El bosque del lobo

Bueno yo creo que si en España tiene que haber alobados, brujas o lo que sea tienen que estar en Galicia. La película se desarrolla alli aunque no se en que época ciertamente. Pero todo es tan patético.

Empezando por el protagonista, Benito Freire, un pobre desgraciado buhonero que va de aquí a allá vendiendo baratijas, contando historias y llevando mensajes. La verdad es que José Luis López Vázquez lo borda y hace un papelón de categoría resistiendo unos primeros planos inacabables como quién mea en su casa. Todo el peso de la película recae en él.

El contexto es siempre un ambiente pobre, pueblerino, donde la sencillez y la simplicidad se dan la mano y el patetismo acecha cada casa. Donde el cura es el que más manda y el que más sabe aún sabiendo poco. Crucifijos y una iglesia arraigadísimos. Bosques, naturaleza y cuatro casas mal desperdigadas en medio con gentes que hablan de una forma un tanto antigua. Galicia pura y dura coño. Un lugar en donde parece que no pasa el tiempo...lo malo es que parece que se paró alli hace más de mil años.

En resumidas cuentas la peli se trata de eso, las idas y venidas de un diablillo que ni siquiera a podido elegir su destino y que aún no teniendo su enfermedad seguiría siendo un perdedor de los grandes si es que alguna vez tuvo algo, un personaje de pueblo profundo. Una persona verdaderamente penosa.

Los nombres de los personajes son reveladores: Pacucha, Avelina, Benito, la tranca...nombres que se oyen acompañados de una tripa de chorizo y queso tierno. Buenos nombres y no cosas como Tania, Vanesa y mierdas de esas.

Am por cierto, la historia es real.

Modesta película que no acaba de arrancar del todo y que cuando lo hace ya es demasiado tarde como para que un espectador mínimamente exigente quede satisfecho. Vale la pena, no es ningún desastre, y sobre todo cuenta con un López Vázquez que escapa de su etiqueta de bufón de la comedia. Nuestro terrible protagonista es un chalado, buhonero de oficio (me encanta esta palabreja) y con unas formas de hablar sacadas directamente de la prosa más profunda. La literatuta ronda cada fotograma y pone en boca de sus personajes unos diálogos para no perderse. ¿Perderse?; eso es lo que no quieren las personas a las que acompaña a modo de guía López Vázquez. Entre Galicia y Santander hay muchos sitios en los que quedarse para siempre.

Y no arranca hasta el final, una lástima. Hasta ahí "El bosque de lobo" malvive en una normalidad descriptiva sin sorpresas de guión, una interpretación brillante de su protagonista (eso ya lo he dicho y lo repito) y poca cosa más que hacer que adentrarnos en una sociedad rural podrida de supersticiones y tan religiosa como conservadora. La verdad es que la atmósfera que recrea Pedro Olea es meritoria. Pero no va a más, una lástima, se queda en su modestia inicial.

No se si es la primera película de Pedro Olea, pero sí una de las primeras. Y hay que decir que comenzó con una fuerza y una claridad de ideas notable. El bosque del lobo es una película seca, directa y concisa. Para mi gusto demasiado seca, demasiado directa y demasiado concisa. Y es que lo que en unas películas son virtudes en otras me parecen limitaciones.
El bosque del lobo cuenta la historia de Benito Freire, un hombre que, en la Galicia de hace un siglo, mataba a la gente creyéndose poseído por el influjo de la luna llena. El problema es que la historia se queda aquí. Vemos como se relaciona con la gente de su aldea, vemos como mata, y vemos como le descubren. Y no vemos casi nada más. Y en este caso yo me quedo con ganas de profundizar más, sobre todo en el personaje de Benito del que no se sabe gran cosa.
La película está muy bien ambientada tanto en la época, como en los lugares y en las costumbres. Y el trabajo de José Luis López Vázquez es muy bueno, pese a que un mayor desarrollo del personaje le hubiera dado más oportunidades de lucimiento. Algo que sucede también al resto de excelentes secundarios.

El bosque de lobo parte de una idea que siempre curra: un supuesto hombre lobo, asesinatos y persecución posterior. Posee una atmósfera adecuada y un contexto rural sumergido en la superstición que fomentan aún más el espíritu compacto que impregna la obra. El problema radica en que El bosque del lobo nunca logra alejarse de lo que realmente representa: un cuento para espantar críos, narrado con la misma simpleza que reviste todo relato oral.

Decir que es una peli simple no es hacerle justicia, existen determinados elementos a tener en cuenta: diálogos llevados bajo un aura depurada, literaria y afectada que adornan un guión entre lo solemne y lo irrisorio. Irrisorio no porque no suene creíble sino porque está manejado con tonos que por momentos de tan hiperrealistas terminan por rozar lo carnavalezco. En ese aspecto la música se lleva los aplausos: de tan cargada termina por convencer a pesar de lo supérfluo de la propuesta.

Peli modesta, pequeña obra que se hace grande desde su modestia o modesta película que nunca fue grande pero que se las ingenió para disimularlo, El bosque del lobo es un canto de cisne. De allí su virtud, de allí su maldición.

En la campiña gallega de principios del siglo XX, algunos habitantes de los pequeños pueblos dispersados por el territorio desaparecen o mueren asesinados. Todo el mundo cree que se trata de un hombre lobo. Benito Freire (José Luis López Vázquez) sufre violentos ataques que le inducen a atacar en el claro de un bosque a sus acompañantes.

El bilbaíno Pedro Olea se basó libremente en un caso real ocurrido en una época algo anterior de la que nos situa en “El Bosque del Lobo”; se documentó de las actas judiciales que llevaron a un vendedor ambulante llamado Manuel Blanco Romasanta a ser condenado a muerte por varios asesinatos, sentencia que no llegó a consumarse por benevolencia. Aunque sí llegó a analizarse el caso de un hombre aquejado gravemente de psicopatía y claramente inducido por la naturaleza y que sus violentos actos reflejos llevaban a creer, y así lo ensalzó el folclore, de que se trataba de un licántropo u hombre lobo.

Olea supo escenificar una España negra, regida por los cánones de la Iglesia y la alta burgesía por encima de una población humilde, que vivía del campo y la ganadería. Por lo que la censura española tuvo que echarle ojo avizor al asunto. Con la oleada del nuevo respirar del cine español, Olea rodó en los setenta otros films interesantes de los que destacan “Pim, Pam, Pum,… ¡Fuego!” (1975), y “Un Hombre llamado Flor de Otoño” (1978).