Con dos escenarios y una buena idea, el artesano Hathaway elabora una de sus películas más redondas. A menudo parece más una película propia de cine negro, aunque esto de las etiquetas ya se sabe, pueden mezclarse a gusto siempre y cuando el resultado no implica una aberración. Principalmente es un western, uno de los primeros que firmó su director, pero sucede como en otras ocasiones, si le quitamos el emboltorio y hacemos el esfuerzo de imaginar otro contexto nos quedamos con un esqueleto de cine negro, negrísimo.

Se mueve en poco más de dos emplazamientos, el interior y el exterior de la edificación que sirve animales de repuesto a una diligencia (y decanso a pasajeros). Dura menos de hora y media y Tyron Power está especialmente aprovechado. No se le puede pedir más con tan poca cosa. Es una historia con personajes muy bien trazados, sin dobles caras y bien definidos. Malos y buenos bien separados y un final con esa intensidad definitiva que gustará a los seguidores del género. Muy buena manera de gastar el tiempo, mirando atrás y saludando a clásicos semiolvidados.