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España España · Marte
Críticas de Gort
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Críticas 32
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
30 de diciembre de 2012
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Las manos no son verdaderas ni reales.»

El marinero. Drama estático en un cuadro, Fernando Pessoa


Del poco cine que he visto recuerdo varias secuencias donde las manos parecían otra cosa que manos:

-Por ejemplo, en Le trou (1960), una escena en la que un funcionario revisa y trincha maquinalmente la comida que le envían a uno de los presos. En realidad podría verse la película entera como una película de manos. Manos periciosas manejando mil y una herramientas, hablando y comunicándose entre ellas en un idioma privado e inalcanzable.

-También recuerdo las manos como arañas de Pickpocket (1959), película de un Bresson mucho más depurado y consciente de su tarea. Allí las manos son indispensables para la película de Bresson, configuran -como veremos más adelante- un espacio puramente cinematográfico.

En todos estos casos es importante resaltar, para poder darle alguna viabilidad a la sentencia pessoana que abre este escrito y no despacharla como mera literatura, que aquello por lo que el cine necesita de las manos, la irrealidad de éstas, no radica en las manos, de la misma manera que el valor de un lingote de oro no depende de nada que esté en él.
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Gort
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5 centímetros por segundo
Japón2007
6,8
8.236
Animación
8
9 de septiembre de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya en una cinta anterior Makoto Shinkai trataba la cuestión del lugar de lo posible, o dicho con la expresión de Javier Marías, “del tiempo de lo que no tiene tiempo”, pero en esa otra película se partía de una premisa de ciencia-ficción, y el lugar del que hablamos estaba representado por una lejana e inmensa torre. La obsesión sigue siendo la misma en la cinta que nos ocupa, pero en este caso se evita darle presencia a esa lejanía irreducible. Es un signo de maduración cinematográfica.

¿Qué es lo que la diferencia de muchas otras cintas similares de amores juveniles? Para evitar que un espectador más maduro acabe tachándola de historia de amores imposibles y platónicos propongo verla como una película que no es una historia de amor. En la parte que sigue abajo detallo una serie de puntos que podrían sostener dicha interpretación.
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Gort
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10
7 de marzo de 2010
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente no es casualidad. Al inicio de la película vemos a Jean Kéraudy como Jean Kéraudy y nos dice: “Mi amigo Jacques Becker me ha pedido, ...”, pero se me antoja que no se refiere a esa amistad que es “un asunto privado fundado sobre el afecto que sentimos por las personas que nos gustan” (1).

Lo pienso más que nada por lo siguiente:

Tras ese largo plano fijo en el que Roland Darbant y Manu Borrelli se van turnando para ir arañando primero, y destrozando después, el suelo del rincón de la celda con la pata de la cama, hay un cambio de plano, un movimiento de cámara que envuelve de espaldas a los compañeros recogiendo los restos del terroso cemento. El plano se detiene tomando una cierta distancia de la acción, encuadrándolos. Imposible no recordar en ese momento el controvertido dictamen de Godard –“todo travelling es una cuestión de moral”- que ya desarrollara Rivette a propósito de un movimiento de cámara en “Kapò” (G. Pontecorvo, 1960), y que yo entiendo en el sentido del morar del espectador en la imagen.

Porque éste del que hablamos no es un movimiento espacial, es un movimiento del alma. La cámara en realidad no se mueve, es una ilusión. La secuencia transcurre en la pantalla, se refleja en los ojos del espectador, pero es en el interregno de la Imagen-Emoción que cobra su sentido pleno.

Del hecho que esta adhesión se rubrique cinematográficamente se sigue esta conclusión: agazapado en la negrura de la sala de cine, ilocalizable, casi una ausencia, el espectador no se alinea de forma retrospectiva –estoy contigo por lo que has sido o vivido-, sino que, por ‘Le trou’, por los oscuros corredores del Cine que hacen del tiempo no una línea sino una intrincada espiral, tal encuentro no entiende ni de principio ni fin, la amistad es incesante, perenne.

