Yo anduve con un zombie

Pocas veces, en la historia del cine de terror, se ha conseguido tanto con tan pocos medios y tan poco dinero (bueno, también en otra genial película de culto, "El carnaval de las almas" (Carnival of Souls, 1962), de Herk Harvey), lo que hace pensar en que la calidad está no en la importancia que a priori tienen los medios de que van a disponer los que hacen la película (reparto, decorados, guión, banda sonora, etc.) sino en cómo se usan, en el talento, la sensibilidad y la imaginación que movilizan los responsables del film. Y en este caso, con pocos medios y mucho talento, Val Lewton y Jacques Tourneur crean una obra absolutamente genial, que se movía entre las pasiones narradas desde un punto de vista femenino, al estilo de las Hermanas Brontë, y el terror sobrenatural de un filón del cine de terror nacido en los años 30, los zombis; en suma, entre Jane Eyre y el inolvidable Carrefour. Un filón éste, el de los zombis, sumergido en un nivel muy bajo en general, de acuerdo con el hundimiento del cine de terror en el bajo o bajísimo presupuesto a fines de los 30 y en toda la década de los 40.

Lo más sorprendente es que este cruce apasionante entre melodrama y terror está tan bien hecho, que sus limitaciones apenas se notan; la línea melodramática tiene mucha fuerza, y la línea terrorífica, también, aumentada con una visión documental del mundo del vudú que pocas veces se ha visto en el cine de ficción. Por otro lado, es un film de una gran riqueza de sentidos y lecturas: del principio al final hay una lectura o una explicación racionales a los hechos, y, de forma paralela, otra lectura o explicación sobrenaturales, donde con el poder de la mente y del ritual, con la fuerza de sugestión y del terror, en fin, con el vudú, se maneja y se mata a distancia.

Estamos ante un hito de la plasmación de los zombis en el cine, cuando estaban más vinculados a tradiciones antiguas y mágicas, y no eran caníbales, y ante una de las mejores obras de Tourneur y de Lewton. Y ante una de las películas más poéticas, sugerentes y hermosas de la historia del cine. Soy un fanático del cine de muertos vivientes de George A. Romero, y a la vez soy un devoto admirador de este film de Tourneur -que influyó algo en "Nueva York bajo el terror de los zombi" (Zombi 2, 1979), de Lucio Fulci, aunque en este sobrevalorado film de terror italiano no influía sólo el zombi antillano, sino también el falso documental tremendista del subgénero "mondo" a lo Ruggero Deodato- y no veo contradicción alguna en ello. Todos los enfoques posibles son dignos de tener en cuenta, siempre que generen obras de interés.

Clara combinación de terror zombie con bastantes elementos de vudú. Una cinta donde el misterio es lo más destacado ya que se nos motiva a averiguar qué es lo que ha pasado con una joven que aparentemente está loca.
Las locaciones son otro punto fuerte del filme, una isla caribeña con extraños habitantes de color y una casa misteriosa donde algo ha pasado en el pasado. Allí arriba una enfermera bondadosa que empezará a sospechar de que algo tenebroso se oculta detrás de las apariencias de las personas.
La estética del filme está muy cuidada también, oscura fotografía y lóbregos escenarios tanto en ambientes cerrados como en espacios abiertos dentro de la espesura de la vegetación de la isla.
La historia es simple, se oculta un giro narrativo hasta el final pero el mismo no sobresalta en la medida de lo esperado por el espectador cuando llega el momento de develarlo. Allí es donde falla el filme, no tiene un buen remate en el desenlace, la cinta termina dejando la sensación de escasez de originalidad y de improvisación en su final.
También hay que destacar que la película es bien serie B, donde hay muy pocos recursos materiales para rodar, pero se maneja bastante bien el sugerir con lo que se puede sin tanta rimbombancia desde el despliegue.
No es un filme que meta miedo, pero tampoco se le nota el carácter naif que muchas cintas de la época poseen. Es al menos un digno exponente del terror mestizo, donde extrañamente se nos propone fenomenología zombie con magia negra.
Lo dicho, no deslumbra porque no tiene momentos memorables, pero sí es atractiva en su intriga y sugiere bastante gracias a las locaciones fílmicas (esa isla remota del Caribe donde algo oscuro y sórdido se oculta entre tanta vegetación salvaje). Además inquieta desde su folclórica música caribeña que acompaña incesantemente con tambores para generar más tensión en las imágenes.

