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La juventud

Drama Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
15 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra vez Sorrentino es el director amado, que nos ofrece una experiencia total de dolor y amor, de sinceridad y de vida. ¿Cómo ha conseguido hacer esta cinta mágica, poética, dolorosa , con estos actores únicos? No hay respuesta, pero el hecho de ver a Caine ya Keitel siendo amigos despierta una emoción cinéfila absoluta,
Sorrentino reflexiona sobre el tiempo y la incompatibilidad de la vejez con la vida auténtica. Al final, o somos nosotros mismos o claudicamos. Son las magistrales opciones que ofrece el magistral final de esta película. Y es que estamos ante un maestro del cine, el director de La gran belleza, un autor fiel a sus mensajes y a su buñueliano estilo.
Hay grandeza en esta película, una grandeza decadente y europea, una enorme belleza de imágenes, personajes, situaciones y un humor muy negro. Hay un estilo, una marca de la casa, una impenetrable libertad artística que me lleva a adorar todo lo que se me ofrecce.
Gracias por esta otra gran belleza y por este gran dolor.
Una maravilla.
rambleta44
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23 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, Paolo Sorrentino demuestra ser un maestro del cine, y no decepciona. La trama se establece en un aparentemente aislado lugar, un hotel de lujo en las montañas de Suiza habitado principalmente por artistas y gente del espectáculo (curiosa la referencia a Maradona, el cuál Sorrentino dijo ser una de sus fuentes de inspiración junto a Fellini y Scorsese).

'La juventud' es una tierna película en el sentido de personajes y temas: envejecer y los miedos que conlleva es algo común a todas las personas. Fred (Michael Caine) es un anciano al que aún le quedan muchas cosas por completar en su vida: la amistad, el amor, la familia y su carrera. Lo único que le hace diferente de los jóvenes que le rodean es que él es consciente del poder de la memoria. Es a través de ella como pierde su identidad y a la vez intenta recuperarla. Todos y cada uno de los personajes están en busca de una identidad: el contraste entre como las personas les ven y como quieren ellos que les vean.

El guión es complejo e intenso, y por ello difícil de seguir en algunos momentos. Me encanta la ironía que Sorrentino siempre usa en sus películas. A través del surrealismo es capaz de expresar humanidad de una forma simple pero hermosa a la vez. Todo el reparto realiza una genial actuación y la fotografía es absorbente como siempre. Sorrentino es un director de lugares: no importa si es en la eterna Roma o en un hotel sumergido en la naturaleza, él es capaz de capturar toda la belleza en ello.

Lo que la película nos enseña, al final, es que somos lo que hacemos (yo añadiría que es mejor si hacemos lo que somos) pero no somos nada sin amor, el verdadero motor de la humanidad.
Copycat
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23 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seamos sinceros, con "La juventud"" Paolo Sorrentino pretende repetir el éxito que fue "La gran belleza". Es demasiado obvio para pasarlo por alto. Porque todo en "La juventud" se parece sospechosamente a "La gran belleza". O no, si queremos disculpar a Sorrentino y creer que es un autor con personalidad propia. Aunque las similitudes siguen siendo demasiadas. Y a pesar de este (casi vergonzoso) plagio de si mismo, Sorrentino consigue que "La juventud"" sea una magnifica película. Terriblemente hermosa, maravillosamente interpretada y dirigida con abrumador talento. Pero resulta que no es "La gran belleza" porque en "La juventud" Sorrentino es incapaz de mantener la excelsa calidad a la que nos tenía acostumbrados. Hay momentos soberbios, mezclados con momentos menos soberbios (e incluso pomposos y prescindibles). La formula es la misma, pero los recursos que utiliza son menores. Quizás porque con "La juventud" Sorrentino busca desesperadamente algo que con "La gran belleza" consiguió quizás de manera inconsciente. Parece que le pesa tanto la responsabilidad de hacer una gran película como le pesa la edad al personaje de Michael Caine (soberbio), le pesa la perdida de memoria al personaje de Harvey Keitel (divertido y enternecedor), le pesa la fama al personaje interpretado por Paul Dano (su momento Hitler es imprescidible) o le pesa el fracaso al personaje de Rachel Weisz (quizás la menos convinvente). Todos arrastran pesos que pretenden aligerar en ese balneario en Los Alpes, algunos lo consiguen y otros se quedan en el camino. Y lo que pretende Sorrentino es reflexionar si vale la pena continuar viviendo cuando hemos perdido cualquier animo y todo nos pesa demasiado. La reflexión es buena y funciona gracias a algunos giros tramposos en el final.

"La juventud" es una película magnifica, quizás algo descompensada y demasiado larga, pero todo eso se olvida cuando uno ve a sus interpretes, a la virtuosidad de la dirección de Sorrentino o a la perfección de ciertas imágenes. Y aquí está el gran problema de "La juventud", que parece mas importante la forma que el fondo. Parece que Sorrentino busca mas la excelencia de lo visual que la coherencia narrativa.

