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Línea mortal

Ciencia ficción. Thriller. Intriga. Drama Cinco estudiantes de medicina deciden experimentar en sí mismos lo que se esconde más allá de la muerte. Para ello provocan la paralización del corazón y del cerebro de cada uno de ellos hasta que los monitores que indican las constantes vitales muestran una línea horizontal. En ese instante proceden a la reanimación del cuerpo. Tras el éxito de la primera experiencia, deciden permanecer cada vez más tiempo en ese estado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4 de diciembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos hasta el limite, hasta la frontera que separa el mundo de la vida del de la muerte. ¿Hay un mundo después de este? Debe haberlo, y debe ser mejor.
Un plantel de caras conocidas se unen para formar un equipo de buceadores del más alla, dejándose llevar por complicados procedimientos medicos hasta los bordes de lo terrenal, en un audaz viaje de auto conocimiento. Allí, en las puertas del purgatorio, enfrentarán sus mayores miedos y traumas, siendo sometidos al juicio de una especie de cruel deidad que les obligará a redimirse de sus pecados y solucionar su pasado.
Marcos 'La Joven Promesa'
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9 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unir a un buen grupo de actores de moda siempre es atractivo para el público, y más si lo hacen para contar una historia de presunto terror que mezcla ciencia y fe.
Es un ejemplo claro de tener una idea absolutamente genial, y luego no saber aprovecharla en condiciones para poder haber hecho un peliculón.
Desde los famosos estudios del doctor Raymond Moody, en ocasiones, y a veces un poco bajo cuerda, la ciencia ha tratado de estudiar los momentos inmediatamente anteriores y posteriores a ese instante en el que supuestamente todos y cada uno de nosotros dejaremos de ser. De esos estudios viene la famosa luz a través del túnel, que muchos pacientes han experimentado tras ser declarados clínicamente muertos, y luego reanimados, claro está.
Pues bien, estos jóvenes estudiantes de medicina no tienen nada mejor que hacer que suicidarse bajo control clínico, para ver en sus propias carnes (o espíritu) qué es lo que hay más allá. "Hoy es un buen día para morir", dice Kiefer, el más valiente de ellos.
El debate científico sobre este tema tan trascendental, en la película es tratado prácticamente de puntillas, sin profundizar ni dar pie a que el espectador piense más allá de lo mínimo.
El problema es que, cuando llega la hora de la verdad, la forma en la que han tratado el más allá, ni se corresponde con los estudios de Moody, ni con lo que piensan las religiones (cuya existencia es precisamente dar sentido a la muerte y a la vida) o la filosofía. En lugar de eso, tenemos una especie de puesta en valor de los pecados y traumas, que trata de dar algo de miedo, pero que no lo consigue. El más soso es el caso de William Baldwin, que según dice su compañero, "folla hasta muerto".
De todas maneras, sin entrar en más destripes, la película es lo suficientemente entretenida como para que el fallido enfoque no la estropee del todo, cosa que sí pasa (y con creces) en el estúpido "remake" de 2017.
i42poloj
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10 de junio de 2018
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El remake recién estrenado  al parecer sin ningún éxito de esta película, me lleva a revisitarla dado que no ha quedado en mi memoria huella de ella y el reencuentro con un elenco de jóvenes promesas en su día después de veintisiete años tiene su morbo. De todas ellas fue la chica quién llegó más alto. Fue ese mismo año en el que Julia Roberts se convirtió en "Pretty Woman" y dejó a todos sus compañeros de este reparto muy atrás, algunos como William Baldwin demasiado atrás. Personalmente me quedo con el siempre interesante y efectivo Kevin Bacon.
El director estadounidense Joel Schumacher a sus 78 años actuales ya puede dar por amortizada una carrera ecléctica con 23 títulos que más allá de algún éxito puntual y sonoros fracasos con el hombre murciélago, nunca pasó de discreta y funcional aunque casi siempre rentable en la taquilla.

