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El comienzo del verano

Drama En el Tokio de la posguerra, los miembros de una familia convencional llevan una vida tranquila y serena. Su única preocupación es la soltería de Noriko, la hija mayor, que ya tiene 28 años. Pero la sociedad está cambiando, y Noriko, que trabaja y se divierte con sus amigas, no siente la menor necesidad de tener un marido. Sin embargo, su hermano considera muy imprudente la actitud independiente de la chica. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
5 de mayo de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
142/02(01/05/22) Interesante sin más (no comulgo con ruedas de molino) esta cinta de Yasujirō Ozu perteneciente a la 'Trilogía de Noriko' (“Primavera tardía” de 1949, “El comienzo del verano” de 1951 y “Cuentos de Tokio” de 1953). Y es que vista una película de Yasujirō Ozu, vistas todas, ver este film me ha resultado un déjà vu constante, el mismo modo de filmar a baja altura, las mismas almohadillas para transiciones, el mismo tipo de música, la misma cámara estática (aunque aquí se mueve algo más con algún travelling lateral, como el bonito de la playa), el mismo retrato a la familia obrera japonesa contrastando el choque generacional, los nuevos tiempos de post-guerra (ello reflejado sutilmente en los carteles en inglés por las calles; también en la secuencia en que el patriarca de la tercera edad da un paseo lentamente y debe pararse para esperar el paso de un tren a gran velocidad; o cuando las madres comentan la perdida de hijos muertos en guerra), el mismo ritmo pausado, el mismo homenaje a las tradiciones niponas (el tío anciano en el teatro kabuki; la escena bajo el gran Buda), el mismo (eso sí, adelantado a su tiempo) feminismo suave, repiten muchos de sus intérpretes fetiche, sobre todo la protagonista Setsuko Hara (apareció en 6 films de Ozu, principalmente como Noriko en la mencionada trilogía. Sus otras películas con él fueron “Crepúsculo de Tokio” en 1957, “Otoño tardío” de 1960 y finalmente “El fin del verano” en 1961), dando siempre vida a una dulce mujer (en este caso una ‘solterona’ que disfruta de serlo, pero es empujada a comprometerse por el que dirán [una vez más la ‘necesidad’ del matrimonio, pero desde algo ajenoa la mor, cual transacción ventajosa comercial]), siempre con problema de comunicación intergeneracional, siempre resueltos de modo a medias, no hay nada que me sorprenda en el film. Teniendo además una sub trama que es claramente un remedo-copia de la de “He nacido, pero...” de 19332, y su remake del propio director “Cuentos de Tokio” de 1953, la de los hermanitos traviesos.

Noriko (Setsuko Hara), una secretaria en Tokio, vive en Kamakura-Kanagawa con su extensa familia Mamiya, que incluye a sus padres Shūkichi (Ichirô Sugai) y Shige (Chieko Higashiyama), su hermano mayor Kōichi (Chishû Ryû), médico, su esposa Fumiko (Kuniko Miyake) y sus dos hijos pequeños Minoru (Zen Murase) e Isamu. Llega un tío anciano y les recuerda a todos que Noriko, que tiene 28 años, debe casarse. En el trabajo, el jefe de Noriko, Satake (Shûji Sano), le recomienda una pareja con un amigo suyo de cuarenta años, el Sr. Manabe, un hombre de negocios y golfista. Los amigos de Noriko se dividen en dos grupos, los casados y los solteros, que se burlan entre sí sin cesar, siendo Aya Tamura (Chikage Awashima) su aliada cercana en el grupo de solteros. La familia de Noriko presiona suavemente a Noriko para que acepte el matrimonio propuesto por Satake, acordando que es hora de que ella se case y creyendo que el matrimonio propuesto es bueno para alguien de su edad. El amigo de la infancia Kenkichi Yabe Hiroshi (Nihon'yanagi), médico, viudo y padre de una hija pequeña, hace arreglos para tomar el té con Noriko y le da una gavilla de trigo. La gavilla es un regalo de un hermano que murió durante la Segunda Guerra Mundial y que le había pedido a Yabe que se la entregara a Noriko en caso de que no regresara.