"La juventud" no acepta termino medio, o la odiareis por su pomposa y falsa virtuosidad que solo busca dejar boquiabierto al espectador, o la amareis por la profundidad de cuanto cuenta y como lo cuenta. A mi me gustaría odiarla, pero como sucede con el cine de Kubrick, la amo sin saber el motivo, me llega, me llena y me satisface. A pesar de que se que no es la gran película que pretende ser. Pero Sorrentino me ha engañado, y acepto el engaño de buen grado.
El Criticón
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4 de junio de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Youth" de Paolo Sorrentino, película complicada para escribir una crítica. Es tan transcendental lo que cuenta y tan dificil de explicar sin equivocarse. Es por eso que me he puesto la canción de Godspeed You Black Emperor! que sale en la película como inspiración, uno de los grandes aciertos de Sorrentino, la banda sonora.

La película transcurre lentamente, como tiene que ser cuando se está hablando de temas tan transcendentales. La vejez, la muerte, la juventud, el amor, el pasado, el futuro... todo a ratos con humor negro o con una sinceridad calculadísima.

La historia nos situa en un lujoso hotel - balneario de Suiza rodeado por los Alpes. Allí se hospedan durante sus vacaciones un famoso director de orquesta retirado(Michael Caine) y un viejo amigo, mítico director de cine(Harvey Keitel). Los dos compartiendo penas y tiempos pasados, lamentándose de lo que hicieron o dejaron de hacer.

Los dos protagonistas bordan sus papeles como siempre, y la verdad es que da gusto ver a Michael Caine como protagonista despues de tantos papeles secundarios donde había poco para lucirse. Hacia tiempo que no veía a la bellísima Rachel Weisz, gran actriz a la que tenía olvidada. Gran elenco de secundarios en general, brillántemente construidos, importante en las grandes películas pregúntadle a Ford sino.

Esta película está llena de preciosas imágenes, que es en lo que más destaca en mi opinión Sorrentino, pero ya digo que quedarse solo en eso es insuficiente en este caso ya que estamos ante una obra maestra de los últimos años. Al tiempo.
jonikk
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24 de junio de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La juventud

¿Alguien se perdió hace tres años -lo sentiría por él- aquella singular y espléndida película que fue "La gran belleza"? En esa ocasión el brillante director italiano Paolo Sorrentino hacía desfilar ante nuestros ojos a una panoplia de fascinantes criaturas en una Roma tan decadente y surrealista como sus propios y estrafalarios personajes. Jep Gambardella interpretado por un soberbio y convincente Toni Servillo daba vida a un escritor y periodista de 65 años, desencantado, cínico, de espíritu burlón -que diría el poeta- y anfitrión -en ocasiones invitado- de constantes fiestas nocturnas para un variopinto grupo de burgueses millonarios y aristócratas, indolentes, excéntricos, aburridos y esnobs, en la terraza de su exclusivo apartamento frente al mismo Coliseo que, iluminado como una antorcha, parpadeaba en la noche romana. A través de este deslumbrante escenario, Sorrentino creaba un universo surrealista, ferozmente crítico, salpicado de diálogos tan inteligentes como chispeantes y no exentos de un humor lacerante y sarcástico.
Pero si pensábamos que "La gran belleza" supondría la obra cumbre, tal vez insuperable, de este genial director, nos equivocamos plenamente. Porque su nueva película "La juventud" es una espectáculo hipnótico cuyo hechizo me va a impedir olvidarla durante muy largo tiempo.
En ella Sorrentino traslada su esperpéntico circo a un lujoso balneario en los Alpes suizos donde sus privilegiados huéspedes intercambian retazos de sus vidas durante unas vacaciones de verano. El resultado es, al mismo tiempo, desgarrador, hilarante y de una incomparable belleza visual a través de imágenes extraídas de una mente tan excepcional como lúcida.
El inglés Michael Caine y el norteamericano Harvey Keitel son dos veteranos y extraordinarios actores que no requieren presentación. Aquí forman una pareja imbatible, magistral, nos contagian su fina ironía, dolor, tristeza y sentimos en carne propia la angustia que aniquila a dos viejos amigos unidos por una amistad indisoluble pero derrotados por los estragos de la vejez.
Y otras muchas maravillas suceden la lo largo de estas dos brevísimas horas de metraje: una fotografía de naturaleza tan cautivadora como los exteriores en los que fue rodada, una música que sacude violentamente el sopor de nuestras emociones y unas criaturas insólitas, extravagantes, que inhalan con ansiosa intensidad el aire que respiran, nacidas -no se entiende de otra forma- de la fértil imaginación de un Sorrentino ciertamente portentoso.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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