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Killer (El asesino del taladro)

Thriller. Terror Reno Miller (Abel Ferrara) es un artista que, sofocado por los agobios y las exigencias de la vida urbana, ha ido hundiéndose progresivamente en una espiral de locura y, a pesar de su esfuerzo por resistirse, encuentra que ya no tiene otra forma de desahogarse que no sea el recorrer los callejones de Nueva York, armado con un taladro, en busca de carne donde hundirlo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
16 de diciembre de 2009
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debut en la dirección de largometrajes de Abel Ferrara (si exceptuamos su película porno "9 Lives of a Wet Pussy"). Rodada en dos tandas (la primera en 1978 y la segunda en 1979), el filme apenas costó 20.000 dólares, una ínfima cantidad que sin embargo no fue impedimento para producir esta interesante y sórdida propuesta. La limitación presupuestaria es evidente allí donde uno pone la mirada: desde la pésima fotografía (que aun con todo logra tener un acertado aire opresivo), hasta los mediocres decorados, pasando por el inconexo guión o el confuso montaje.

La historia se centra en la figura de Reno Miller (interpretado por el propio Abel Ferrara), un pintor fracasado que comparte piso con dos chicas y que está al borde del desahucio por no poder hacer frente a las facturas. Su complicada situación se volverá aún más precaria cuando un grupo de música post-punk se traslade a los bajos del edificio. Desde ese momento, Reno comenzará a tener problemas para conciliar el sueño mientras, lentamente, va surgiendo en él una misteriosa, pero a la vez poderosa, vena psicópata cuando tiene entre sus manos la taladradora que da título al filme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
seagal4ever
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26 de mayo de 2015
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detrás de este contundente y llamativo título, se esconde uno de los primeros trabajos del irregular realizador, Abel Ferrara, donde ofrece las premisas habituales de su cine futuro: con violencia, polémica y sexo. La película presenta claros síntomas de la baja habitual de una producción novel, con un trabajo de imagen y sonido muy pobre, al tiempo que lamentable, donde el guion y las interpretaciones rozan lo esperpéntico.

El título de la película es muy llamativo y de alguna manera atractivo, pero lo cierto es que ofrece mucho menos de lo que promete, cayendo en un desarrollo parsimonioso donde no ocurre nada y se suceden las escenas de grupos musicales en discotecas de la época sin llegar a desarrollar una trama interesante. Ferrara intenta relacionar y desarrollar los pensamientos del personaje principal con la violencia, el arte y la música, pero lo cierto es que no lo consigue y únicamente logra confundir y aburrir al espectador que desea utilizar el taladro contra el propio director, despertando los demonios más escondidos.

La trama no se sujeta por ninguna parte, no existe un hilo que consiga captar la atención del espectador y todo desemboca en lo que promete el título: a un loco suelto con un taladro haciendo de las suyas, pero eso no ocurre hasta pasada la hora de película, es decir, tarda en ir al grano y se va por las ramas poniendo a prueba la paciencia del espectador.

Una producción llamativa y atrevida que deja claro que cualquiera con los elementos básicos puede hacer cine, aunque El asesino del taladro se aproxime a una de las grandes chapuzas ejecutadas con un taladro. Una película totalmente prescindible que no merece más de mí tiempo.
Jon
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7 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta Abel Ferrara. Esto debe ser lo primero que tiene que saber la persona que lea esta pequeña reseña. "Killer" es una película en la que el entorno expresa el sentir de los personajes, todo se mimetiza. Encontramos una Nueva York sórdida con sabor a neón y a suburbio, donde conviven la droga y el arte. En esta obra se ve todo el potencial de Ferrara, sobre todo por cómo integra lo macabro con lo cotidiano, sin transformarse la película en ninguna de las dos cosas. Mención aparte merecen los cuadros que decoran el apartamento-estudio: de los mundos allí aparecidos nos habla Ferrara. Todos estos elementos ayudan a comprender el desarrollo psicológico de los personajes, y también su devenir.
gpiqueras
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26 de octubre de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vives en un asqueroso apartamento de una maldita ciudad donde sólo hay pobreza y delincuencia, viendo cómo tu creatividad, de la cual depende tu trabajo, se ha dado contra un muro, viendo cómo la zorra de tu novia no hace nada en todo el día, y, para colmo de males, teniendo que soportar la estrepitosa música de unos putos niñatos que se han mudado al piso de abajo. ¿No es suficiente para volverse loco perdido? Yo diría que sí...

Cineasta incomprendido, poeta de los suburbios, amante de la controversia, nadador contracorriente, detestado por muchos, adorado por otros tantos. Los caminos de Abel Ferrara son inescrutables, y eso bien lo saben sus más acérrimos fans, que ni siquiera están preparados para digerir todas sus obras (se incluye un servidor...); sin embargo ahí está, haciendo lo que le gusta hacer, creador de un estilo propio y característico sin estar vinculado a los grandes estudios. Si una palabra puede definir a este rebelde nacido y criado en el Bronx es la de imprevisible.
Y títulos como "El Rey de New York", "El Funeral" o "Teniente Corrupto" lo corroboran; pero no se puede decir que el camino hacia esas pequeñas joyas fuera sencillo para el director, más bien fue arduo y extenso. Tras una serie de cortometrajes, pequeños trabajos de academia, Ferrara se quedó compuesto y sin empleo, así que, para poder llevarse un cacho de pan a la boca no le quedó otra que probar en el barato y rentable negocio del porno con "9 Lives of a Wet Pussycat", protagonizada por su novia de aquel entonces, Pauline LaMonde, dejándole no muy buenos recuerdos.

