Haz click aquí para copiar la URL

Al final de la escapada

Drama. Romance Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart. Tras robar un coche en Marsella para ir a París, mata fortuitamente a un motorista de la policía. Sin remordimiento alguno por lo que acaba de hacer, prosigue el viaje. En París, tras robar dinero a una amiga, busca a Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, que aspira a ser escritora y vende el New York Herald Tribune por los Campos ... [+]
<< 1 9 10 11 20 28 >>
Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
17 de octubre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El escenario fue la Francia de De Gaulle, salpicada por el conflicto argelino, donde el existencialismo de Sartre coexistía con las canciones de Johnny Halliday. El ambiente del cine club en el Barrio Latino atravesado por el bulevard Saint Germain, fue la mejor aula para huir del academicismo de postguerra. Este es el origen de la nueva ola francesa, que unos cuantos jóvenes cineastas entre los que se encontraba Jean-Luc Godard, casi todos críticos de cine en la revista “Cahiers du cinemá”, quisieron cambiar el mundo con una nueva filosofía, porque para ellos el cine era la vida.

“Escribir ya es hacer cine”, afirmaba Godard en el mismo tono vehemente que se desprende de las páginas de la revista, púlpito de las teorías de André Bazin que sus pupilos abrazaron religiosamente. “A bout de souffle” es el tipo de film en el que todo está permitido, su tono rupturista e innovador con el que fue ideado, supuso un punto de inflexión en la historia del cine. Godard recoge la herencia del cine clásico norteamericano, más concretamente la serie B del cine negro, para moldearla a su gusto y abrir la brecha necesaria por la que se cuele una nueva manera de concebir un nuevo lenguaje.

La película nos habla de Patricia Franchini (una preciosa Jean Seberg), que como periodista asiste a la rueda de prensa de un intelectual excéntrico (Jean-Pierre Melville, otro fan del cine americano) que establece curiosos discursos sobre la existencia, pero también nos muestra los movimientos de Michel Poiccard, un gánster de poca monta que se hace llamar Laszlo Kovacs (estupendo Jean-Paul Belmondo), nihilista y amoral, perseguido por la policía mientras el busca sexo con su amiga Patricia Franchini, aunque ella tiene otras prioridades en las que no entra el indecente Michel.

La voluntad de filmar la calle para reflejar la espontaneidad pegada al terreno que ya habían experimentado los neorrealistas. Godard va un paso más allá, en mi opinión. En su intención de adaptar el cine americano, el director juega con las estructuras narrativas codificadas para darles la vuelta como a un calcetín. Con este film se inicia un lenguaje cinematográfico fracturado, sincopado, plagado de intertextualidades y citas sin fin. En este sentido Godard es un postmoderno del cine, lo cual no le exime de tener alguna película obsoleta y execrable. No hay respeto mayor hacia la herencia de los clásicos que vivificarlos mediante las nuevas propuestas. Cuando yo estuve en París, como cinéfilo soñador, me hubiera gustado encontrarme a la maravillosa Jean Seberg anunciando el “New York Herald Tribune” por los Campos Elíseos, como lo hacía en el film.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
13 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la respuesta de como conseguir hacer una obra que logre mezclar a la perfección dos tópicos del cine como lo son: un conflicto amoroso y un thriller policial, estos son los ejes primordiales en que se mueve este trabajo. El protagonista es Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) un hombre que se dirige a París desde Marsella, durante el trayecto mata a sangre fría a un policía, por lo que pronto comenzará a ser buscado por la ley.

En París se reencuentra con Patricia (Jean Seberg), una joven estadounidense que conoció poco tiempo atrás que anhela ser escritora. Ella es el enganche amoroso convertida en una femme fatale. El metraje va transcurriendo entre el flirteo de ellos y la búsqueda del protagonista por encontrar a un hombre que le debe dinero para poder huir cuando se da cuenta que está siendo perseguido, así de como se las ingenian para no ser encontrados.

À bout de souffle es la Nouvelle vague en estado puro, una historia íntima que explora la situación de su personaje, que más allá de presentar una apariencia del tipo galán que se las pasa de patán, es un individuo que lo que quiere es estar a gusto con la chica, esto sensibiliza su personalidad y modifica el accionar que está teniendo a lo largo del film, hasta el punto de llegar a terribles consecuencias.

Algo que consigue el realizador es que a pesar de que el protagonista se presenta como un pillo, así no más, vemos que es terrible y lamentable en varios tramos, es que logra que congeniemos con el tipo, mostrando paralelamente su lado más humano, cuestión que refuerza totalmente sobre los minutos finales y lo que desea hacer puesto que simplemente está agotado de todo, de una lucha que no dio sus frutos.

Además de esto está la formalización del film, el como es presentado, mediante cortes bruscos, la utilización de la cámara en mano, la improvisación que se antoja recurrente, la naturalidad de los escenarios, la utilización musical que remarca emociones y el ritmo que maneja. Un movimiento artesanal de parte de lo franceses que le da un respiro a la forma de hacer cine y a la sencillez que puede tener para acarrear consigo una evolución.

