Apartado de Correos 1001

Junto con "Brigada criminal" esta película fue el pistoletazo de salida de una interesantísima cosecha de cine policíaco español, que fundía la tradición del cine negro americano con la influencia del neorrealismo, en cuanto a rodajes en localizaciones y exteriores naturales. Esto último, unido a la coartada que proporcionaba el hecho de ser "cine de género", provoca que, aún estando sometidas a la rígida censura del momento —que exigía, por ejemplo, una apología de las fuerzas de seguridad o una evidente moraleja acerca de que "el crimen se paga"—, esta serie de películas tenga el valor histórico añadido de ofrecer un fresco muy realista sobre la negrura del país en esos años.

Pero el valor de "Apartado de correos 1001" va mucho más allá de lo arqueológico y lo sociológico. Para mí, se trata de la mejor de estas producciones y una de las grandes joyas intemporales del cine español. A ello contribuye un estupendo y muy bien elaborado guión que nos sumerge en un intrincado y apasionante caso criminal. Por su parte, la puesta en escena de Julio Salvador es de una claridad expositiva y rítmica que muy poco o nada tiene que envidiar a la mostrada, por ejemplo, por Joseph H. Lewis en "Agente especial" o Sam Fuller en "El quimono rojo" , por citar policíacos facturados en los Estados Unidos en esa década. La escena, casi documental, en qué se nos muestra todo el proceso que sigue una carta para llegar a su destino, resulta ejemplar en este sentido. El reparto, encabezado por un correcto Conrado San Martín, mantiene un tono homogéneo acorde, eso sí, con los modos interpretativos de la época.

El realismo documental refuerza la verosimilitud del relato al mostrar muy diversos enclaves de la ciudad de Barcelona, enunciándolos de manera explícita. Así, se nos dice el nombre de las calles y hasta los números por donde investigan los agentes, o se muestra la Central de Correos, o la sede del rotativo "La Vanguardia". En este mismo sentido, las entonces famosas "Atracciones Apolo" son el marco donde tiene lugar la más conocida secuencia de la película, probablemente inspirada por "La dama de Shanghai", y a la cual, por lo que se refiere a originalidad y resolución, tampoco tiene demasiado que envidiar.

Finalmente, sólo reseñar que es una auténtica pena que piezas fundamentales de la historia del cine español, como esta película o "Vida en sombras", sólo puedan verse hoy en copias sumamente perjudicadas por el paso del tiempo. Creo que no estaría de más, por parte de quién le compete, un esfuerzo por restaurar y mantener este patrimonio cultural.

Una película con aire de Lang en la que el asesinato de un joven en plena calle nos llevará por el mundo de los misteriosos dirigentes que controlan el negocio del crimen tras mesas de despacho.

La Brigada de Investigación Criminal en acción. Excelentemente explicados los avances de la investigación paso a paso. Seriedad policial. Seguimientos y vigilancia.

Los sospechosos que se mosquean. Rostros malvados que entornan los ojos. No son los personajes torturados por remordimientos de culpa y arrepentimientos a flor de piel que estamos acostumbrados a ver en el cine de esa época para mostrar una conciencia social como referente. Aquí se cumple con las normas del cine negro: uso continuo de la astucia criminal para escapar de la policía una y otra vez. Cine de género riguroso.

La película no se queda atrás porque sea un producto nacional de 1950: Tráfico de cocaína, consumo de drogas, compartimentos secretos, huidas por los pelos… Una acción de ritmo perfecto que nos llevará por distintos escenarios hasta el definitivo de pesadilla agobiante.

Antes un inédito partido de frontenis femenino en pista de pelota vasca nos muestra de nuevo una sociedad dinámica fuera de convencionalismos, y la persecución final evita los tradicionales gracias al estilo surrealista que aportan los suelos blandos de las atracciones de feria que como los relojes blandos de Dalí nos indica la distorsión del tiempo tanto para el que huye como para los perseguidores. En ese caso también una referencia al cine de Orson Welles.

Y sobre todo ese estilo de los policías secretos al identificarse en el marco de sus competencias. Se levantaban la solapa de la chaqueta y mostraban la chapa oculta:
-Policía.
Sólo por ese gesto molaría haber sido alguna vez policía de la Brigada Criminal y haber vivido así dentro del cine negro.

