Colegas

Para "soportar" estas películas, tienes que ser un verdadero amante del genero kinki. Despues de buscarla por mil sitios, pues colegas es mas desconocida que otras peliculas del mismo genero como el pico (I y II) o Navajeros, al fin la encontré y la pude ver, y al contrario de lo que intuía en un principio no me decepcionó.

Es mas, me atrevería a decir que es quizas la película menos "kinki" y mas apta para todos los públicos del género. Personajes sin maldad, que son unos "pringaillos", escenas memorables como el pirri pajeandose en la habitacion jajajaj, las saunas de los gays, la conversación con el moro, quique san francisco como siempre haciendo de camello... e incluso una persecución final, todo esto aderezado con música de la época, hacen que sea enormemente entretenida de ver.

Quizas el único "pero" que se le puedan poner a estas películas sean las horribles actuaciones de casi todos los chavales (exceptuamos a Quique San Francisco, enorme actor y superviviente de la década de los 80), de chavales recien sacadados de la calle, kinkis de los de verdad, a los que se les pone delante de una camara sin tener ninguna idea de la dramatizacion. Sin embargo, si te gusta este género, verla sera como montar en una montaña rusa.

Los tres frente al mundo.
En este caso no son ni delincuentes ni drogotas. Son tres pobres y buenos chavales que están vendidos, traicionados por la vida, olvidados del mundo.
Los padres no les entienden, la sociedad no les da curro y solo se tienen a ellos mismos, su amor indestructible, virginal y puro.
Como mucho el Pirri (soberbios esos conciliábulos fraternales con calcetines pajeros, cigarros y otros cuentos). Y después el Rogelio (una vez más con Eloy haciendo de truhan felón que intenta exprimir al Manzano y sus colegas. Esos ojos azules que traían veneno a quintales). Un hermano y un bandido.
Los tres son bellos y muy jóvenes. Forman un extraño entente. Una especie de apasionada e incestuosa historia de pasión, de amor fou a tres bandas, tan cándida y sincera como descerebrada y majadera.
Sexo y dinero. Y detrás la muerte.
Lo primero te lleva a lo segundo. Y lo segundo te conduce a lo tercero.
¿O no, o se puede parar la rueda, suprimir la tragedia?

Los hermanos Flores junto al actor fetiche de Eloy de la Iglesia, José Luis Manzano, protagonizan la historia de un trío de adolescentes que debe enfrentarse al problema del embarazo de Rosario novia de Manzano. En un principio piensan en abortar así que deciden ingeniárselas para conseguir el dinero necesario para el aborto. Después de buscarse la vida con trabajos normales y comprobar que eso no es lo suyo, deciden prostituirse como chaperos, pero la cosa tampoco funciona, así que a través del hermano de José Luis contactan con un traficante de drogas de medio pelo interpretado por Quique San Francisco. Éste les propondrá pasar hachís por el estrecho desde Marruecos a cambio de una suculenta suma.

Colegas es una interesante cinta de Eloy de la Iglesia, menos escabrosa que otras de su filmografía, que habla de los problemas de una generación de jóvenes marcada por la droga. Una vez más introduce la temática homosexual, cuando los protagonistas aceptan chupársela a un par de maricas en una sauna de vapor, algo demasiado forzado que responde más bien a los deseos ocultos de un director abiertamente gay. Pero por lo demás la película se sigue con interés, sorprendiendo la actuación de sus protagonistas, especialmente Antonio Flores que se marca una bonita canción guitarra en ristre, Quique San Francisco, un actor como la copa de un pino, y José Luis Fernandez alias el Pirri, que nos deleita con su desparpajo y su voz de yonki perdido.

También resulta curioso comprobar cómo era Madrid a comienzos de los ochenta y decir que gracias a esta película comprendí lo que significaba la expresión bajarse al moro.

