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Campanadas a medianoche

Drama. Comedia. Bélico Inglaterra, Guerra de los Cien Años (ss. XIV y XV). Enrique IV, primer monarca de la dinastía de los Lancaster, en 1399 le arrebata el trono a su primo Ricardo II. Adaptación de varias obras de Shakespeare: "Enrique IV", "Enrique V", "Las alegres comadres de Windsor" y "Ricardo II". (FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
4 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Campanadas a medianoche de Orson Welles es un drama basado en la edad media y en algunas obras de Shakespeare que mezcla aquí el director hábilmente. Dirigida con un ritmo enérgico y con un estilo que adapta con mucho oficio algunas novelas del genio inglés, es una obra profunda y con detalles jocosos, logrando hacer bien todo lo que se propone dentro de un lenguaje lírico y antiguo para transportarte a una obra de teatro con cámaras que te acercan al protagonista de un modo personal y subjetivo del director, concluyendo un notable film que deja buenas sensaciones fílmicas tras su visionado para los seguidores del género y de Orson Welles.
La fotografía en blanco y negro es sugestiva al lugar al estar repleta de detalles que te transportan, logrando una labor confortante a ratos y cautivadora para dejar claro la mano magistral y estéticamente cuidada de su director. La música es dulce en sus melodías evocadoras por un lado y alentadoras y rítmicas por otro, estimulando e incluso inquietando al público cuando la acción aparece en un apropiado acompañamiento musical. Los planos y movimientos de cámara consuman una soberbia labor técnica a través del uso de los subjetivos, primeros y primerísimos planos, generales, cámara en mano, seguimiento, avanti, retroceso e informales para añadir dramatismo y desconcierto al film pero con mucha elegancia.
Las actuaciones son deslumbrantes y genuinas. Como protagonistas Orson Welles está auténtico y lúcido en un gran papel como es habitual en él, siendo remarcables los acompañamientos de Keith Baxter, John Gielgud, Jeanne Moreau, Margaret Rutherford, Marina Vlady y Fernando Rey entre otros. La dirección artística emplea para estos unos vestuarios y caracterizaciones sugerentes a la época y personajes en una detallada tarea que te transportan in situ junto con los decorados y los exteriores.
El guion, escrito por el director y basado en obras de William Shakespeare y el libro de Raphael Holinshed, tiene momentos jocosos dentro del drama que es y es muy indicada para el cinéfilo clásico exigente que le gusten las obras adaptadas de Shakespeare, aunque no mantiene el alto listón todo el rato y permite que el espectador se relaje y pierda algo de interés, peri finaliza una notable obra del director que desde luego y en líneas generales gusta y no decepciona. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off explicativa y directa, siendo el resto clásico e incluso antiguo en un educado y lírico lenguaje.
Concluyendo, la considero una obra notable en la filmografía del director y una de varias que toma como base a Shakespeare, tallando una película que eso sí, no mantiene el alto nivel todo el rato y en ocasiones deja al espectador que se relaje y deje de prestar algo de atención, pero en líneas generales es una obra muy completa y clásica para satisfacer a los cinéfilos más exigentes. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que vuelven a Campanadas de medianoche, en un film profundo y digno de visión para los seguidores del director y de las obras de Shakespeare.
Elcinederamon
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31 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Orson Welles encontrase en Shakespeare un filón en el que explotar toda su expresividad puede entrar dentro de lo normal. Lo verdaderamente grande es que Welles desarrolla la obra shakesperiana, la monumentaliza, y hace un tratamiento artístico y temático que la eleva a la intemporalidad. A partir de diferentes obras del dramaturgo inglés, y utilizando como excusa argumental las disputas medievales por el trono de Inglaterra, Welles hace una reflexión sobre la naturaleza del hombre, a través de un personaje humano hasta el exceso: Falstaff. El resto de personajes (por cierto, con un elenco artístico entregado a la causa) son un mero pretexto para representar arquetipos del carácter: ambición, duda, crueldad, lujuria, sentido del deber, amistad… Frente a todo ello, Falstaff es un alma libertina, excesiva, tan odiosa como entrañable. “Campanadas a medianoche” también plantea el sometimiento del hombre moderno a los convencionalismos sociales, y en este sentido es especialmente moderna.

