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Her

Ciencia ficción. Romance. Drama En un futuro cercano, Theodore, un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra un día un nuevo sistema operativo basado en el modelo de Inteligencia Artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha, la voz femenina de ese sistema operativo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 495
Críticas ordenadas por utilidad
31 de enero de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Aislados entre infinidad de gente

Theodore (Joaquin Phoenix) es el inolvidable protagonista de Her. Un tipo solitario, melancólico y romántico que vive en un futuro cercano. Un hombre que, desde el inicio, sabemos ha sufrido recientemente mucho por amor. Incapaz de terminar de firmar los papeles del divorcio para dar por concluida su etapa junto a Catherine (Rooney Mara). Un humano que vive en una gran ciudad rodeada de otros como él, pero siempre en su burbuja particular. Continuamente ataviado de algún método para inmiscuirse un poco más en sí mismo. Ya sea mediante unos auriculares que le acompañan continuamente por la calle o en casa con un videojuego tremendamente realista.

En definitiva, Theodore no es más que alguien con grandes necesidades de afecto. Por esa razón no dudará en hacerse con un nuevo sistema operativo. Después de varios intentos infructuosos de conectar con otras mujeres. Una nueva amiga que se llama Samantha (Scarlett Johansson) y con la que no tarda en conectar de modo asombroso. Tras la programación de rigor. Hablan durante horas. Comparten muchas actividades. Se ríen constantemente. Empiezan a enamorarse. Al menos Theodore comienza a sentir. Algo que pensaba ya solamente cosa del pasado.

*Como el cuerpo como una enfilada frontera más

Pero claro Samantha no tiene cuerpo y esto supondrá una gran dificultad para los protagonistas de Her. Porque ambos parecen ansiar un terreno por el que dar rienda suelta a su innegable conexión. Un lugar que es imposible para ellos. Por lo cual, Theodore comenzará a llenarse de dudas. ¿Acaso lo que tiene con Samantha es verdaderamente una relación? Aquí entrará en juego Amy (Amy Adams), su vecina y casi único contacto constante. Otra mujer sin suerte en el terreno del amor que también anda enfrascada en una casi perfecta amistad con otro sistema operativo.

Sin embargo, la aparente perfección saltará por los aires cuando lo humano y la máquina choquen. Cuando la fragilidad de Theodore entre en diálogo con la frialdad inequívoca de Samantha. Y es que mientras ella puede estar enamorada de 641 personas a la vez, él lleva muchos meses fallando en olvidar a su ex-mujer. Constantemente recordando los momentos felices y aquellos más amargos vividos junto a ella. Quedando, además, muy claro que la multitarea de ella y la vulnerabilidad de él difícilmente podrían mezclar bien a largo plazo.

*Indiscutible obra maestra

Por ello, muchas son las lecturas que pueden sacarse de Her, hasta llegar a ese poético y emotivo final que Jonze dejó abierto a las especulaciones. Sin duda, el trabajo del realizador es de una exquisitez absoluta. Empezando por ese guion tan sensible y franco. De una hondura tremenda. Triste, muy triste, pero inmensamente valioso para entender los días que nos tocan vivir en la era de la hiperconexión y el total aislamiento. Las secuencias rodadas en un Los Ángeles somnoliento de edificios infinitos hablan por sí mismas. En general todas y cada una de las secuencias habitadas por un Theodore absorto en sus conversaciones con Samantha por calles llenas de otros solitarios hiperconectados resultan esclarecedoras.

Así como el deslumbrante uso del color para construir un futuro trasmutable para casi cualquier espectador. Con ese vestuario repleto de pantalones hasta las axilas, muchas camisas y unas muy estilosas gafas redondas. Todo en Her tiene un indudable estilo muy cuidado. Al igual que sucede con su delicada, melancólica y preciosa banda sonora. No obstante, lo más destacable de la cinta o lo más difícil de olvidar es ese Joaquin Phoenix triste. De voz pequeñita. Vulnerable, tímido, dubitativo, entrañable, raro. Lo que es capaz de hacer el intérprete aquí es magnífico. Su mirada perdida. Su angustia. Esa confusión vital. Su ilusión inesperada ante la voz que tan bien le escucha. Su agobio ante la posibilidad de perderla. Y su dolor al ser consciente.

