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La juventud

Drama Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
23 de enero de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me cabe duda que es una película con todas las letras, extrovertida por momentos pero que se vuelve cerrada y llena de color, suena una contrariedad pero, es un todo de técnica, banda sonora y diálogos inteligentes aunque a veces fueras de sí. De diez, simplemente, de academia, ya lo estamos viendo.
Oscardealcala
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19 de enero de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paolo Sorrentino vuelve a sumergirse en el hedonismo humano como ya hiciera en La gran belleza. Pero donde allí la extravagancia y el placer se retrataban de forma desmesurada, en La juventud -última película hasta la fecha- el cineasta y guionista italiano lo encara desde otra perspectiva. Abandona la excentricidad y se lanza en brazos de las emociones que producen echar la vista atrás a los recuerdos y experiencias vividas.

'La gran belleza' de 'La juventud' de Sorrentino no solo radica en unos personajes sobresalientes, sino en cómo transmite y cuenta sus miserias y juega con la hipocresía humana. En ese sentido, ambas películas tienen mucho que ver, aunque La juventud es más emocionante y consigue conmover al otro lado de la pantalla. Llega más hondo, puesto que ricos, pobres o medio pensionistas, la vejez y el fin de la vida nos llega a todos, y con ello, los recuerdos del pasado. De ahí que sintamos cierta empatía tanto con Caine como Keitel.

A lo largo de la película flota en el ambiente la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Un leitmotiv muy sencillo pero que conecta con el público por ese atractivo de la nostalgia. Un anhelo por el pasado que se mezcla con los placeres de la vida y la comodidad del dinero, que Sorrentino vuelve a persuadirnos de que no da toda la felicidad.

Pese a tanto pesimismo, el filme deja más de una ventana abierta al perdón y la redención. La salvación terrenal está a la vuelta de la esquina solo si uno la quiere de verdad, y algunos de los personajes del hotel Sorrentino la encuentra -a su manera por supuesto-. Con lo que el director italiano consigue esbozar un cuadro hermoso donde plasma todos los colores de la vida.

Una película pues, La juventud, donde hay drama, ira, rencor y frustración, pero también amor, amistad, perdón y humanidad debajo del disfraz de la opulencia. Emociones del día a día. Así, un filme precioso y emocionante es lo que nos brinda Sorrentino, algo que le seguiremos agradeciendo mientras siga por esta senda que controla a la perfección.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Argoderse
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8 de marzo de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras “La gran belleza” parecía que, finalmente, había dado Paolo Sorrentino con la tecla para industrializar ese cine suyo tan peculiar y hacer partícipe al espectador de sus inquietudes y reflexiones sobre un tema en forma de película cohesionada, no como una sucesión de cortometrajes. Sus consideraciones sobre hacerse mayor y la importancia de distinguir lo relevante de lo superficial, lo trascendente de lo decadente, obtuvieron no sólo el esperado beneplácito de una crítica a la que Sorrentino sabe dar la clase de cine que espera sino también el de un público que se encontró con un producto accesible con el que conectar. Yo, sin embargo, tras el bajonazo de sopor que me había provocado “Un lugar donde quedarse”, albergaba ciertas dudas. ¿No habría sido simplemente un golpe de suerte? ¿Confirmaría su nueva creación la trayectoria ascendente o volvería a las andadas?

Pues aunque sí se nota evolución y hay errores en los que no reincide, esta “La juventud” está más en la línea de “Un lugar donde quedarse” que de “La gran belleza”. En cierto modo, me recuerda a “La montaña mágica” de Thomas Mann, un libro de objetiva e indudable calidad literaria, pero que se me hizo bola por mi absoluta incapacidad para empatizar con el protagonista y por unas presuntas aventuras de juventud que se me antojaron, en el mejor de los casos, poco interesantes. “La juventud” también está ambientada en un balneario de las montañas y también se caracteriza por contar un montón de cosas, ideas deshilvanadas, con las que se espera no sólo que el espectador se interese sino que les ponga orden y saque conclusiones. Un concepto arriesgado que puede funcionar entre la crítica pero muy cuestionable de cara al espectador normal. Hay que reconocer que esta vez Sorrentino ha tenido la inteligencia de maximizar la capacidad productiva de dos de sus principales activos, el dúo protagonista que forman Harvey Keitel y Michael Caine, evitando travestirlos como le pasó al pobre Sean Penn. Consigue de esta forma una oportunidad de que sus diálogos sean escuchados con atención y tomados en serio, en lugar de rechazarlos de entrada por ridículos.

