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El bazar de las sorpresas

Romance. Comedia Alfred Kralik es el tímido jefe de vendedores de Matuschek y Compañía, una tienda de Budapest. Todas las mañanas, los empleados esperan juntos la llegada de su jefe, Hugo Matuschek. A pesar de su timidez, Alfred responde al anuncio de un periódico y mantiene un romance por carta. Su jefe decide contratar a una tal Klara Novak en contra de la opinión de Alfred. En el trabajo, Alfred discute constantemente con ella, sin sospechar que es ... [+]
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
30 de junio de 2009
131 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
1h05’44”: En ese punto de la cinta se encuentra un plano inolvidable, un plano casi mudo que ilustra lo que, para mí, viene a ser el «otro» toque Lubitsch.

Un funcionario con chaqueta negra clasifica el correo bajo una lámpara redonda que ilumina la parte izquierda del encuadre. Una carta, blanquísima, destella brevemente en una de sus manos.

Al fondo a la derecha, en penumbra, se atisba el casillero con los apartados de correos.

Un segundo funcionario, con bata blanca y un saco de cartas atraviesa la escena. La cámara, en escorzo, parece que lo sigue. El cuadro se cierra con firmeza y el funcionario lo abandona para no volver. Comprendemos que el travelling no pretendía acercarse al empleado sino al apartado de correos número 237, vacío y rodeado de casillas que sí contienen algún sobre.

En ese momento, anticipamos lo que va a ocurrir. Sentimos la punzada, el desencanto.

El enfoque se desplaza hacia el fondo de la casilla y el plano se hace fijo. Una mano enguantada irrumpe temerosa, tantea, busca, nada encuentra. La desilusión queda expresada por el movimiento de sus dedos. La mano se bate en retirada al tiempo que el rostro de Klara asoma por el casillero. Es un semblante de ojos tristes, hermosamente iluminado y enmarcado por el apartado de correos.

Lubitsch encadena al siguiente plano, ya en la tienda de Matuschek. Apenas han pasado veinticuatro segundos y han sido dibujados, por medios exclusivamente cinematográficos, los sentimientos de esperanza, temor y decepción.

Sin barroquismo ni sensiblería, Ernst Lubitsch distribuye las luces y las sombras –en la fotografía y en el retrato de las emociones–. Entramos en el plano a rebosar de expectativas y el director nos lleva de la mano hasta el abatimiento.

Se suele decir que el ‘toque Lubitsch’ habita en la ironía fina y elegante. Pero, como se echa de ver en este plano, el alemán también acierta a deslumbrarnos con otro tipo de elegancia: aquella con que muestra el sentimiento puro, tembloroso, sin rastro de ironía.

Fijando la emoción con sutileza, el plano Lubitsch resplandece con la magia de los grandes.
Servadac
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13 de abril de 2006
74 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amores platónicos, adulterios, desengaños, decepciones, intentos de suicidio, confusiones, enredos, groserías, sorpresas (por supuesto), amistades, reconciliaciones... Cuenta tanto en tan poco tiempo (unos 94 minutos) que parece de esas películas que duran tres horas pero se hacen cortas. Y todo con un reparto casi perfecto, desde Stewart (honrado, elegante, sincero hasta llegar al enfrentamiento verbal, vulnerable, normalmente respetuoso... un caballero con muchos matices) hasta el chico que hace de Pepi; aunque yo habría preferido a otra antes que a Margaret Sullavan –a Audrey Hepburn, por ejemplo: ¡qué pena que su generación fuera tan posterior!–.