Eloy de la Iglesia se caracterizó siempre por un cine de crítica social de brocha gorda con personajes maniqueos y estereotipos burdos, que se repiten película tras película en el subgénero denominado cine quinqui. Un cine tratado de forma demagógica y buscando la polémica escandalosa que obedecía a una estratégica operación comercial que con el pretexto de denunciar la problemática juvenil, explotaba hábilmente el filón económico que generó este tipo de cine, facilón y soez. Mostrándonos a jóvenes inadaptados de la periferia en la gran ciudad, que huían del esfuerzo, el sacrificio y la educación, culpando a la sociedad, aunque el colegio siempre fue gratuito para formarse, pero preferían los recreativos, la máquina de Packman (Comecocos) y querían cambiar el mundo a golpes de futbolín. Resulta paradójico que la mayoría de estos actores aficionados que se convirtieron en famosos y ganaron dinero, casi todos murieron jóvenes por culpa de la droga y el sida, y no creo que fuera por falta de oportunidades en la vida.

La película adolece de cierta tosquedad y primitivismo, se inscribe en la etapa post-franquista en la obra del director, aprovechando el mayor margen de tolerancia tras la censura. En la estela de su anterior “Navajeros” pero menos violenta y algo más tierna y bienintencionada que se apoya en la amistad, abordando sin el más mínimo rigor un tema tan delicado como es el aborto. La trama se convierte en un folletín juvenil donde se impone una estética cutre, y los problemas sociales y morales se simplifican hasta donde los personajes caprichosamente decidan, con un planteamiento buenista, y una visión progre desde una perspectiva hortera. Escrita por el cineasta en colaboración con Gonzalo Goicoechea, su guionista habitual, en “Colegas” se narra las tribulaciones de dos muchachos en paro, encarnados por Antonio Flores y José Luis Manzano que necesitan dinero urgente para financiar el aborto de la hermana del primero y novia del segundo, encarnada por una jovencísima Rosario Flores.

Si “Navajeros” entraba a fondo en el tema de la delincuencia juvenil en las grandes urbes industriales, “Colegas” lo bordea al mostrar las dificultades de subsistencia de unos jóvenes excesivamente ingenuos. En su busca del dinero necesario, se demostrarán a sí mismos que ni siquiera sirven para atracar ni prostituirse, teniendo que limitarse a delinquir con otros trapicheos bastante más precarios como traficar con hachís. Como es habitual en Eloy de la Iglesia, recurre a los tópicos melodramáticos ensamblados con habilidad, desde el naturalismo más chato hasta la estilización humorística, desde un estudio fenomenológico de los protagonistas y su entorno. Al film le perjudica seriamente su autocomplacencia y ese exceso de sublenguaje del lumpen, además de una excesiva tendencia a provocar en el espectador el lado morboso con el sexo explícito. Dicen que este director solia incomodar al espectador por los temas que abordaba, a mí, por lo que me incomoda no es por los temas, sino por la zafiedad con que los resuelve.

Para el año de la realización de "Colegas" el caballo galopaba a sus anchas por las calles de las ciudades de España y probablemente la mayoría de los que aparecen delante de la cámara (y los que trabajaban detrás) conocían de primera mano lo que era su uso y consumo. Mala época para una generación, aquellos que desde su vulnerabilidad se enfrentaban en los ochenta a una realidad más dura de lo que creemos, con un futuro muy incierto y demasiados peligros en las calles.

Ignoro si los hermanos González Flores lo tenían tan mal como el Pirri o José Luis Manzano, seguro que mejores opciones tenían. El caso es que delante de la pantalla, aquí en "Colegas", vienen a caracterizar esa generación del extrarradio urbano que malvivía con una tasa de paro elevadísima y unos descampados que son símbolo de una poesía urbana que Eloy de la Iglesia componía a su manera.

La película está lejos de ser una obra maestra, no sólo por las paupérrimas interpretaciones y los diálogos, es cutre como casi todo el cine de su director. Pero llega a día de hoy como ejemplo de una generación y de unas vidas que muchos hemos conocido. Es cine kinki aunque no sean los delincuentes brutos que todos conocemos. Ellos sobreviven y suerte tienen de ir tirando. Hay un momento en el que vuelven de Marruecos y al ver Gibraltar Antonio Flores expresa su pasotismo sobre el tema, se la pela que aquello sea británico: es algo que pasará desapercibido, todos recuerdan las pajillas, su canción, el "estoy preñá" o la sauna gay, pero para mí ese pasotismo, casi nihilismo de Antonio cuando pasa al lado de Gibraltar, es muy descriptivo.

Así que mala, porque es mala de cojones, pero también entrañable y divertida.

El final, lamentable. Creo que el director estaría más que nunca de bajada cuando rodó esas escenas...