece que esté rodando una película de sketches sin gracia, salpicada de una historia de amor que todos sabemos hacia dónde va a ir a parar. Font consigue que no me crea absolutamente nada de lo que sucede en pantalla durante sus 98 ajustados minutos. Escenarios de cartón piedra, situaciones de vergüenza ajena y actores malísimos completan un desaguisado que no va a ninguna parte.

Vamos, que no me ha gustado nada.

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