El caso. Crónica de sucesos (Serie de TV)

En un primer momento, la he visto como una serie de TV que me producía sentimientos encontrados: por un lado, los actores y las actrices están muy bien elegidos para sus personajes, desde Fernando Guillén Cuervo y Verónica Sánchez hasta los más secundarios; la música de la cabecera es muy bonita, muy clásica, y muy pegadiza, y remite a toda la tradición del cine negro; el vestuario y la peluquería son bastante aceptables.

Sin embargo, por otro lado, la pobreza de la producción es palpable -aunque no se nota tanto como en otra serie española actual como "El ministerio del tiempo"- y las tramas giran siempre en torno a unos pocos personajes, como si en el Madrid de 1966 sólo hubiera seis periodistas, dos policías y un único médico forense. Además, la idea según la cual tiene que haber una trama continuada para toda la temporada -la persecución del misterioso "asesino del rosario", con su propio "leit motiv" musical- y tramas propias para cada episodio, está un poco vista, así como la idea de juntar a dos personajes tan distintos como el de Guillén Cuervo y el de Sánchez.

Pese a sus debilidades, el tema de esta serie es tan apasionante, y el reparto tan sólido, y las situaciones y los diálogos tan interesantes, a veces, que el resultado es más positivo que negativo. A ello ayuda, claro, una visión bastante crítica de la España de los años 60, aunque para elaborar esa visión crítica se cambien los hechos históricos y los delincuentes pasen incluso a ser las víctimas, como en el episodio titulado "Garrote vil", que, no obstante, tiene un buen guión.

Para mí, es una serie entretenida que podría mejorar mucho, si continúa. Pero, para eso, tendría que haber una segunda temporada, y no sé si la habrá.

Lo siento, es mala. Es una serie mala. Me cuesta escribir esto sobre producciones españolas. Pero es lo que hay.
Empecemos por unos personajes en su mayoría insulsos y faltos de carisma. Algunos, como Antonio Garrido (Comisario Antonio “Toño” Camacho) y Blanca Apilánez (Margarita Moyano, personaje inspirado en la periodista Margarita Landi, e insultantemente desaprovechado) consiguen despertar interés y hacen un, para mi gusto, buen trabajo. Pero como todos los demás no acompañan, resulta complicado mantenerlo, principalmente los personajes protagonistas de Fernando Guillén Cuervo (Jesús Expósito) y Verónica Sánchez (Clara López-Dóriga). Y mención especial para el tonto personaje que interpreta Natalia Verbeke, que da hasta dolor.
No tengo ni idea de cuánto toman de prestado de casos reales que aparecieran en el diario semanal “El Caso”. Sé que algunas historias tienen base real. Pero la manera de contarla resulta inverosímil y aburrida. En el semanario original ¿los periodistas se limitaban a contar los hechos o, como nos quiere contar la serie, se implicaban proactivamente en la investigación, se metían en persecuciones y tiroteos y le hacían el trabajo a la policía?. Si verdaderamente ocurría lo segundo, repito, no lo cuentan de una manera que me lo crea.
Los diálogos resultan forzados, con chistes sin gracia, y los actores soltando expresiones para que resulte un “hablar de la época” pero que se notan metidas con calzador.
Lo único que puedo salvar es la crónica que hace de la España de los años 60. Aunque no puedo negar que en ocasiones me resulta un tanto chapucera, para favorecer la trama del capítulo.
Ahora algunos detalles molestos:
- esa música de guitarra eléctrica que meten de vez en cuando y que no pega nada con la estética de la serie
- que los protagonistas lean en alto mientras escriben a máquina. Sé que es un recurso para transmitir al espectador el artículo en cuestión, pero resulta del todo ilógico que en una redacción. Sería mejor con una voz en off
- ciertos aspectos de las tramas personales que resultan tontos y sin lógica
En definitiva, y aunque resulte repetitiva: desconozco cuánto tiene de verídico la serie (retrato de la época, los periodistas del semanario, las tramas, … ) pero no me resultan creíbles ni entretenidos.

Admito que cuando escuché la propuesta de esta serie, una ficción sobre "El Caso", el famoso periódico de sucesos, sobre los últimos años del franquismo, se despertaron mis expectativas, máxime cuando por el casting aparecía Verónica Sánchez como coprotagonista y Natalia Verbeke en un papel más secundario. Sin embargo a partir de aquí este trabajo acumula más decepciones que alegría. De entrada, "El Caso" se ubica temporalmente en los años 60, que por mucho aire yeyé, pop o psicodélico que le quieran dar, que no le dan ninguno, no se pueden comparar con los 70, década en la que imaginé que se situaría. Esto ya me puso un poco de mal humor.