Tras aquello decidió hacer cine de verdad, aunque fuese dentro de sus propios límites. Con 26 años de edad, cogió a un puñado de actores no profesionales y una cámara de 16 mm. y se pondría a grabar en su propio apartamento y en las calles de la ciudad de New York para hacer su primera película oficial, que tendría por título "The Driller Killer"; en ella nos presenta a Reno Miller (álter-ego suyo y encarnado por él mismo bajo el pseudónimo de Jimmy Laine), un pintor en crisis incapaz de terminar un cuadro que según él será su obra maestra y al que la opresiva vida urbana está consumiéndole las fuerzas.
Viviendo más mal que bien en un pequeño piso junto a su liberal novia Carol y su compañera Pamela (quienes deciden montarse sesiones lésbicas de vez en cuando) sin poder pagar las facturas ni al casero, sin salir del bloqueo creativo en el que se ha metido, teniendo que pedir dinero prestado y habitando en una ciudad en la que sólo suceden cosas horribles llena de mendigos, criminales y artistas en decadencia, haciendo de New York un gran enemigo, infierno constante y en estado de descomposición, Reno dará salida a su frustración a través de la violencia...y lo pondrá en práctica recorriendo las calles nada menos que con un taladro automático.

Salida de la costilla de "Taxi Driver", de hecho Reno no es sino una variante más del trastornado y destructivo Travis Bickle (aquí se sustituye el espejo por el cuadro del búfalo, fuerza bruta interior del protagonista), "The Driller Killer" ya expone las constantes y futuras marcas de la casa de Abel Ferrara, esto es, personajes encerrados en un clima de insatisfacción eterno, la pestilencia de la ciudad, caldo de cultivo de maldad, decadencia, bullicio y drogas, el descenso a los infiernos del ser humano o el tema de la religión. El director coge su cámara, se la echa al hombro y radiografía a pie de calle la suciedad urbana y a aquellos que caminan entre ella, que son producto de ella.
Entre tanto, la historia propone un cruce de cine contracultural, rebelde, denunciante, más que nada el que se llevaba en la época (el heredado del que capitaneaban casi diez años atrás los directores del llamado "Nuevo Hollywood"), y un "slasher" de tono demencial y cutre de factoría Corman, todo en clave "exploitation", lleno de retorcido humor negro, extrema violencia y sexo que raya lo surrealista por momentos. Ferrara se muestra rabioso, colérico, grita y escupe al mundo...pero el producto, pese a lo excitante que resulta su propuesta inicial, no queda, quizá por la evidente falta de medios, tan bien desarrollado como podría.

Abel Ferrara, en su único papel protagonista, llega a poner los pelos de punta sin tener que esforzarse mucho (esa mirada de loco que tiene se queda clavada), aunque su personaje es muy difícil de soportar, por lo tanto de querer ver, al igual que los que interpretan Baybi Day, D.A. Metrov, Peter Yellen, Dicky Bittner o Laurie Taylor, una galería de bichos raros de descacharrantes características; el único medianamente decente es el de Carol, que hace Carolyn Marz, él único que puede salvarse, y cuyo incierto futuro podría haberse presentado mejor.
Los irritantes y chiflados personajes, el poco simpático protagonista, los esperpénticos diálogos y un metraje que avanza lo más parsimoniosamente posible, dejan a "The Driller Killer" en un estancamiento perpetuo y con un puñado de agujeros argumentales sin tapar, el perfecto reflejo de ese cuadro que Reno intenta acabar y al final, cuando lo termina y se lo enseña al propietario de la galería éste le espeta con que lo que ha hecho es pura basura.

De todas formas siempre resulta interesante descubrir los comienzos juveniles y amateurs de un director cuyo cine de autor admiras.
Sí, el debut de Abel Ferrara es interesante...pero no lo suficiente como para volverlo a ver.
Chris Jiménez
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18 de febrero de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Abel Ferrara siempre me ha parecido que tiene algo. No sabría decir exactamente qué es pero me interesa. Sus películas casi siempre son de presupuestos reducidos pero se dejan ver. El asesino del taladro fue una de las primeras. Protagonizada por él mismo, nadie mejor que Ferrara para encarnar a un psicópata desquiciado con esa cara y esas pintas de perturbado que le caracterizan, cuenta la historia de un bohemio pintor neoyorquino que en el ambiente decadente de finales de los setenta pierde la cabeza y empieza a asesinar vagabundos con un taladro.

Rodada de manera tosca y con a penas 20.000 dólares de presupuesto, en ella participan algunos de los habituales colaboradores de su director, como el guionista Nicholas St. John y el compositor Joe Delia, Le acompañan también atractivas actrices que protagonizan algunas escenas subidas de tono como suele ser lo acostumbrado en casi todos los slashers de la época. No es nada del otro mundo pero si te interesa el género y te va el cine de Ferrara no te decepcionará del todo.
Harold Angel
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