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Tiro en la cabeza

Drama El 2 de diciembre del 2007, tres etarras asesinaron a dos guardias civiles (Fernando Trapero y Raúl Centeno) con los que casualmente se encontraron en una cafetería en Capbreton, en la región francesa de Las Landas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
16 de octubre de 2008
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que parece que en el cine está todo inventado, creo que es un lujo que tengamos en la filmografía patria a un tío que, abriendo nuevos caminos, logre resultados considerables. La única pega es que me parece que esos caminos son cerrados, no hacen que el cine evolucione, pero, y esto es de agradecer, lo sacan de la rutina. "Tiro en la cabeza" sigue esta estela inconformista.

Despojando al lenguaje cinematográfico de una de sus bazas, quizá secundarias, como es el diálogo, y colocándose a una distancia prudencial (no sea que el animal muerda), Rosales nos muestra el día a día de un tipo en principio corriente, con el que incluso nos tomaríamos unas cañas, para hacer un estudio de su comportamiento. Y si hay algo que consigue plenamente el realizador con esto, es una verosimilitud aplastante, hasta el punto de que lo filmado parece sacado directamente de la realidad.

Sin embargo, es una lástima que el conjunto caiga en la autocomplacencia al mostrar la tediosa cotidianeidad de su protagonista, alargando innecesariamente algunas escenas que sólo parecen tener como objeto que el filme alcance una duración estándar. Así pues, el desarrollo transcurre sin prisas, pero con pausas, desafiando en exceso la paciencia occidental de un servidor.

Pasada la supuestamente inane primera hora, el conjunto adquiere de repente una atmósfera malsana, incómoda, propiciada sólo por un ojo inquieto, y, en cuestión de minutos, lo malsano se convierte en el terror incomprensible del tiro en la cabeza. Es entonces cuando el discurso plano y ególatra de la primera hora se revela brillante y lúcido, desnudando a la violencia etarra de su soporte ideológico para dejarla sólo en los hechos, y éstos, a su vez, sólo dejan lugar a la siguiente conclusión: los terroristas matan por la nada más absoluta.

Ahora bien, lo malo está en que, para llegar a esa, creo yo, magnífica parte final, antes hay que pasar por esa primera parte excesivamente difícil, que para mí tiene premio al final, de acuerdo, pero que no mitiga del todo la indiferencia que me suscita buena parte de su metraje, quedando una película rara, en el buen sentido del término, e insólita, pero parcialmente fallida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GVD
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26 de septiembre de 2008
37 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sabíamos a ciencia cierta (tras ver su ópera prima) que Jaime Rosales no tenía ni puta idea de lo que significa el ritmo cienmátográfico, ni de utilizar las importantísimas elipsis en el cine. Pero los críticos no sólo no se lo recriminaron, sino que reconocieron su inmadurez cinematográfica con una sarta de premios y alabanzas..."¡Cómo capta la realidad cotidiana, la pequeñez del momento!"...Una mierda, lo único que capta es el aburrimiento y la perplejidad de un público harto de que no suceda nada relevante en pantalla. Y no se puede echar la culpa al público de no tener sentimientos, ni sensibilidad...no.

Ahora, subvención en mano vuelve a la carga, esta vez con algo muy serio entre manos: El terrorismo. ¿Y cómo nos lo vende? Pues en su línea, con todos los ingredientes para hacer de la experiencia un absoluto tedio. En ese sentido, parece que el amigo Rosales quiere parecerse al Gus Van Sant de "Elephant", ya que la similitud entre esta y las películas del fraude español son más que evidentes.

Los personajes se mueven entre banalidades en unos encuadres fríos y vacíos, como queriendo dar sensación de una soledad que es lo único que encontrará Jaimito en un futuro cercano. Se supone que su intención era hacer el encontronazo final más impactante, pero nada más lejos de la realidad...

El aburrimiento se apodera de uno antes de que pueda interesarle lo más mínimo la historia...Uno de los fines del cine es entretener, pero parece que lo interesante es subvencionar a unos pocos que se autoproclaman artistas y no son más que aficionados de medio pelo con suerte. Lo único que se necesita es ser un peñazo, vestir harapos, hablar en un extraño idioma de autoadoración friki y sobre todo ser muy, muy, muy pretencioso. Ya puede ser la película más cutre del mundo que si la vendes con estas armas triunfarás.

Y los críticos nos venden que Rosales trata de innovar, que profundiza en los personajes, que trata con distancia, frialdad y respeto el tema...Una mierda. El respeto a un tema se le hace cuando la película es honesta y no un vehículo para experimentar chorraditas de aficionado como la birria esa de la Polivisión, que ahora hasta parece que se la ha inventado el manguán...

En fin, así nos va, y ojo, que el tipo ya se está poniendo el smoking para los próximos Goya...o quizá este sea uno de los que vayan a recoger el premio con la misma camiseta con la que ha dormido.
Patomelon
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25 de noviembre de 2008
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien dijo una vez:
"El cine es coito, no masturbación".
Las películas no se hacen para el disfrute personal del creador. Se requiere un receptor al otro lado de la pantalla. Se hacen para provocar emociones en el espectador, y si hay suerte, dejar una huella en él. No creo que la intención del director fuese provocar el tedio absoluto y la ira (en algunos casos) del público.

