Esta es otra de las muchas películas cuya temática es el cine dentro del cine. La profusión de obras que tratan con este tipo de argumentos han hecho que se hayan convertido en un auténtico subgénero, contando con gran cantidad de títulos que son obras maestras (Truffaut, Godard, Fellini y el propio Woody Allen, por nombrar sólo a unos pocos ejemplos). Valga la reiterada afirmación de que el cine de Woody Allen no es para todo el mundo. Las referencias cinéfilas contenidas en el film de obras emblemáticas del séptimo arte como El Angel Exterminador (Buñuel), El Séptimo Sello (Bergman), Al Final de la Escapada (Godard) o Ciudadano Kane (Orson Wells), van a dejar frío a quienes no sean grandes conocedores del cine clásico, ya que no van a poder apreciar el chiste. No sólo esto, sino que el director es capaz de sacar lo mejor de algunos actores que nunca habian pasado de secundarios, haciéndolos parecer geniales, aprovechando bellos escenarios urbanos (en este caso San Sebastián), que se integran en la historia. La producción es de visionado obligatorio para todos los amantes del cine culto. Los no fans del sector pueden ahorrársela.

Le película sería una más dentro del género de corrupciones políticas con tejemanejes vinculdos a intereses mafiosos, si no fuera por el duelo interpretativo entre el siempre genial Al Pacino y su contrapeso John Cusak, soportado por un extraordinario guion. La puesta en escena es correcta, sin aspavientos ni truculencias, al servicio de los protaganistas. La trama es bastante prototípica pero sigue plenamente vigente. No ha envejecido. A todo el mundo le vienen a la cabeza ejemplos del mundo real que parecen demostrar que la corrupción (o la pasividad ante la corrupción), en mayor o menor grado, es algo inherente a la política.

Gran puesta en escena y muy buen trabajo actoral. Cate Blanchet siempre es una garantía, sin desmerecer los demás intérpretes, en especial Matt Damón dando vida a su cínico y psicópata personaje. El montaje músical es eimpecable, sin contar con las perfectas secuencias con fragmentos de música clásica, ópera y jazz. Es muy evidente que el director ha bebido en las fuentes de Hitchcock. Sin embargo, carece de su habilidad resolutiva. Algunas parrafadas meramente elucubrativas y cierta imprecisión en el desarrollo merman el impacto del film, alargando innecesariamente algunas secuencias y planos que podrían ser más cortos, dando por resultado una parte del metraje desperdiciado. Esto no revierte en una mejor deficición de las interioridades de los protagonistas.

La película serviría de prototipo a la saga interminable de "spaghuetti western" y "paella western" que seguiría después, tan mala como sus sucesoras, con muy pocas renombradas excepciones. Los actores son secundones (a excepción de Fernando Rey y Paquita Rico), interpretando a personajes caricaturescos que parecen recortes de fotonovela. Para más desaguisado, los exteriores rodados en el almeriense desierto de Tabernas, pretendiendo hacer creer que es el de Sonora, que no se parece ni remotamente. Lo único valorable del film es la fantástica música del incombustible Antón García Abril. Sólo para aficonados a la historia que tienen que ver las mediocridades para apreciar mejor lo bueno o nostálgicos de los pases del complemento, que se veían como regalo en sesión doble en los cines cutres, comiendo pipas en el gallinero.

La película no tiene absolutamente nada para lo que merezca ser recordada, salvo el protagonismo de Carmen Maura, en un papel, sin ninguna duda, meramente alimenticio. Ningún actor destaca, con mención espececial al generalmente insoportable Eduardo Noriega. Guion malo y dirección mala. Cine rutinario sólo para llenar las cuotas de producción de los estudios. Pasa a engrosar las listas del grueso de producciones del montón insulsas y amorfas.