Todo en él es admirable. Y sus compañeras no desmerecen su esfuerzo. Empezando por la siempre infravalorada Amy Adams, pasando por la indescriptible Rooney Mara y terminando con la aparición de Olivia Wilde. Sin olvidar la asombrosa construcción de Scarlett Johansson. Solamente con la voz consigue habitar multitud de emociones.

*Conclusión

En resumen, Her es una magnífica película. Una cinta de esas que te zarandea. Que te emociona. Que te conmueve. Una de esas historias que se revisitan sin signo de agotamiento. Siempre descubriendo algo nuevo. Siempre propiciando un debate más. Con un actor llamado Joaquin Phoenix que se queda contigo. En esa azotea mirando las estrellas de ese Los Ángeles inabarcable. Muy cerca de esa vecina cuya intimidad por fin ha conseguido sobrepasar.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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21 de enero de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La habilidad para relacionarse con el mundo y los demás se vio seriamente trastocada con la llegada del internet, y sobretodo, las redes sociales y los aparatos inteligentes.¿Quién no se ha visto sorprendido, en los últimos meses o años, en reuniones sociales en las que los asistentes se encuentran ensimismados en sus smartphones, prefiriendo la interacción artificial por encima de una experiencia comunicativa directa? La complicada evolución de las relaciones humanas en un mundo cada vez más absorbido por la tecnología es el tema principal de "Her", la última obra de ese visionario llamado Spike Jonze, hombre al que debemos títulos como "Being John Malkovich" o "Adaptation".

Aceptémoslo, el crédito mayúsculo de los filmes mencionados fue a parar a manos del genial guionista Charlie Kaufman, cuyos textos son piezas literarias invaluables. Acaso se concedió en su momento a Jonze la capacidad de congeniar con Kaufman y la aportación de cierto estilo visual para encuadrar la historia. Cierta desilusión surgió cuando estrenó "Where the wild things are", particularísima versión de la historia infantil de Maurice Sendak que no resultó correctamente apreciada por la crítica. Metáfora sobre la pérdida de la inocencia y la importancia de la imaginación, la película para la cual prestaron sus voces Forest Whitaker y James Gandolfini naufragaba en el letargo de unas insípidas creaciones de CGI.

Pero “Her” es cosa distinta. Narra una sociedad imaginaria en la que las personas pueden interactuar con sistemas operativos y enamorarse de ellos. Pieza maestra que atrapa al espectador desde su inicio, combinación de géneros que oscilan entre la comedia romántica y la ciencia ficción, la película es una interesante disertación en los límites de la conducta humana con respecto de la tecnología que le rodea, pero no se queda ahí. Jonze lleva su propuesta narrativa más allá de la lupa social. Porque además de un honesto retrato de amor, la historia crea sus propias posibilidades, se adentra en los terrenos de una fértil imaginación y juega con sus personajes, quienes nunca permanecen estáticos, y no se crea que esto supone volubilidad en sus personalidades, sino la composición de una paleta narrativa múltiple, en la que Jonze demuestra que es un autor preocupado por componer una obra que rete intelectualmente a su audiencia.

Apoyado en una fotografía excelsa que transforma por completo a Los Angeles en una suerte de set policromático muy “a la Kubrick”, Jonze arroja su cámara al vacío existencial y a la sed emocional de sus protagonistas casi con la misma fiereza con la que diseña diálogos. A momentos sardónica e irónica, a veces cruel y directa, “Her” sonríe pero también duele. Y lo hace en virtud de una correctísima interpretación de Joaquin Phoenix, que demuestra una vez más su exquisita versatilidad, y de la extraña pasión con la que Scarlett Jonahnson se adueña, con su sola voz, de uno de los personajes más entrañables que yo haya podido ver en una cinta. Su Samantha es una verdadera femme fatale. Dulce y salvaje, inocente y cruel, al final. Adecuada es también la aportación de Amy Adams como el espejo femenino de Theodore, una mujer consecuente con la fatalidad de la disfunción comunicativa en la que se enlazan los seres humanos de un siglo XIX carcomido por la inmediatez y la urgencia por la saciedad.

