El bazar de las sorpresas

Yo es que hay cosas que sigo sin comprender. No me cabe en la cabeza que una película como «El bazar de las sorpresas» tenga esa elevadísima nota, no me lo explico. De nuevo el «clásico» y James Stewart, supongo, inflan los números hacia arriba. No se puede decir que sea una sorpresa, pero sí que es un poco frustrante.

Bueno, en fin, no es el caso de volver a mis obsesiones de siempre, y de hecho, fíjate por dónde, no voy a decir nada malo de Stewart, a quien le tiro mucho de las orejas. Aquí hace de galán sin ser galán, así que el papel le encaja, y su Alfred Kralik es todo un caballero con un corazón bondadoso del que veo comprensible enamorarse. Incluso me cae mejor él que ella, una Klara Novak algo atolondrada y criticona, lo que también tiene su explicación, habrá que esperarse al final. ¿No dice el dicho eso de «los que se pelean, se desean»? Pues eso. También es cierto, y es uno de los fallos que le encuentro a la cinta, que no queda muy bien descrita la antipatía entre los protagonistas, sino que ocurre de una escena a la otra y, aunque se recalca mucho, no se ve demasiado.

Por lo demás, todo, absolutamente todo lo que va a pasar, se sabe de antemano, así que pocos giros de guión nos sorprenden, por no decir ninguno. Sin embargo, la historia tiene el atractivo de lo sencillo, de lo noble y limpio, con una historia de amor curiosa y un vínculo entre amigos que gusta de ver. Eso sí: vaya técnicas empresariales, ¿eh? Cero escrúpulos a la hora de manipular, engañar y mentir a los clientes.

Agradable y correcta, pero no es para tanto.

La historia nos transporta a una tienda de Hungría. Allí un dependiente joven y con aspiraciones a tener más responsabilidades dentro de la empresa tiene algunos problemas con el dueño de la misma a la par que se cartea con una chica desconocida de la que se ha ido enamorando. De pronto, una chica entra a formar parte del personal.

Los personajes que nos presenta Ernst Lubitsch están perfectamente definidos, y la historia va fluyendo sin que nos demos cuenta de que asistimos a una comedia romántica. James Stewart, muy joven, hace un papel memorable como el dependiente enamorado y tal vez lo que más cojea sea Margaret Sullavan, aunque no es que lo haga del todo mal. Hay escenas auténticamente memorables, como la de los casilleros de los apartados de correos o el intento de suicidio, algo tan grave contado de una manera muy suave, delicada y natural.

Recomendable pese a no ser una obra maestra.

Una película a la que el paso del tiempo no ha tratado bien.
La creación y diseño de unos carismáticos personajes y su lectura actual con relación a la búsqueda de pareja a través de las redes sociales, no son suficientes para que la película resulte demasiado ingenua, naif y ridícula. Comedia que resulta acartonada e indefectiblemente condescendiente careciendo de vigor, conflicto y clímax. Todo sucede, desde una óptica tan meliflua, lánguida y edulcorada que nadie puede, hoy en día, pensar en calificarla como obra maestra.

No sé si será que hay que verla con el contexto de la época, pero en mi opinión la lastran tanta cortesía con el usted, caballerosidad (incluso en una escena en la que no cabría, ver spoiler) y rodeos por educación para no destapar la verdad.
James Stewart, muy joven en esta película, cumple más que sobradamente y es secundado por el resto de intérpretes.
Para ser una comedia de Lubitsch no provoca demasiadas carcajadas, pero tampoco está mal.
Mi nota: 6,6

Excelente comedia romántica por su guión, diálogos, dirección, interpretaciones etc. Sin embargo, existen dos aspectos que me parecen muy mejorables.