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El loco del pelo rojo

Drama Biopic del famoso pintor impresionista Vincent Van Gogh, que retrata su atormentada vida a partir de su obra, que no es más que un reflejo de la ansiedad, la sensación de fracaso y la soledad que lo llevaron, finalmente, a la locura. (FILMAFFINITY)
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
2 de febrero de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante adaptación de la vida del, probablemente, artista más paradigmático (entendiendo tal concepto por perdedor en vida y genio reconocido tras la muerte) de los últimos doscientos años: Theo Van Gogh.
Película llena de fuerza y sobriedad, así como de considerables virtudes: la utilización que hace Minnelli de los interiores sirve para acrecentar la creación del angustioso mundo del pintor; la fotografía es magnífica, tan pictórica e íntegra como cualquier obra de Van Gogh; el enfrentamiento de dos actores de la personalidad y garra de Douglas (Van Gogh) y Quinn (Gauguin: un Oscar para él) resulta brillantísimo, fiero, entregado, soberbio.
"El loco del pelo rojo" capta y transmite a la perfección la angustiosa y perpetua fiebre del artista por crear, del hombre, de la persona siempre sola, siempre pintando, siempre soñando, siempre ilusionadamente triste. Siempre olvidado y abandonado en vida; nunca abandonado desde que resulta rentable tras su muerte. Paradojas.
kafka
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23 de abril de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta paradójico que el pintor que vivió una vida tan desgraciada, que malvivió gracias a la caridad de su hermano, aquel que sólo vendió un cuadro por 400 francos (El viñedo rojo) en su miserable vida, sea ahora idolatrado y las mejores pinacotecas del mundo se disputen sus cuadros valorados en millones de euros, ¡Qué cruel y caprichoso es el destino! Cuando murió Van Gogh, su hermano Theo organizó una ceremonia de homenaje al artista incomprendido, el pintor Emile Bernard, con quien Van Gogh mantuvo una larga correspondencia y amistad, contaba los detalles del entierro: “En las paredes de la sala en la que el cadáver estaba expuesto, se colgaron sus últimas obras formando como una aureola que manifestaba el estallido del genio. Sobre el ataúd una sencilla sábana blanca con muchas flores, los girasoles que tanto amaba, las dalias amarillas, flores amarillas por todas partes. Era su color favorito, como se sabe, símbolo de la luz que él soñaba en los corazones y en sus lienzos. Muy cerca estaba su caballete, su paleta y sus pinceles”.

Parece lógico que la Metro encargara este digno “biopic” a Vincent Minnelli, mago del color y maestro del melodrama. Si hay una metáfora que atrape la verdad de Minnelli es la del alquimista: la pasión del cineasta en convertir el barro en oro que en muchas ocasiones consiguió. En efecto, la patética vida de Van Gogh (encarnada magistralmente por Kirk Douglas) y sus conflictivas relaciones con Paul Gaoguin (un admirable Anthony Quinn), cuya zona adulta narra Minnelli en este pasional film, oscila entre lo terrible y lo delicado, entre lo mugriento y lo sublime, y la primorosa caligrafía del cineasta se adhiere a las curvas del camino sobre el que discurre invirtiendo curiosamente esas opciones.

Lo duro, lo trágico, lo terrible de Van Gogh, aquella su búsqueda de Dios a través de una loca fiebre por el color absoluto, es mostrado por el cineasta en toda su grandeza mediante el carácter violento y apasionado de su vida y obra, bajo la cegadora luz sureña de la Provenza en Arlés. Aunque en mi opinión, lo mejor se encuentra en la primera parte del film donde Vincent busca sentido a su vida como misionero en una pobre región minera belga, sus problemas con la hipocresía del clero, su iniciación a la pintura como expresión humana, su cohabitación con una pobre prostituta. Y su visita a París, donde descubrirá el color de los pintores impresionistas, Renoir, Pissarro, Monet, Degás, quedando subyugado por la técnica artística.

