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Al final de la escapada

Drama. Romance Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart. Tras robar un coche en Marsella para ir a París, mata fortuitamente a un motorista de la policía. Sin remordimiento alguno por lo que acaba de hacer, prosigue el viaje. En París, tras robar dinero a una amiga, busca a Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, que aspira a ser escritora y vende el New York Herald Tribune por los Campos ... [+]
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
2 de abril de 2010
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli o te captura o dejas que la papelera la capture a ella.

No soy un especialista en cine, no sé hacer una lista con todos los fallos de raccord existentes, pero sí sé reconocerlos, almenos la mayoría, al verlos. Esta película es posible que no se entienda (en el sentido de: "vale, ¿y qué?") al principio, o incluso al verla por primera vez. Dádle más oportunidades. No está hecha para simplemente ser vista, no hay que ser simplemente el típico espectador pasivo, hay que ser espectadores activos para poder apreciarla como lo que es. Y eso, aún como idea teórica, ya es interesante.

Godard, a mi entender, hace un producto con el que nos hace pensar. Y no por la trama, nos hace pensar por la ruptura artística que supone. Es cuando tomas conciencia de ello cuando (almenos a mí me ha pasado) empiezas a esbozar sonrisas en tu cara. Es cuando compruebas que no hay límites. Vaya! Tanto ver películas, y cada vez tan perfeccionadas, tan creíbles, tan verosímiles, tan MRI... y me había olvidado que ¡ESTO ERA CINE!, era "mentira", re-creación... arte. Y te fascina el "uy, esas gafas no estaban ahi", o la escena del ascensor, la de bajar la falda... o las conversaciones con saltos del eje (corregidme si no he usado la expresión bien), o una escena de conversación de cama hombre-mujer (que típico parece, ¿no?) de casi media hora! Como si fuese a tiempo real... y va y no aburre. No se parece a ninguna otra escena postcoital que haya visto en la gran pantalla (ni fuera de ella, todo sea dicho).

Entran a un local y desde abajo alguien nos mira. ¿Hay un segundo piso? No. Una cámara rodando.

Y ese jazz de fondo, y esa carilla de ella, y ese "chico martini" que, como ya se ha dicho, poco tiene que envidiarle al rebelde sin causa que cómodamente sale hijo bastardo de la bastarda pero lujosa América (la misma función que, musicalmente, hoy en día tiene el Reggaeton)

No soy gran conocedor de André Bazin y el Cahiers du Cinema, pero si es verdad que lo que eran teorias intelectualoides auténticamente es lo que se plasma en Al final de al escapada... Si la Nouvelle Vague es esto... hoy me declaro un ferviente (tal vez trasnochado) fan.
Andreu Fabregat Bernal
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7 de abril de 2013
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, tantas ganas tenía de ver la película, y tantas de que me gustase, a juzgar por las soberbias críticas que había leído acerca de ella, que... bueno, que no comprendo dónde narices se encuentra su supuesto rupturismo, su modernidad y su excelencia.
No es la primera vez que me doy un trompazo con los clásicos del cine francés. No sé si es que no lo entiendo, o es que no encuentro empatía alguna, o simplemente es que los galos hacen un tipo de cine que sólo entienden ellos. Pero no, no conecto. Igual me sucedió con la extraña "El año pasado en Marienbad", tan alabada por críticos y cinéfilos que casi parecía un pecado capital el no haberla visto. Pues bien, lo hice y... joder, menudo bodrio. Ininteligible, esnobista y forzada. Ojalá hubiese empleado esas dos horas en un film de Howard Hawks o de Otto Preminger. No sigo porque este no es el lugar, ahora toca "Al final de la escapada", pero la sensación, al final, es la misma.
Planos que no vienen a cuento metidos con calzador, escenas larguííííísimas que John Ford podría haber resuelto en cuatro planos de medio minuto (esa escena en la cama del hotel es aburrida hasta el hastío), un guión que parece haberse escrito dos minutos antes del rodaje y que denota una falta de plafinicación absoluta, diálogos vacíos y sin chispa,... en fin, un soberano coñazo.
No obstante, no todo es tan negativo. La fotografía es excelente, la música con acordes de jazz moderno casa perfectamente con la escenas de un París bellísimamente retratado en blanco y negro, y los protagonistas dominan los planos con una seguridad pasmosa (la Seberg preciosa, por cierto). Y poco más.
Para quienes babeen con la nouvelle vague porque les han contado que fue un movimiento trascendental para el cine, les diré que vean mucho, mucho cine antes de cometer un error. Fritz Lang rompió muchos más moldes con "M", "Metropolis" o "Deseos humanos" que Truffaut, Goddard, Rohmer o Chabrol juntos. Parece que existe un acuerdo tácito entre la crítica gafapasta para defenestrar a todos quienes no comulgamos con los films pseudointelectuales de tres al cuarto del movimiento. Pues vale, quizá peque de ignorante y de superfluo, pero no deseo entrar en comparaciones odiosas. Sólo decir que me parecen infinitamente superiores a los "nuevos vagos" autores del calibre de los arriba citados, o nombres como Billy Wilder, Robert Aldrich o Preston Sturges. Porque el guión es el elemento fundamental de un buen film; sin un guión sólido no hay película que valga. Y éstos, de eso sabían un rato......
Quizá sea buen cine, pero no es para mí.
dillinger69
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9 de noviembre de 2014
18 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues ala, otra castaña cinematográfica, pero esta vez francesa. Me lo debía a mi misma. Tenía que a ver a Godard, era imprescindible, era necesario para mi supervivencia en el Séptimo Arte. Debo darle las gracias públicamente a mi hermano por haber traído la película y por haberme empujado a verla.... Esta te la guardo.

