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Atlantic City

Drama. Romance A Lou Pascal (Burt Lancaster), un viejo gángster de poca monta que consigue algún dinero con las apuestas, lo mantiene en realidad la viuda de su antiguo jefe. En el mismo edificio que él vive Sally (Susan Sarandon), una atractiva mujer aspirante a croupier cuyo cuerpo lo tiene obsesionado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
13 de agosto de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis Malle (1932- 1995), director de cine francés, nunca perteneció a la nouvelle vague pese a ser coetáneo de sus componentes, siempre siguió un camino independiente. En 1971 rodó El soplo en el corazón, una película que provocó una gran polémica al tratar de la relación incestuosa entre una madre y un hijo. Tres años después con Lacombe Lucien volvió a crear una gran controversia, esta vez al tratar el tema del colaboracionismo. La prensa y la crítica lo acusaron de traidor y de desleal con la resistencia. Malle acosado, decidió emigrar a EEUU. Este viaje y su relación sentimental con la actriz Susan Sarandon dieron como resultado una de sus mejores películas: Atlantic City. Desde la escena inicial, en la que Sally, observada por su vecino Lou, parte limones redondos y los va restregando por sus brazos, cuello y pechos con una sensualidad incitante, la película se adueña del espectador. Lo lleva por el parqué del paseo marítimo de Atlantic city, por los anticuados casinos de juego, por las viviendas de bloques humildes y deteriorados, por los derribos y las obras… Y en esos escenarios se desarrolla una historia de anhelos, de codicia, de amores imposibles y de taimada violencia. Sally sueña con ser croupier en el casino de Mónaco, estudia francés y recibe clases de un maestro de mesas de juego. Lou, de repente, se encuentra con un regalo involuntario y envenenado. Por fin se va a convertir en un gánster famoso. Cine que marca al espectador, que le deja huella, que siempre querrá volver a ver. Bravo por Malle. Norma de Bellini y varias canciones de Paul Anka constituyen la banda sonora.
Mario
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20 de marzo de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque es una co-producción, francesa-canadiense, la historia del viejo Lou (Burt Lancaster), se desarrolla en la ciudad de Atlantic City, del estado de New Jersey, es creo el lugar perfecto para recrear esta historia, donde el fracasado viejo Lou, sueña con ser un ganster y el destino de la vida le da en parte esa oportunidad, en otra ciudad, la historia no hubiese funcionado, por lo que Atlantic City, le cae como anillo al dedo al desarrollo del film. Este thriller romántico nos sorprende y cautiva, por la manera, simple, sencilla que se nos cuenta la historia, sin muchos recursos y sin muchos desperdicios, siguiendo la regla de un guión excelentemente escrito, el resultado es una gran película, sin muchas complicaciones, Louis Malle pone el indiscutible sello Europeo. Todos los actores, están insuperables en especial, Burt Lancaster, Susan Sarandon, y Kate Reid.
josegarcia
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25 de noviembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
223/18(23/11/16) Sugerente drama realizado por el francés Louis Malle, una incisiva exploración sobre los sueños, sobre la vejez, sobre el paso inexorable del tiempo. Producción franco-canadiense con guión (debut en cine) del dramaturgo John Guare (“Seis grados de separación”), una de las 41 películas que han sido nominadas para todos los " cinco grandes " premios de la Academia , incluyendo Mejor Película , Mejor Director , Mejor Actor , Mejor Actriz y Mejor Guión, y una de las ocho entre este grupo de no llevarse premio alguno. El marco de la ciudad Atlantic City no es arbitrario, una urbe en decadencia, en plena remodelación, con edificios que se demuelen para dar paso a una nueva era de prosperidad es una alegoría inteligente sobre los que han sido algo en el lugar se convierten en esas construcciones obsoletas que ya han dado todo de sí y deben dejar paso al “futuro”. Tiene en sus actuaciones principales dos fuertes pilares, un sublime Burt Lancaster, que representa esos ajados pero orgullosos edificios, y Susan Sarandon (en su segunda colaboración con el entonces su pareja, Louis Malle), que representa la juventud candorosa, llena de ilusiones y esperanzas.

