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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Thriller. Drama. Romance Corea, década de 1930, durante la colonización japonesa. La resuelta joven Sookee es contratada como criada de una rica mujer japonesa, Hideko, que vive recluida en una gran mansión bajo la influencia de su dominante tío. Pero Sookee está allí con un propósito secreto: ayudar a un estafador que se hace pasar por un conde japonés para seducir a Hideko y heredar después la fortuna de su tío. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La doncella (The Handmaiden)

Es difícil describir el extraño influjo que ha ejercido sobre mí esta inclasificable, oscura y enigmática realización del director surcoreano Park Chan-wook. Se trata de una película turbia, sombría, pero son dos horas y media de apasionante cine, 140 minutos inolvidables sumergidos en una atmósfera densa y brumosa, como cuando el mal presagio de un ave negra sobrevuela en círculos sobre tu cabeza en una interminable pesadilla. No es un guion al uso o al menos no está construido con base en la estructura más o menos formal a la que nos tienen acostumbrados.
Difuminada entre una incesante y tupida cortina de lluvia, la siniestra y exótica mansión, mezcla arquitectónica del lúgubre gótico inglés y el contrastado estilo de formas rectilíneas, sencillas y apacibles de las viviendas japonesas, será el escenario donde transcurra gran parte de la historia que nos cuenta Chan-woo. En él nos encerrará para intimidarnos e infundirnos dudas y desconcierto.
Si hace tres años ustedes tuvieron la oportunidad de ver aquella transgresora cinta francesa que fue "La vida de Adèle", comprobarán aquí, en una magistral actuación sublimada por estas dos bellísimas actrices, que tanto Kim Tae-Ri en su papel de Sookee, doncella de la misteriosa Hikedo, interpretada por Ki Min-hee, tampoco se andan por las ramas ni pecan de mojigatas a la hora de mostrarse en todo su descarnado esplendor. Ambas protagonizan algunas de las escenas lésbicas más excitantes y cautivadoras -sin atravesar jamás la línea roja que separa el erotismo de la pornografía- que yo recuerde. Sin embargo existe cierta belleza, sensibilidad y delicadeza, casi poética me atrevería a decir, en el tratamiento de tan concupiscente relación originada en el amor y el deseo pero también en la complicidad que implica romper con sus respectivas cadenas en busca de la libertad y así, de paso, consumar fríamente la más dulce y cruel de las venganzas.
Hay dolor, ambición, traición, mezquindad, egoísmo, violencia, sadismo y grandes dosis de perversa e inconcebible maldad en esta demoledora película. El guion ha sido, astuta e inteligentemente, dividido en tres partes. Cada uno de los relatos desmonta el anterior, como en un juego de espejos en el que nada es lo que parece. Y así es como Chan-woo, dueño absoluto de un endiablado dominio narrativo, mueve los hilos a su antojo para hacernos danzar como grotescas marionetas al son de su magnético poder.
Y yo recomendaría, muy encarecidamente, que aquellas almas de santuario permanentemete recogidas en el sagrario de su beatífica existencia se abstuvieran, por muy duro que les resulte, de la tentación de acudir a ver esta cinta no vaya a ser, pues el mundo es un pañuelo, se tropiecen en la sala de proyección con algún feligrés de su propia comunidad, sobre todo si tan desdichada circunstancia se produjera antes de comenzar la función.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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