Breaking and Entering

Esta película ha sido promocionada como una historia de amor (en realidad hay dos), pero no es en absoluto la trama romántica el terreno donde el director acentúa su mirada.

El punto de partida de los robos en la extensa trama de "Violación de domicilio", es solamente el disparador para mostrar los choques que se producen entre culturas y clases diversas, en la actual geografía cambiante de una ciudad cosmopolita como Londres.

El film es ante todo la exposición de un juego de entrecruzamientos de seres afectados por la globalización y ganados por el aislamiento, el recelo del otro, la enfermedad o la marginalidad en las grandes urbes.

La película es el muestrario de un complejo mosaico urbano, donde muchas vidas aparentemente diferentes, tienen más de una simetría y acercamiento, a pesar de los límites generacionales y étnicos.

Las pretensiones algo desmesuradas de abarcatividad restan intensidad a las pequeñas historias y eso no se salva ni con el evidente preciosismo estético con el que Minghella aborda cada plano, para lo cual dispone de un equipo técnico tan virtuoso que hasta le quita realismo al registro de los chatos y grises suburbios que parecen siempre resplandescientes; hasta los parabrisas de los autos sólo espejean nubes y cielos azules.

El interés del director por abordar temas muy actuales, lo lleva a volcar muchas de sus opiniones a partir de frases del discurso de los personajes. Un análisis de los mismos, permite ver que aunque toquen temas conflictivos como la inmigración, la discriminación, la desigualdad de oportunidades, el adulterio, la prostitución, la depresión y hasta el autismo, siempre campea un inesperado optimismo y un aire políticamente correcto, aunque finalmente la visión del mosaico propuesto no resulte demasiado esclarecedora, y desde el punto de vista emocional la película deje una impresión de permanente distancia.

Las ciudades de occidente son ya una mezcla de culturas, razas y civilizaciones. No descubro nada nuevo, sino más bien una realidad obvia y recurrente. Y es muy común afirmar dos ideas contradictorias: a/ esto es una riqueza, y b/ esto es un problema. Lo difícil es encontrar fórmulas que agranden la primera y palíen la segunda. Y yo creo que Anthony Minghella ha dirigido una película que va en esa dirección.

“Braking and entering” es una película seria, que nos presenta el asunto con racionalidad y vigor, es decir, con valentía. Viéndola, no he podido evitar pensar en los que día sí y día no intentan atravesar la valla de Melilla. Aquí estamos en Londres y los inmigrantes no han tenido que saltar peligrosos obstáculos. Pero vienen en precario, deben adaptarse a la nueva vida, deben buscarse trabajos residuales para subsistir y, en la mayoría de los casos, la población no los acepta de buen grado. Tienen papeles, pero no tienen el respeto de muchos.

La película es rigurosa y honesta porque no ofrece soluciones pero explora caminos de entendimiento. Porque retrata actitudes humanas y comprensivas, porque tiene en cuenta todos los lados del inmenso zancocho en el que todos estamos metidos.

Es posible la vida en común en nuestro territorio. Porque esto, frente a los que pueden pensar quienes entran, no es el cielo, y cada cual tiene sus demonios interiores. Porque ellos no son sólo víctimas, que también, y no deben dar por concluído el pacto al obtener el visado. El encuentro comprensivo es un sobreesfuerzo intelectual que hay que darlo y favorecer que se dé.

No tengo palabras para ensalzar el trabajo de los actores: la incombustible Juliette Binoche, la magnífica Vera Farmiga y el extraordinario Jude Law. Esenciales en una narración cinematográfica arrolladora, emocionante y me atrevería a decir que divertida, entendiendo por diversión ejercitar la mente viendo este tipo de recados enviados desde la inteligencia.

Lo que falla en este film es el incierto personaje Will, interpretado - con un aprobado - por Jude Law, que carece de criterio y no sabemos si es un enamorado o un oportunista sexual. La intervención de Juliette Binoche salva la película.Como se trata de una de las mejores, si no la mejor, de las actrices de esta época, hay que felicitar a Minghella por esta elección. A medida que entra en escena la bosnia y posiblemente musulmana Amira la película se agranda y acaba por interesar. La historia se define mejor por la alusión a la inmigración de los bosnios, que huyen de la violencia y pobreza de la guerra yugoeslava para integrarse en lugar seguro. Esto es lo mejor del guión pero a Minghella le falló el tramo final, atípico y contradictorio, aunquel se puede ver.

La última cinta de Anthony Minghella antes de su prematura muerte fue Breaking and Entering, un correcto drama bienintencionado, políticamente correcto y con cierto tinte social, que sin embargo no consigue sobresalir como una cinta notable, principalmente porque suena todo a muy visto ya. Por suerte, Minghella era un realizador de lo más elegante, y siempre escogía además muy bien a sus actores. Jude Law, Robin Wright, Juliette Binoche, Vera Farmiga y Martin Freeman componen un buen equipo ante la cámara.

Lo mejor: Su reparto
Lo peor: No es nada del otro mundo

La última película que nos dejó el director Anthony Minghella (Cold Mountain) es un dechado de cine de calidad, con gusto por un estilo clásico a la hora de rodar pero muy aproximado al cine que se realiza en la actualidad.
Breaking and Entering se proyecta con una premisa sencilla, pero que gracias a las pulsaciones rítmicas que le imbuye el desaparecido director hallamos una película capaz de contagiar los sentimientos que desprende cada uno de los personajes que la cohabitan. Este es un drama bien edificado, cuya base se cimenta en una buena narrativa. A esto ayuda la presencia de sus actores, que se complementan con acierto en cada una de las fases por las que van pasando: Jude Law (Black Sea) deja un gran papel con un personaje justo, pero que se entrega a las dudas de pertenecer a un núcleo familiar del que se va alejando. Robin Wright (Wonder Woman) se presenta con un papel frío y distante, sabedora de las dificultades que encuentra en su relación sentimental. Y por el otro lado del triángulo amoroso, casi accidental, que surge hallamos a otra estupenda Juliette Binoche (Nadie Quiere la Noche) en un sacrificado papel en el que demuestra que es un hacha para los idiomas. También mencionar la aparición de Martin Freeman (El Hobbit) como la parte que quita un poco de tensión a todo el cotarro que se crea por un elemento externo y ajeno a la historia de amor que poco a poco se va haciendo con parte de una historia bien hilvanada.
Es en general un drama romántico que a pesar de contar con elementos ya vistos cuenta con un buen pulso narrativo y con la mano firme de un director de una calidad artística magnífica. En manos de otro, no hubiera salido igual.