El correo del infierno

Con dos escenarios y una buena idea, el artesano Hathaway elabora una de sus películas más redondas. A menudo parece más una película propia de cine negro, aunque esto de las etiquetas ya se sabe, pueden mezclarse a gusto siempre y cuando el resultado no implica una aberración. Principalmente es un western, uno de los primeros que firmó su director, pero sucede como en otras ocasiones, si le quitamos el emboltorio y hacemos el esfuerzo de imaginar otro contexto nos quedamos con un esqueleto de cine negro, negrísimo.

Se mueve en poco más de dos emplazamientos, el interior y el exterior de la edificación que sirve animales de repuesto a una diligencia (y decanso a pasajeros). Dura menos de hora y media y Tyron Power está especialmente aprovechado. No se le puede pedir más con tan poca cosa. Es una historia con personajes muy bien trazados, sin dobles caras y bien definidos. Malos y buenos bien separados y un final con esa intensidad definitiva que gustará a los seguidores del género. Muy buena manera de gastar el tiempo, mirando atrás y saludando a clásicos semiolvidados.

La película, en b/n, se desarrolla en una estación de postas en el Oeste de EE.UU., donde los pasajeros de la diligencia o correo paran a comer y asearse en su largo trayecto de San Luis a San Francisco o viceversa, en el siglo XIX. Es decir, nos situamos en una parada donde los caballos de la diligencia tomaban refresco y los que viajaban en posta también, cuando los primeros transportes comerciales a caballos de tiro en la conquista del Oeste Norteamericano entre el Este y el Océano Pacífico, un viaje de 25 día y 25 noches cuyo coste por viajero era de 200 dólares oro y que incluía además del traslado en sí las distintas comidas a lo largo de todos esas jornadas.

En tales circunstancias la película se centra en una de las múltiples estaciones de postas de la diligencia a lo largo de su camino, donde un viejo y su joven ayudante se verán visitados por una banda de delincuentes huidos de una prisión quienes traen malvadas intenciones, con el consiguiente riesgo para sus vidas.

A destacar la actuación del actor Jack Elam, aquél que tenía un ojo extraviado como Fernando Trueba, y que a partir de los años cincuenta protagonizó como secundario cantidad de películas del género western.

"¡Veinticinco días de viaje a través de Norteamérica!..
¡El correo de los tontos le llamaban!... Pero hombres de hierro lo conducían... y asesinos de todas las especies intentaron asaltarlo..."

Así rezaba la publicidad del programa de mano del Cine Gran Vía, de Bilbao.

Vista dos veces en mi vida, la primera, cuando era un adolescente, pensé esto de ella:

"Buen western rodado con pocos medios y actores.
La virtud de la cinta está en que el guión es redondo y la buena dirección de Hattaway (en su buena época) le confiere una progresiva tensión que la enriquece hasta hacerla interesante.
Interpretación excelente del siempre buen secundario Jack Elam.
Bonita de verdad".

Vista por segunda vez, en marzo de 2020, pienso lo mismo que la primera vez, pero ahora tengo, lógicamente, más cerca mis recuerdos sobre ella.
Me doy cuenta de la excelente fotografía en blanco y negro de Milton R. Krasner y del estupendo ritmo impreso por Hathaway, aquí en efecto, en el mejor momento de su carrera, con una puesta de escena sublime, utilizando perfectamente los pocos mimbres de los que dispone. Esto es, parquedad en cuanto a utilización del espacio donde se desarrolla la acción.
Pero la intriga e incluso medido suspense, como cuando la niña se mete por el agujero hecho para escaparse, o la nota de socorro que va volando poco a poco para situarse frente a los pies de los malones, consiguen un perfecto clímax que hace que el/la espectador/a sienta mucho interés por la trama.
Y también me doy cuenta, por cuanto esta vez la veo, felizmente, en versión original, de las estupendas composiciones de los intérpretes, con la fuerza de sus voces muy personales, como las de Susan Hayward y/o las de Hugh Marlowe.
En cuanto a Jack Elam, pues eso, que su personaje, tan abyecto, lo reluce a las mil maravillas con sus libidinosas miradas y sus ansias de matar.
Un gran western, sin duda alguna.

https://filmsencajatonta.blogspot.com

768/001/01(01/01/10) Entretenido sin más este film envuelto en el género del western se nos presenta en realidad una historia de cine negro, donde cuatro de huidos de prisión retienen en una parada de postas de diligencia al encargado, Tom Owens (un siempre correcto Tyrone Power) y a una pasajera, Vinnie Holt (excelente Susan Hayward) con su pequeña sobrina, esperan a que pase una diligencia con oro para robarla. Es el relato de unas pocas horas en las que la tensión va increscendo a medida que se acerca la hora de la llegada de la diligencia, sobre todo por el diferente carácter de los forajidos, el jefe, Zimmerman (gran papel de Hugh Marlowe), un tipo cerebral, educado y con estilo, todo lo contrario que Tevis (el siempre secundario malvado, papel que bordaba con su especial físico, Jack Elam) un violento pistolero, nada de fiar, los otros dos son unos infelices obedientes sin pizca de maldad, así como el muy diferente carácter entre Vinnie y Tom, ella decidida y pendenciera, el reposado y poco combativo. La cinta es un ameno relato con todos los elementos del cine negro pero en el escenario del oeste, donde la parada bien podría ser una parada de autobuses y los forajidos unos gangsters. Recomendable a los amantes del hibrido de géneros. Fuerza y honor!!!

Bueno, esta vez voy a hablar un poco del argumento. Me pareció interesante, un tanto original y violento para la época. Sobre todo la escena de la niña junto a los caballos y luego el sádico que le disparaba desde los troncos.
Buena la historia de lo duro que fueron los principios de Norteamérica, por las distancias y los peligros. Bien le queda el mote de la Ley del Revólver a esos tiempos.
Muy interesante y recomendable para una tarde de lluvia.