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El loco del pelo rojo

Drama Biopic del famoso pintor impresionista Vincent Van Gogh, que retrata su atormentada vida a partir de su obra, que no es más que un reflejo de la ansiedad, la sensación de fracaso y la soledad que lo llevaron, finalmente, a la locura. (FILMAFFINITY)
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra literaria puede analizarse con palabras. Es decir, el instrumento de análisis es equivalente a la materia que trata. En el caso de la pintura, las emociones y reflexiones que nos mueven son distintas. Hemos de cambiar al código para expresar con palabras lo que nos ha generado la pintura. Por ello, cuando un medio como el cine afronta el reto de una película como "El loco del pelo rojo", hay que valorar su audacia en todo momento.

El excelente director Vincente Minnelli recoge un material de primera, la adaptación de Norman Corwin de la novela de Irving Stone. La composición y la fotografía son una obra de arte en este film, el cual logra llevarnos al atormentado universo de Van Gogh. Kirk Douglas le da vida en un ejercicio actoral de primera. Mucho se ha elogiado algún momento de gran tensión y desgarramiento, pero en mi humilde opinión lo que le eleva es la contención que sabe mostrar en los momentos necesarios, con esa carga sobre los hombros que lleva el pintor.

Cinta con una expresión visceral, en ningún momento se hace pesada. Narra los sucesos decisivos del personaje sin ningún pudor. En el tramo medio llega un refuerzo de lujo, ese camaleón llamado Anthony Quinn (interpretando a Paul Gauguin). Ver a dos actores como Douglas y Quinn reflejando el proceso de crear pintando al aire libre es un verdadero lujo para cualquier persona amante del séptimo arte.

No es solamente un biopic emotivo, Minnelli penetra en el alma de Van Gogh con una piedad y falta de pudor infinita, explicándonos como en la mejor clase de Historia del Arte por qué fue tan importante para la posteridad y lo poco que le sirvió en vida ese hecho.

Un film absolutamente imprescindible en cualquier videoteca.
El Libanés
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24 de julio de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film sobre la vida del pintor Vincent Van Gogh empieza desde la corrección, para poco a poco ir tomando vuelo, y acabar plasmando con incomparable emoción y acierto esa relación final con la locura y el arte que tuvo el pintor.

Hay un afán de fidelidad al espíritu del pintor, de veracidad mostrando sus cuadros, rodando en paisajes reales, mostrándonos ese viento que azota sus obras, y deambulando con acierto por esa fina línea que separa genialidad y locura, todo son aciertos y hallazgos en esta película.

Consideración especial merece Kirk Douglas, según él mismo reconoció, es la única vez que se sintió invadido por el espíritu del personaje que estaba interpretando, nunca se metió tanto en un personaje, y se nota, por su intensidad, emoción y técnica interpretativa, sin duda una de sus cumbres interpretativas, a la que Anthony Quinn da una réplica incontestable con unos excelentes duelos interpretativos.

Un film excelente, todo un clásico, y creo que una forma certera de acercarse a la vida y al espíritu de Van Gogh.
zymu
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7 de octubre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
167/06(09/09/16) Notable y vibrante biopic dirigido por Vincente Minnelli sobre la vida del holandés pintor Vincent van Gogh, tributo a uno de los mayores artistas de la pintura, basado en la novela homónima (en su título original) de 1934 de Irving Stone (autor también de otro biopic sobre un aclamado artista, “El tormento y el éxtasis” sobre Miguel Angel y su obra de la Capilla Sixtina) y adaptada por Norman Corwin, ello con incisivos tintes poéticos, melancólicos, ayudado en una puesta en escena pasional apoyada en una fotografía fulgurante y alusiva a las diferentes etapas del pintor, asistido todo esto por un goteo constante de los epicúreos cuadros del genial impresionista, cuando no recreando con lujo la recreación in situ (en los mimos lugares que se gestaron). Es la introspección de un personaje convulso, ardiente, electrizante, irradiando una naturaleza humana amalgama de sentimientos multipolares, de la alegría vitalista, pasando por la ira y desembocando en la angustia existencial del vacío terrenal, mostrando a un protagonista que convivía con el sufrimiento y con la esperanza, en una lucha interna que se reflejaba en su obra pictórica, un hombre absorbido por la enfermedad mental y por su amor a la pintura. El guión se basa en las cartas que el pintor escribió a su hermano y mentor a lo largo de los años, cartas que muestran su temperamento pasional y su carácter enfermizo y neurótico, un estudio de personalidad que intenta auscultar el origen de las musas en el arte, de cómo puede llegar la inspiración y converger en el proceso creativo de una obra. Plagado de diálogos de gran sentido dramático, navegando por lo poético, con duelos actorales de latente tensión. Las interpretaciones rayan a una tremenda altura, destacando la que probablemente es la mejor de su dilatada carrera, la de un Titánico Kirk Douglas, que se transmuta en él pintor, tanto físicamente como espiritualmente, asimismo Anthony Quinn en su poco metraje en pantalla arrolla con su fuerte temperamento, tanto que ganó el Oscar (de secundario) por su actuación como amigo de Van Gogh, Paul Gauguin. Fue nominada a cuatro Oscar: Actor, guión de Norman Corwin, arte color decoración dirección-set para Cedric Gibbons, Hans Peters, y Preston Ames; Edwin B. Willis y F. Keogh Gleason, y el susodicho actor Anthony Quinn, el único que ganó.