Pero sobre todo, la película impresiona por el cuidado estudio de la luz y de los espacios, Welles sitúa la corte nada menos que en la basílica de Cardona, que sirve de escenario para grandes ceremonias, para audiencias privadas, y hasta para ubicar el lecho real. El director hace un nuevo alarde de dominio de la profundidad de campo, de modo que la creación de diferentes ambientes se consigue, más que con la localización o la ambientación del escenario mismo, con juegos de iluminación. Ello resalta la teatralidad de algunas escenas, aunque “Campanadas a medianoche” sea una obra esencialmente cinematográfica. Todo un gustazo de expresionismo.

Es cierto que la película baja en los episodios en exteriores, y que algunos secundarios habrían podido merecer un mayor desarrollo. Al final, lo que menos importa es quién haya de ser el Rey de Inglaterra. El espectador queda apabullado, sacudido, ante la monumentalidad y fuerza de la última escena y la anécdota de un personaje insignificante y despreciable como es Falstaff. El bueno de Falstaff.
rober
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27 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como indico en el título, acaba la película, y siento que no es la más redonda, probablemente no la mejor, incluso no la mejor de Welles, sin embargo.
Son tantas las genialidades del director, que el sabor con el que me quedo, es aquel de una degustación a largo plazo, que, como vino añejo, se va depositando en la memoria.
Mucho se ha hablado de la secuencia de la batalla, según algunos, de las mejores del cine, si no la mejor, también del estupendo final, la sonrisa de Welles, ante la seriedad de su pupilo ya rey, que le regaña, recrimina e incluso castiga, y luego, el abandono y la soledad del personaje que desaparece, con las murallas como fondo. Pero es que hay muchos más planos, secuencias, memorables, aquella en la cama con Jeanne Moreau, la secuencia de la muerte no muerte de Gielgud, etc. A mí, una que personalmente me gusta y me impacta es la de la danza y celebración en la posada, filmar y montar ese baile, es una auténtica maestría.
Cualquiera que sepa algo de cine, nada más acabar el film, se pregunta sobre la preparación, planificación del mismo y la modernidad. En la secuencia de la batalla, Welles filmo planos largos de duración, que luego monto, en una sucesión de planos cortos, pensar esto, hoy más habitual, demuestra lo innovador que era.
Te enteras también de la dificultad del director para poder rodar con algunos actores que tan solo disponían de pocos días para trabajar en el film, y de nuevo...
Es famosa aquella frase del "Tercer Hombre", incluida en el guion por Welles de: "En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco".
Claramente, el repudio de la industria de cine, de Hollywood hacia Welles y en concreto hacia este Welles de ya avanzada edad, hizo que la imaginación y la creatividad del director brillara de manera excelsa.
Welles dijo que uno de los directores que más le inspiraron fue John Ford y, en concreto, la Dilegencia... La luz, los movimientos de cámara, y sobre todo el tratamiento de los personajes, da a entender que es así. Algo sorprendente de Campanadas a Medianoche, es que todos los actores, incluso los no profesionales, están estupendamente, la cámara les quiere, pero no como estrellas, si no como seres humanos, la capacidad para humanizar los personajes que salen en el film, tanto para bien como para mal, es magnífica, si acaso, la actuación de Gielgud, algo exagerada y teatral. Pero, la obra no deja de ser una versión del teatro shakesperiano, y fiel a sus textos, los diálogos no dejan de ser diálogos de teatro, aun así, la actuación de todos, siendo teatral, es a la vez cinematográfica.
Acabo hablando de la comparación que se ha hecho del Falstaff recreado por Welles con Sancho Panza. La localización, la taberna, los personajes que acompañan a Falstaff, son tan cervantinos como shakesperianos, al fin y al cabo, Shakespeare admiraba a Cervantes, (de ahí el Cardemio del británico), relación que, Welles, como gran amante del Quijote que era (su frustado proyecto cinemátografico), explota en la película.
Andarrio
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18 de diciembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno no tiene más remedio que preguntarse como habría sido la obra cinematográfica de "el gordo de Wisconsin" (guiño a "el buscavidas") si no hubiera estado siempre falto de recursos. O quizás precisamente por eso el desmedido talento se le agudizó aún más si cabe para solventar de forma generalmente magistral los problemas. Muchas de las obras de Welles son imperfectas, inacabadas, esta lo es, y sin embargo lo que nos queda roza la perfección, cuando no, la alcanza.

