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Pero... ¿quién mató a Harry?

Intriga Durante un hermoso día de otoño, en un idílico rincón campestre de Vermont, se oyen tres disparos, y aparece un cadáver, el de Harry. Un viejo capitán (Edmund Gwenn) que cree que se trata de un accidente de caza del que se siente responsable, entierra, desentierra y transporta varias veces el cadáver sobre cuya identidad se interrogan con perplejidad una solterona, un médico miope y un pintor abstracto (John Forsythe). (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
25 de abril de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Sol se alza sobre la preciosa campiña de de Vermont, un pequeño paraíso en la tierra donde descansa un pueblecito de lo más tradicional y apacible.
Sin embargo tres disparos han roto la calma del paisaje y echado en el suelo yace el cadáver de un hombre...un cadáver que va a ser objeto de las más enrevesadas, divertidas e increíbles intrigas.

Cuando el primer agente americano de Alfred Hitchcock le propuso producir su propio programa de televisión, los todopoderosos David Selznick y Jack Warner se opusieron rotundamente; habría que esperar a que se uniera a Paramount en los '50, la edad de oro del medio televisivo, del cual el británico es uno de los principales artífices, creando así "Alfred Hitchcock Presenta", exitosa serie semanal de historias de suspense y misterio. Durante la misma época, John M. Hayes había escrito dos comedias a su vez basadas en novelas: "Atrapa a un Ladrón", original de David Dodge, y la que nos ocupa, original de Jack Trevor Story.
Ambos proyectos se encadenarán, primero en la Riviera francesa y después en Vermont, cuyo rodaje será más complicado de lo que Hitchcock imaginaba (las condiciones meteorológicas, tan diferentes de las mostradas en pantalla, no ayudaron mucho), obteniéndose dos aspectos muy distintos del nuevo procedimiento VistaVision, propiedad exclusiva de Paramount (que permite la obtención de negativos de gran tamaño con la considerable mejora de imagen). Con "Pero...¿quién Mató a Harry?", el director deseaba realizar una comedia negra para su disfrute personal enfatizando más que nunca el tono humorístico por encima del suspense.

Y queda demostrado a la perfección en el primer cuarto de hora de metraje; esta apertura, situada en un espacio natural idílico, bucólico, netamente "shakespeariano", será el escenario de un horrible crimen cometido de forma accidental. Cazando como cualquier otro día, el capitán Albert Wiles dispara sin darse cuenta a un hombre que por allí pasaba llamado Harry, pero lejos de sentir el pánico que al personaje invadiría en cualquier otra historia, este anciano se dedica a resoplar fastidiado espetando "No estaría mal para un pastel de arroz".
En un abrir y cerrar de ojos, Hitchcock echa abajo los cimientos de su tradicional y negro cine de suspense, práctica que irá reforzando al aparecer por el mismo claro del bosque diversos personajes que descubren el cadáver, aunque de un modo totalmente distinto a como nos imaginamos, alcanzando el humor un subido tono macabro por la gran frivolidad expresada hacia el cuerpo sin vida (su mujer Jennifer no le da la menor importancia, la señora Gravely coquetea con Wiles, el vagabundo le roba los zapatos...), cuyo cénit será el momento en que el chiflado artista Sam se dedica a pintarle un retrato en lugar de huir asustado, convirtiéndose intencionadamente en compinche de Wiles.

Este primer tramo de película, que más que cine parece teatro televisado (Hitchcock no desaprovecha su momento de éxito, dejando a Wiles decir "No me extrañaría nada que televisaran el espectáculo"), se escora hacia una incisiva y elegante comedia de enredo, más propia de Blake Edwards o Billy Wilder que del maestro del suspense, quien lo único que hace es añadir a las situaciones, las cuales rayan el puro surrealismo, un crimen accidental. Después de aterrizar en el pueblo y conocer a sus variopintos habitantes y sus historias podemos observar que también son derribados los tradicionalismos de la sociedad americana.
La bella ama de casa, el niño inocente o la señora acomodada, clásicos roles tocados por la mano de la burla, tergiversados de forma retorcida; nada ni nadie es lo que parece en este film ("Hoy en día nada es razonable", afirma convenientemente el capitán) cuya intriga se irá enredando gracias a una sucesión de diálogos de doble sentido y situaciones que no harán sino incrementar el nivel de absurdez y revelarnos la persona que en realidad era Harry, quien poco a poco se va gana toda nuestra repulsión; así pasamos a ser cómplices del cuarteto protagonista, enfrascado en una aventura novelesca hasta la aparición del ayudante del sheriff, personaje con los pies en la tierra que corta con una cuchillada de realidad toda la fantasía reinante.