Se inicia al modo clásico de Ozu, con una toma de agua con un plano de la costa de Kamakura, ello en un soleado día, donde también hay lugar para el gusto de Ozu por las estaciones de tren, para pasar al hogar de la familia Mamiya. Donde los veremos en una presentación serena de sus rutinas diarias (ritmo donde si nos fijamos, la hierba del jardín se ve crecer), con mucha transición almohadilla, queriendo ser esto lirismo visual. Habiendo en el primer tramo dosis de humor ligero: para en la segunda mitad desarrollarse el drama, siendo el punto de catarsis la ruptura de la barra de pan que hacen los niños, cual grieta en la familia alegórica.

Noriko es el epicentro dramático, su situación de solterona la hace un ser disfuncional, aunque sea por voluntad propia, ello en contra del tradicionalismo. Es una mujer moderna (no viste el kimono, si no al estilo occidental), autosuficiente, trabajadora, gusta de estar con amigas, es una adalid del empoderamiento femenino, que reniega del matrimonio concertado que le preparan los hombres de su familia, pero paradójicamente ella lo mismo en un tramo grimante por lo incomodidad que me provoca (spoiler), en este sentido un rol contradictorio. Setsuko Hara la encarna con gran naturalidad y dulzura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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25 de mayo de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan semblante como diferente a Primavera Tardía. Esta entrega vuelve a trabajar la figura de Noriko, el arquetipo de mujer que no necesita casarse, pero que la sociedad lo mira con malos ojos. Ozu es un maestro de la representación, con su singular dirección y estilo. Pero su nivel en comparación a la ya mencionada es abismal. No logra conectar ni transmitir como hizo la primera cinta.
danillobet
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23 de mayo de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El aroma de las cristalinas aguas de las playas de Kamakura se mezcla con el que despiden las flores de los cerezos salvajes de las montañas (yamasakura).
En verano el calor es sofocante pero los colores y olores de su naturaleza crean un contraste cautivador, y el espectáculo de fuegos artificiales en Yuigahama a principios de Agosto es digno de disfrutar.

¿Se podría observar este bello paisaje desde la tristeza o el pesar? Quizá sí para muchos, que aún vivían en un Japón ocupado por los americanos, orgullosos triunfadores de la guerra, y cuya invasión se había extendido a sus costumbres, su gente, su cultura entera; aunque ésta daba ya sus últimos suspiros y tras el Tratado de San Francisco las fuerzas americanas se retirarían reestableciéndose la soberanía nacional. En el cine la presión comienza a desaparecer y ya se pueden volver a tratar temas relacionados con el Japón feudal.
Es la edad de oro del cine nipón. Kurosawa ha estrenado "Rasho-mon", que pronto alcanza el aplauso internacional y dos importantes galardones: León de Oro y Oscar a Mejor Película Extranjera; Mizoguchi presenta "La Señorita Oyu" y Kinoshita realiza "Carmen vuelve a Casa", primera obra japonesa en color. Ozu, por su parte, se prepara para un nuevo trabajo junto a su guionista Kogo Noda donde decide recuperar los temas expresados en "Primavera Tardía", convirtiéndose así en la segunda entrega de la conocida Trilogía de Noriko, y cuya producción en Shochiku empieza poco después de haber estrenado "Las Hermanas Munekata".

"El Comienzo del Verano" también significa el retorno del director a su serie de obras "estacionales", cuyo periodo del año se referirá a las emociones de los personajes y el enfoque de la historia; ésta se abre con un hermoso plano de la costa de Kamakura comenzando en un soleado día dentro del hogar de la familia Mamiya, compuesta por los padres (Shukichi y Shige), el hijo mayor (Koichi), la esposa (Fumiko) y los dos hijos pequeños de éste (Minoru e Isamu) y la hija menor, Noriko, secretaria en unas oficinas de la ciudad y de nuevo pieza central de todas las tensiones y acontecimientos que se irán desarrollando a lo largo del argumento.
Como en "Primavera Tardía", el tema a tratar es la necesidad de contraer matrimonio de la joven, que ya cuenta 28 años; será la visita de un anciano tío de la familia la iniciadora de toda esta vorágine de incertidumbre. Pero Noriko, como antes vimos, es una mujer perteneciente al Japón de la modernidad, ese que ha sido ocupado por lo extranjero, donde los carteles en inglés se acumulan en las calles, la coca-cola ha sustituido al té y las chicas tienen como modelos a las exhuberantes actrices de Hollywood. Traidición y modernidad colapsan causando la tristeza, la amargura y la contrariedad de la familia.