El maridaje entre Shakespeare y Welles ya sea en teatro o cine siempre fue fiel y fructífero por mucho que los críticos del momento rechazaran la versión teatral en Broadway de este popurrí del bardo inmortal ("Five Kings" / 1939) y el posterior intento de repetir la jugada en Irlanda en el 60, que supuso su última actuación en las tablas. Cabezón como era decidió llevar el proyecto a la pantalla y cual Falstaff, cuya identificación con Welles da para mucha tinta, engañó al productor español Emiliano Piedra prometiendole "La isla del tesoro" para poder rodar la que en boca de Welles es su mejor película. A falta de la versión de la oba de Stevenson, Welles acabó por regalarle a Piedra y al cine español (Welles adoraba España) un verdadero tesoro fílmico, aunque tardara unos años en ser descubierto y valorado internacionalmente. Cuando Welles se fundió el presupuesto antes de tiempo tuvo que ser el productor de las películas de Bond, Harry Saltzman quien con pasta fresca suiza vino al rescate.

A mi juicio no andaban muy descaminados los del British Film Institute cuando en el 2002 nombraron a Orson el mejor director de la historia del cine. La edición que hace de la batalla de Shrewsbury rodada en la Casa de Campo de Madrid con solo 150 extras es un modelo de montaje insuperable.

Afirmó el director que "Campanadas..." iba sobre la amistad. Es innegable que se constituye como una elegía anticipada del propio Welles en la figura de Falstaff a él mismo y su obra. La amistad condicionada parece ser una metáfora de la que Welles inició con el propio Hollywood después de su "Ciudadano Kane", un Hollywood que acabó por darle de lado.

El ritmo trepidante en muchas de las escenas siempre mirando de reojo a las tablas del escenario se atempera con un Sir John Gielgud haciendo lo que mejor sabía hacer que era recitar a Shakespeare. Es una pena no verla en versión original. El resto del elenco aprovecha sus momentos notablemente y Welles se fusiona con Falstaff, desnudando su alma, de forma tan inconmensurable y excesiva como su barriga. A propósito del doblaje en español, muchas de las brillantes e ingeniosas replicas del pícaro Falstaff me hacen imaginármelo como un Groucho Marx medieval, descarado, verborreico, siempre con la palabra afilada en defensa de sus vicios y defectos.

Problemas con la edición de sonido y una fotografía notable completan una obra única e irrepetible de un director único e irrepetible.

cineziete  
ELZIETE
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6 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un inconmensurable Orson Welles en el papel del orondo y desmedido Falstaff (libertino amante del buen vino y de las bellas mujeres), protagoniza esta excelente adaptación de varias obras teatrales de Shakespeare sobre monarcas ingleses, fundamentalmente Enrique IV.

Rodada en España, se trata de una tragicomedia medieval de tono apesadumbrado que, además de la apabullante presencia de Welles, cuenta con un fenomenal elenco de intérpretes (entre ellos el español Fernando Rey), destacando sobremanera John Gielgud y Keith Baxter.

La disparidad de ambientes y psicologías en la que se mueven los distintos personajes es otro de los grandes alicientes de esta sobresaliente película en la que Welles aborda temas como la amistad, la traición, el desengaño o la decadencia.

Las escenas de batalla son absolutamente memorables, tremendamente realistas, estéticamente espectaculares, y rezuman una modernidad y una expresividad abrumadoras.

El genio desbordante de Welles vuelve a parir otra deslumbrante joya envuelta en lirismo, melancolía...un título poseedor del consabido poder visual y de la acostumbrada exuberancia en textos de un autor incomparable en la composición de planos, en la construcción de escenas, en los movimientos de cámara, en el uso de las luces y las sombras...siempre en pos de la consecución de una adecuada atmósfera y de la creación de imágenes de una profunda trascendencia emocional.
BartonKeyes
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