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Apartado de Correos 1001

Cine negro. Intriga El joven Rafael es asesinado en plena calle delante de la Jefatura de Policía de Barcelona. Miguel y Marcial, dos agentes de la Brigada Criminal encargados de la investigación, hallan, en la habitación del muerto, un ejemplar de "La Vanguardia", en el que aparece señalado un anuncio solicitando un gerente para una empresa de productos químicos, mediante el pago de una fuerte fianza, y con la indicación de escribir para más información ... [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
11 de noviembre de 2010
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi hace mucho tiempo, pero tengo el mismo recuerdo de ella que cuando vi "Vértigo" o "La Soga" del maestro del cine negro Alfred Hitchcock.
Si en lugar de española hubiera sido de producción inglesa, o más aún, americana, estoy seguro que estaría entre las películas más vistas de todos los tiempos.
Chavi
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12 de octubre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Barcelona de la posguerra española un productor español, Ignacio F. Iquino, arriesgó su dinero y su trabajo en pos de una idea: realizar un cine distinto al tradicional de folclore, histórico o religioso tan del agrado del régimen, y de casi nadie más. Iquino fue el verdadero impulsor del cine de género, con sabor a la buena serie B que se hacía en Estados Unidos, dos películas, ambas de 1950, fueron las que sirvieron de referencia a los pocos policíacos con tintes negros que se realizaron posteriormente: “Brigada Criminal” y la cinta que paso a comentar.

En el film dos agentes de la brigada criminal investigan el misterioso asesinato de un hombre frente a la Jefatura de Policía de Barcelona. En la habitación de la víctima encuentran un ejemplar de la Vanguardia con una oferta de trabajo marcada: una empresa de productos químicos busca gerente y los interesados deben enviar su solicitud al apartado de correos 1001, con esta única pista deberán arrancar sus pesquisas y a partir de aquí… ¡Abróchense los cinturones! Como buen relato policiaco que es, la película cuenta con un prodigioso mecanismo narrativo, y aunque su horrenda música conspira magistralmente contra la película intentando convertirla en una mortadelada, y la calidad de algunos actores es superada por el propio Filemón, asistimos a una historia que siempre va por delante de nosotros. Un proceso detectivesco que se fundamente en una lógica deductiva sorprendente, una belleza de construcción que debió tener enardecidos a Julio Coll y a Isasi-Isasmendi durante su desarrollo.

A destacar la forma de documental que se le ha querido dar al film. Primero, por estar rodado en exteriores, con unas muy atractivas imágenes de Barcelona, reportaje impagable de la ciudad a primeros de los cincuenta; y segundo, por la voz en off que quiere ser un informe cronológico y exacto de las pesquisas, a semejanza de otras obras importantes del género, pensemos por ejemplo en “Atraco Perfecto” de Kubrick o “La Ciudad Desnuda” de Dassin. A resaltar también dos de las secuencias de la película: El director, Julio Salvador, emula a Hitchcock, pero, ojo, un año antes de “Extraños en un tren”, y presenta la escena del partido de frontón donde las miradas de víctima, detective y asesino se cruzan, mientras el público permanece ajeno al drama moviendo sus cabezas al compás de la pelota; y la de la persecución final en una atracción de feria, con una conclusión espectacular, toda una demostración de habilidad por parte de Salvador, y de Isasi-Isasmendi que también se ocupa del montaje.
Juan Marey
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10 de febrero de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine policiaco español, fue sin duda, una de las expresiones fílmicas más intensas, atractivas y provocativas de su época, cuya calidad y variedad era equiparable a otras cinematografías europeas, un estilo heredero en cierta forma del policiaco americano unido al neorrealismo como “La ciudad desnuda, 1948” de Jules Dassin, un cine alejado del oficioso dictado del régimen, y que a pesar de la férrea censura, intentaba reflejar la realidad de la calle y la sociedad de la gran urbe, la fisicidad de sus calles, en este caso la Barcelona de los años cincuenta. “Apartado de correos 1001” es una película pionera que inaugura una estupenda cosecha de cine negro español, a la que seguirían otros títulos significativos que están en la memoria de los aficionados.

El cine negro español no es más que otra modalidad expresiva de una manifestación cultural y poética mucho más amplia, que es el relato policial. “Apartado de correos 1001” indaga en un tema tan escabroso como el tráfico de drogas, recreando unos personajes cercanos y creíbles, una de las bazas que el público solía agradecer. Gracias a un excelente guión de Julio Coll y Antonio Isasi, también montador, que más tarde se pasarían a la dirección, el cineasta, Julio Salvador saca la cámara a la calle, con localizaciones reconocibles, emparejando al policía bisoño Miguel (Conrado San Martín) con el veterano Marcial (Manuel de Juan). De entrada, se pretende un homenaje a la policía, como no podía ser de otra forma en esa época.

La sombra de la dictadura se filtra en numerosos detalles: aunque no hay fotos oficiales ni crucifijos en las comisarías, sí que asistimos cómo, al detener a un sospechoso (Tomás Blanco), no se le mencionan sus derechos, el artilugio grabador en la habitación del hotel se instala sin autorización judicial para escuchar, desde la precaución de la dueña de la pensión al observar siempre a través de la mirilla, antes de abrir la puerta, hasta aquellos locutorios telefónicos donde era fácil escuchar conversaciones privadas. Sin embargo es un film luminoso, ansioso por vender la modernidad de una ciudad y sus habitantes.