Eran amigos y no lo sabían (2).
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Gort
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Berlín, sinfonía de una ciudad
Documental
Alemania1927
7,5
1.960
Documental
9
2 de junio de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Extracto del discurso del Dr. Pryapine solicitando la inclusión de “Berlin, Die Sinfonie der Grosstadt” en el Proyecto Morelius:

“Mis conocimientos de la Era Tecnológica son limitadísimos. Ignoro si la electricidad precedió o no a la bomba atómica, si son propias del s. XIX o del XX. Recientes investigaciones, además, nos confirman que existió una ciudad llamada Berlín.
Todo ello carece de interés en el caso que nos ocupa: si me preguntaran me atrevería a afirmar que la cámara nunca estuvo allí, que nadie podría atestiguar dónde y cuándo fueron grabadas las secuencias.
Lo que se nos presenta, en definitiva, es la posibilidad de dar un paso más en nuestro camino hacia la mirada desde ningún lugar.”

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Todos los elementos del legado de W. Ruttman confluyen hacia la creación de un inmenso panóptico:

-La estructura cronológica de la narración, como si asistiéramos al desarrollo de una jornada cualquiera, realza la sensación de ubicuidad, de estar en varios lugares en un mismo momento.

-La estructura de brevísimos planos fijos –con escasos movimientos de cámara- dotan al film de dirección o finalidad, de un vistazo exhaustivo que se va completando.

-El ritmo frenético de sucesión de planos acrecienta el maremágnum, pero la intercalación de planos detalle –un codo acariciado antes de subir al taxi, una mano que ciñe una cintura mientras bailan- rescata momentos o individuos de entre la multitud.

-La escenificación de algunas breves secuencias –una insinuación de flirteo en un cruce de miradas en un aparador, una mujer que se dispone a lanzarse desde un puente- pone coto al ojo de águila y trata de desarrollar una mirada omnipotente capaz de penetrar hasta lo más pequeño.

(Sigue abajo).
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Gort
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7
5 de noviembre de 2008
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegar a descifrar el origen de la inspiración artística es una de las cuestiones más peliagudas en el análisis de todo proceso creativo. Escapa incluso al autor mismo, quien conoce las intimidades de la gestación de su obra pero no las confunde con su esencia. Siente que algo de lo que hace no le pertenece y que sólo puede ser custodio de ello.

Hablo en especial de la aportación de Anthony Quinn a esta cinta. Bien podría haberse hundido en lecturas de la biografía de Gauguin, empapado de la esencia de sus cuadros con tahitianas, o haber ensayado hasta la extenuación –ante el espejo, en el reducto de su imaginación- cada uno de los gestos que deberá interpretar que lo que acaba manifestándose en su actuación es una suplantación, la interferencia de los ecos de Almotásim –personaje desconocido y perseguido del cuento ‘Acercamiento a Almotásim’, cuyos rasgos se reflejan en los hombres que va encontrando en su búsqueda.

Una risa suena igual que la de algún mayor de nuestra infancia, la mirada de uno de los parientes de nuestra compañera -en una fotografía tomada durante unas vacaciones- destila la melancolía del retrato de un oficial de la Wehrmacht. En los ocho minutos en los que aparece en pantalla vislumbro a aquellos desconocidos que inspiraron al mejicano. Más decisivo aún es que, en esta suerte de juego de espejos cuyo resultado final se da en pantalla, tenga la sensación de estar ante un momento de verdad –ver al pintor francés a través de otros-, ante la revelación del mundo como caja de resonancias.

Aunque indescifrable y absurdo se nos antoja el sentido de nuestro paso por el mundo, como una nota que suena lejanísima aunque reconocible, el simple esfuerzo de tratar de concebirlo hace plausible que alguien, algún día, llegue siquiera a tocarla.

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“Tampoco olvidaré el soliloquio “Rosencrantz habla con el Ángel”, en el que un prestamista londinense del siglo XVI vanamente trata, al morir, de vindicar sus culpas, sin sospechar que la secreta justificación de su vida es haber inspirado a uno de sus clientes (que lo ha visto una sola vez y a quien no recuerda) el carácter de Shylock.”

“Deutsches Requiem”, Borges.

“Si he sido duro es porque tenía que serlo. No era tanto el mal que inflingía como el bien que podía suscitar: la atenuación de toda urgencia para los más desesperados, la atemperación de los impulsos más codiciosos. […]
No insistas, no recuerdo al muchacho del que me hablas, para mí eran todos iguales. Cuando me venían a ver con sus rostros blanquecinos y venosos marcados por la culebra de la inquietud, me aferraba con fuerza al bastón. Cada vez que lo rompía, subía los intereses. […]
¡Y me llamaron avaro! ¡Un mundo menos tumultuoso es lo que se ha conseguido gracias a mí!”

“Rosencrantz habla con el Ángel”, David Jerusalem.
Gort
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