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Voto de Antonio Morales:
8
Cine negro. Intriga El joven Rafael es asesinado en plena calle delante de la Jefatura de Policía de Barcelona. Miguel y Marcial, dos agentes de la Brigada Criminal encargados de la investigación, hallan, en la habitación del muerto, un ejemplar de "La Vanguardia", en el que aparece señalado un anuncio solicitando un gerente para una empresa de productos químicos, mediante el pago de una fuerte fianza, y con la indicación de escribir para más información ... [+]
10 de febrero de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine policiaco español, fue sin duda, una de las expresiones fílmicas más intensas, atractivas y provocativas de su época, cuya calidad y variedad era equiparable a otras cinematografías europeas, un estilo heredero en cierta forma del policiaco americano unido al neorrealismo como “La ciudad desnuda, 1948” de Jules Dassin, un cine alejado del oficioso dictado del régimen, y que a pesar de la férrea censura, intentaba reflejar la realidad de la calle y la sociedad de la gran urbe, la fisicidad de sus calles, en este caso la Barcelona de los años cincuenta. “Apartado de correos 1001” es una película pionera que inaugura una estupenda cosecha de cine negro español, a la que seguirían otros títulos significativos que están en la memoria de los aficionados.

El cine negro español no es más que otra modalidad expresiva de una manifestación cultural y poética mucho más amplia, que es el relato policial. “Apartado de correos 1001” indaga en un tema tan escabroso como el tráfico de drogas, recreando unos personajes cercanos y creíbles, una de las bazas que el público solía agradecer. Gracias a un excelente guión de Julio Coll y Antonio Isasi, también montador, que más tarde se pasarían a la dirección, el cineasta, Julio Salvador saca la cámara a la calle, con localizaciones reconocibles, emparejando al policía bisoño Miguel (Conrado San Martín) con el veterano Marcial (Manuel de Juan). De entrada, se pretende un homenaje a la policía, como no podía ser de otra forma en esa época.

La sombra de la dictadura se filtra en numerosos detalles: aunque no hay fotos oficiales ni crucifijos en las comisarías, sí que asistimos cómo, al detener a un sospechoso (Tomás Blanco), no se le mencionan sus derechos, el artilugio grabador en la habitación del hotel se instala sin autorización judicial para escuchar, desde la precaución de la dueña de la pensión al observar siempre a través de la mirilla, antes de abrir la puerta, hasta aquellos locutorios telefónicos donde era fácil escuchar conversaciones privadas. Sin embargo es un film luminoso, ansioso por vender la modernidad de una ciudad y sus habitantes.

El argumento introduce el tráfico de cocaína para justificar un asesinato que da lugar a la investigación policial. La bella e ingenua Carmen (Elena Espejo), implicada en los manejos de la banda, añadirá un punto de interés a una trama bien urdida que es narrada con pulso firme. Carmen constituye un puente sobre el cambio de mentalidad a punto de gestarse en las sociedades urbanas, pues si bien estaba mal visto que las señoritas trabajaran, ella es una mujer independiente que a trancas y barrancas mantiene su condición emancipada ejerciendo como deportista profesional. Una obra envolvente, nunca asfixiante, buen ejemplo del nivel profesional alcanzado que insufló aire nuevo al género policiaco español, con una atinada tipología de secundarios de una calidad contrastada.
Antonio Morales
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