El argumento introduce el tráfico de cocaína para justificar un asesinato que da lugar a la investigación policial. La bella e ingenua Carmen (Elena Espejo), implicada en los manejos de la banda, añadirá un punto de interés a una trama bien urdida que es narrada con pulso firme. Carmen constituye un puente sobre el cambio de mentalidad a punto de gestarse en las sociedades urbanas, pues si bien estaba mal visto que las señoritas trabajaran, ella es una mujer independiente que a trancas y barrancas mantiene su condición emancipada ejerciendo como deportista profesional. Una obra envolvente, nunca asfixiante, buen ejemplo del nivel profesional alcanzado que insufló aire nuevo al género policiaco español, con una atinada tipología de secundarios de una calidad contrastada.
Antonio Morales
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21 de febrero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
1950. España. En blanco y negro y de espalda a los espectadores, que hay que ser discretos. ¿Es este el primer chute de cocaína del cine?

De no ser así, seguro que «Apartado de Correos 1001» es uno de los primerísimos ejemplos de drogadicción y tráfico de estupefacientes en el celuloide, y además mostrándolo de manera clara y sin medias palabras. Directo a la mandíbula, como todo cine negro que se precie. El cine español iniciaría en la década de los cincuenta una etapa pletórica pero esta película de Julio Salvador todavía arrastra la sobreactuación, el dramatismo exacerbado y la técnica cinematográfica algo novata de los años anteriores. Eso sí, como una cosa no va con la otra, la baza fuerte de «Apartado de Correros 1001» es el guión, escrito por Julio Coll, que años después nos daría la gran «Distrito quinto», y Antonio Isasi-Isasmendi.

La historia se ambiente en Barcelona y nos narra la investigación de un misterioso crimen a las puerta de la comisaría. Un joven, una carta, dos policías que perfectamente podrían considerarse un anticipo de las buddy movies y algún que otro personaje al más puro estilo Mcguffin del que por supuesto no puedo desvelar su identidad y que contribuye de un modo original y sorprendente al desarrollo de la historia. A destacar la investigación llena de sensatez, una trama criminal que se mueve entre el costumbrismo español y los patrones internaciones del género, y una resolución que no podrá dejar indiferente.

Y no olvides la bonita sonrisa de una femme española.
Kaori
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13 de diciembre de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde las primeras incursiones de Fructuós Gelabert o Segundo de Chomón, Barcelona ha sido constantemente reinventada por el ojo de la cámara cinematográfica…Con aquella primitiva ‘Riña en un Café’ (1897) de Gelabert ya se anticipaba la influencia que iban a tener los bajos fondos y las historias violentas entre los espectadores de la Ciudad Condal… De hecho, y ya desde la perspectiva que nos ocupa, el cine negro español producido en la década de los 50 tiende a denominarse específicamente como “cine negro barcelonés” (de forma errónea; el reparto entre el género filmado en Madrid o en Barcelona resulta de lo más equitativo), pues los films concebidos y rodados en la capital catalana fueron ejecutados con una mayor capacidad formal y autoral con respecto a los cánones dramáticos y formales del cine negro imperante en Hollywood…
ASESINATO EN LA VIA LAYETANA
La enorme consistencia artística y cultural que puede observarse en este ‘noir’ barcelonés queda más que demostrada en ‘Apartado de Correos 1.001’ (Julio Salvador, 1950)… Desde el plano inicial de la majestuosa Vía Layetana hasta la persecución final por las Atracciones Apolo, Barcelona demuestra ser el escenario perfecto para el cine policíaco del momento -otras producciones de la época lo corroboran: ‘Almas en Peligro’ (Antonio Santillán, 1951), ‘Mercado Prohibido’ (Xavier Setó, 1952), ‘Delincuentes’ (Juan Fortuny, 1956), ‘Distrito Quinto’ (Julio Coll, 1957) o ‘Sin la Sonrisa de Dios’ (1955) del mismo Julio Salvador, sin ir más lejos-… Cineastas tan considerados como Antonio Isasi-Isasmendi y Julio Coll son los responsables del argumento de esta turbia cinta policial en la que una pareja de agentes de la ley, el veterano Velasco (Manuel de Juan) y el novato Miguel (Conrado San Martín), intentan resolver el asesinato de un joven adinerado en pleno centro de la ciudad…
Julio Salvador pone en funcionamiento un film ejemplar y muy profesional en el que se pueden observar las características más evidentes del cine negro nacional en ese momento histórico del país: exaltación sin complejos de la autoridad policial, representación magnífica del escenario urbano, un especial cuidado del contexto cotidiano, perfectamente reflejado en los potentes personajes secundarios (en especial, ese taxista, “El Miradas”, interpretado por Casimiro Hurtado) y la ejemplarizante sensación de que la aún reciente instauración dictatorial esta presente en cada pequeño rincón de la sociedad…Pero el progreso del metraje nos aguarda significativas y curiosas sorpresas …
¿FRONTÓN FATALE O PELOTARI GIRL?
Con la luminosa ciudad de Barcelona como fascinante telón de fondo, entre la hermosura diurna de la postal y la lúgubre y oscura verdad que ocultan sus calles, la película de Salvador adopta rápidamente la fórmula del ‘procedural’ norteamericano, en el que los métodos policiales se erigen en protagonistas absolutos de la trama, para declinarse finalmente hacia el inesperado ‘whodunit’ inglés (ese espíritu del entretenimiento dramático cuya base reside en averiguar quién ha cometido el crimen en cuestión) con el consabido peligro de que el espectador averigue con demasiada antelación el jugoso premio final entre la turba de sospechosos ofrecidos…La ingénua Carmen (Elena Espejo), una sorprendente femme deportiva (que podría ser una ‘frontón fatale’ o una ‘pelotari girl’) justifica, casi de carambola, el aspecto amatorio de la película, aunque la guinda del pastel la pone esa secuencia final por el complejo Apolo, una ensoñación que permitió a Julio Salvador jugar a ser un poco Orson Welles en la Barcelona Connection…
Sabino (Diari Menorca)
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