Minnelli muestra a un Van Goch cubierto de un halo trágico de romanticismo del perdedor, complejo, hastiado, violento, irascible, colérico, inconformista, que llega a abrazar la pintura con la misma devoción que lo hace con su fe religiosa, buscando la perfección del color cual búsqueda del sentido de la vida, un asocial desarraigado en su tiempo, no parece a gusto entre la burguesía, estando en sintonía con la naturaleza, el campo, el cielo, el sol, el viento, la sencillez de lo cotidiano, y las clases bajas trabajadoras, tipo de emociones desatadas en todo, que en su delicada fragilidad anímica solo parece en paz y armonía absoluta cuando se encuentra pintando. Hombre con ansias de amar y sobre todo de ser amado, teniendo que convivir a causa de su complicado carácter en soledad mucho tiempo, esto le hacía caer en la agonía vital, y es que su alambicada personalidad chocaba con la hipocresía, la mediocridad, la mezquindad, las falsas apariencias impostadas de la época, esto le hacía caer en la frustración. Esto lo refleja con mordacidad manifiesta el realizador, con gran pulso narrativo, un drama punzante que te deja huella, sabiendo con inteligencia conjugar para el espectador el genio talentoso del artista con su gradual viaje a la locura. Una conmovedora obra que detalla con emoción y sensibilidad (que no sensiblería) la vida de un incomprendido en vida, lo hace impregnando los fotogramas de melancolía, de tristeza, y sobre todo de pesimismo, quedando un relato sombría y desesperanzador, donde sobresale la batalla interna de un efervescente pintor único. Minnelli expone a un tipo alejado de la tópica figura del bohemio, aunque llega a vivir en París entre artistas (Renoir, Pissarro, Monet, Degás, Gauguin...), donde conocerá el impresionismo y comenzará su odisea por captar la luz perfecta, pero no se siente a gusto en la urbe, su lugar parece estar en lo rural, entre campos agrícolas, entre trabajadores.

Cinta estructurada en las cuatro fases artísticas de Van Goch, en lo que es también su travesía vital: Su etapa de dibujos en blanco y negro en el distrito minero del Boringe, donde la evangelización del ministro cristiano Vincent chocará primero con la apatía de los obreros, y luego con la demagogia del alto clero; Los dibujos y pinturas de mano de obra rural en La Haya holandesa; Los paisajes impresionistas de París; Y los retratos y pinturas de la naturaleza en la Provenza gala (Sur de Francia). En este conclusivo tramo subyace la idea de que Vincent podría ser un homosexual viviendo en un mundo atávico, y que podría su desestabilización mental estar (por lo menos en parte) apoyado en su sentimiento gay de estar preso en el armario, esto se trasluce con la turbadora relación que se establece entre él y Gauguin, tanto que se dice que el holandés se cortó la oreja por que el pintor parisino le abandonó (blanco y en botella).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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26 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lust for Life (El Loco del Pelo Rojo, 1956) es un biopic sobre una de las figuras artísticas más importantes de finales de siglo XIX, Vincent Van Gogh. A pesar de ello, el pintor no era reconocido en su época …ni tampoco en el momento en que Vincent Minnelli rodó el filme. En los años cincuenta, el desconocimiento del público general sobre el pintor era aún bastante notable (y su fama no llegaría a ser tan popular hasta la década de los ochenta y noventa). La película adaptó la novela de de Irving Stone, y fue producida por la MGM. El formato fue el Cinemascope, que después de ver el filme se convierte en imprescindible para afrontar una película de semejantes características.

Nos encontramos pues ante un Biopic, aunque no del todo convencional. Normal, teniendo en cuenta que Minnelli tampoco es un director más del sistema Hollywoodiense. El director rueda con pasión, tanta como si estuviera aún rodando alguno de los musicales que lo hicieron célebre, como es el caso de An American in Paris (Un americano en París, 1951). Como veremos más adelante, la película ayudó a contribuir al mito del artista romántico, tomando a Van Gogh como uno de los máximos referentes en este sentido.

La película nos hace un repaso de la trayectoria del pintor, desde sus orígenes profesionales (comenzando como misionero en una pequeña localidad dedicada a la minería) hasta su trágico fallecimiento. La película combina la vida real, con discursos sobre la pintura y la vida (muchos inspirados por las Cartas a Theo, que son una fuente literaria imprescindible para la película) e imágenes de la propia obra de Van Gogh (que se colocan de manera cronológica). La película se centra por tanto en muchos frentes, aunque el principal es el desarrollo del drama personal de Van Gogh, y la función de la pintura en él.

