La verdad, Historias del Kronen (la novela y después la película) seguramente causaron gran impacto en su momento por su retrato de la juventud de la época, la llamada Generación X, pero claro, vista ahora, teniendo en cuenta las cosas que hay que oír en los telediarios sobre los jóvenes de hoy, Carlos y sus amigos parecen casi unos tiernos angelitos.
Montxo Armendáriz ganó su segundo, y hasta la fecha último, Goya gracias a la adaptación de la novela de José Ángel Mañas, que también colabora como co-guionista. Desde luego, no es la mejor película del realizador navarro, existiendo una obra maestra como Secretos del corazón y dos cintas excelentes como Silencio roto y Obaba, pero es una cinta que es recordada mucho más que otras, y eso ya es un punto a tener en cuenta. Y lo es principalmente por dos motivos: la icónica escena de los adolescentes desafiando a la suerte colgados del puente sobre la M-30, y por haber lanzado las carreras de Juan Diego Botto (actor fetiche de Armendáriz) y Jordi Mollà, significando también los primeros pasos de, entre otros, Armando del Río, Cayetana Guillén-Cuervo o incluso Eduardo Noriega.
No es quizá tan buena como se dijo en su día, pero por desgracia sus temas no pasan de moda y, como decimos, encontró su propia personalidad para ser recordada. Mucho más de lo que otras películas pueden decir.

James Watkins dirigió en 2012 una de las mejores películas de terror de los últimos años, La mujer de negro. También es responsable de la celebrada, aunque algo sobrevalorada, Eden Lake, una de las cintas más incómodas y salvajes del terror reciente.
En esta ocasión, se pone tras la cámara de este remake de la cinta danesa de hace dos años (con la que comparte prácticamente todo.... por lo menos hasta que llega el tercio final. Muy, muy diferente en ambas propuestas), y el resultado es No hables con extraños, una película tensa, con poco terror auténtico, la verdad, pero que reflexiona mucho y bien sobre algo que a todos nos suena: las convenciones sociales y las cosas que muchas veces nos tragamos con tal de obedecer las normas y hacer lo que se espera de nosotros en determinadas situaciones.
Por desgracia, hay ciertas situaciones de guion (detalladas en la zona de spoilers) que sencillamente no funcionan, y dan al traste con los logros de toda la primera parte de película, que presenta muy bien a los personajes y va construyendo una tensión in crescendo que explota en escenas sencillamente soberbias, como la de la actitud que tiene Paddy con Ant mientras baila "Cotton Eye Joe", de Rednex, con Agnes, o por supuesto el momento en que Ant consigue por fin comunicarse con Agnes y contar qué es lo que ocurre realmente. Por supuesto, dichas escenas no serían las mismas sin la extraordinaria interpretación de los dos niños, Dan Hough y Alix West Lefler, que están fabulosos, sobre todo el primero, que además tiene que expresar todo lo que siente Ant sin una palabra. Entre los adultos, hay que decir que James McAvoy ya poco tiene que demostrar como actor después de tantos años, pero lo que hace aquí perfectamente podrían ser escenas eliminadas de Múltiple. Ya se lo hemos visto y no sorprende, más allá de su impresionante estado físico. Así, las mejores del elenco adulto son sin duda Aisling Franciosi, siniestra tras esa sonrisa permanente, y sobre todo Mackenzie Davis. La novia soñada de cualquier lesbiana o bisexual (gracias a sus personajes en La estación de la felicidad y sobre todo el excelente capítulo "San Junipero", de Black Mirror) tiene esa extraña capacidad de hacer fácil lo difícil y adaptarse a cualquier género y estilo de película. Aquí, pese a ser quizás demasiado joven para interpretar ya a una madre de una adolescente de 12 años, resulta totalmente creíble.
En definitiva, una cinta correcta, pero que podría haber sido mucho mejor y, sobre todo, mucho más malsana y oscura.

Lo mejor: Las interpretaciones de los niños, Mackenzie Davis y Aisling Franciosi, y las escenas antes mencionadas.
Lo peor: Las lagunas de guion detalladas aquí abajo y la escasa sensación de peligro del tercio final.

Ahora ya lo sabemos. Aquaman y el reino perdido va a ser la última cinta del llamado DCEU.
Veremos qué pasa con el reboot de la franquicia en el que trabaja ya James Gunn, pero desde luego, en la competencia Marvel-DC, estos últimos han salido perdiendo claramente. Las películas del Extended Universe, pese a sus virtudes, nunca han conseguido resultar tan carismáticas como las del MCU. Eso es así.
En el caso de esta secuela de Aquaman, que, la verdad, es de las mejores del mencionado Universo, el problema reside en un guion e historia sumamente repetitivos (¿cuántas veces hemos visto ya la historia del hermano díscolo que al final ayuda al héroe, y el villano que vuelve para vengarse?), y sobre todo en los recortes que se ve a las claras que han hecho. Los personajes de Dolph Lundgren y, sobre todo, Amber Heard tenían una presencia mucho mayor que, en este montaje, ha quedado en testimonial, y el normal devenir de la historia queda muy lastrado por los malabares que se han tenido que hacer para dejar fuera de la ecuación a la denostada Heard.
Así, este último canto de cisne de DC en su intento por hacer sombra a Marvel es una película entretenida, espectacular, divertida (atención al prólogo que nos cuenta cómo es la vida de Arthur como padre y rey; por cierto, un tipo de humor que nos recuerda, como muchas críticas han señalado, al de las películas de Thor, una vez ha tomado las riendas Taika Waititi), pero sin alma, sin fascinación o emoción alguna que ofrecer.
Veremos cómo les va en el futuro. Mientras tanto, podemos disfrutar de las películas de personajes de DC que no pertenecen al Universo (Joker, los Batman de Nolan o Reeves), que les dan como mil vueltas no sólo a sus "hermanas" del DCEU, sino también... sí, a Marvel.