Sally (Susan Sarandon) es una joven camarera en un casino de Atlantic City, su sueño es convertirse en la primera mujer crupier de blackjack en Monte Carlo. Su ex marido Dave (Robert Joy) le hace una visita con intención vender un alijo de cocaína robado en Filadelfia, para este negocio le pide ayuda a Lou (Burt Lancaster), un avejentado ex gángster, que vive en el mismo edificio de apartamentos de Sally. Lou vive de modo precario entre lo poco que saca como corredor de apuestas y con lo que le saca a una mujer, Grace (Kate Reid), con la que actúa de mancebo ocasional.

Es una historia que sobre todo nos habla de los sueños, de los que hay por alcanzar y de los que se dejaron escapar, de la vejez y de la juventud, y ahí surge el amor, el intergeneracional, el de necesidades mutuas, el vampírico de la vejez que espera sentirse de nuevo joven, y el de la joven que quiere ser amada. Todo en un entorno geosocial que marca a fuego a los personajes, una ciudad que una vez fue grande, donde reinaban los gánsteres, símbolo es el protagonista Lou, y ahora reina la melancolía ambiental, donde la bola de demoliciones parece ser el martillo que echa abajo el pasado, refleja el desmoronamiento de un modo de hacer las cosas, la desintegración de lo viejo para dejar paso a lo nuevo, donde la mafia debe dejar lugar a las poderosas corporaciones, es un pasado que muchos lloran (ejemplo no solo Lou, también anciano que trabaja en los servicios del hotel), quizás idealizando algo que nunca fueron, Lou piensa que fue un matón de la mafia, que alternó con la “aristocracia” de la mafia (Al Capone, Bugsy, Nucky…), cuando en realidad fue un mindundi cobarde que huía al primer disparo. Sally es su contrapunto, la juventud, todo el futuro por delante, sueños por cumplir, esperanzas de un mañana mejor, es la gente que se va asentar en las ruinas que dejaran los viejos. Asimismo se nos habla con hondura sobre la redención, sobre saber aprovechar las oportunidades, sobre saber valerse de los golpes del destino, sobre los recuerdos que nos hacen vivir una realidad distorsionada.

La salsa del film, lo que da vigor y emociona es la relación entre los dos protagonistas Lou y Sally, dos perdedores, dos almas solitarias, y entre los dos surge una asociación de retroalimentación uno del otro, Lou ve en ella la fantasía sexual de la conquista de algo de juventud candorosa, a la damisela que proteger y ayudar, y Sally ve en él a una figura idealizada de la experiencia, la veteranía, la elegancia, de la que quiere absorber parte. Los dos personajes deliciosamente delineados, los introspecciona con sutilidad y mimo, ello en un desarrollo sereno, con algunas dosis de humor, con algunas situaciones intensas que dan relieve y peso dramático de cierto caldo al relato.