Quizás la comedia romántica por antonomasia. Ha envejecido muchísimo mejor que otras y no resulta empalagosa para la los hombres (al menos a mí no me lo pareció, pues el punto de vista es eminentemente masculino), pero ha sido injustamente "olvidada".
jastarloa
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4 de febrero de 2009
43 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran comedia romántica, realizada por Ernest Lubitsch (1892-1947), que consigue filmar como premio de la MGM por el éxito de “Ninotchka” (1939). El guión, de Samson Raphaelson, colaborador habitual del realizador en estos años, adapta la comedia “Parfumerie” (1937), del dramaturgo húngaro Nikolaus Laszlo. Se rueda en platós de MGM Studios (Culver City, CA). Producido por Lubitsch para la MGM, se estrena el 12-I-1940 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Budapest en 1937/38, durante las fiestas de Navidad. El encargado de una tienda de objetos de regalo, Alfred Kralik (Stewart), no simpatiza con la nueva dependienta, Klara Novak (Sullavan), contratada contra su opinión por Hugo Matuschek (Morgan). Alfred es el empleado más antiguo de la casa, donde trabaja desde hace 9 años. Es tímido, honrado, sincero, respetuoso, puntilloso en el trabajo y poco diplomático. Sus opiniones suelen chocar con las del Sr. Matuschek, que le aprecia y respeta. Klara es una muchacha joven, moderna, decidida y desenvuelta. Matuschek, el propietario, es autoritario y poco resolutivo. Le gusta intimidar a los empleados. El botones, Pepi Katona (Tracy), es ambicioso y algo vanidoso. El dependiente Ferencz Vadas (Schildkraut) es presumido y adulador. El otro dependiente, Pirovitch (Bressart), es callado, trabajador y amigo de Alfred.

El film suma comedia, romance y drama. Es una de las obras más populares del autor.
La acción gira en torno a dos personajes principales, Alfred y Klara. Las relaciones entre ambos dan lugar a discusiones y desavenencias continuas, que el paso del tiempo no consigue atenuar. Su desarrollo entra dentro de lo que es una lucha de sexos entre un hombre experto, competente, pero vulnerable, y una mujer novata, que exhibe agudeza, modernidad, conocimiento de la psicología de las personas e ideas nuevas. Entre los recursos de humor se cuentan, además, enredos, confusiones, malentendidos, opiniones contradictorias, iniciativas descabelladas, manías, sorpresas, extravagancias, rarezas, etc. El film es menos mordaz y cáustico de lo habitual. Consigue un excelente resultado con el juego que se establece entre la dulzura y el encanto del relato y la tristeza que se desprende de lances e incidencias de la subtrama. Con sutileza y sentido de la oportunidad, mezcla alegrías, expectativas esperanzadas y vivencias gozosas, con adulterios, rupturas de parejas, tentativas de suicidio, soledades, etc.

La acción se sitúa en un universo de personas sencillas y populares, a diferencia de lo que curre en la mayoría de los trabajos del realizador, dominados en general por la presencia de la alta sociedad, sus costumbres y sus prejuicios. La obra suma, equilibradamente, sentimientos, emociones, entretenimiento y humor.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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1 de diciembre de 2011
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dotado de una maestría narrativa excepcional y sofisticada, Lubitsch se atreve hasta con la caligrafía en el desarrollo de su lenguaje cinematográfico. Sus historias transcurren con sutileza y mimo; pequeños detalles sirven de preludio a lo que va a ocurrir, a veces solo segundos antes, logrando un “in crescendo” emocional en el espectador que le permite anticiparse al desenlace de las secuencias.

En esta comedia, la más “Capriana” de Lubitsch, la felicidad se asienta en frágil equilibrio sobre la base de un capitalismo paternal de cara amable, solo posible en las pequeñas comunidades. En este caso, una tienda. Su propietario y el grupo de empleados a su servicio nos van mostrando sus miedos, sus necesidades, sus esperanzas... A pesar del tono melancólico que acompaña el transcurrir de la película, incluso de un intento de suicidio, el resultado final es una comedia deliciosa, verdaderamente reparadora del estado anímico.

La pareja protagonista, James Stewart y Margaret Sullavan, están sublimes en sus interpretaciones, los diálogos que mantienen tienen la compleja cualidad de resultar espontáneos e ingeniosos a la vez: verlos juntos llena la pantalla de encanto y al espectador de alegría. Los personajes secundarios no tienen desperdicio, fabulosas piezas del engranaje, sin desmerecer su papel en la historia, a los que se les dedica el tiempo preciso y necesario para desarrollar pequeñas subtramas y lograr que el ritmo nunca decaiga. Con Lubitsch el tamaño de la pantalla no importa. Tan importante es lo que sucede en ella como lo que queda fuera. La esposa del propietario, que tiene un papel determinante en el devenir de los acontecimientos, está siempre fuera de pantalla, y aún así se nota su presencia.