El gran problema con la cinta que nos ocupa es que el guión de Peter Filardi no es capaz de superar la arriesgada e interesante premisa inicial y empieza con un órdago que no logra mantener para acabar retirándose a terrenos más convencionales enmascarados con pretensiones filosóficas de bajo calado. Schumacher intenta dotarla de una estética rozando los videoclips que realizaría en años posteriores sin demasiado acierto y engrosa innecesariamente el metraje en repeticiones del mismo hecho, la muerte y resurrección de los jóvenes médicos, que lastran el ritmo en una historia de expiación de pecados que parece ser requisito previo para que en "el más allá" no nos estén esperando con la maza detrás de la puerta aquellos a los que hemos agraviado en algún momento. Más allá de ello podemos reflexionar todo lo que queramos sobre la muerte pero poco sobre la película.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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7 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Flatliners” constituye una de las mayores estupideces con las que jamás he tenido la desgracia de perder mi, por otra parte, no tan valioso tiempo.
La premisa es como sigue: a un brillante MIR le apetece darse una vuelta por el otro barrio. A ver qué se cuece, cómo está el color local. A ojear el ganado, vamos. De modo que convence a sus compañeros y sin embargo amigos —aunque esto, en ocasiones, no lo parezca—, igual de premios extraordinarios de carrera, para que le provoquen la muerte cerebral durante un minuto y, a continuación, lo resuciten.
No contentos con lo antedicho, y llevando la doctrina del “nohayhuevos” hasta sus últimas consecuencias, se pican a ver quién aguanta más rato fiambre. Como cuando, borracho, fumado o —mi caso— ambas, te retabas con tus colegas igual de fumados y borrachos a comer guindillas de bote.
La prueba definitiva de que estos cinco mancebos tal vez no sean las lumbreras que sus abuelas creen radica en que ninguno se plantea que exista una relación, siquiera remotísima, entre las alucinaciones paranoides que todos empiezan a sufrir con un probable daño neurológico causado por la hipoxia. Pasada una hora larga de película, Kevin Bacon, el único al que no parece haberle tocado el título de Medicina en una tómbola, cae en la cuenta. Respecto al motivo de que salga de su residencia por la ventana, imagino que habrá perdido las llaves y le viene mal hacerse con una copia.
Joel Schumacher, conspicuo muñidor de bodrios, nos sirve tamaña bazofia con un acompañamiento generoso del barroquismo visual, iluminación de videoclip y “sfumatto” intransitable tan del pésimo gusto de los noventa. Sólo me cabe añadir que una versión literal del título original, algo tipo “Los del encefalograma plano”, hubiera estado más cerca del nivel intelectual manifestado por todos los implicados en este horror sin paliativos.
Que la semana pasada se estrenase un remake con la, hasta la fecha, respetable y respetada Ellen Page a la cabeza del reparto, no hace sino confirmar el lastimoso estado en que se encuentra el cine comercial actual.
Carorpar
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1 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una suerte de retrato generacional muy interesante en esta película, que si bien no llega a nada importante, es curioso que se haya abordado de esta manera.
Estatuas cristianas, hospitales de moribundos y espacios ruinosos cercan a los jóvenes e impulsivos protagonistas, casi atrapándolos dentro de su decadencia, conscientes ellos mismos de que poco pueden hacer para escapar de ella.

'Línea Mortal' presenta entonces una oportunidad para que esos ingenuos estudiantes de medicina logren sobresalir de su limitado futuro, una a la que se agarran con tenacidad por muy ardiendo que esté el clavo.
Nelson y sus compañeros disponen lo que en principio es sólo una travesura aprovechando sus conocimientos científicos, para al final darse cuenta de que están más cerca de hacer Historia que otra cosa: han saltado la barrera de la muerte, y han logrado volver de ella.
Las implicaciones, los posibles usos y la universalidad de lo que experimentan les ciega, pero pronto empiezan a aparecer los primeros celos y los piques de autoestima, tan inevitables como la poca importancia conque se toman el proceso.

Para ellos, parar el corazón y volver a la vida es la última droga de diseño, algo que sin duda estimula su curiosidad científica, pero es más atractivo cuando despliega todo su potencial de disfrute arriesgado sin visibles consecuencias.
Por primera vez, estos jóvenes abrumados por expectativas se ven al mando, sin hojas de ruta o zapatos más grandes que llenar, explorando una frontera que nadie podrá decirles cómo es ni cómo moldear.
Las sensaciones de absoluta libertad en sus visiones más allá de la muerte son el contraste perfecto contra ese edificio en el que las experimentan, todo ruinas y antiguos murales, donde se describe un sentido tradicional del "después de la muerte" que ellos están desafiando a cada línea plana.

Aunque pronto se hace notar la raíz siniestra del asunto: poco a poco sus visiones van saliendo de las muertes inducidas, infestando la realidad de quienes las experimentaban, a menudo dejando notar presencias malignas que se niegan a descansar.
El retrato generacional lucha entonces con el efectismo barato, diluyendo un poco su interés, pero algo queda en el conflicto de una juventud que, sin aceptar sus errores, se lanza a la primera oportunidad de probar su valía; quizá por un sentimiento de inferioridad que siempre nos han dicho que se debe restringir, en aras de competir por cualquier cosa, hasta por la muerte.

Al final, tampoco queda mal la mezcla: entre tradiciones y exigentes manuales médicos, un puñado de chicos aprenden que a veces es necesario hacer una pausa para aceptar los propios errores, aunque haya tenido que producirse por paro cardíaco.
Tal vez no sea tanto un importante descubrimiento científico como una sencilla redención personal: eso que tantas veces acabamos aplazando porque importa más jugársela a ser el mejor.
Charles
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