El enigma de otro mundo

Genial película producida por Howard Hanks, que une de manera magistral elementos del western y la ciencia-ficción (además de contar con un humor muy de la época, con esa "batalla de sexos" entre los protagonistas masculinos y femeninos del film). Irremediablemente marcada por la época que le tocó vivir (principios de la guerra fría y la amenaza nuclear), muestra una visión de los militares y de los científicos algo distorsionada y a veces cómica (los científicos son presentados como gente alocada que no piensan en las consecuencias y los militares son gente sensata con los pies en la tierra).
En fin, es una de las grandes películas de la ciencia-ficción de la década de los 50.
En 1982, John Carpenter hizo un increíble remake de esta película, titulado "La Cosa".

Otro ejemplo más de como los cincuenta fueron una mina de ideas genuinas en el terreno de la ciencia ficción que décadas más tarde tendrían su conveniente remake con presupuestos más holgados.

De las tres versiones que se han producido sobre La cosa me quedo con la de Carpenter, que aunque fracasara en taquilla en su momento con los años ha ido recuperando crédito además de tener la suficiente personalidad como para destacarse por encima de la primera versión.

La primera lo que tiene es el mérito de ser la original pero francamente me esperaba más. En su día tal vez causara cierto impacto pero actualmente la encuentro bastante pobre.

La acción se desarrolla en Alaska en lugar de la Antártida como en las versiones más recientes. En un escenario cerrado tiene lugar la invasión marciana de un ser aparentemente indestructible que atacará a sus víctimas sin piedad.

No me gusta la criatura, parece un hombre lobo del espacio, en este sentido se echa en falta el trabajo de Rob Bottin con los efectos especiales.También echo de menos el suspense y la tensión de la versión más moderna a la hora de identificar quién es la cosa y sobre todo echo de menos la música de Morricone.

En esta versión hay demasiados personajes, los dos femeninos sobran completamente y el resto no paran de hablar sin respetarse casi el turno de palabra, mucho diálogo y poca acción.

Tampoco ayuda a disfrutarla el lamentable estado de la copia del dvd.

Tenía un vago recuerdo de haber visto esta película hace muchos años. Como el remake de Carpenter es realmente bueno decidí revisitar el clásico, que habitualmente suele ser la mejor versión. ¡En qué momento!
Dejando al margen el tema de los efectos especiales, donde no podemos exigir milagros, esta película estropea una buena historia a base de clichés, estereotipos y falta de profundidad y credibilidad.
El señor Hawks será muy bueno haciendo westerns, aunque en mi opinión está sobrevalorado, pero la ciencia-ficción claramente no es su género. Supongo que el valor de esta película viene de que sirvió de inspiración para posteriores directores y guionistas (por ejemplo el primer Alien), pero hoy en día su valor se ha esfumado.

Cuando ví por primera vez esta película (los tiempos de "la primera y la segunda cadena"), recuerdo que a mí me daba mkedo hasta mi propia sombra. Entonces no quise ver algunas escenas, ya que, para un infante de ocho años, suponía innumerables noches de terror bajo las sábanas. Pero... ¡Oh, pero! El tiempo pasa y pone algunas cosas en su lugar...
Es indudable que a todos nos gusta lo de nuestra época (¿qué fan de Star Trek no se indigna cuando se ríen de "Arena?), pero, a veces, hay que reconocer que el apego que le tienes a algo viene de dentro de nuestra nostalgia, bien mezcladito con la poca información que manejábamos entonces.
Me explico: casi nadie, sobre todo por aquestos parajes, conocía (¡ni conoce!) la obra de John W. Campbell, por lo que no somos conscientes del atentado a la novela original que supone esta cinta. Hoy día nos rasgamos las vestiduras por adaptaciones como las de El Señor de los anillos o El hobbit, pero ensalzamos esta monstruosidad, que, para más inri, nos regala con un mensaje belicista y anti-ciencia... ¡Toma yá!
Salvo el hecho de encontrar un alienígena (¿por qué seguimos diciendo "alien", Ridley?) en el hielo, NADA MÁS se parece, ni por asomo, a la novela. "¡Bueno, pero la peli es buena y está bien para la época...!", diréis. Sí, está bien rodada para la época, y tiene su encanto "vintage"... Y yá. ¿Qué pinta una moza en los 50 rodeada, de militares buscando un "platillo volante" (otra patada al libro) en el Polo Norte? ¿Por qué el "alien" tiene que ser idéntico a Frankenstein? ¿A qué vienen las historias militaristas y anti-ciencia? ¿Por qué los que critican que haya americanos en la precuela de la de Capenter no protestan por que no haya noruegos en la novela original ni en esta película? Misterios de la vida... ¿Será por su productor y supuesto director en la sombra ?
El caso es que la película, lo que es calidad técnica, la tiene (para la época), pero desconozco por qué se ensalza en el resto de apartados cuando no destaca en nada más, al menos entre toda la filmografía del mismo género de entonces .
Le doy un aprobado justito solo por los recuerdos, ya que después de revisionarla y leer dos veces el relato original, se queda en "otra más"... (Quizás, si se hubiera titulado "La zanahoria Frankestein de otro mundo" y no estuviera "basada" en la novela ...).