La puesta en escena rezuma un algo del neorrealismo italiano, con una exposición tristona y feista de la decadente Atlantic City, con un ben iseño de producción de Anne Pritchard (“Snake eyes”), rodándose en Atlantic City, Filadelfia y Nueva York, moviéndose por el popular paseo marítimo de Boardwalk, edificios de pisos mugrientos, hoteles en reformas, esto filtrado por la fotografía del belga Richard Ciupka (en color y panavisión), entonos mate apagados, emitiendo desencanto climático, con notables primeros planos que explotan la expresividad de los actores, explotando con morbo el voyeurismo del protagonista, haciéndonos sentir a nosotros espías turbios en subjetivo. La música es ambiental, no hay en off, ejemplo la que se oye en la radio, o la que se oye en un reproductor, de este modo oiremos el aria “Costa Diva” de la ópera de Vincenzo Bellini Norma (lo oye Sally en una cinta), o la canciones "Atlantic City, My Old Friend" de Paul Anka, o la canción dedicada a la ciudad “On The Boardwalk of Atlantic City”, de 1946. Louis Malle contrató al compositor galo Michel Legrand para escribir la partitura de la película, al final, Malle decidió no utilizarla, y optó por que la música de la película fuera incidental.(sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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24 de diciembre de 2019
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por las calles de una ciudad, donde la especulación campa por sus respetos, y que es escuela de tahúres y amoroso nido de mafiosos y corruptos; también andan esclavos con aspiraciones, camellos sin carnet, fracasados a la espera de un golpe magistral; y soñadoras que esperan enterrar en París erróneas decisiones, pasando del olor a limón al de "le parfum français".
Atlantic City es ese lugar de búsqueda de lo inasible, entre otras razones porque quienes patean casinos, avenidas, timbas hoteleras y los nueve lujosos kilómetros de su paseo marítimo, están deslumbrados por la riqueza que pasa ante sus ojos; mareados por el olor del dinero que revolotea a su alrededor; anhelantes por las posibilidades de éxito a poco que acompañe la fortuna, auto-convenciéndose de que mañana cambiará la suerte y que los primeros migajones serán el preludio de un futuro maravilloso.

Las ventanas de cualquier oscuro apartamento de mala muerte, son válvulas de escape, avanzan que lo que hay al otro lado siempre es mejor que la pegajosa soledad que invade las estancias y que se cuela por las múltiples rendijas de los edificios infectados de perdedores.

He querido, al cumplir otra crítica centenaria (1.100), revisitar a Lou y Sally. Los he vuelto a encontrar, tras cuarenta años, en su diaria lucha por llegar a nado a una hermosa isla de nombre Dignidad. Unas veces compartiendo tabla de salvación, otras equivocando coordenadas; viendo buques salvadores cuando la mar está en calma..., siempre peleando con los tiburones.

Difícil hacerlo mejor que Burt Lancaster, que desaparece dentro del viejo pícaro, y nos regala algunas de esas miradas impagables en el mundo de el cine, las que consiguen que el espectador vea con los ojos del protagonista.
Ternura y afecto erótico, al menos para los hombres, despierta la interpretación de Susan Sarandon, bordando esa Sally melancólica con sarpullidos de rebeldía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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10 de septiembre de 2021
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Os animo a revisitar este supuesto clásico con los ojos de hoy. A revisar una historia lenta y plana, una dirección escueta, excesivamente sobria, una historia que va progresando de aquí para allá con un ritmo cansino y unos personajes perdedores con los que no terminamos de simpatizar gran cosa (salvo quizá Susan Sarandon, la ingenua chiquilla que no se entera de nada y de la que todos tratan de aprovecharse).

Me pasa con muchas películas. Las tengo en la lista de espera de clásicos para ver, porque mucha gente dice que es buena, porque la puntuación es alta, porque la dirigió el enfant terrible Louis Malle. Un día se alinean todos los astros y te dispones a verla. Te entra el sopor. Ocurre poco y lo que ocurre es mundano, anodino, sin estrella. La película va alargando el metraje y ya estás medio desconectado, ojeando el móvil y entendiendo que lo que pudo epatar hace cuarenta años, está deslucido por el paso del tiempo a día de hoy.

Pero ha pasado el tiempo, y la verdad desagradable asoma, como dijo el poeta. Envejecer, morir, es el único argumento de la obra.

La película es bastante coñazo, no hay más lecturas. La idea del viejo que quiere recuperar su dignidad y los años de frustraciones perdidas, tampoco es una idea nueva. Y probablemente se haya expuesto mejor en otras películas. Le iba a poner un cinco pero fue tal el aburrimiento que no puedo aprobarla. Me encantan los dos protagonistas, pero no en esta obra.

O como dijo Groucho Marx, he pasado una tarde estupenda.

Pero no ha sido esta.
Alvart el terrible
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