De más calado es la concepción en sí de la serie. La ambientación es buena, los actores están bien, las tramas generan cierta intriga, etc., pero no es exactamente lo que esperaba. A ver, los dos de "El Caso" son periodistas y como tal deberían comportarse y aquí en cambio los vemos haciendo de todo, desde policías a matones de barrio. Está tendencia a abarcar más de la cuenta, no sólo informan sino resuelven crímenes, es molesta pero el resto de aspectos tampoco es que sean muy amables. Las historias románticas son más bien antipáticas, la trama del "Asesino del Rosario" no funciona y los ataques al régimen franquista son gratuitos y falsos. Mejorable.

Agradezco el esfuerzo de TV España por hacer series de calidad, y sobre todo en cuanto a la recreacion histórica y ambiental; pero esta no pasa de ser un entretenimiento con un guion pésimo y sin sentido.
Personajes tópicos, dialogos forzados a más no poder, y sencillamente absurdos y no creíbles.
Como siempre ocurre en este tipo de productos, la forma de hablar y el tono completamente impostados.
En el primer episodio, se producen una serie de situaciones autenticamente hilarantes e imposibles, que más bien son una burla hacia el espectador que un trabajo de cinematografia detectivesca.
Una pena, el diario EL CASO se merecía más respeto, y TVE puede apuntar con guiones más sólidos a metas más altas.

De todos los profesionales que salieron para recomendar la nueva serie de El caso, de la 1ª, ninguno dijo nada interesante, pero el que llamó la atención fue el Sr Lobatón ya que éste dirigió uno de los programas de investigación en plan intrigante de más éxito en la televisión: Quién sabe dónde.

De ahí se puede sacar la lección de cómo llevar una serie que se va a dedicar a presentar casos criminales reales sucedidos a quién sabe nadie. Exacto, la forma de presentarlos debía ser la misma: de forma aséptica, como hacía el Sr Lobatón. Pero de nuevo nos presentan los mismos clichés, los mismos estereotipos y los mismos malos modos.

¿Por qué un veterano periodista tiene que cabrearse porque le ponen de compañera a una joven periodista? ¡Pero si la realidad es que para cualquiera de nosotros en el mismo caso sería un honor y un orgullo! Pero claro, hay que fijarse en los casos policíacos americanos de los clásicos Clint Eastwood o Bruce Willis que le ponen a un imberbe de colega y se cabrean. Ahí mal porque eso funciona en otro estilo de películas y al otro lado del charco. Es una auténtica mala costumbre eso de presentar personajes cabreados, que saltan a la mínima. Para respetar al televidente, hay que empezar por respetar a los personajes y dotarlos de personalidad propia, no cortarlos a todos por el mismo patrón.

En una secuencia se ve a la periodista, una joven coqueta recién licenciada, en un bar con la copa de coñac en plan estoy de mal rollo, déjame en paz. Por favor, ¿qué me estáis contando? Si se ha conseguido una fenomenal y estupenda ambientación, un vestuario de lo más acertado, y lo has colocado todo en Madrid, años 60, ¿cómo me metes a una muchacha en la tasca en plan Liam Neeson: la voy a liar otra vez, iros a tomar por culo?

¿Por qué el padre de la periodista tiene que ir a la redacción a cagarse en la santa madre de tal y cual porque su hija está ahí trabajando? Sólo, y fijaros lo que digo, sólo le ha faltado llegar con la chapa de la gaviota azul y el carné del PP en la frente. ¡Pero si para cualquier padre, y más para uno de derechas, sería un orgullo saber que su hija se ha colocado a trabajar y encima en donde ella quiere! Y si le quisiera decir algo, se lo diría de buenas y en su casa, para eso está la educación.

¿Por qué hay que enmascarar la realidad con un cuento chino sobre que la pareja de periodistas se cuela por una barrera de seguridad de la base norteamericana de Torrejón? Que el guardia era negro, no chino, y además así, no engañas ni a un chino de los años 60, y eso que estaban menos espabilados que hoy, lógicamente, como todos. Y luego con la tarta hasta el despacho central de la base, con todos los mandos reunidos. ¿Eso cómo se come? Que son periodistas, no son Starsky y Hutch.

Si a esta serie coges a Margarita Landi, al policía, al periodista y a su joven ayudante, al director en plan director, profesional a tope, amable, ¿por qué no?, así te sales de lo de siempre, añades los casos sangrientos y a los personajes los haces trabajar con realismo, buenos modos, seriedad y un poco de romanticismo, etc, etc, unos toque de humor, momentos de análisis, etc, y menos gritos, insultos y ahora me hago el listo y se la cuelo, que nunca se da en realidad, podías empezar a trabajar con aspiraciones reales a crear una buena serie que además informaría con veracidad de esos sucesos acaecidos en la época de los 60, sucesos sangrientos y verídicos, hoy día desconocidos. Pero así, no me creo nada.