Jean-Paul Belmondo presume de labios y Jean Seberg de cabecita rubia en esta inclasificable película sobre un criminal y una estudiante (o lo que sea) que se enzarzan en una relación romántica en París. Lo primero que debo decir sobre «Al final de la escapada» es que Belmondo es feo de narices. Esto no tendría por qué resaltarlo, que a mi no me gusta criticar a nadie, si no fuera porque el señor va de galán irresistible. Personalmente no le he encontrado ningún glamour y ni mucho menos me ha seducido con ese tic chulesco y risible de tocarse la bocaza cada dos por tres. Pero, ¿a qué viene esa ridiculez?

El caso es que el tal Michel deja claro desde el principio lo impresentable que es, del mismo modo que la película evidencia desde el minuto uno que estamos ante un trabajo estúpido e inaguantable. Así de improviso, ante la escena del asesinato, se me ocurrió llamarle a este estilo «cine collage», justo por esa sensación de cortar y pegar secuencias, ritmos y planos. Haciendo las cosas así, normal que la película salga como ha salido: como una empanada mental cuyo mayor fundamento no son criterios cinematográficos sino ideas socioculturales que gustan y dan caché por su componente revolucionario. De hecho, creo que el personaje principal es ella y no él, porque es ella, a la que se le acusa siempre de cobarde y quien quiere estudiar en la Sorbona, símbolo inequívoco de su espíritu conservador; es ella, repito, quien debe liberarse de sus miedos morales y evolucionar hacia la completa libertad e independencia, actitud que claramente representa Michel. Luego que no la llamen «asquerosa».

Este discursito, que no comparto, me trae sin cuidado a la hora de valorar una película y en todo caso me despierta rechazo, más que nada porque los resultados que alumbra son pésimos, por muy nouvelle que sean. Diálogos bochornosos y antinaturales, personajes que hasta ellos mismos reconocen que son tontos, lo que no discutiremos; un vago recreo sexual sin ninguna pasión, una retrato psicopático del ser humano con razonamientos disparatados incluidos; una investigación policíaca descabellada (vaya persecución la del policía a Patricia, sin comentarios) y secuencias de risa, también el desenlace. Vamos, la peli no tiene desperdicio.

A mi sí que me hubiera gustado escaparme de verla. Hazlo tú por mi.
Kaori
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18 de septiembre de 2008
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El propósito fundamental de toda película es -supongo- entretener y luego contarnos algo interesante. Al menos es lo que percibo como base de todas o casi todas las películas que he visto, unas 2800 valoradas aquí y otras que no aparecen todavía en nuestra querida filmaffinity.
Dicho esto, esta película por lo visto fue la primera de la tan cacareada ola francesa de los 60 y 70. Y en ellas se quería/pretendía trascender o traspasar barreras no exploradas antes. Sin ser un experto y con poquísimos prejuicios previos -Woody Allen el único, quizás- me he apoltronado para visionar esta Al final de la escapada y... la conclusión es que no hay para tanto.
La historia se cuenta en tres patadas, el dúo protagonista juega a la modernidad? / al nihilismo? durante todo el film, y la fragmentación que habéis criticado tanto en vuestras críticas no es originaria del señor Godard.
Os pregunto una cosa: creéis que dentro de 25 años cuando tipos normales vean las pelis Dogma danesas entenderán algo, o querrán entender algo? Esta pregunta vale para la película en cuestión.
A mi me ha entretenido relativamente, casi a modo de documental parisino y lo que cuenta a fecha de hoy es una nadería naïf que serviría de anécdota en la página 47 del Le Monde.
Feldon
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8 de noviembre de 2014
19 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es uno de los muchos títulos que uno no debería ver para que así de ese modo conservar algo de la aureola mítica que se le atribuye como uno de los hitos del séptimo arte, aunque sea rupturista. Si el cine francés por regla general es bastante malo, si encima va de revolucionario, se convierte en algo horrorosa. Nunca pensé que algo, al menos tenido como serio, podía ser tan cutre como "Al final de la escapada". A su lado, el genuino Ed Wood parece hasta un profesional. De hecho como comedia tiene su gracia. Por ejemplo, la escena final, que supuestamente es cumbre, la he recibido entre carcajadas porque no se puede rodar de forma tan chapuza, desde "toma la pistola", sí, no, ahí te la hecho como si fuera una piedra, hasta las patéticas caras finales de Jean-Paul Belmondo, por más que inspirara al chico del Martini, pasando por los expeditivos agentes de policía.

Ahondar en los múltiples y garrafales fallos de la película, extras mirando a la cámara, errores de raccord brutales, montaje pavoroso a base de elipsis temporales, es tan obvio como en el fondo secundario, porque se alegará que Jean-Luc Godard lo hacía a posta. Así que vamos al meollo de la cuestión. De lo que aquí se trata es de romper con el lenguaje cinematográfico convencional, tenido por caduco y rancio en pos de otro revolucionario, en general. No en vano las conexiones de la "Nouvelle vague" con el comunismo son evidentes, así como las de Godard con el marxismo y el maoísmo, en el que acabó militando. Así en la técnica como en los protagonistas, amorales, pedantes, del mayo del 68 y modernos, rompe moldes pero al cambiar el orden de las palabras, el discurso pierde el significado. Lo que queda es una bobada y unos personajes imbéciles del todo.
Reaccionario
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