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The Party

Comedia. Drama Janet (Kristin Scott Thomas) acaba de ser nombrada ministra del Gobierno, y por ello varios amigos se reúnen en una fiesta para celebrar su nombramiento. Sin embargo, lo que comienza como una celebración terminará de la manera más inesperada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
17 de julio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pintaban esta película de comedia satírica sobre la sociedad británica, pero a mí gracia me ha hecho poca. Ninguna. Mucho hablar de política, con mucha pullita ultraliberal, como por ejemplo cuando el enfermo se queja del sistema público de salud, y cuenta lo rápido y bien que le trataron en un hospital privado. Claro que sí, campeón, con dinero por delante te abren todas las puertas.

Y luego está la hipocresía y la doble moral, que la encuentras en todo el mundo pero donde los británicos son los campeones. Imposible que no se vea retratada en una película de politiqueo.

Será por el hastío que me provoca la política, será que no he conectado con ningún personaje, será que la historia no me ha transmitido nada. Será por lo que sea, pero esta película no me ha gustado.
echulin
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11 de marzo de 2018
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Pues ése es el tiempo que oficialmente dura The Party (2017), una película de Sally Potter, cuyo título en inglés coincide con el inmortal guateque de Blake Edwards (1968) con un más inmortal aún Peter Sellers. Quizá el filme de Potter debiera haberse denominado The Dinner, puesto que no hay tal fiesta en este largometraje: se trata más bien de una cena entre amigos para celebrar el reciente nombramiento de la anfitriona, Janet, interpretada por Kristin Scott Thomas, al puesto de Ministra de Sanidad inglesa. Claro que, si bien lo pienso, cena, cena, lo que se dice cena tampoco hay en esta cinta: idea de cena, sí, pero luego nadie se sienta a la mesa, incluso las viandas se queman en el horno, por razones que luego veremos.
Pues bien, de sanidad va la película que nos ocupa, según adelanté en el primer párrafo de esta reseña, pero es que Bill, interpretado por Timothy Spall, marido de Janet ha tenido que acudir a la sanidad privada para evitar las listas de espera del NHS, que se respetan rigurosamente, incluso cuando se trata de un caso urgente, como es del Bill. Este personaje, cuya edad debe estar muy próxima a los setenta años, me permite, además, disertar sobre las tres patas que componen el banco de cualquier persona humana: lo físico, lo afectivo y lo intelectual; pues nos hallamos ante alguien con un serio problema de salud (lo físico), profesor universitario de filosofía y sociología (lo intelectual), que está viviendo un apasionado romance con Marianne, una joven doctoranda a quien ha tutorizado para llegar a PhD.
Algo hay de Woody Allen en todo eso, pero quiero resaltar que esa estructura triple en las personas que aparecen en este filme se puede extender, con mayor o menor claridad, a todos los caracteres que aparecen en escena, si bien en el caso de Gottfried, el sanador holístico, interpretado por Bruno Ganz, la parte intelectual es más difícil de apreciar. Así, por ejemplo, Martha, lesbiana, es también profesora de universidad (lo conceptual), compañera de Facultad de Bill, está casada con Jinny, interpretada por Emily Mortimer (lo sentimental) y se inició sexualmente en sus años de estudiante con Bill (lo corporal). Todo eso se cuenta en la película y son pequeños secretos que se van desvelando en las diferentes escenas. Janet es ministra, esposa y amante, etcétera.
Pero es que el gran patriarca de la estructura tripartita de la vida fue Platón. Aristóteles era más bien proclive a las dicotomías (vertebrados e invertebrados, potencia y acto, necesario y contingente, etc.), pero Platón, desde luego, fue el gran filósofo de las divisiones en tres: tres son las maneras de conseguir la inmortalidad (el sexo, la fama y la contemplación de las ideas inmortales); tres son las partes en que debe estructurarse la sociedad (los filósofos, los militares y los artesanos); tres son las almas del hombre (la concupiscible, la irascible y la racional); y tres, en definitiva, son los personajes que intervienen en el mito del auriga: el propio auriga y los dos caballos alados, cuya conducción no es nada sencilla. De manera que no podemos ignorar este vínculo con la filosofía clásica al considerar la película que nos ocupa.
Por otro lado, sobre un fondo musical, que va cambiando según los vinilos (sí, vinilos) que se colocan en el plato, lo cual pudiera recordar los capítulos doce a quince de Rayuela, de Julio Cortázar, en el que alternan el blues con el jazz y lo clásico, el trabajo actoral es inmenso y se articula sobre una sucesión de primerísimos planos que llenan la pantalla. Sería muy difícil destacar a un actor sobre los otros, porque cada uno de su papel con maestría, pero ustedes me van a permitir que declare mi debilidad por Emily Mortimer, protagonista de La librería, de Isabel Coixet, como es de sobra conocido, y que en The Party, de Sally Potter, da vida al personaje con mayor encarnadura humana, con menos afectación y mayores naturalidad y autenticidad. Todo un soplo de aire fresco en un grupo dominado por el narcisismo intelectual.
Algo que me resulta particularmente grato en este filme es que se adapta a ese tipo de obras teatrales en las que unos son los que empiezan, me refiero a los personajes, y otros los que terminan. Es como si al recorrer la trama los diferentes caracteres se mostraran como lo que realmente son y no lo que representan. Por ello, si bien son numerosas las películas de tema culinario con las que podríamos relacionas The Party, me parece más ajustado establecer un paralelismo con Madrugada (1957), de Antonio Román, basada en la pieza teatral de Antonio Buero Vallejo. Difieren sí en que la película de Potter transcurre en tiempo real y son setenta y un minutos en la vida de los personajes a los que efectivamente asistimos. Pero coinciden, según acabo de señalar, en la podredumbre oculta de los caracteres, que se va ofreciendo poco a poco al espectador..
¿Habrá mejor noticia que una mujer vea reconocidos sus méritos con una designación ministerial? Creo que pocas situaciones más halagüeñas en las sociedad actual. Es sólo que esta reunión elitista de personajes no están a la altura del acontecimiento hasta el punto de April, la cínica April, interpretada por Patricia Clarkson, que también tiene un papel importante en La librería, de Coixet, si bien bastante negativo en este caso, le reconozca a Gottfried, su marido, el sanador holístico, de quien ha decidido separarse, que visto lo visto en las demás parejas, no es la suya la relación más absurda del mundo.
De todos modos, el humor, pequeños chispazos de humor también tiene cabida en este casi mediometraje, ocupando un lugar intermedio entre las bobaliconadas de Benny Hill y la irreverencia genial de los Monty Python. No es un humor desternillante en The Party, apenas esporádicos destellos, pero con ello se realza lo grotesco o lo torpe de los personajes en una película que no pretende hacer sangre de nadie, sino mostrarnos al ser humano tal como realmente es en poco más de setenta minutos.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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25 de abril de 2018
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Janet ha sido nombrada Ministra de Sanidad del Gobierno de la oposición en Inglaterra. Para celebrarlo, invita a algunos de sus amigos más íntimos para festejarlo en una cena. Lo que se suponía que iba a ser una fiesta tranquila, se convierte en todo menos en eso…