Creo que fue Hitchcock quien también dijo:
"El cine es la vida real sin los momentos aburridos".
A la película de Rosales le sobran 1 hora y 5 minutos de momentos aburridos.

Debería haberlo dejado en un cortometraje...
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Gork
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23 de mayo de 2009
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los diez minutos la parienta roncaba a pierna suelta. Yo, en cambio, pugnaba con todas mis fuerzas por no entornar unos párpados que amenazaban con fundirse en un profundo arrumaco. La peli era lenta y tediosa, pero la curiosidad me mantenía, momentáneamente, en vilo. No quería perder el hilo de lo que pudiera acontecer. Lo jodido es que acontecer, acontecer, no acontecía nada. Unos planos largos, larguísimos, tomados con teleobjetivo me mostraban a un tipo feo, alto y desgarbado deambulando de aquí para allá. Charlando con unos, con otros; tomándose un zurito; paseando; cenando en la cocina de su casa; escuchando música; fornicando burdamente... Imágenes desplegadas como si de una cámara de seguridad o de un objetivo indiscreto procedieran. Sin diálogos. Sin ningún tipo de afán estético. Registrando, eso sí, toda la contaminación acústica habida y por haber. Un triste, grisáceo y anodino catálogo -en definitiva- de situaciones domésticas y cotidianas desprovistas del más mínimo interés.

Persistí en mi empeño porque tanto el explícito título de Rosales como la propia temática de la peli me interesaban. Su concepción formal y narrativa, sin embargo, me resultaba insoportable. Sin poder evitarlo me debatí algunos minutos en un incómodo duermevela hasta que un inesperado grito (txakurra!*) me desperezó bruscamente. Tengo la sospecha que esa potente advertencia sonora fue concebida por el propio Rosales con toda la alevosía y premeditación del mundo. Un recurso facilón pero eficaz al fin y al cabo. Ideal para despabilar a un somnoliento auditorio antes de dar el golpe de gracia. El tiro en la cabeza. El único momento brutal y estridente de un experimento tan pretencioso como fallido.

Mis cuatro estrellitas responden, por consiguiente, a la estima que me merece cualquier propuesta cinematográfica original y alternativa. Ello no me impide, sin embargo, considerar “Tiro en la cabeza” como un auténtico atentado fílmico para cualquier espectador de a pié. Y es que torturar al público sin tomar partido resulta, a mi entender, un acto de crueldad intolerable.
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Taylor
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4 de octubre de 2008
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La buena concepción que tenía de este agudo realizador se ha ido por el sumidero cuando ayer tuve que ver Tiro en la cabeza, en la que quiere dar una vuelta de tuerca a la experimentación cinematográfica y se ha pasado de rosca a la hora de escarbar en los sentimientos de la gente para intentar hacer comprensible el problema del terrorismo y que veamos cómo funciona todo ello y, sin llegar a justificar semejante aberración, lo que sería de juzgado de guardia, sí que intenta meternos en la praxis diaria del terrorista sin pasamontañas ni comunicados oficiales, pero Rosales, de tanto cavar en busca del realismo, se ha encontrado con una roca muy grande y difícil de superar: la vida puede ser muy aburrida.

Y es que no hay que analizar esta infamia, este atentado contra la inteligencia y el buen cine, desde un punto de vista político para atacarla por su debilidad estructural, su falta de eje narrativo y la total ausencia de empatía por parte del público, por lo que la cinta falla en su principal intención, luego eso resulta un lastre difícilmente superable. Y es que, una vez que se ha visto completa, a uno únicamente le resuena en la cabeza esa gran frase de Alfred Hitchcock: una mujer que se pasa el día en casa lavando platos no va a ir al cine a ver a mujeres lavando platos. No hay nada que se salga de la tontería pretenciosa, de la vacuidad y desidia narrativa, con un montaje que actúa sin fluidez alguna y en la que el abuso del teleobjetivo, situado en mitad de la calle y buscando la simbiosis con la calle, de ahí que lo único que oigamos durante toda la película sean ruidos de coches y motos y de gente pululando por las calles del País Vasco (sus paisajes son, con diferencia, lo mejor de la película), en lugar de conseguir su propósito de realismo documental, de observación voyeurística, distancia más y más a un espectador que pide a gritos que se le cuente algo más que planos absolutamente gratuitos que no hacen más que demostrar a las claras la idea de Rosales, que casi seguro era buscar un cortometraje (viendo la duración de los planos y su inutilidad a la hora de contar algo es imposible no pensar que esta historia se podría haber contado en 15 minutos), pero que no tendría salida comercial alguna y decidió estirarla hasta el largo(muuuuuy largo)metraje en una de las peores elecciones que se recuerdan en los últimos años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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