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Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!

Comedia Película biográfica con toques de comedia sobre el cineasta y artista Guillaume Gallienne. Se centra sobre todo en la estrecha relación que tenía con su madre. Un recorrido por las emociones, los recuerdos y la familia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
19 de marzo de 2014
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un año en el que el cine francés se ha agenciado otra Palma de Oro, en el que han importado a uno de los mejores cineastas iranís, en el que El desconocido del lago daba su réplica masculina a Adèle y Emma, en el que un veterano maestro como Polanski dio una nueva vuelta de tuerca a su exploración del medio teatral en el medio fílmico, la triunfadora de los mayores premios del cine galo ha sido una relativa tapada que, de alguna manera, recoge un poco de todas las anteriores.

La historia "real" de Guillaume Gallienne gira también sobre la homosexualidad, o más bien, sobre la confusión en la definición de la orientación sexual, lo hace sirviéndose de desdoblamientos, hábilmente autoconscientes, con el espacio teatral, y pivotando semánticamente en todo momento en torno a un conflicto paterno-filial, pero sobre todo, materno-filial, de un modo pocas veces visto, y lo que es más importante, todo ello bajo la permanente estela de la comedia, sin concesiones al melodrama aunque el argumento dé para ello, y de la honestidad de un autorretrato en clave de autoparodia, convirtiendo en material humorístico de primera las filias y las fobias de un autor factótum (dramaturgo, guionista, productor, director y actor por partida doble).

Probablemente sea en ese oportuno desdoblamiento del autor-protagonista en una réplica de sí mismo y en su propia madre donde habría que situar el núcleo significativo, narrativo y compositivo de la película. Porque, aunque parezca obvia la conexión entre la confusión en torno a la identidad sexual y el tan manido complejo de Edipo, esta no se ha prodigado especialmente en la ficción, al menos en clave de comedia. Por el contrario, sí hemos visto ese mismo conflicto de personalidad mil veces ligado a una relación progresivamente hostil y distanciada con la figura clásica del padre, algo que aquí Gallienne sabe dejar acertadamente en un segundo plano.

Ese mismo desdoblamiento se erige asimismo a un pilar narrativo y a la postre humorístico de un relato que hace de la autoconsciencia y las rupturas de la cuarta pared (o las paredes laterales, como se prefiera) su razón de ser y un componente fundamental de su propia comicidad, reforzándose con la propia diégesis de dos personajes (¿o debíamos hacer un personaje dual?) honestamente surrealistas.

En su ópera prima, el realizador se sale hábilmente de los corsés a los que le podría condenar su procedencia teatral y la literalidad del clasicismo académico francés. Demuestra una oportuna inventiva visual, ya sea como suspensión de un momento climácico, ya sea como instrumentales a la par que significativas transiciones entre esas dos dimensiones lingüísticas entre las que se construye este relato cargado de sinceridad pero capaz de arrancar carcajadas en todo momento, donde poco importa lo folclórico y estereotipado de la multiculturalidad retratada (algo bastante obvio en un producto de estas características) cuando hasta en el ultimísimo segundo del metraje tenemos una excelente muestra de ese humor verbal tan eficaz y constructivo.
Skorpio
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30 de abril de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente reescritura de las biografías adolescentes que basa todo su encanto en un personaje irresistible (Guillame), dominado por su madre (a la que pretende copiar en todo) lo que le provoca una notable confusión sexual y de géneros. El hecho que la película esté narrada por el propio Guillame (en un teatro) hace que todo el relato transcurra entre brumas de divertida irrealidad que al final resuelve con quince maravillosos minutos de sobriedad que desmonta los prejuicios del espectador. Ante todo “Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!” es una película magnifica, se mire por donde se mire. Nada que ver con ese tipo de cine francés que solo sabe mirarse el ombligo.

El aprendizaje de Guillaume pasa por La Linea de La Concepción (en una hilarante escena de flamenco propia de Almodovar), pasando por Inglaterra (en la mas pura tradición James Ivory) y acaba en una Francia que combina la tradición mas roñosa con la modernidad mas falsa. Pero lo mejor de todo es que estos homenajes no parecen homenajes sino que se integran en la película de manera sorprendentemente coherente y funcional.

Esta es una película de autor, el propio director (Guillaume Gallienne) es el autor del guión (basado en su propia obra de teatro) y es el magnifico interprete de Guillaume y su madre. Todo un prodigio de talento.

“Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!” es una película que extrañara a muchos, divertirá a unos pocos pero conseguirá emocionar a todos. Es uno de esos extraños momentos en el cine donde el arte y el entretenimiento van de la mano para ofrecernos un ejercicio de reflexion poderoso (en este caso sobre la identidad sexual) que nos enseña que no todo es simple como parece (ni tan siquiera con quienes nos rodean)
El Criticón
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6 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!", Guillaume Gallienne sube al escenario y se lleva a su madre para decir al espectador que hay que vivir sin miedo y confiando en uno mismo. Esa es la realidad -incluso autobiográfica- de este director que, en la primera secuencia, se prepara en el camerino antes de salir a representar su historia ante un patio de butacas abarrotado de público. El clima familiar le ha generado dudas sobre su identidad sexual, y su estancia en un internado francés o sus viajes a la Línea de la Concepción, a Londres o a Baviera no han hecho sino aumentar su confusión y empujarle a componer su propia personalidad... observando la respiración de las mujeres o compartiendo actividades con los hombres. Con humor y sin gravedad, Gallienne cede la palabra a su protagonista para ese viaje físico y emocional, y terminar desmontando tanta inseguridad y tanta tergiversación de la realidad.

Y eso porque la materia profunda de "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!" no es exactamente la heterosexualidad o la homosexualidad, sino más bien la necesidad de encontrar seguridades en la búsqueda de la felicidad. Lo es para una madre posesiva y también para un hijo que la admira tanto como para imitarla, o para un padre y unos bailaores que siguen el orden de las apariencias sin cuestionarse los verdaderos motivos de esa aversión al deporte o de esa sevillana bailada al estilo femenino. La imagen adorada de su madre es tan decisiva que el imaginario de Guillaume la trae en el tiempo y en la distancia, para seguir conduciendo sus pasos y marcándole el sendero. El director también nos la trae con recuerdos del pasado y con apariciones surrealistas que rompen el tono teatral de la puesta en escena, sabiendo moverse con soltura entre bastidores y conectando con el público asistente al teatro y al cine.

Pero lo que se impone en la cinta es el carácter de comedia desenfadada y fresca, y gran parte de la responsabilidad se debe al Guillaume Gallienne actor que, con su cara de circunstancias, provoca pena, compasión y simpatía en un espectador que ve lo injustamente que la vida ha tratado a este joven inocente y de carácter afable. Todo en él es dulzura e ingenuidad, y su rostro expresa la sorpresa del niño y el desconcierto del adolescente... o la frialdad y distancia de la madre, a quien también da vida. Se suceden los gags y las situaciones embarazosas, y también los equívocos y malentendidos, o las puyas lanzadas con ironía y con medida... pues en ningún caso se trata de perder público por un mensaje agresivo. En ese sentido comercial, hay guiños a España, Gran Bretaña y Alemania... desde el tópico, y también un desenlace tan emotivo como serio y cargado de sentido.