Pero el momento de realización del film no permitía trasladar la novela con libertad, donde se descubren los tristes motivos de la muerte del tipo que da nombre a la obra (en aquella, Jennifer abandona la suite nupcial cuando Harry le pide que finja hallarse con su difunto marido, cuyo retrato ha colgado encima de la cama, mientras hacen el amor). Hitchcock y su guionista reemplazaron este relato repugnante y controvertido por una situación mucho más asimilable y divertida (todo el asunto del horóscopo), eliminando una horrible verdad que termina de rematar la degeneración del personaje, llevando la historia a su reverso más siniestro.
Amparados por la genial música de Bernard Herrmann, la preciosa fotografía de Robert Burks y la sobria, elegante y casi teatral puesta en escena, John Forsythe, Mildred Natwick, Jerry Mathers, Dwight Marfield, una jovencísima debutante Shirley MacLaine y un soberbio Edmund Gwenn que se lleva las mejores frases, brindan unas interpretaciones del todo impagables. "Pero...¿quién Mató a Harry?" no funcionó bien a nivel comercial, aunque eso tampoco es que molestase al director, quien se preparaba para rodar la nueva y descafeinada versión de "El Hombre que sabía Demasiado" poco después.

Clásicos códigos del suspense y crimen pervertidos de una manera muy original por un absurdo humor negro y una bonita historia de amor derivada de la tragedia. Hitchcock se ríe de su cine como nunca antes.
Las influencias de esta película se pueden percibir, tanto consciente como inconscientemente, en títulos como "Very Bad Things", "Pulp Fiction", "Un Funeral de Muerte", "No Matarás...al Vecino" o "Fargo" y "Ladykillers", ambas de los Coen.
Chris Jiménez
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2 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The trouble with Harry (Pero… ¿Quién mató a Harry?) es una película dirigida por Alfred Hitchcock en 1955, con guión de John Michael sobre la historia de Jack Trevor Story, música de Bernard Herrmann y fotografía de Robert Burks que capta la intención colorista de un entorno natural hecho a la medida para una historia plagada de amables personajes, incluida la victima Harry Worp (Philip Truex). A Hitch le debió agradar el relato de Jack Trevor Story a quien anteriormente había dirigido como actor en Champagne (1928).

Entre La ventana indiscreta (1954), el inicio de la serie Alfred Hitchcock Presenta (1955) y Atrapa a un ladrón (1955), Hitch nos regala la preciosa comedia The trouble with Harry a la que nos invita por medio de entrañables personajes entre las notas de una partitura que supuso la primera colaboración de Bernard Herrmann con Hitchcock entre alegres melodías, algún dudoso tempo di valse y algo (como no podía ser de otra manera) de misterio sonoro que refuerza algunos de los momentos generados por tensión escénica, sobre todo en algunas de las intervenciones de Calvin Wiggs (Royal Dano), dejando para los instrumentos de metal el toque gracioso que acompaña a nuestros personajes en sus paseos por la coloreada campiña otoñal de Vermont.

Un conjunto de historias cruzadas, raramente coincidentes en lo esencial, satisfacen lo básico según necesidades: Al veterano capitán Albert Wiles (Edmund Gwenn) solo le interesa la buena armonía con la naturaleza convencido que le proporcionará un buen día de caza, además de mantener una buena amistad vecinal con el pintor abstracto Sam Marlowe (John Forsythe) quien en un acto de generosidad estética ayuda a la recatada señorita Ivy Gravely (Mildred Natwick) a prepararla para una cita muy importante.