Voy a intentar ser breve, igual que la película.

Para empezar, la película dura sólo 71 minutos. Sí, 71 minutos. Algo tan extraño en estos momentos donde una película, mínimo, dura 120 minutos.

Y lo primero que pensé: ¿en 71 minutos pueden pasar tantas cosas para que todo se ponga patas arriba? Pues sí, da tiempo de sobra para eso y mucho más y lo hace magníficamente bien.

The Party es rápida y va al grano de la historia. No se entretiene en cosas que no aportan nada. Cada diálogo, cada gesto, cada plano, la música… todo lo que sucede está perfectamente bien ejecutado y de manera muy ágil y sin florituras, para llevarnos a un final que no te esperas en absoluto. Unido a un toque clásico y armonioso al ser en blanco y negro. En definitiva, un magnífico, inteligente y lúcido guión, que al final, es lo que hace que una película acabe siendo buena o no.

Una historia excelente con muy buenas interpretaciones y un giro de guión que no te esperas.

Cada personaje que aparece está muy bien definido. Sabes cómo es, cómo piensa, cómo podría actuar, cómo piensa… Es verdad que quizás están, a ratos, algo sobreactuados pero a la vez tan creíbles, que en realidad es lo que hace que los identifiques perfectamente en cada uno de sus perfiles.

