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Voto de Juan Marey:
7
Cine negro. Intriga El joven Rafael es asesinado en plena calle delante de la Jefatura de Policía de Barcelona. Miguel y Marcial, dos agentes de la Brigada Criminal encargados de la investigación, hallan, en la habitación del muerto, un ejemplar de "La Vanguardia", en el que aparece señalado un anuncio solicitando un gerente para una empresa de productos químicos, mediante el pago de una fuerte fianza, y con la indicación de escribir para más información ... [+]
12 de octubre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Barcelona de la posguerra española un productor español, Ignacio F. Iquino, arriesgó su dinero y su trabajo en pos de una idea: realizar un cine distinto al tradicional de folclore, histórico o religioso tan del agrado del régimen, y de casi nadie más. Iquino fue el verdadero impulsor del cine de género, con sabor a la buena serie B que se hacía en Estados Unidos, dos películas, ambas de 1950, fueron las que sirvieron de referencia a los pocos policíacos con tintes negros que se realizaron posteriormente: “Brigada Criminal” y la cinta que paso a comentar.

En el film dos agentes de la brigada criminal investigan el misterioso asesinato de un hombre frente a la Jefatura de Policía de Barcelona. En la habitación de la víctima encuentran un ejemplar de la Vanguardia con una oferta de trabajo marcada: una empresa de productos químicos busca gerente y los interesados deben enviar su solicitud al apartado de correos 1001, con esta única pista deberán arrancar sus pesquisas y a partir de aquí… ¡Abróchense los cinturones! Como buen relato policiaco que es, la película cuenta con un prodigioso mecanismo narrativo, y aunque su horrenda música conspira magistralmente contra la película intentando convertirla en una mortadelada, y la calidad de algunos actores es superada por el propio Filemón, asistimos a una historia que siempre va por delante de nosotros. Un proceso detectivesco que se fundamente en una lógica deductiva sorprendente, una belleza de construcción que debió tener enardecidos a Julio Coll y a Isasi-Isasmendi durante su desarrollo.

A destacar la forma de documental que se le ha querido dar al film. Primero, por estar rodado en exteriores, con unas muy atractivas imágenes de Barcelona, reportaje impagable de la ciudad a primeros de los cincuenta; y segundo, por la voz en off que quiere ser un informe cronológico y exacto de las pesquisas, a semejanza de otras obras importantes del género, pensemos por ejemplo en “Atraco Perfecto” de Kubrick o “La Ciudad Desnuda” de Dassin. A resaltar también dos de las secuencias de la película: El director, Julio Salvador, emula a Hitchcock, pero, ojo, un año antes de “Extraños en un tren”, y presenta la escena del partido de frontón donde las miradas de víctima, detective y asesino se cruzan, mientras el público permanece ajeno al drama moviendo sus cabezas al compás de la pelota; y la de la persecución final en una atracción de feria, con una conclusión espectacular, toda una demostración de habilidad por parte de Salvador, y de Isasi-Isasmendi que también se ocupa del montaje.
Juan Marey
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