Suenan persistentes los tambores del vudú desde mi infancia. Cuando vi por primera vez esta película no tendría más de siete años y fue en un cine de verano, rodeado de adultos que, al acabar la cinta, intercambiaban miradas y comentarios tratando de desvelar los misterios de la historia. ¿Qué le sucede a la esposa del dueño de la plantación caribeña? ¿Está enferma? ¿Está loca? ¿Está embrujada? ¿Es una muerta-viviente, una zombi? ¿Y qué pinta la enfermera en la función? ¿Enamorar al marido de la muerta? ¿Tentar al cuñado? ¿Acompañar a la zombi en sus paseos nocturnos? ¿Solamente anduvo con la zombi o también comió con ella? Que nadie se llame a engaño: anduvo, sólo anduvo. Porque los zombis de esta película no comen ni beben, no hablan ni muerden, no son como los zombis de George A. Romero, que también me gustan, pero por otras razones. Los de Romero son carnales y directos, explícitos, activos. No sugieren, practican. Son carne de cañón narrativa, van directos al grano, al destripamiento, a la víscera. La mujer-zombi de Tourneur es vaporosa, tenue, poética. No camina, se desliza. No nos aterroriza, nos inquieta. Y el zombi genuino que también sale en la película, el nativo negro que se desplaza a zancadas, tampoco va más allá de hacerse presente y caminar. Anda con torpeza, pero anda. Dicho en pasado: anduvo con torpeza, pero anduvo.

Con esta película, Tourneur se inventa un género cinematográfico sin continuidad: el romanticismo vudú. No hay otra película como esta. Ingredientes: una geografía exótica, sudor aligerado por la brisa nocturna, persianas de madera, sombras y tambores, misterio y amor loco. Un género que, como todo el mundo sabe, no prosperó. (Se oyen los tambores en la lejanía...)

A lo largo de los años he vuelto al ritual de repetir esta película y todavía no me ha decepcionado. Ofrece un misterio genuino y lo expresa con elegancia y levedad. A lo mejor la ligereza del guión, la ausencia de algunos planos y secuencias o la brevedad del metraje son el resultado de estar filmando una película sin un duro. Alguien habló de la serie B como de una mina en la que abunda la ganga pero donde a veces se puede encontrar una pepita de oro. Así sucede con esta película de título retorcido o, cuanto menos, extraño. ¿Anduvo o no anduvo con un zombi? ¿Comió, durmió, jugó o fumó con un zombi? No, por lo visto anduvo, sólo anduvo. Y lo hizo gracias a la irregularidad de un verbo. ¡Qué cosas tiene la gramática!

Interesante peli la que nos ofrece Tourneur, de esas famosas entregas infravaloradas por Hollywood y que la RKO se encargaba de añadir a sus listas para un público específico.
Al día de hoy, y luego de ver lo que el terror actual nos ofrece, disfruto mucho más de este tipo de pelis.

Porque hay otro manejo de las historias, porque nada es tan evidente como hoy en día, porque las atmósferas pueden más que la sangre o el efectismo barato y porque los guiones están cuidados de forma sobria, aún cuando la temática de la peli bordee el delirio.

Yo anduve... me resulta una cinta más de suspenso que de terror, en principio porque la suspensión del climax, que nunca llega a explotar como en el género del terror, es la raíz de la historia: todo aquello que no se sabe y que tanto la prota como el espectador se encargan de ir armando. En este caso la narración avanza con tintes de policial, con personajes que tiene bastante para ofrecer de sí pero que da la sensación de que podrían haber dado mucho más.

Por momentos el argumento amaga con meterse en la ciencia ficción, pero nunca se dan razones de peso, por lo que la peli sólo se maneja desde lo fantástico. En su contra, puede argumentarse que se sugiere demasiado sin detonar la bomba, como si la peli diera a entender que cuenta con buenas cartas pero sin llegar a demostrarlas jamás.

Peli de culto, Tourneur es uno de esos directores para ver distendidos, y sabiendo que se toma las cosas en serio.

No me gustan las películas de zombies, y cuando me dispongo ver alguna, lo hago para pasar el rato y reírme con sus pésimos efectos o sus ridículas situaciones. Pero en lugar de esto, encontré aquí un producto bien filmado y bastante serio. Ni siquiera parece cine de clase B; nada de hordas de zombies que se abalanzan sobre sus víctimas para comerles el cerebro. Por el contrario, en un ambiente opresivo (sin caer en golpes de efectos ni estridencias), deambulan un par de inofensivos sonámbulos, como si fueran autistas, u otros infelices con algún síndrome incurable. Sus signos vitales funcionan, pero no tienen vida, les han robado sus mentes para siempre. El director Jacques Tourneur, se vale de estos ingredientes para dejarnos flotando en una región de alegoría y tristeza.