Los actores escogidos son y están brillantes en cada uno de sus papeles. Destacando a la genial Kristin Scott Thomas, en el papel de la prudente y sensata Janet, y a la elegante Patricia Clarkson, como la tajante y firme April. Pero sin desmerecer a los demás: Cillian Murphy (Tom), Timothy Spall (Bill), Emily Mortiner (Jinny), Cherry Jones (Martha) y Bruno Ganz (Gottfried).

The Party es una mezcla de sensaciones, de mentiras, de pensar que conoces a las personas que han sido parte de tu vida y que luego te sorprenden ¿para bien o para mal?, de muchas sorpresas, de revelaciones, de testimonios que lo pueden distorsionar todo en un segundo, hipocresías, disimulos, tergiversaciones…. un cóctel auténticamente explosivo que consigue que los personajes acaben abriéndose, y sincerándose sin necesidad de desnudándose literalmente.

La comedia negra más trágica hasta el momento. Porque no podemos olvidarnos, que la película es una comedia. Aunque se muestran cosas que no son divertidas, todos los espectadores acabamos riéndonos por sus diálogos divertidos, ingeniosos, graciosos, ocurrentes e inteligentes.

También mencionar, a modo de curiosidad, que la película me recordó bastante a “Perfectos Desconocidos“, la adaptación de Álex de la Iglesia de la película italiana “Perfetti sconosciuti“. Por su similitud con las mentiras, el ocultar cosas a sus familiares y amigos, por enfocarse en siete personajes en un mismo escenario, etc.

En definitiva, una buena película que a quien se anime a verla le acabará gustando y sorprendiendo a partes iguales.

Muy recomendada.

Mi valoración 7/10

retalesdeacetato.wordpress.com
retales_de_acetato
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14 de agosto de 2019
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Por su duración la película casi es un medio metraje pero por su densidad merece ser clasificada como largo metraje. La fotografía en blanco y negro y la escenificación le dan un aspecto dramático que la haría perfectamente transportable a los escenarios teatrales. La desmitificación de la clase política exhibiendo sus propias miserias y haciendo demagogia, incluso en su propia casa, no tiene desperdicio. Lo que empieza como una reunión casera entre amigos, evoluciona hacia la catarsis, ya presumible desde el principio, por uno de sus protagonistas, escuchando vinilos de blues, jazz clásico y música cubana. Los diálogos son demoledores, poniendo en evidencia que la fachada oculta la verdadera realidad personal, predicando lo que no se cree. Los intérpretes, aunque poco conocidos, son de primera línea y dan verosimilitud al drama. Encantará a los amantes del teatro.
JOSEMIDIAM
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18 de febrero de 2021
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Al paso que llevábamos con otros ejemplos recientes, ya pensaba que los vodeviles de alta sociedad se habían convertido en patrimonio exclusivo de realizadores como Woody Allen, Peter Bogdanovich, Roman Polanski o el propio Frank Oz. Añadamos a esa lista las muescas patrias marcadas por Álex de la Iglesia ('Perfectos desconocidos'), Félix Sabroso ('El tiempo de los monstruos') e Inés París ('La noche que mi madre mató a mi padre') en estos últimos años.
En el caso que nos ocupa, Sally Potter no solo mantiene viva la llama del género sino que lo mezcla hábilmente con ingredientes tradicionalmente adscritos a la agilidad de una screwball comedy, una modalidad de comedia física donde el peso del protagonismo suele recaer sobre las mujeres. No es casual por tanto que Kristin Scott Thomas -quiero más roles tragicómicos para esta actriz, por favor- oficie de partida como eje de la función frente a unos mesurados Bruno Ganz, Cillian Murphy y Timothy Spall, tan brillantes como acertados en las hechuras de patetismo que les toca defender en sus personajes. No obstante es la implosión de dos caracteres masculinos -que no revelaré- la que propicia el giro argumental sobre el que descansa el último acto de la obra, donde tres tramas paralelas se bifurcan para volver a unirse justo en sus últimos instantes.
Patricia Clarkson, Cherry Jones y Emily Mortimer -exorcizando los peores clichés del sexismo feminista- son los palos restantes que ayudan a sostener en pie este sofisticado enredo, elevándose varios puntos sobre el aprobado alto y ejecutando la más punzante sátira política, social y familiar alrededor de un puñado de burgueses vista desde 'Un funeral de muerte' (2007, Frank Oz). Me atrevería a afirmar que esto es puro teatro, y además del bueno.
antonio lopez herraiz
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