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Críticas de Perico Baranda
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de abril de 2013
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se trata solamente de recetar fármacos o de hacer como que te los tomas. El hecho de acudir al psiquiatra, ponerte el cinturón de seguridad, beberte un vodka con limón o trinchar un pimiento rojo son actos cargados de responsabilidad, porque los haces libremente y con cierta intención. Que los demás no conozcan tus intenciones es algo coyuntural que puede dar pie a una narración cinematográfica como ésta, en la que todo resulta sorprendente e imprevisibles. Así de bien lo hacen los actores. Así de bien lo cuentan los guionistas a través de una historia retorcida y perversa, capaz de mantener (y acrecentar) el interés del espectador hasta el final. Si os va el thriller oscuro (y serio) con ribetes de crítica social, ésta es vuestra película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Perico Baranda
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8
16 de enero de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trayectoria vital de un burro, al azar de las circunstancias. Con esta excusa, Bresson retrata la (insufrible) naturaleza humana en contraste con la (sufrida) naturaleza animal. Destaca la manera naturalista y fría de contar los acontecimientos. No hay apenas emoción, sólo hechos, objetos, sonidos, miradas, vacío,... La sintaxis del film es minimalista y tiende a la elipsis más brutal. El estilo, pues, no encaja con las demandas del espectador convencional. Sin embargo, el poso filosófico de la historia es tal que la hace muy recomedable para espíritus inquietos, deseosos de confirmar los más terribles prejuicios sobre lo que somos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Perico Baranda
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8
8 de marzo de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo las críticas ajenas y descubro la sabiduría, el ingenio y la habilidad de mis compañeros de Filmaffinity, así que decido no añadir nada más, salvo un trozo de mi biografía. Vi esta película de bien pequeño, la volví a ver en la juventud ("Mis terrores favoritos") y luego en la madurez. Lo que entonces me pareció cine de aventuras, ciencia ficción y terror, ahora me conmueve vitalmente. A partir de la excusa argumental de un hombre afectado por un proceso de mengua sin fin, la película nos traslada una idea inquietante: nacimos, crecimos y quisimos comernos el mundo, para luego ir tomando conciencia, poco a poco, de las dimensiones del teatro. No nos engañemos, envejecer, morir, disminuyendo progresivamente de tamaño, es el verdadero argumento de la obra, como dejó dicho el poeta. Por eso, cuando ayer la volví a ver, la vi con otros ojos: los de un hombre que mengua y se aproxima al crepúsculo, presto a desaparecer del mundo visible. No ser visto, pero, ¿y ver? ¡Ya veremos lo que pasa!
Perico Baranda
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8
26 de abril de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pude ver la película en su momento, en pantalla grande, y salí extrañamente afectado, como suele sucederme casi siempre con las películas de Terry Gilliam. Ahora, a vueltas con el Imaginario del doctor Parnassus, que repetí fascinado, y con el estómago revuelto todavía por la ferocidad surrealista de Tideland, he decidido recuperar su cine y, gracias al vídeo, volver a ver Doce monos, Brazil o la película que ahora comento. También juega a su favor un libro reciente de Juan Agustín Mancebo Roca (editado por T&B editores) con textos de estudiosos que analizan la obra de Terry Gilliam, un autor que con cada película trata de superar el desafío de la imaginación.
En fin, a lo que vamos. En esta ocasión la película me ha seducido por su belleza y barroquismo formal, pero también porque trata cuestiones centrales de la existencia humana: la vida y la muerte, el progreso y la guerra, la belleza y el amor, la verdad y la mentira, la amistad y la traición... Y, sobre todo porque nos recuerda la necesidad de creer en algo para mantener viva la ilusión hasta la hora final.
Por cierto, parte de la película se rodó en España (en Belchite) y hasta salen algunos actores del país, como ese inquietante doctor muerte que no es otro que el impagable José Linfante.
Perico Baranda
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8
16 de septiembre de 2011
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suenan persistentes los tambores del vudú desde mi infancia. Cuando vi por primera vez esta película no tendría más de siete años y fue en un cine de verano, rodeado de adultos que, al acabar la cinta, intercambiaban miradas y comentarios tratando de desvelar los misterios de la historia. ¿Qué le sucede a la esposa del dueño de la plantación caribeña? ¿Está enferma? ¿Está loca? ¿Está embrujada? ¿Es una muerta-viviente, una zombi? ¿Y qué pinta la enfermera en la función? ¿Enamorar al marido de la muerta? ¿Tentar al cuñado? ¿Acompañar a la zombi en sus paseos nocturnos? ¿Solamente anduvo con la zombi o también comió con ella? Que nadie se llame a engaño: anduvo, sólo anduvo. Porque los zombis de esta película no comen ni beben, no hablan ni muerden, no son como los zombis de George A. Romero, que también me gustan, pero por otras razones. Los de Romero son carnales y directos, explícitos, activos. No sugieren, practican. Son carne de cañón narrativa, van directos al grano, al destripamiento, a la víscera. La mujer-zombi de Tourneur es vaporosa, tenue, poética. No camina, se desliza. No nos aterroriza, nos inquieta. Y el zombi genuino que también sale en la película, el nativo negro que se desplaza a zancadas, tampoco va más allá de hacerse presente y caminar. Anda con torpeza, pero anda. Dicho en pasado: anduvo con torpeza, pero anduvo.

Con esta película, Tourneur se inventa un género cinematográfico sin continuidad: el romanticismo vudú. No hay otra película como esta. Ingredientes: una geografía exótica, sudor aligerado por la brisa nocturna, persianas de madera, sombras y tambores, misterio y amor loco. Un género que, como todo el mundo sabe, no prosperó. (Se oyen los tambores en la lejanía...)

A lo largo de los años he vuelto al ritual de repetir esta película y todavía no me ha decepcionado. Ofrece un misterio genuino y lo expresa con elegancia y levedad. A lo mejor la ligereza del guión, la ausencia de algunos planos y secuencias o la brevedad del metraje son el resultado de estar filmando una película sin un duro. Alguien habló de la serie B como de una mina en la que abunda la ganga pero donde a veces se puede encontrar una pepita de oro. Así sucede con esta película de título retorcido o, cuanto menos, extraño. ¿Anduvo o no anduvo con un zombi? ¿Comió, durmió, jugó o fumó con un zombi? No, por lo visto anduvo, sólo anduvo. Y lo hizo gracias a la irregularidad de un verbo. ¡Qué cosas tiene la gramática!
Perico Baranda
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