Jennifer Rogers (Shirley MacLaine) madre de Arnie Rogers (Jerry Mathers) intenta llevar una vida normal en el plácido lugar desligándose de un pasado algo tortuoso; el mismo lugar donde una de las veteranas del elenco, en el rol de la señora Wiggs (Mildred Dunnock) intenta sacar su negocio adelante, con el reclamo añadido de la obra de Marlowe el artista local, consiguiendo atraer el interés del excéntrico Millonario (Parker Fennelly). Un monumental enredo al que se une el despistado doctor Greenbow (Dwight Marfield) en una comunidad donde al parecer solo existe una preocupación prioritaria llamada Harry Worp.
avanti
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9 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida y rodada con elegancia, sin estridencias, ajustándose a una trama que no quiere ser más que un pasatiempo, un acertijo (whodonit) pero sin los elementos clave para que este tipo de películas funcione con precisión. Es un misterio por resolver aunque el fallo quizá de su poco éxito está en que aquí Hitchcock, sin seguir los pasos que probablemente hubiera seguido Agatha Christie a la hora de plantear el misterio, juega con el espectador a que este se convierta en investigador del crimen pero sin dar ni una sola pista concluyente ni de enjundia de quién pudo haber asesinado al tal Harry. Nos expone unos hechos, nos da unas motivaciones para el asesinato pero no indica en ningún momento una dirección coherente hacia la que encaminarnos. Parece más interesado en el humor negro, que a veces llega hasta el absurdo, y en la descripción de personajes que en que resolvamos la situación. Incluso se permite el lujo del engaño y la trampa por el simple placer de engañar presentando situaciones en las que el espectador carece de información pero se le incita a creer que sí la tiene (no desvelaré la escena en que ocurre). Ese truco suele producir cierta frustración y la sensación de que el director te ha tomado el pelo. Tampoco logra nunca una verdadera sensación de suspense por lo que a veces se pierde algo el interés.
A pesar de todo esto tiene buen ritmo y una fotografía magnífica que te invita a pasar un rato agradable y te deja con un buen sabor de boca.
Connie Selleca
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11 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la comedia se le conceden licencias que no se le dan a otros géneros. (Ver Zona spoiler). La película resulta simpática y es una especie de comedia de puertas en el campo. Merece la pena por ver a MacLaine y por identificar el estilo de Hitchcock, pero cuesta trabajo tomarse en serio el guion.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Germán
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9 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
213/13(07/06/21) Peculiar extravagancia esta comedia negra dirigida por un juguetón Alfred Hitchcock, con guión de John Michael Hayes (“La ventana indiscreta” o “Atrapa a un ladrón”), adaptando una novela de 1950 de Jack Trevor Story. Para una historia con evidentes tintes de surrealismo pasado de vueltas que es su peor enemigo, pues en sus excesos pierde la comicidad, pues deberían poner al principio para situarnos un cartelito enunciándonos que entramos en un universo paralelo donde los seres tiene formas humanas, pero su comportamiento dista de serlo. Protagonizan un siempre encantador Edmund Gwenn (un año después rodaría en Peñiscola “Calabuch” a las órdenes de Berlanga), como un simpático capitán de barco retirado, un flemático pintor John Forsythe (ha pasado a la historia por el Blake Carrington del culebrón “Dinastía”), la siempre divertida e icónica secundaria en la piel de la solterona Mildred Natwick (su último papel fue a los 83 años en “Las amistades peligrosas”), y la debutante en cine a los 21 años Shirley MacLaine (la hermana mayor de Warren Beatty) como una despreocupada reciente viuda. Todo ello con claro sabor teatral en lo reducido de los escenarios, así como los pocos roles.

Un relato desprovisto de cualquier tensión en su ligereza, donde la sensación de peligro es nula por el modo de afrontar los personajes las situaciones parezcan son conscientes de estar dentro de una película, y la comedia funciona de modo irregular, pues en muchas ocasiones el querer provocar la risa a empujones me resulta grimante, con diálogos tontorrones en los que no puedes dar crédito a que estas personas puedan caminar y respirar a la vez, a todo se suma un final previsible, prácticamente el único posible. Aunque para compensarlo hay otros momentos que sin ser brillantes, si te provocan una mueca de sonrisa con running gags ingeniosos o situaciones y frases punzantes.