En una edad dorada de Hollywood infestada de cowboys, gánsteres y screwball comedy, géneros que no dudó en saciar Howard Hawks con producciones históricas como La fiera de mi niña (1938), Río Rojo (1948) o Scarface, el terror del Hampa (1932), una estelar colaboración entre la leyenda de Indiana y un hombre de televisión, Christian Nyby, dio lugar a lo que sería la cosa primigenia, la esencia que daría las instrucciones a todo el cine de género posterior, incluyéndose la obra maestra dirigida por John Carpenter en 1982. Con El enigma de otro mundo, la dupla de directores, adaptando la novela homónima de John W. Campbell, consiguen crear la atmósfera y entorno perfectos para el desarrollo de la criatura más terrorífica del séptimo arte, un engendro tan indescriptible que recibe el nombre de ‘cosa’. Un horror irracional, mutagénico y viviente que se arrastra hasta el centro de investigación antártico en el que un variopinto grupo de personas, entre los que se cuentan los más eminentes científicos, deberán no solo sobrevivir por sus propios medios a la amenaza, sino también a las discrepancias mutuas. Obra cumbre del terror espacial, capaz de crear un clima tan pifiado de desconocimiento que provoca un miedo implacable, una característica intrínseca en la humanidad, hacia aquello que no podemos clasificar, escapándose a todo pensamiento lógico.

Una de las máximas de Howard Hawks, el Zorro Plateado, se basaba en jamás aburrir al espectador, algo que repercute directamente en su estilo sin desdeñar su sello autoral. La acción en sus películas tiene más peso argumental que los diálogos, los cuales siempre son directos y rápidos como una bala tal y como mostró en La fiera de mi niña o, más tarde, en la excepcional El Dorado (1966), a través de los cuales introduce un toque mínimo de comedia, natural y simple, para mostrar la cercanía y complicidad entre sus personajes; David Huxley (Cary Grant) y Susan Vance (Katharine Hepburn), Cole Thornton (John Wayne) y el sheriff Harrah (Robert Mitchum) y, aquí, el capitán Hendry (Kenneth Tobey) y sus subordinados, Bob y Mac (Dewey Martin y Robert Nichols respectivamente). Así mismo, con esa complicidad que crea da paso al tema que da forma a sus películas: la amistad. Los lazos creados en el transcurso de una aventura cuya propuesta es la pura diversión sirven a Hawks como móvil para construir todos sus guiones y en El enigma de otro mundo (aunque se acredite como guionista a Charles Lederer) no es una excepción. La afronta contra lo desconocido, contra la ‘cosa’, se desglosa en búsquedas personales que sin esos lazos no pueden ser realizadas; por un lado, el capitán Hendry busca, en compañía de sus amistades, el amor de Nikki (Margaret Sheridan), el doctor Carrington (Robert Cornthwaite), en compañía de sus colegas de profesión, el conocimiento revolucionario. Por último y, para mí, el personaje más interesante: Ned Scott (Douglas Spencer) que, aunque pareciera no cumplir con esas premisas de Hawks, sí lo hace. De profesión periodista, su conexión la entabla directamente con nosotros, los televidentes, en su pretensión de informarnos acerca de una amenaza desconocida, atando su lazo al bienestar común, apelando a la humanidad. A partir de la conchabanza, Hawks construye el entretenimiento en primera línea de fuego, sin demoras ni pausas, para el deleite del espectador, sin descuidar ciertos tintes políticos y, por supuesto, líricos, que embellecen y dieron con los años a esta película de 1951 el hueco que se merece.

La segunda incógnita de la ecuación, Christian Nyby, jamás negó la influencia del director con el que había colaborado en numerosas películas. Director principalmente de serie televisiva, Nyby plasma el estilo wéstern en el que se especializó con recordadas series como Bonanza (1959) o Gunsmoke (1955) de manera subliminal y, claro, tutelado por el maestro Hawks. Esto se percibe desde el minuto uno del planteamiento donde, con unos planos generales con los que se nos introduce en la aislada e inhóspita Antártida, transmitiendo esa pavorosa soledad blanca, se escucha la música con toques americanos y salvajes característica de los albores del wéstern de la mano de Dimitri Tiomkin, también responsable de la BSO de Río Rojo, y que replicó a su modo personal y único Ennio Morricone en el filme de Carpenter. Conforme se nos descubre el espacio exclusivo para el desarrollo, el centro de investigación, se puede apreciar una escenografía no muy elaborada, cuya incursión con el argumento y sus personajes es casi nula, es decir, apenas incide en la trama, pudiéndose haber desarrollado en cualquier otro espacio. Esta característica es propia del wéstern, donde el atrezzo genérico y soso busca reafirmar la presencia de los actores y, más importante, de sus acciones, sin que haya distracciones ni para ellos ni para nosotros como espectadores. Nyby (y Hawks) trasladan los asolados desiertos y tristes cantinas del Salvaje Oeste a un centro de investigación contemporáneo donde lo único a lo que debemos atender es a tres factores que excluyen la escenografía; el antagonista, las relaciones entre los personajes y, por supuesto, la acción. La factura serie B es otro de los elementos que realzan esa influencia del cine de explotación, como fue el wéstern, y como lo sería el propio terror espacial veinte años después de El enigma de otro mundo, siendo pionero en la ‘home invasion’ más conocida del cine, y la más mundial, ya que nuestra casa, la Tierra, es invadida por lo desconocido. ‘Vigilad el cielo’ decía Scott como una paranoica perorata, directamente a nosotros, para acercarnos la inquietud del subgénero.