El guion que construye Godard, basado en un argumento de François Truffaut, funciona a la perfección, es conciso en lo que desea mostrar, no explora mayor cosa en el pasado de sus personajes protagonistas, aunque si menciona un par de cosas, se enfoca más en dar una perspectiva futura de lo que desean hacer. No hay necesidad de ahondar más, el universo que crea el realizador durante estos 90 minutos funciona a la perfección.

No se puede terminar esta crítica sin destacar la dirección de Godard, más allá de haber ganado esta categoría en la 10° edición del Festival de Berlín en 1960, el realizador se luce con un sinfín de ángulos y movimientos de cámara que enriquecen el relato, y a su vez enfocan lo que desea presentar, los gestos de los personajes, su accionar en una escena, enfatizar lo que quiere, siendo lo más rescatable de esto, la sencillez con que transmite esto.
10P24H
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de marzo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Al final de la escapada” nos cuenta como un gangster, tras matar a un policía durante su viaje a París, prosigue sin remordimiento alguno. Una vez allí, se encuentra con Patricia, una joven americana que sueña con convertirse en escritora. A su vez, esta chica representa lo diferentes que son las mentalidades europea y americana, confrontándose así la libertad sexual del viejo continente y el puritanismo estadounidense.

Esta obra de Godar marca un antes y un después en la historia del cine francés, puesto que jugó un papel fundamental en el movimiento de la Nouvelle Vague. Así encontramos múltiples planos secuencia y panorámicas, que aportan una gran monotonía a la película y facilitan el montaje. Me gustaría destacar también la importancia del diálogo y las elipsis narrativas, que son constantes a lo largo de todo el largometraje y que omiten espacios de tiempo muy pequeños.

No es una película que me haya enganchado en cuanto a su trama, pero considero que cualquier amante del cine debería verla por todo lo que representa para el séptimo arte.
Carmen Rouco
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9 de abril de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
À bout de soufflé es una película francesa de 1960, en blanco y negro, dirigida por Jean-Luc Godard y con Jean-Paul Belmondo, Jean Seberg, Daniel Boulanger y Jean-Pierre Melville en los papeles principales.
Pertenece a la Nouvelle Vague, un movimiento cinematográfico francés que respondía a la necesidad de un pequeño grupo de intelectuales por romper con las tendencias clasicistas, también cabe destacar en este movimiento a Orson Welles.
Me han gustado los planos, cada cuál más innovador y también el numeroso diálogo presente.Esta película ofrece un retrato precioso de Paris con el juego de las farolas y también el amor en todas sus manifestaciones.Pero si hay algo que llama la atención a nivel formal es el montaje. La primera versión de la película era tan larga que el director tuvo que recortar minutos. Puestos a hacerlo, quiso ser creativo y cargó las secuencias de elipsis, cortes abruptos creando un producto nuevo, diferente a todo lo visto. . Para mi lo que peor está es el guión,aunque tiene frases bastante buenas.
Natalia Pardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4 de octubre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para bien o para mal esta es una película clave en la historia del cine. El argumento es completamente secundario y no importa que no tenga fuerza o que no esté sino sucintamente desarrollado. Michel, interpretado por Jean Paul Belmondo, es un ladronzuelo de coches, un gigoló imitador de Bogart, un aprovechado, un caradura, un asesino que trata de huir de la policía sin separarse de Patricia, una estudiante americana con ambiciones de periodista y escritora, diosa hecha carne en la turbadora e icónica presencia de Jean Seberg. El verdadero interés de la cinta parte de las grandes novedades y de la originalidad que aporta, no sólo por la textura de la misma, su permanente aire de improvisación o la inusitada frescura de los diálogos -“¿Por qué no llevas sujetador?- sino por la ruptura con la estructura narrativa más habitual, excluyendo deliberadamente el plano-contraplano, utilizando encuadres inhabituales, por el predominio de la cámara en mano, el rodaje en exteriores con una fotografía un poco sobrexpuesta o el ritmo endiablado, con saltos en el montaje para ganar en viveza, por no hablar de las apelaciones de Belmondo al espectador, todo ello rodado con enorme distanciamiento emocional, como si de una gran farsa con mueca final –ustedes ya lo entenderán- se tratase, con homenajes incluidos, léase, por ejemplo, el brevísimo personaje del escritor Parvulescu interpretado por el director Jean Pierre Melville. Por supuesto, muchas de estas cosas ya existían en el cine pero el desparpajo con el que las introduce y combina Godard es verdaderamente admirable. Hoy en día, la película no nos hace tanto efecto y nos parece a veces un mero ejercicio de gramática cinematográfica deslumbrante y algo soberbia. Pese a ello, pese a que pueda verse hoy con un ojo más arqueológico que admirativo sigue siendo una extraordinaria película, parte destacada de la historia del cine, aunque hoy nos atraiga, mucho más que su parla técnica, aquellos momentos de verdadero cine, como todas las escenas que muestran la intimidad entre Belmondo y Seberg, embadurnados de “amour fou” -“dormir es triste porque estamos solos”- que son con mucho lo mejor de la película, con esos maravillosos primeros planos –Dreyer,Dreyer, siempre Dreyer- y esos diálogos entre tontorrones e inocentes, pero llenos de vida y extraña poesía.
Gould
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 28 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow