No llores, vuela

En estos tiempos de materialismo desmesurado y de consumismo sin pausa, presentar una película de sentido espiritual es una apuesta arriesgada. Y también aplaudida desde el punto de vista conceptual, con una puesta en escena desarraigada como sus personajes, fría como el olvido, y de apariencia impersonal. Y lo más complicado es que con estas características, la película consigue atrapar en su primera mitad con una atmósfera embaucadora que no permite que el espectador que se levante y se distraiga de lo que cuenta.

Sin embargo, tras un comienzo esperanzador y prometedor, el argumento de “No llores, vuela” decae con un ritmo que va decayendo según avanza, parece que contagiado por esa última esperanza desesperada que arrastran los personajes. Tanto los secundarios como los principales transportan un pesado peso a sus espaldas, después de que la vida haya sido dura con ellos. Y ante tanta aflicción, una pequeña luz al otro lado del túnel mueve montañas gracias a las más que notables actuaciones de los protagonistas. Conelly y Murphy mantienen un pulso interpretativo en la distancia que los une, debido a un pasado desgarrador repleto de reproches innecesarios. Ambos son la viva imagen de la resignación ante sus circunstancias y son lo mejor de un guión que no mantiene la atención porque quiere ser trascendente y no consigue serlo. También especialmente bien para Laurent, que tiene la capacidad de aumentar el nivel de cualquier proyecto en el que se implique y que aquí sirve como un hilo conductor esencial.

Poco a poco, la atención se dispersa de una película con un cuidado montaje, una cámara que se recrea en las emociones de los personajes y un entorno propicio para la historia que desarrolla, pero que posee un fondo débil que no evoca emociones, quizás en parte porque Llosa quiere fascinar demasiado y peca filmar un producto demasiado etéreo, olvidando mantener el contacto con mundo real. Si, ese que convierte las emociones en algo casi tangible.

Drama de corte independiente con ínfulas de existencialismo humano, que no resulta ser otra cosa que un somnífero más eficiente que los que venden en las farmacias.
Mi admirada Jennifer Connelly, que sale en la portada pero que no tengo claro que sea la protagonista absoluta, pincha en este título, más apropiado para críticos recalcitrantes asistentes a festivales que para el público más comercial.
La película es aburrida en unos niveles tan profundos que la muy puñetera consiguió que diera varias cabezadas en el sofá. Curiosamente, cuando me despertaba, la acción había avanzado tan poco que volvía a pillarle el hilo. Claro que con tantos silencios y escenas de relleno (más bien toda la película parece de relleno, porque pasan bastantes pocas cosas), no es que se preste mucho a centrar toda nuestra atención en la historia.
Este rollazo de halcones, niños enfermos y personajes amargados no consigue transmitir, en mi opinión, las intensas emociones que se supone que viven los que aparecen en ella. Dura poco pero se hace eterna.
¿Qué pinta un curandero en medio de un páramo helado? ¿A cuento de qué tiene un niño un halcón, que es un animal que requiere una fuerte domesticación para ser controlado? ¿Por qué hay dos líneas temporales alternantes si las dos son igual de aburridas?
No tengo ganas de estrujar mi memoria, pero posiblemente sea lo peor que haya hecho Connelly en su filmografía.
No la recomiendo para nada, excepto para coger el sueño.

Una de las películas más aburridas que he tenido el placer de presenciar. Atraído por la interpretación de Cillian Murphy, no podía pasar esta película que me olió mal desde el primer momento teniendo en cuenta que he visto toda su filmografía. A pesar de que me olía que el sopor iba a reinar dentro de mí, lo que pude ver fue mucho más grave de lo que esperaba.

Y es que No Llores, Vuela es una película lenta, aburrida y, sobre todo, con un argumento disparatado impropio de lo que esperas en una película lenta y profunda. A ratos pretenciosa, a otros estúpida. Claudia Llosa se mueve en unas bandas con las que jamás me sentí cómodo, y la deficiente Jennifer Connelly en cuestiones interpretativas tampoco tiene ganas de cambiar esto. Ni siquiera Cillian Murphy, mi reclamo personal, fue capaz de enderezar la película, con una interpretación sosa y que ni siquiera sirve para rellenar filmografías.

Puede que sobre el papel la película sonara interesante, pero la ejecución te dejará más frío que los parajes que visitarás en este peñazo de viaje.

Al fin llega la nueva película de Claudia Llosa, presentada en el Festival de Berlín del año pasado y que se ha visto atrasada en sus estrenos durante varias ocasiones; finalmente, y afortunadamente podemos decir que ya está en nuestras carteleras.

Llosa crea una atmosférica, enigmática e intrigante historia sobre el conflicto entre madre e hijo, un echo del pasado que hará que se distancien y todo parezca irreconciliable. Una estructura narrativa no lineal donde nos encontramos al hijo en la actualidad, ya adulto y casado, y otra en la que seguimos a su madre y la infancia del niño, donde se inicia el conflicto. Este elemento narrativo puede hace que la cinta no sea accesible para todos e incluso puede dejar frío a más de uno.

Una madre que acaba descubriendo ciertas dotes místicas y un hijo refugiado con su halcón (evidente elemento simbólico), su mujer y su pequeño bebé son las dos historias que se unirán cuando una periodista quiera ir al nuevo lugar en el que Connelly aparecerá. Una película discutible en algún elemento espiritual que quiere incluir pero eficaz en su trama madre-hijo.

El magnífico trío protagonista sube el nivel y permite que la película sea de un nivel dramático notable, destacando a la siempre a reivindicar Jennifer Connelly y a un también brillante Cillian Murphy, pocas veces ha estado tan bien en una película.

Una cinta llena de sensibilidad y de momentos de gran magnetismo pero también de cierta irregularidad y con una estructura narrativa arriesgada que no digerirán bien más de un espectador que pase a verla.

Uno tiene la sensación de que la sobrina del premio nobel de literatura, está buscando su propio camino autoral después de abrirse paso en la industria con su premiada opera prima "La teta asustada". En este caso la crítica no ha respondido con el mismo entusiasmo ante un paso más elaborado, de mayor presupuesto y con un reparto internacional, sobre todo Connelly, que raya a gran altura metiéndose en la piel de unos personajes cuyo desarrollo argumental no se corresponde con sus notables interpretaciones. El montaje, el estilo narrativo y la mirada de Claudia Llosa la consolida como una directora con una proyección interesante y merecedora de seguimiento.
La película no acaba ofreciendo todo lo que promete pero consigue mantener el interés salpicada de belleza, poesía y grandes momentos dramáticos.