Nuevamente, la ejecución artística de las escenas es primorosa, con mucho sentido de la estética, el uso de los colores, la luz y la fotografía. Y, nuevamente, el problema está en que Sorrentino piensa que una película es una suma de escenas que vuelquen a celuloide las ideas que pasan por su cabeza, que puede montar cada plano como una miniobra teatral en la que se abra el telón, interaccionen los protagonistas sobre un decorado, se cierre el telón, se cambie el decorado y los protatonistas, interaccionen, se cierre el telón, etc, etc… Y no sólo porque se aleje del canon, sino porque hace depender el resultado total de la suma de los resultados individuales y, la verdad, por cada idea interesante del Sorrentino filósofo hay tres o cuatro simplezas. Vamos, como nos pasa a todos, pero no hacemos cine con eso. Por mucha intensidad que pongan Caine y Keitel, al final no dejan de recorrer ciertos lugares comunes y de manifestar sentimientos o posiciones emocionales más que evidentes. Y no siempre de una forma comprensible. Sin un principio ni un final claros, no queda claro si “La juventud” cuenta algo o si, narrativamente, se mueve de la posición de salida.

Con independencia de lo que diga una crítica ávida de que le vendan cosas con pátina de trascendencia -realmente trascendentes o no- “La juventud” me deja sensaciones negativas. Pero no puedo negar que Sorrentino sigue teniendo mano para conseguir hipnotizar con algunas escenas. En “Un lugar donde quedarse” fue la escenificación de la canción Naive Melody (This must be tha place) de Talking Heads y aquí es la icónica escena de la piscina donde Caine y Keitel asisten al paseo por el borde y posterior entrada en el agua de una muy guapa chica completamente desnuda. En medio del ambiente paradisíaco del balneario, con una seguridad en sí misma y una dignidad pasmosas, la muchacha avanza como una Eva insensible al pudor, indiferente a sus senos al aire o su pubis rasurado, que ha congelado el tiempo y el espacio para que sólo exista ella en su perfección y se meta en el agua como una Venus que vuelve al mar. No hay rastro de morbo en esos instantes que se hacen eternos. No hay lujuria. Sólo la pura belleza de ese cuerpo juvenil y las maravillosas interpretaciones de Caine y Keitel expresando sin mover un músculo que la visión del espectáculo ha despertado en ellos una especie de fuego que la edad había apagado; pero no la reacción muscular evidente, sino algo interno, mental por no decir espiritual, algo perdido y encontrado durante una fracción de momento.

Esa escena, mucho arte hueco y un par de reflexiones afortunadas no da como para poder considerar “La juventud” como algo más que un ejercicio de expresionismo intimista o intimismo expresionista de poco calado. No sólo no dan ganas de volver a verla sino que se agradece que llegue el final.
OsitoF
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26 de septiembre de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jugada maestra: llamas a una película "La juventud" y pones en la cartelera una señora con un culazo que me comería en él una paella. Y llenas las salas de público.

El chasco viene después cuando ves que la película trata de totalmente lo contrario, de la vejez. Los protagonistas son dos amigos ya ancianos, a los que les trae sin cuidado el ajetreo de la vida diaria, y que lo que buscan es paz, y tranquilidad. Los fantasmas del pasado tampo les importan ya. Ni siquiera de si se acuerdan o no de ellos con exactitud.

Y poco más ocurre en la película, aparte de estos dos señores ver pasar el tiempo. Aburrida y reflexiva a partes iguales. Como la propia vejez.
echulin
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1 de noviembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo algunas críticas de profesionales, me encuentro con que es común la opinión entre varios de que se trata de un filme falso y pomposo. Me gustaría saber donde está esa pomposidad y esa falsedad de la que se habla. Yo no la encuentro. Ciertamente es una película en donde la historia es lo de menos, y eso no es malo. Es una colección de momentos, algunos bellos y otros no tanto, pero que casi siempre sacan algo de emotivo y para la reflexión.
La juventud que es algo que ya no se puede recuperar, y que cada uno de los protagonistas recuerda con nostalgia. Los dos personajes principales están bien definidos y retratados, y sobretodo, recalco la labor interpretativa de todos y cada uno de los actores, que en general raya a un nivel bastante alto.
La fotografía, la música y los hermosos paisajes de Suiza son memorables, y a todo ello se suma la sensitividad de algunos pasajes, como el de la masajista bailando al son de la música, como si estuviera tocando el aire. Realmente me encanta ese personaje...

Nos es una obra maestra ni tan buena como La gran belleza, pero es muy recomendable. Sin lugar a dudas. Un filme muy notable y artístico, en donde uno observa momentos y se olvida del principio, nudo y desenlace.
kapinta
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