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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Intriga Durante un hermoso día de otoño, en un idílico rincón campestre de Vermont, se oyen tres disparos, y aparece un cadáver, el de Harry. Un viejo capitán (Edmund Gwenn) que cree que se trata de un accidente de caza del que se siente responsable, entierra, desentierra y transporta varias veces el cadáver sobre cuya identidad se interrogan con perplejidad una solterona, un médico miope y un pintor abstracto (John Forsythe). (FILMAFFINITY)
9 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
213/13(07/06/21) Peculiar extravagancia esta comedia negra dirigida por un juguetón Alfred Hitchcock, con guión de John Michael Hayes (“La ventana indiscreta” o “Atrapa a un ladrón”), adaptando una novela de 1950 de Jack Trevor Story. Para una historia con evidentes tintes de surrealismo pasado de vueltas que es su peor enemigo, pues en sus excesos pierde la comicidad, pues deberían poner al principio para situarnos un cartelito enunciándonos que entramos en un universo paralelo donde los seres tiene formas humanas, pero su comportamiento dista de serlo. Protagonizan un siempre encantador Edmund Gwenn (un año después rodaría en Peñiscola “Calabuch” a las órdenes de Berlanga), como un simpático capitán de barco retirado, un flemático pintor John Forsythe (ha pasado a la historia por el Blake Carrington del culebrón “Dinastía”), la siempre divertida e icónica secundaria en la piel de la solterona Mildred Natwick (su último papel fue a los 83 años en “Las amistades peligrosas”), y la debutante en cine a los 21 años Shirley MacLaine (la hermana mayor de Warren Beatty) como una despreocupada reciente viuda. Todo ello con claro sabor teatral en lo reducido de los escenarios, así como los pocos roles.

Un relato desprovisto de cualquier tensión en su ligereza, donde la sensación de peligro es nula por el modo de afrontar los personajes las situaciones parezcan son conscientes de estar dentro de una película, y la comedia funciona de modo irregular, pues en muchas ocasiones el querer provocar la risa a empujones me resulta grimante, con diálogos tontorrones en los que no puedes dar crédito a que estas personas puedan caminar y respirar a la vez, a todo se suma un final previsible, prácticamente el único posible. Aunque para compensarlo hay otros momentos que sin ser brillantes, si te provocan una mueca de sonrisa con running gags ingeniosos o situaciones y frases punzantes.

A destacar que esta fue la primera de las varias colaboraciones del orondo londinense con el compositor Bernard Herrmann, en una entrevista para The New York Times el 18 de junio de 1971, Hitchcock declaró que la partitura de esta cinta era su favorita de todas sus películas. También reseñable la preciosa cinematografía de otro colaborador habitual de AH (en 12 ocasiones entre “Extraños en un tren” y “Marnie”) Robert Burks (En 1968, Burks murió a la edad de 58 años junto a su esposa, Elisabeth, en un incendio en su casa en Huntington Harbor-California), reflejando una campiña otoñal de Vermont (Highwater) evocadoramente bucólica en su colorido de rojos y dorados rojizos, un idílico entorno roto por la aparición de un cadáver revoltoso. Muerto que se convierte en un singular McGuffin, que sirve para radiografiar a una comunidad de personas outsiders en su disfuncional modo de comportarse ante un cuerpo muero en medio de una ladera.

El primer tramo dela película marca a fuego el tono del resto del metraje, donde en un bucólico entorno el capitán Albert Wiles (Edmund Gwenn) está cazando conejos (¿?), y tras disparar encuentra a un tipo muerto tirado en el suelo, con lo que piensa lo ha matado él por accidente, pero el hombre toma la situación de modo tranquilo, y cuando va a moverlo para esconderlo llega un carrusel de gente y se esconde a que ‘escampe’, aparece un tipo leyendo que tropieza con el muerto, se levanta y sigue su paseo, un vagabundo lo ve y le quita el calzado, una mujer lo ve y continua, un pintor pasa y al verlo decide dibujarlo, y continua su día. El capitán comenta que podría venir a televisarlo. Pareciendo más un sketch que una película.

Más adelante entramos en la marejada de culpables posibles del asesinato. Desde una mujer mayor, la señorita Gravely (Mildred Natwick) que cree lo mató al avanzarse sobre él con aviesas intenciones saliendo de entre un arbusto, ella defendiéndose con un golpe con el tacón de su zapato. De la calma de esta mujer dice mucho que cuando en una de las infinitas ocasiones que el cadáver es enterrado le dice a su ‘ayudante’, “Después de que lo hayamos desenterrado, volveremos a mi casa y te prepararé un poco de chocolate caliente (¿?)”; Jennifer Rogers (Shirley MacLaine), era la esposa del muerto, y esta lo golpeó con una botella de leche, y cree lo mató, y se lo toma como si nada; Y está el bohemio pintor Sam Marlowe (John Forsythe; por cierto, el nombre es un guiño a los dos grandes detectives del cine negro Philip Marlow y Sam Spade que encarnó con éxito Humphrey Bogart en “El Halcón Maltés” y “El sueño eterno”?), que ayuda a sus convecinos, mientras se enamora en modo supersónico de Jennifer, ya entrándole sin filtro pidiéndola pintar desnuda (¿?); Y en la tangente un ayudante del sheriff, Calvin Wiggs (Royal Dano) que a través de unos zapatos tira del hilo.

Con estos mimbres se desarrolla una trama con potencial, pero que Hitchcock se toma de modo banal, como un divertimento al que no es capaz de hincarle el colmillo, quedándose en la superficie, alternando lo estrafalario de las personalidades extravagantes de estas gentes, con buenos momentos. Estando en el centro el running gag de como el muerto es enterrado y desenterrado por diferentes motivos en tropecientas ocasiones, donde hay un nuevo giro de la trama, pero que en el modo trivial de afrontarlo queda plúmbeo.

Para disfrutar de la película hay que tomarla como una farsa, donde la gente tiene procederes bufonescos, con dos romances desarrollados de forma increíble, el de los jóvenes y el de los no tanto, afrontando las consecuencias del muerto de modo frívolo. Todo tan liviano e inverosímil como cuando llega un millonario para comprar todos los cuadros de Sam y el pintor le pregunta a la gente que está con el allí que quieren, con lo que el precio es fresas, un juego de ‘apestoso’ de química para un niño, una máquina registradora y un equipo completo de cazador, un cofre, ah, y secreto que se desvela al final. Ósea, que no le pide dinero, todo queda muy idealizado y buenista, pero de que vive este tipo?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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