Implacable. Aún ignoro por qué la Academia ignoró a Spike Jonze en el apartado de Mejor Dirección de cara a los próximos premios Oscar. Ya veremos.
Sergio Espinoza
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2 de agosto de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es la conciencia? ¿Y el amor? Cosas muy improbables que, por lo que sabemos, suceden a ciertos primates evolucionados –supuestamente-, mientras que el resto del cosmos permanece tonto e insensible. Pero… ¿y si no fuera así? ¿Y si a partir de cierto nivel de complejidad -ya sea biológica, mecánica, o una mezcla de ambas- la conciencia, y con ella la capacidad de amar o de identificarse con lo que uno no es, fuese algo común e inevitable? Cuando estoy ofuscado y espeso de mente, este ordenador en el que escribo tiende a fallar y a quedarse colgado, provocando mi irritación y desconfianza. En cambio cuando estoy lúcido y de buen humor mi Toshiba es mi mejor aliado. ¿Quiere esto decir que de algún modo la maquina capta mis estados de ánimo y responde en consecuencia, en una especie de simbiosis subrepticia? Estoy convencido de que sí.
Pero esto es solo el principio. Dentro de 20 o 30 años hablar con nuestro ordenador será tan normal como whatsapear y este se convertirá, sin duda, en uno de nuestros mejores amigos, si no en el mejor. De hecho, ¡los relativamente tontos "smartphones" de hoy en día son ya los mejores amigos de mucha gente! Y dentro de 100 años, qué te voy a contar: los robots se habrán convertido en amantes, esclavos, jefes, dentistas, repartidores de pizzas a domicilio, e incluso –por qué no- en eficaces políticos que guiarán nuestros destinos con sabiduría e insobornable sentido ético.
La fría inteligencia de Hal 900, el maquiavélico ordenador que aparece en “2001 Odisea del espacio”, nos abrió la puerta a las implicaciones morales y filosóficas de la inteligencia artificial. “Her”, por su parte, nos ha convencido de que el sistema operativo de un ordenador puede llegar a ser tan seductor e indispensable como Scarlett Johansson.
alex
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19 de diciembre de 2014
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Curiosa, muy osada amalgama de géneros –drama, romance y sci-fi-, sumamente estimulante. Quizá sólo a un provocador como Spike Jonze podría habérsele ocurrido, pero funciona, eso es indudable.
“Her” es una cinta desoladora, al tiempo que profundamente romántica. Su recreación de la relación amorosa que entablan un solitario impenitente y una sofisticada aplicación informática resulta tan disfuncional como creíble, de ahí el doloroso desasosiego que logra despertar en el espectador.
Nos encontramos ante una feroz crítica al tiempo hipertecnificado en el que vivimos –o, más bien, nos han obligado a vivir-. Más interconectados que nunca y, sin embargo, cada vez más aislados. Enfangados en un proceso deshumanizador tal –“el hombre es un ser social por naturaleza”, que dijera Aristóteles-, que hasta las máquinas acaban mostrando comportamientos más humanos que nosotros. Y es que el turbador futuro que “Her” plantea no dista mucho de algunas escenas y conductas hoy tenidas por habituales.
Spike Jonze entrega una película de impecable factura, apoyándose en las hermosas imágenes de Hoyte Van Hoytema, responsable de la fotografía, ciertamente brillante, de, entre otras, “Interstellar” (Interstellar, 2014) y “Låt den rätte komma in” (Déjame entrar, 2008).
En cuanto a la interpretación de Joaquin Phoenix, sobran las palabras. Éste demuestra ser un actor superlativo. En absoluto afectado, ataca el difícil papel –“papeleta”, cabría decir, “papelón” casi; aunque no para él- con dignidad y sobriedad desacostumbradas.
Por su parte, la quebrada voz de Scarlett Johansson, con ser arrolladoramente sexy, acaba pesando en el desarrollo de la historia. Y ello por dos motivos, ninguno culpa suya: el primero, una –tal vez- excesiva densidad dialógica, rayana en la dialéctica -con todas las derivaciones metafísicas que del término se quieran deducir-, y de otro lado, porque se echa de menos la visión de la rotunda carnalidad que una voz como la suya promete y que, a nadie se le escapa, de hecho corresponde.
Carorpar
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8 de febrero de 2017
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Yo pienso que la película debería tener un final más dramático. En el que el protagonista y todos los usuarios del sistema hubieran expresado más fuertemente sus sentimientos.
La película nos ha parecido un poco larga, quitaríamos media hora mínimo. Ya que se podría contar la misma historia más densamente.
Buena actuación de scarlett johansson, muy favorecida ;)
Estrella
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