Quizá por eso la cinta haya sido un éxito de taquilla en el país vecino -aparte de los cinco premios César recibidos-, muy dado a complacer a todos, a decir que todo vale si uno lo asume desde la libertad... Porque, aunque decíamos que el tema principal no es la homosexualidad, ciertamente el director rompe una lanza a favor de la elección personal de la propia identidad sexual, aunque expuesto casi siempre de manera amable y ligera, con gracia y buen humor -basta ver las representaciones de Sissi-, con una humanidad simpática... que Guillaume y su madre aportan cuando suben a escena, en un ejercicio de narcisismo que lleva al protagonista a hablar continuamente y de sí mismo, a probar todos los platos y decidir cuál es el más sabroso, a destapar los verdaderos móviles de unos y otros al componer un cuadro familiar a su gusto y medida.
La mirada de Ulises
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27 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
(+) El ‘tripas corazón’ personal de Gallienne y su valiente correspondencia artística…
(-) A pesar de todo, no deja de ser un falsete metacinematográfico individual y poco resonante (al menos fuera de Francia, of course)
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Guillaume Gallienne es uno de los intérpretes más peculiares y prestigiosos de Francia y todo un personaje al otro lado de los Pirineos... Miembro de la Cómedie Française (pertenecer a la gran institución teatral francesa es un privilegio concedido a apenas 500 personas desde el siglo XVII), Gallienne se estrena en la gran pantalla con una adaptación de su propia obra teatral homónima en la que se interpretaba a sí mismo (¡y al resto de variopintos personajes que la poblaban!), relatando su particular odisea de autoafirmación sexual… Lejos de que su temática resultara excesivamente personal, excéntrica e incómoda, ‘Guillaume y los Chicos ¡ A la Mesa!’ (‘Les Garçons et Guillaume, À Table’, 2014) se llevó 5 Césars en la última gala gala de los premios galos, incluyendo mejor película y mejor actor… ¿Otro “intocable” fenómeno francés que asalta nuestras carteleras? Ni tanto ni tan poco…de momento…
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En Francia, lejos de las triunfales comedias costumbristas que explotan el eterno conflicto antagónico, sean entre rico discapacitado blanco y fortachón hijo de inmigrantes africanos, sean entre espabilados sureños y mentecatos del norte (la exportación de este modelo concreto sigue haciendo estragos en las salas de nuestro país), habitan otros modos de acercarse al gran público bajo las coordenadas del cine supuestamente cómico… Aún así, cuesta reconocer los motivos por los que una tragicomedia tan rarita como ‘Guillaume y los chicos ¡A la Mesa!’ (‘Les Garçons et Guillaume, à Table’, 2013) ha encandilado al país vecino y, respaldada por una espectacular cosecha de premios, se planta en nuestro país para intentar reventarnos la taquilla…Su creador, Guillaume Gallienne, ha compuesto un desgarrador y patibulario cara a cara con el espectador cinematográfico, rememorando su particular encuentro con el patio de butacas teatral (todo un éxito en París hace unos añitos, premio Molière incluido), en el que desgrana minuciosamente sus propios conflictos íntimos post-adolescentes, nada convencionales, la gran mayoría relacionados con su identidad sexual y un tormentoso y descacharrante desconocimiento del género al que rendir cuentas…Realmente nos encontramos en las Antípodas de las habituales comedias iniciáticas del tipo “pajillero de instituto conoce chica popular” y otros derroteros semejantes…
Gallienne no se corta un pelo a la hora de exponerse y contar una concienzuda serie de anécdotas autobiográficas sobre su confuso despertar sexual y su nada convencional entorno familiar, de manera que el espectador pueda sentirse tan halagado de ser partícipe privilegiado de tan grotesca intimidad como agredido ante semejante visceralidad confesional… Sin escándalos ni manierismos inútiles, el polifacético artista huye de la pornografía emocional –del estilo ‘Arirang’ (2011) de Kim Ki-Duk- para proponer, utilizando el símil del cine para adultos, puro (y lúdico) erotismo de lo autobiográfico, una ensoñación de sí mismo tan repleta de ternura como de cariñosa osadía -salvando las distancias, un poco al estilo de Paco León y su ‘Carmina y Revienta’ (2012)- y cuyo conflictivo punto de inflexión personal acaba sonando a auténtica poesía; un lirismo íntimo, surgido de las entrañas, que fluye entre el melodrama y la comedia más burlona…
Paradójicamente, el dramático traslado del hombre orquesta teatral a la gran pantalla se salda con una más que notable eficacia y el (reducido, menudo, pero altamente satisfactorio) espectáculo cinematográfico merece la pena más allá del portento interpretativo de Gallienne (que también se reserva la interpretación de su madre, en un atrevido y difícil juego de identidades metalingüísticas)… Gallienne confiesa que en su inspiración teatral siempre ha querido reflejar el cine de genios como Woody Allen, Pedro Almodóvar, Ernst Lubitsch o Billy Wilder, por lo que el difícil trago de reelaborar cinematográficamente lo expuesto en las tablas parisinas es menos traumático, se supone…Aún así, representar en celuloide lo ya representado en el teatro es (y siempre será) un complicado conflicto de intereses, en el que el cine se lleva la peor parte; el debutante Gallienne elude esta problemática con inaudita soltura, aunque uno no puede dejar de imaginarse el infinito calado sentimental que es tener al actorazo en cuestión multiplicado en personajes mil, salpicándote en la cara las crueldades y miserias vividas, vestido y pintarrajeado como su propia madre y dudando entre vestidos o corbatas… Por suerte (o por desgracia, como es el caso), hay cosas que el cine jamás podrá trasmitir como lo hacen las bambalinas… Como dijo aquel, nadie es perfecto…
Sabino (Diari Menorca)
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8 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no lo tengo mal entendido, esta película viene de una anterior obra de teatro interpretada también por Gallienne. Realmente la veo más en el escenario que en la pantalla, aunque se debe reconocer que el cine ofrece posibilidades que le van bien a la trama (escenas fugaces, ambientación de lugares, ensoñaciones...). Gran trabajo del protagonista y director y original historia que, si fuera al revés ya habría sido contada mil veces. Me lo pasé bien y reflexioné sobre las falsas apariencias de las que todos nos hemos dejado llevar a veces. Una pega: ¿hasta cuándo los españoles tenermos que salir en las pelis cargados de estereotipos, siempre los mismos, y casi nunca positivos?
lestafier114
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