Aunque ya he hecho referencia a este aspecto en algunos comentarios precedentes, reafirmo aquí mi opinión de que el cine español nunca podrá ser justamente valorado en tanto en cuanto títulos como el presente -y muchos otros de su mismo género- permanezcan olvidados y subestimados. Es una verdadera pena que el común de los aficionados no conozca -o haya siquiera tenido la oportunidad de conocer- películas que, como esta, no solo enriquecen y potencian las posibilidades propias del género negro o policial, sino que además, como muy bien ha señalado otro usuario, sirven para ilustrar aspectos llamativos y cotidianos de la vida en la década de los 50. Para mí, que soy relativamente joven, este tipo de filmes tienen gran valor, tanto por lo que muestran como por lo que sugieren, y si además lo logran con una buena historia policiaca (aspecto no menor, pues durante muchos años, antes de conocer y buscar, pensaba que el cine español apenas había tratado estos temas), mejor que mejor.

La película es una precisa y milimétrica crónica de la investigación criminal emprendida por la policía (singularmente por dos agentes, uno más veterano y otro más joven, recurso hoy clásico) acerca de las causas y motivaciones del asesinato en plena calle y frente a la comisaría de un joven inocente. Rápidamente, gracias a un guión perfectamente estructurado y a una narración visual sin tregua, diáfana y muy eficaz, asistimos al proceso deductivo mediante el cual los investigadores van tirando poco a poco de un hilo que acaba conduciendo a una madeja mucho más grande, complicada, y tras la cual se esconde un anónimo criminal del que no conoceremos su rostro hasta casi el final. Así, la película es asimilable a los títulos americanos que analizaban la labor policial, circunstancia que comparte con la coetánea "Brigada Criminal", de Iquino, aunque en el presente caso el argumento es más puramente policiaco, y no tan negro como en aquella.

A medida que avanza la historia, más parece complicarse todo, multiplicándose las pistas, los sospechosos, de tal forma que los árboles parecen ocultar el bosque, reforzando así la sensación de enigma, de "problema", que planea a lo largo de todo el filme. Aunque la voz en off inicial y el rodaje en escenarios urbanos naturales -en este caso Barcelona- refuercen la tendencia documental, ello no resta dramatismo a los planos o secuencias, destacando la intensidad e interés de los rodados en Correos, en la singular guarida secreta del malo, o en el Frontón, verdaderamente original y perfectamente desarrollada. Mención aparte merecen las secuencias de persecución del malo, no por ser originales, pues como ya se ha apuntado por parte de otros usuarios tienen claros precedentes, sino por ser las únicas de la película en las que el realismo cede frente a la fantasía, lo aparente y lo grotesco; es una vuelta de tuerca sorprendente, pero funciona a la perfección y resulta muy divertida. Acaba en spoiler, sin revelar detalles.

Una obra de arte universal es aquella capaz de resistir la ubicación del espacio concreto y el paso del tiempo. Quiero, o pretendo, decir que la historia policial de “Apartado de correos” podría rodarse hoy, 61 años después, en cualquier lugar del mundo, y todo tendría validez, incluyendo el tráfico y consumo de cocaina, algo inédito para aquella España de posguerra en la que aún funcionaban las cartillas de racionamiento; sin duda se nota en el guión la mano de Antonio Isasi Isasmendi, uno de esos hombres del cine a los que hemos olvidado y debemos un homenaje.
Uno no puede dejar de sorprenderse, y a la vez alegrarse, al saber que a finales de los 40 se podía hacer en España un cine negro tan válido como cualquier otro cine de cualquier otra parte del mundo.
Guión excelente que mantiene al espectador en vilo hasta el desenlace final, interpretación bastante digna, el tempo muy bien diseñado sin que sobren ni falten escenas y, por último, destacar las tomas exteriores de las calles de Barcelona tal como eran en aquellos años que hoy sirven de interesante documento gráfico.

Un clásico del cine español, un policiaco sólido, convincente y muy original, de impecable factura. Una obra maestra de nuestro cine, un film inusitadamente brillante y posiblemente único en su tiempo en el contexto del cine español.
La película tiene una trama plenamente creíble, a la par que plenamente original. El guión de Coll e Isasi Isasmendi está muy bien trabajado y va despejando las claves de forma fluida y sin grietas. La realización del luego decepcionante Salvador es estilizada y medida. Las interpretaciones resultas excelentes. Es una película ejemplar, demasiado desconocida que urge que todo aquel que no haya visto acuda a verla.