Lo mejor: El humor, y que es entretenida, sin duda.
Lo peor: Es un pastiche mal montado y muy poco original.

Bitelchús Bitelchús sirve para confirmar varias cosas importantes:

1) El gótico es lo que mejor va con Tim Burton, absoluto responsable de la influencia de dicho género en la cultura popular de los últimos 40 años.
2) Danny Elfman es y siempre será el mejor socio de Burton a la hora de crear atmósferas. Una vez más, aquí entrega una composición musical absolutamente brillante.
3) Monica Bellucci encaja como un guante en el universo burtoniano, y está más que claro que va a convertirse en la nueva musa del de California, como suele hacer con sus parejas (por lo menos mientras le duran... tiene Burton la costumbre de no volverlas a llamar una vez termina el amor... y si no que se lo digan a Lisa Marie y, sobre todo, a Helena Bonham Carter, la actriz más burtoniana que ha habido y habrá).
4) Michael Keaton ha nacido para este personaje. Lo disfruta, lo saborea y lo lleva al límite. Es hora de reconocer a Keaton como uno de los actores más brillantes, inclasificables, intrépidos y versátiles de las últimas décadas, o incluso de la historia.
5) Winona Ryder, recuperando felizmente y poco a poco el estatus que llegó a tener en los 90 (en buena parte gracias a Stranger Things) y una divertidísima Catherine O'Hara disfrutan como enanas repitiendo en sus personajes. Es una delicia verlas en pantalla. Jenna Ortega da un paso más en su aspiración a convertirse en la nueva chica rara oficial de Hollywood, como en su momento lo fueron Christina Ricci o incluso la propia Ryder, y también se lo pasa estupendamente. Justin Theroux, por su parte, está fantástico como cursi y pomposo novio de Lydia.
6) Una vez más, los auténticos momentazos de la cinta vienen de la música o, más bien, del uso que se hace de las canciones. Aunque el nivel de risas de la hilarante secuencia de "Day-O (The banana song)" en la primera cinta es imposible de alcanzar, esperen a ver momentos como la presentación del personaje de Bellucci a ritmo de "Tragedy" de los Bee Gees, o el uso que se hace de "Right here waiting", de Richard Marx, o "MacArthur Park", de Richard Harris.

Más allá de eso, lo cierto es que esta secuela comete un error importante, que es dejar pasar tanto, pero tantísimo tiempo hasta que realmente despega la aventura. La presentación de personajes y situaciones se alarga hasta prácticamente una hora de metraje, y después apenas queda un poco más de media hora para pasar a la acción. Por supuesto, esto no quiere decir que la cinta sea aburrida, que no lo es en absoluto, pero sí es cierto que le falta tiempo para poner toda la carne en el asador, y que no hacían falta tantos minutos para volvernos a introducir en el mundo de Bitelchús y la familia Deetz. Además, el guion no termina de encajar bien todas las piezas. Quiere ser, a la vez, una historia de venganza, una comedia romántica adolescente y una comedia sobrenatural, y la mezcla no termina de funcionar. Esto repercute en la importancia de ciertos personajes, como los de Willem Dafoe o incluso la mencionada Bellucci, que uno se pregunta si realmente eran imprescindibles en la trama. De hecho, hasta el propio Bitelchús es un personaje incluso secundario, aunque parece que esto sí fue una decisión consciente de Burton y su equipo.
En definitiva, una película muy entretenida, simpática, divertida, con una estética maravillosa y absolutamente propia de su director, pero que se queda a la mitad de lo que pretendía.

Lo mejor: La estética gótica, la música de Danny Elfman, y lo bien que se lo pasan Keaton, O'Hara, Ryder, Ortega y Theroux.
Lo peor: La mezcla de géneros no termina de funcionar, y ocupa demasiado tiempo en presentar las situaciones y personajes.

Si conocen Oleanna, una de las dos obras maestras de David Mamet (la otra es Glengarry Glen Ross), ya saben más o menos qué es Miller's Girl.
Lo que no sabemos es quién es Jade Halley Bartlett, que, siendo una debutante y sin bagaje teatral o televisivo, que se conozca, consigue que en su primera película dos pedazo de intérpretes como Martin Freeman y Jenna Ortega digan que sí al proyecto. No habiendo demasiada química entre ellos, la verdad, por separado están los dos fantásticos, especialmente Ortega, que borda el rol de femme fatale y lolita.
El problema es que el desarrollo de la historia es bastante convencional y anodino, y que cualquiera que conozca la mencionada obra de David Mamet reconocerá todo lo que va a ocurrir, más o menos, y la comparación es poco favorable a la película, la verdad.
Con todo, es una cinta entretenida y bastante elevada por la presencia de sus dos grandes protagonistas.

Lo mejor: Martin Freeman y sobre todo Jenna Ortega.
Lo peor: No es muy original ni estimulante.