Los gags visuales o bufonescos están ausentes, el humor viene propiciado por la propia personalidad de los personajes, sin resultar por ello extravagantes, por las conversaciones, los enfrentamientos y los equívocos, como corresponde a la elegancia de las comedias de Lubitsch. Ejemplo de ello es el diálogo que mantiene Sullavan con el camarero mientras espera a su anónimo enamorado, donde la correlación que se hace de las citas amorosas con las flores está a caballo entre la ingenuidad y la fina ironía.

El famoso “toque Lubitsch” está presente, alguna secuencia es muy ilustrativa de ello. Yo me quedo con la escena final, para la que Lubitsch nos ha estado preparando durante todo el metraje. Un simple gesto de Stewart, y quedamos sorprendidos de la elocuencia que alcanza ese clavel en la solapa, sobran las palabras, todo encaja con delicadeza y precisión. Solo falta el inevitable beso y “voilà” película redonda. Puro refinamiento.
The Quiet Man
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18 de marzo de 2007
54 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernst Lubitsch era el padre de toda una generación de directores judíos que fueron llegando desde diferentes partes de Europa como William Wyler, Otto Preminger, Billy Wilder...a los que fue sistemáticamente dando oportunidades y consiguiendo que el cine norteamericano se desarrollara de forma envidiable gracias a él. Por supuesto en su funeral acudieron casi todos los directores más famosos de Hollywood de los que muchos debían casi todo a Lubitsch. Por eso yo le llamo Ernst “El Padrino” Lubitsch, porque aunque su cine es bueno, no cabe duda, hay que reconocer que la veneración y respeto que sienten hacia él históricamente ha hecho inflar sus películas un tanto según mi criterio.

Y uno de los ejemplos más evidentes es “El bazar de las sorpresas”, una de sus películas más aplaudidas, y donde nos encontramos con una obra adelantada a su tiempo y una buena comedia romántica pero nada más. Ser muy sofisticado no significa ser extraordinario. No me cabe duda que si Lubitsch viviese hoy haría cine Dogma 95.

Hay que agradecer que respetase que la acción transcurriese en Budapest, tal y como ocurría en el texto original de 1937 del húngaro Miklós László, pero en realidad en una película de estudio como esta poco importa y lo que nos enseña del país magiar es nulo. Nunca me ha gustado que se trasladen los hechos a una ciudad lejana simplemente por snobismo (quizá fue por los derechos, lo desconozco), si se hace debe de intentar ofrecerse algo más que simples rótulos en húngaro y nombres magiares, porque el resto es puramente americano.

Es verdad que ese famoso “Toque Lubitsch” está presente en la cinta, aunque como no es un director que me apasione tampoco es que me vuelva loco por ello. Quería destaca eso sí la vigencia de esta película, al fin y al cabo hoy con Internet esta historia pasa todos los días. La gente se enamora de letras que alguien escribe al otro lado del monitor y resulta que no se fijan a quien tenemos a nuestro alrededor.

Pero lo esencial es que no puede considerarse ni de lejos una de las grandes comedias románticas de ese tiempo entre otras cosas porque hace falta dos protagonistas de primera fila, y si James Stewart, cumple a la perfección, no así Margaret Sullavan que no da la réplica en ningún momento y que demuestra por qué no fue una grande del cine y su vigencia fue tan corta.

Película agradable aunque como muchas de la época sobrestimada y que demuestra que Ernst Lubitsch fue un hombre con estrella; no tuvo que contar que se fue de Alemania por los nazis como otros, porque este se fue mucho antes -en 1923- por dinero y de la mano de la actriz y fundadora de la United Artist Mary Pickford, vamos que antes de que pusiera un pie en EE.UU ya tenía firmado un contrato millonario...igual que otros.
vircenguetorix
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