Mientras las madres miran a un pasado mejor y se sienten invadidas por la pena de haber perdido a un hijo en la guerra (en la que el mismo director ha tomado parte y ha vivido de cerca), los niños crecen sin la debida atención, volviéndose maleducados, codiciosos, exigentes y rebeldes, y la sociedad femenina se divide en dos grandes grupos: el de las solteras y el de las casadas. Ozu, soltero y en convivencia con su madre, critica con afilada mordacidad los inconvenientes del matrimonio (el recelo, la calumnia, el rechazo) y los perjuicios que éste acaba creando para la sociedad en general y la familia en particular, pese a la continua insistencia de sus miembros de mantener las nupcias tradicionales.
Noriko vive atada al conservadurismo cuando sus ideales son liberales; queda poco para que la mujer viva una liberación absoluta en la nación, pero la influencia americana ya ha cambiado su manera de pensar, hablar y vestir, y dicha influencia se considera desviada y degenerada por los fanáticos ultranacionalistas de los primeros tiempos de la era Showa. Las mujeres casadas, con el kimono tradicional, se separan de las solteras (literalmente mostrado en la cena de Noriko con sus tres amigas), quienes ya no pertenecen a su mismo mundo; el matrimonio se acepta con resignación pero en absoluto está relacionado con la felicidad.

Tras una primera hora de duda, se desata la tristeza y la atmósfera se acidula en el seno de los Mamiya, cuyo punto de inflexión será una barra de pan a la que Ozu, en un alarde técnico sorprendente dentro de su estilo, se acerca por medio de un suave travelling (a todas luces representando una lágrima por la ruptura inevitable entre una generación y otra, que es lo que simboliza ese pan partido por la mitad). Este movimiento fluido de cámara vuelve a introducirse entre las habituales tomas estáticas del cineasta mientras las conversaciones se desarrollan con auténtica naturalidad y se presta la más inmensa atención a los más mínimos detalles.
Una mirada a través de un ventanal, un gesto, una lágrima inesperada, todo ello formando parte del marco de sutiles emociones expresadas con gran intensidad por Ozu, quien vuelve a contar con la presencia de un Chishu Ryu aquí muy irritante, los correctos Ichiro Sugai y Hiroshi Nihonyanagi y esas maravillosas Haruko Sugimura, Chieko Higashiyama, Kuniko Miyake y Chikage Awashima. Y por encima de todos ellos una Setsuko Hara encantadora y de preciosa sonrisa que vuelve a ejemplificar a la fémina del Japón de la posguerra; la diferencia esencial con la Noriko Somiya de "Primavera Tardía" es que aquí su personaje tiene la oportunidad de elegir por su propia voluntad.

Sin abandonar los patrones del estilo "narusiano" al que se aferraría desde finales de los '40, Ozu factura sirviéndose de su habitual sensibilidad y pulso tras la cámara (con la que ejecuta más movimientos que nunca durante ésta, su segunda etapa), otro elegante, denso y trágico (el matrimonio como sinónimo de quiebra familiar) melodrama costumbrista dentro de la convulsa sociedad japonesa del momento.
La próxima vez que veamos a Noriko será en la magistral "Cuentos de Tokyo".
Chris Jiménez
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24 de agosto de 2022
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy sencilla, sí que tiene los planos típicos de Ozu y del cine japonés en general de esta época, pero argumentalmente hablando, la primera hora se la podrían haber ahorrado. Ya que no pasa prácticamente nada. Sólo que tenemos a una mujer de 28 años y su familia está preocupada porque no quiere casarse, y tiene una mentalidad, quizás, un poco abierta.

A partir de la primera hora, vuelve de nuevo ese "acoso" familiar hacía ella, y finalmente conoce al hombre del cual se enamora, pero es mayor y tiene una hija. Quizás no esté bien visto ya que su familia no está de acuerdo.

Es la historia de la lucha de una mujer independiente que quiere tomar sus propias decisiones.

"El comienzo del verano" es un sinónimo de que la cebada ya está madura, y simboliza (o creo pensar que simboliza) que cuando una persona está preparada para hacer algo, lo hará. No hay que presionar.
edugrn
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