La doncella (The Handmaiden)

La doncella (The Handmaiden)

Es difícil describir el extraño influjo que ha ejercido sobre mí esta inclasificable, oscura y enigmática realización del director surcoreano Park Chan-wook. Se trata de una película turbia, sombría, pero son dos horas y media de apasionante cine, 140 minutos inolvidables sumergidos en una atmósfera densa y brumosa, como cuando el mal presagio de un ave negra sobrevuela en círculos sobre tu cabeza en una interminable pesadilla. No es un guion al uso o al menos no está construido con base en la estructura más o menos formal a la que nos tienen acostumbrados.
Difuminada entre una incesante y tupida cortina de lluvia, la siniestra y exótica mansión, mezcla arquitectónica del lúgubre gótico inglés y el contrastado estilo de formas rectilíneas, sencillas y apacibles de las viviendas japonesas, será el escenario donde transcurra gran parte de la historia que nos cuenta Chan-woo. En él nos encerrará para intimidarnos e infundirnos dudas y desconcierto.
Si hace tres años ustedes tuvieron la oportunidad de ver aquella transgresora cinta francesa que fue "La vida de Adèle", comprobarán aquí, en una magistral actuación sublimada por estas dos bellísimas actrices, que tanto Kim Tae-Ri en su papel de Sookee, doncella de la misteriosa Hikedo, interpretada por Ki Min-hee, tampoco se andan por las ramas ni pecan de mojigatas a la hora de mostrarse en todo su descarnado esplendor. Ambas protagonizan algunas de las escenas lésbicas más excitantes y cautivadoras -sin atravesar jamás la línea roja que separa el erotismo de la pornografía- que yo recuerde. Sin embargo existe cierta belleza, sensibilidad y delicadeza, casi poética me atrevería a decir, en el tratamiento de tan concupiscente relación originada en el amor y el deseo pero también en la complicidad que implica romper con sus respectivas cadenas en busca de la libertad y así, de paso, consumar fríamente la más dulce y cruel de las venganzas.
Hay dolor, ambición, traición, mezquindad, egoísmo, violencia, sadismo y grandes dosis de perversa e inconcebible maldad en esta demoledora película. El guion ha sido, astuta e inteligentemente, dividido en tres partes. Cada uno de los relatos desmonta el anterior, como en un juego de espejos en el que nada es lo que parece. Y así es como Chan-woo, dueño absoluto de un endiablado dominio narrativo, mueve los hilos a su antojo para hacernos danzar como grotescas marionetas al son de su magnético poder.
Y yo recomendaría, muy encarecidamente, que aquellas almas de santuario permanentemete recogidas en el sagrario de su beatífica existencia se abstuvieran, por muy duro que les resulte, de la tentación de acudir a ver esta cinta no vaya a ser, pues el mundo es un pañuelo, se tropiecen en la sala de proyección con algún feligrés de su propia comunidad, sobre todo si tan desdichada circunstancia se produjera antes de comenzar la función.

Emilio Castelló Barreneche

El director Park Chan-wook vuelve a su país natal con este juguetón thriller erótico y su habitual elegancia tras la cámara. Una adaptación de la novela de Sarah Waters que es un placer a la vista.

Su pareja protagonista está sensacional y realmente consiguen mantener el interés del espectador durante sus excesivas dos horas y media de metraje. Una delicia.


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Sin duda queda bien escribir que Chan-wook de nuevo sorprende, que hay planos atrevidos y fulgurantes... Pero la película es tramposa, y larga, precisamente por ser tramposa. Contar las cosas dos veces, cambiando lo que le da la gana, sin coherencia dramática, es jugar con la gente.
Después está la insistencia en el material para el voyeur, escenas que se alargan inútilmente.
Viéndola me acordaba de Rashomon, para mal de Chan-wook, donde la misma historia es contada varias veces pero con completa justificaión e interés.
Aquí la segunda parte no añade mucho, salvo un final dulzón y algo tonto.
Veo que no va a parecer bien mi crítica a nadie, pero cuando hay una uniformidad sospechosa, no viene mal que alguien disienta.

Película ambientada durante la década de 1930 en Corea del Sur, momento en el cual el país estaba bajo el dominio de los japoneses, la influencia británica resulta también vital en este film. Cuenta con guion del propio director junto a Jung Seo-kyung, basados en la novela Fingersmith (2002) de la escritora galesa Sarah Waters.

Ah-ga-ssi es un largometraje contextualizado en una época donde se enmarca de forma efectiva lo tradicional con los advenimientos tecnológicos, consiguiendo una mezcla muy interesante y que es muy bien representada. La trama resulta ser una fábula de apariencias y engaños, donde el espectador también sufre dichas bajezas, los giros que se entretejen en el argumento generan un vaivén de emociones.

Sook-Hee (Kim Tae-ri) es una criada que ve la posibilidad de salir de su condición gracias al plan del “Conde” Fujiwara (Ha Jung-woo), para eso le consigue trabajo de ser la sirvienta de Hideko (Kim Min-hee), una inocente señorita que carga con una fortuna a sus espaldas.

Este es el simple punto de partida de un film que se irá volviendo cada vez más macabro, oscuro y erótico conforme la propuesta avance, Chan-wook logra manejar los hilos narrativos con una maestría sublime, hace y deshace a su antojo, además de llenar las más dos horas con incontables detalles.

La fotografía a cargo de Chung Chung-hoon engalana la pantalla durante todo el metraje, un trabajo cuidadoso que logra una mezcla perfecta y armoniosa entre tonos oscuros (propios de la propuesta relato), y otros con tonos más vivos y llamativos representantes de la esperanza de las protagonistas.

Ah-ga-ssi termina siendo un trabajo sumamente satisfactorio, dos horas veinte dividida en dos partes (que se podría pensar son tres) que pasan volando, uno de los filmes visualmente más atractivos, que da razones para sorprenderse, reír, intrigarse, llorar, pero sobre todo, para maravillarse.

Vuelve Park Chan Wook. Y es uno de esos directores que alegra con su regreso. Después de su experiencia en Estados Unidos donde realizo la maravillosa Stoker, Park regresa a Corea, país de origen a rodar un filme de una belleza visual bárbara. Entre los puntos altos del film además de la generosidad visual que anticipe (sin duda estamos ante la mejor dirección artística del año), Wook como es costumbre se detiene a construir personajes muy singulares, muy propios del mismo, que van desde lo tierno a lo sádico y excéntrico. Las actuaciones en ese caso son maravillosas. Sobre el guión, hay que decirlo, solo Wook podría hacer que algo así funcione sin que sea ridículo, la elipsis temporal que maneja es bárbara, logrando un montaje final de ensueño; por ahí el tercer capítulo parece ser el más flojo de todos, pero aún así, digno de verse. El filme basado en historias de Sarah Waters, mantienen el erotismo correcto de estos relatos, un retrato elegante de un amor singular. Por lo demás, hay poco que agregar, buenos giros argumentales, engaños y desengaños, avaricia y desamor. The Handmaiden nos lleva por un mundo exquisito de sensaciones, un vistazo original a los lados oscuros de nuestros deseos. Brillante.