El conflicto humano es el que sale a relucir con la película de Minnelli. Van Gogh aparece retratado como el genio contemporáneo por antonomasia, que se rebela contra el lugar preestablecido que se le ha asignado en la sociedad. Minnelli aplica una pátina romántica que cubre completamente el personaje. Perfectamente, la película podría titularse Van Gogh contra el mundo. Lo cierto es que para elaborar esta visión el cineasta cae en muchos momentos en la brocha gorda, elaborando una visión reduccionista del personaje (por ejemplo, para demostrar su escaso éxito el filme trata de compararlo con los pintores que promocionaba su hermano, cuando en realidad Theo fue un marchante de no demasiado potencial económico). Una visión de pintor primitivo (irascible y violento), que además se liga bastante con el contexto cultural de la América de los años cincuenta, con el grupo denominado como “Action Painting” y los pintores como Jackson Pollock o Wilhem Kooning (pintores con una personalidad ciertamente fuerte y controvertida).

Minnelli intentó ser lo más perfeccionista posible en términos formales, y eso se nota claramente en la película. Las intenciones del director de ajustarse a un discurso verosímil lo llevaron a rodar en diversas zonas de la propia Bélgica, además de contar con la ayuda de Cedric Gibbons[1] quien reconstruiría muchas de las pinturas del artista, así como el vestuario y edificios. Como en Rembrandt (Rembrandt, 1936) de Alexander Korda, la película nos reconstruye cinematográficamente algunos de los propios cuadros del pintor, que toman vida por sí mismos en el filme. Así por ejemplo, la secuencia del Café de Noche, tienen la intención de recrear los supuestos momentos en los que debía de sentirse el pintor cuando pintó la escena, colocándole en medio de la acción.

Kirk Douglas como un inflamado Van Gogh. El actor, uno de los más grandes de Hollywood, cumple perfectamente el rol que le otorga Minnelli, mientras que el guión (siguiendo parte de la realidad histórica) añade un personaje real que cumple la misión de complementar al principal. Me refiero, claro está, A Paul Gaugin, que interpreta ni más ni menos que Anthony Quinn. A pesar de que la película sólo se centra en la relación de los dos personajes en un momento del filme (hacia la mitad) si es cierto que existe una dicotomía importante entre los dos pintores, que Minnelli se encarga de retratar.

[1] WALKER, John Albert, Art and artists on Screens, Ed. Institute of Artology, Manchester 2010

https://neokunst.wordpress.com/2015/02/26/el-loco-del-pelo-rojo-1956/
Kyrios
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11 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he pensado que todos los artistas de todas indoles o disciplinas están de una o otra forma locos y no es un estigma si no mas bien una forma de ver al artista como lo que es, alguien quien sacrifica todo por la pasión que le tiene a hacer lo que mas disfruta pero contradictoriamente también a sufrir al mismo tiempo por eso.

Aquí es donde nos encontramos con Van Gogh, uno de los mas grandes pintores y apasionados que ha tenido la humanidad pero a su vez con una trágica y final vida con una relación muy pero muy fuerte y distorsionada con la sociedad y su visión de ver y hacer arte. Incluso dentro del mismo circulo artístico Van Gogh sufre por estar en un periodo de transición artístico donde el arte se aprecia mas por lo realista y metódico que por lo expresivo y sublime de las sensaciones de la apreciación y la creación misma. La forma de crear algo con una visión fresca y renovada en experimentar algo nuevo, tanto en lo estético y técnico como en lo sustancioso de lo expresivo de un mensaje artístico.

Quizás al tocar todos estos temas del arte , la sociedad, la pobreza del artista y lo poéticamente abrupto de la situación de Van Gogh de ser inmortalizado por su arte después de haber muerto y sufrido en vida una serie de depresiones, crisis existenciales y creativas es algo de admirar y que no sorprende que toque lo mas profundo de mi ser.

En general la película esta muy bien caracterizada con diálogos profundos y con mensajes que dan un enfoque claro y preciso a las ideas que intenta transmitir. Esto nos hace interesarnos por Van Gogh, sufrir con él y demás cosas de una manera muy universal sin necesidad de ser pintores y esto es sinónimo de que algo esta bien logrado. Otro punto bastante interesante es ir viendo la evolución de las relaciones de Van Gogh complementándose con su entorno y su personalidad y como esta va deteriorándose todo con ese tono de obra costumbrista y parecida sacada de una novela que tanto me encanta.

La película cuenta con colaboraciones de museos para brindarnos imágenes de las verdaderas pinturas de Van Gogh sin necesidad de mirar replicas, salvo en las ocasiones en que las hay en la puesta en escena como apoyo para la personificación del escenario .

Una obra tanto biográfica como audiovisual que vale la pena ver y conocer para cualquiera con un interés en la apreciación artística general o más específicamente de uno de los mas grandes pintores que han existido.
Peteham
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