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España España · Barcelona
Voto de rober:
8
Drama. Comedia. Bélico Inglaterra, Guerra de los Cien Años (ss. XIV y XV). Enrique IV, primer monarca de la dinastía de los Lancaster, en 1399 le arrebata el trono a su primo Ricardo II. Adaptación de varias obras de Shakespeare: "Enrique IV", "Enrique V", "Las alegres comadres de Windsor" y "Ricardo II". (FILMAFFINITY)
31 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Orson Welles encontrase en Shakespeare un filón en el que explotar toda su expresividad puede entrar dentro de lo normal. Lo verdaderamente grande es que Welles desarrolla la obra shakesperiana, la monumentaliza, y hace un tratamiento artístico y temático que la eleva a la intemporalidad. A partir de diferentes obras del dramaturgo inglés, y utilizando como excusa argumental las disputas medievales por el trono de Inglaterra, Welles hace una reflexión sobre la naturaleza del hombre, a través de un personaje humano hasta el exceso: Falstaff. El resto de personajes (por cierto, con un elenco artístico entregado a la causa) son un mero pretexto para representar arquetipos del carácter: ambición, duda, crueldad, lujuria, sentido del deber, amistad… Frente a todo ello, Falstaff es un alma libertina, excesiva, tan odiosa como entrañable. “Campanadas a medianoche” también plantea el sometimiento del hombre moderno a los convencionalismos sociales, y en este sentido es especialmente moderna.

Pero sobre todo, la película impresiona por el cuidado estudio de la luz y de los espacios, Welles sitúa la corte nada menos que en la basílica de Cardona, que sirve de escenario para grandes ceremonias, para audiencias privadas, y hasta para ubicar el lecho real. El director hace un nuevo alarde de dominio de la profundidad de campo, de modo que la creación de diferentes ambientes se consigue, más que con la localización o la ambientación del escenario mismo, con juegos de iluminación. Ello resalta la teatralidad de algunas escenas, aunque “Campanadas a medianoche” sea una obra esencialmente cinematográfica. Todo un gustazo de expresionismo.

Es cierto que la película baja en los episodios en exteriores, y que algunos secundarios habrían podido merecer un mayor desarrollo. Al final, lo que menos importa es quién haya de ser el Rey de Inglaterra. El espectador queda apabullado, sacudido, ante la monumentalidad y fuerza de la última escena y la anécdota de un personaje insignificante y despreciable como es Falstaff. El bueno de Falstaff.
rober
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