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Yo anduve con un zombie

Terror Vudú, zombies y magia negra se combinan en una isla misteriosa en este clásico de terror de serie B dirigido por Jacques Tourneur ("La mujer pantera"). Una producción de Val Lewton para uno de los títulos míticos del género. (FILMAFFINITY)
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
11 de enero de 2009
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
De horrible título al transcribir literalmente su título original al castellano, se trata de una excitante simbiosis de terror exótico (con todo lo referente al antillano mito del vudú y la brujería) con melodrama clásico de sesgo trágico y romántico, a través de una hermosa historia llevada con sutil preciosismo y lirismo por Tourneur, logrando una maravillosa joya de cine breve, artesanal, sintético y memorable, una continuación y progreso estético de su magistral "La mujer pantera", es decir, un film dónde el terror está sugerido, la inquietud es simplista, el misterio poético, la irrealidad ensoñadora. Deliciosa obra maestra.
kafka
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1 de mayo de 2023
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carrefour significa encrucijada, cruce de caminos. En la religión vudú, Maestro-Carrefour es uno de los nombres de Legba, mediador entre los hombres y los dioses –que abre y cierra la barrera entre lo sobrenatural y el mundo humano y protege la entrada de los templos–. Es la divinidad de los caminos y senderos que se cruzan.

La película es especial ya desde el inicio. “Yo anduve con un zombi”, nos dice una voz ‘over’ mientras vemos a dos personas paseando por la playa. Más adelante supondremos que esa imagen es, cronológicamente, la que cierra la historia. Val Lewton, el célebre productor, y Jacques Tourneur nos regalan una de las cumbres del fantástico, manteniendo siempre en el relato una fértil y turbia ambigüedad. Todo parece transcurrir entre el sueño y la vigilia, en algún lugar cifrado entre dos mundos.

Las siniestras palabras que dirige Paul Holland a Betsy Connell en el barco, interpelando (y buscando envenenar) sus pensamientos; la presentación de los personajes utilizando las sillas vacías, a cargo del hermano Wesley Rand; El cuadro ‘La isla de los muertos III’, de Arnold Böcklin, en el dormitorio de la esposa; la canción en la terraza del bar; Jessica y su estampa de estrella de la UFA; la escalera expresionista; el viento y la vegetación; el discurrir nocturno de la fuente; los cañaverales; el llanto con que se saluda el nacimiento; las sombras ‘art déco’; San Sebastián o el mascarón de proa; los tambores; los ojos del gigante Carrefour. Cada detalle –de puesta en escena, de imagen y sonido– está pensado para generar una atmósfera malsana y surreal.

En el minuto 27:50 Tourneur nos ofrece una escena deliciosa. Las persianas venecianas producen un rayado de luz-cebra muy característico, de hermosa fotografía, como un teclado de color en que se alternan blanco y negro. Betsy, la enfermera, se encuentra recostada en el respaldo de una butaca, sentada en uno de sus brazos. Es de noche. Se oyen las notas de un piano (el estudio tercero de Chopin, popularizado con el nombre de ‘Tristeza’). Un contraplano nos muestra a Mr. Holland a través de las persianas. Betsy entra en la habitación en la que está tocando. Sobre su vestido, se dibuja el rayado veneciano. Comprendemos al instante el sentimiento que desborda. Como si las manos de Paul Holland pulsaran las teclas en el alma de Betsy y dentro de ella sonara la suave melodía. Se han enamorado sin remedio, en una esplendorosa sinestesia tropical. Poco después, la famosa escena del acantilado, con las olas rompiendo alrededor de Betsy, de perfil.

El rito final, en montaje alterno, es uno de los grandes hallazgos de la cinta. Observen la posición de las flechas en el último plano, entre la lluvia. ¿Brujería? ¿Fallo de la ‘script’? O simple y llanamente: cine.
Servadac
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29 de enero de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante obra de Jacques Tourneur, alguien que es capaz de invertir todo el esfuerzo en que los espectadores mantengamos una tensión extraña producida por la más rara atmósfera y conseguir el objetivo de sacar adelante una película con lo mínimo. Hoy sería inviable, una película de terror, es más, de zombies, sin efectos especiales, sin una acción trepidante al estilo Will Smith, y sin embargo, con lo que hace, como lo hace, aporta más incertidumbre y angustia de la que esperaba. No hay sustos, no hay persecuciones y aún así consigue atrapar. ¿Da miedo?, exactamente no, es más bien desasosiego, es curiosidad por ver lo que sucederá en la siguiente escena, es admiración por saber que lo que tenemos delante es producto de una manera de trabajar que ahí queda, atrás en el tiempo, es saber que ya no se hacen cosas así. Poco más de sesenta minutos que pasan como un rayo, pero queda algo, más que otras grandes producciones del actual siglo, la intranquilidad y desdicha de los colonos, las rarezas de los nativos... y todo tan razonablemente puesto, y de la mejor manera.
Luisito
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23 de abril de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo una hipnótica atmósfera sensual, misteriosa y ambiguamente perturbadora, se sacrifica la estricta construcción dramática del guion a favor de un lirismo más cercano a la poesía, adquiriendo todo ello un cariz de gran plasticidad que oscila entre lo idílico, lo melancólico y lo escalofriante. El hábil manejo de las sombras y las medias luces a base de claroscuros, en planos fijos y en cámara rápida, confieren al filme esa atmósfera inquietante y subrayan el hecho de que nada es lo que parece.

Ciertamente, los espacios parecen estar situados en unas coordenadas espacio-temporales indeterminadas, entre la vigilia y el sueño. El espectador tiene así la sensación de que el espacio posee vida propia, como si unas fuerzas paranormales lo animaran y se tratase de un sitio fantasmagórico. La fuerza lírica de los largos pasajes silentes, la música o los escenarios es lo que hace tan fascinante a esta película altamente espectral y vaporosa, de gran magnetismo e imaginación, en la que se hace patente la primitiva creencia caribeña del vudú.
Isidoro Feria
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23 de noviembre de 2010
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran dirección de Jacques Tourneur consigue tapar el pésimo guión, sin sentido alguno y que no lleva a ningún lado, y consigue una película más que correcta grácias, entre otras cosas, a la escasa duración de la película.

Tourneur consigue con pocos medios crear una atmósfera inquietante y se inventa un par de escenas memorables como son la primera aparición de Jéssica o el inquietante viaje hacia el poblado. Aparte de eso, poco más. Tourneur hace lo que puede con lo que tiene, consiguiendo incluso puestas en escena más que notables. Un vestuario correcto y una puesta en escena cuidada, con unos correctos planos ayudan a meterse dentro de la película.

Obviamente en aquellos años se fijaban mucho más en el desarrollo de los personajes que en el de la história y eso se consigue aquí, gracias también a que la historia da poco de si. Ya podrían en la actualidad echar un vistazo al cine de esa época, a ver si dejaban de inundarnos con personajes unidimensionales.

Por otra parte, destacar el enfoque de los zombies, mucho más básico que el actual. Que nadie espere a devoradores de carne fresca ni nada parecido. Aquí la palabra zombie se ciñe a una de sus definiciones más básicas, que es la de persona sin alma.

Resumiendo, que es gerundio: cortita y fácil de ver, con escenas disfrutables, momentos bastante flojos, actuaciones acertadas, personajes sólidos y un guión mediocre. Recomendable, pero no necesaria.
Grijander
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