A destacar que esta fue la primera de las varias colaboraciones del orondo londinense con el compositor Bernard Herrmann, en una entrevista para The New York Times el 18 de junio de 1971, Hitchcock declaró que la partitura de esta cinta era su favorita de todas sus películas. También reseñable la preciosa cinematografía de otro colaborador habitual de AH (en 12 ocasiones entre “Extraños en un tren” y “Marnie”) Robert Burks (En 1968, Burks murió a la edad de 58 años junto a su esposa, Elisabeth, en un incendio en su casa en Huntington Harbor-California), reflejando una campiña otoñal de Vermont (Highwater) evocadoramente bucólica en su colorido de rojos y dorados rojizos, un idílico entorno roto por la aparición de un cadáver revoltoso. Muerto que se convierte en un singular McGuffin, que sirve para radiografiar a una comunidad de personas outsiders en su disfuncional modo de comportarse ante un cuerpo muero en medio de una ladera.

El primer tramo dela película marca a fuego el tono del resto del metraje, donde en un bucólico entorno el capitán Albert Wiles (Edmund Gwenn) está cazando conejos (¿?), y tras disparar encuentra a un tipo muerto tirado en el suelo, con lo que piensa lo ha matado él por accidente, pero el hombre toma la situación de modo tranquilo, y cuando va a moverlo para esconderlo llega un carrusel de gente y se esconde a que ‘escampe’, aparece un tipo leyendo que tropieza con el muerto, se levanta y sigue su paseo, un vagabundo lo ve y le quita el calzado, una mujer lo ve y continua, un pintor pasa y al verlo decide dibujarlo, y continua su día. El capitán comenta que podría venir a televisarlo. Pareciendo más un sketch que una película.

Más adelante entramos en la marejada de culpables posibles del asesinato. Desde una mujer mayor, la señorita Gravely (Mildred Natwick) que cree lo mató al avanzarse sobre él con aviesas intenciones saliendo de entre un arbusto, ella defendiéndose con un golpe con el tacón de su zapato. De la calma de esta mujer dice mucho que cuando en una de las infinitas ocasiones que el cadáver es enterrado le dice a su ‘ayudante’, “Después de que lo hayamos desenterrado, volveremos a mi casa y te prepararé un poco de chocolate caliente (¿?)”; Jennifer Rogers (Shirley MacLaine), era la esposa del muerto, y esta lo golpeó con una botella de leche, y cree lo mató, y se lo toma como si nada; Y está el bohemio pintor Sam Marlowe (John Forsythe; por cierto, el nombre es un guiño a los dos grandes detectives del cine negro Philip Marlow y Sam Spade que encarnó con éxito Humphrey Bogart en “El Halcón Maltés” y “El sueño eterno”?), que ayuda a sus convecinos, mientras se enamora en modo supersónico de Jennifer, ya entrándole sin filtro pidiéndola pintar desnuda (¿?); Y en la tangente un ayudante del sheriff, Calvin Wiggs (Royal Dano) que a través de unos zapatos tira del hilo.

Con estos mimbres se desarrolla una trama con potencial, pero que Hitchcock se toma de modo banal, como un divertimento al que no es capaz de hincarle el colmillo, quedándose en la superficie, alternando lo estrafalario de las personalidades extravagantes de estas gentes, con buenos momentos. Estando en el centro el running gag de como el muerto es enterrado y desenterrado por diferentes motivos en tropecientas ocasiones, donde hay un nuevo giro de la trama, pero que en el modo trivial de afrontarlo queda plúmbeo.

Para disfrutar de la película hay que tomarla como una farsa, donde la gente tiene procederes bufonescos, con dos romances desarrollados de forma increíble, el de los jóvenes y el de los no tanto, afrontando las consecuencias del muerto de modo frívolo. Todo tan liviano e inverosímil como cuando llega un millonario para comprar todos los cuadros de Sam y el pintor le pregunta a la gente que está con el allí que quieren, con lo que el precio es fresas, un juego de ‘apestoso’ de química para un niño, una máquina registradora y un equipo completo de cazador, un cofre, ah, y secreto que se desvela al final. Ósea, que no le pide dinero, todo queda muy idealizado y buenista, pero de que vive este tipo?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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