Su temperamento indomable, su falta de entendimiento con su padre y su cariño profundo por su benefactor, su hermano Theo, gracias a las famosas cartas que éste guardó celosamente ahora podemos conocer lo que pensaba y sentía en su interior el infortunado holandés demente y de pelo rojo, que vivió su corta y dolorosa vida en las postrimerías del siglo XIX. Un film emotivo que alcanza una apasionante altura y conduce a un delicado ejercicio de luminosidad, pues el cineasta (gran amante de la pintura) observa los abismos del pintor desde un deslumbrador dominio del melodrama.
Antonio Morales
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5 de noviembre de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipnótica, no puede definirse de otro modo la interpretación llevada a cabo en este film por Kirk Douglas.
Su puesta en escena del personaje de Vincent Van Gogh es sublime. Un personaje muy espiritual en su comienzo (quería ser sacerdote y ayudar a los más necesitados) y que poco a poco y debido a su necesidad de cariño, amor y aprobación por parte de los demás, los cuáles ante su irascibilidad le dejan de lado y le abandonan, excepción hecha de su hermano Theo, el único que le acompañó en sus avatares hasta su lecho de muerte.
Pintor desgraciado y maldito en vida, grande y glorioso años después.
Lo mejor del film es, sin duda, el duelo interpretativo entre Douglas y Quinn (Van Gogh y Gauguin), pone los pelos de punta en algunas escenas las visceralidad de sus interpretaciones.
Douglas está impresionante, tanto que yo estoy seguro de que Van Gogh era así.
Gran película.
FIFIRICHI
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5 de noviembre de 2008
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegar a descifrar el origen de la inspiración artística es una de las cuestiones más peliagudas en el análisis de todo proceso creativo. Escapa incluso al autor mismo, quien conoce las intimidades de la gestación de su obra pero no las confunde con su esencia. Siente que algo de lo que hace no le pertenece y que sólo puede ser custodio de ello.

Hablo en especial de la aportación de Anthony Quinn a esta cinta. Bien podría haberse hundido en lecturas de la biografía de Gauguin, empapado de la esencia de sus cuadros con tahitianas, o haber ensayado hasta la extenuación –ante el espejo, en el reducto de su imaginación- cada uno de los gestos que deberá interpretar que lo que acaba manifestándose en su actuación es una suplantación, la interferencia de los ecos de Almotásim –personaje desconocido y perseguido del cuento ‘Acercamiento a Almotásim’, cuyos rasgos se reflejan en los hombres que va encontrando en su búsqueda.

Una risa suena igual que la de algún mayor de nuestra infancia, la mirada de uno de los parientes de nuestra compañera -en una fotografía tomada durante unas vacaciones- destila la melancolía del retrato de un oficial de la Wehrmacht. En los ocho minutos en los que aparece en pantalla vislumbro a aquellos desconocidos que inspiraron al mejicano. Más decisivo aún es que, en esta suerte de juego de espejos cuyo resultado final se da en pantalla, tenga la sensación de estar ante un momento de verdad –ver al pintor francés a través de otros-, ante la revelación del mundo como caja de resonancias.

Aunque indescifrable y absurdo se nos antoja el sentido de nuestro paso por el mundo, como una nota que suena lejanísima aunque reconocible, el simple esfuerzo de tratar de concebirlo hace plausible que alguien, algún día, llegue siquiera a tocarla.

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“Tampoco olvidaré el soliloquio “Rosencrantz habla con el Ángel”, en el que un prestamista londinense del siglo XVI vanamente trata, al morir, de vindicar sus culpas, sin sospechar que la secreta justificación de su vida es haber inspirado a uno de sus clientes (que lo ha visto una sola vez y a quien no recuerda) el carácter de Shylock.”

“Deutsches Requiem”, Borges.

“Si he sido duro es porque tenía que serlo. No era tanto el mal que inflingía como el bien que podía suscitar: la atenuación de toda urgencia para los más desesperados, la atemperación de los impulsos más codiciosos. […]
No insistas, no recuerdo al muchacho del que me hablas, para mí eran todos iguales. Cuando me venían a ver con sus rostros blanquecinos y venosos marcados por la culebra de la inquietud, me aferraba con fuerza al bastón. Cada vez que lo rompía, subía los intereses. […]
¡Y me llamaron avaro! ¡Un mundo menos tumultuoso es lo que se ha conseguido gracias a mí!”

“Rosencrantz habla con el Ángel”, David Jerusalem.
Gort
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16 de octubre de 2007
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Biografía del famoso pintor Van Gogh, que trabajó duramente, sufrió toda clase de privaciones y terminó volviéndose loco, pero fue aclamado después de muerto como uno de los grandes genios de la pintura. El acertado uso del color y la intervención de Kirk Douglas como Van Gogh (caracterizado con el pelo rojo, barba y rasgos macilentos) contribuyeron al éxito de este acertado retrato de los sufrimientos y angustias del pintor.
Txiqui
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